Dios protege a Jacob en su reencuentro con Esaú
¿Raíz teológica de lo antropológico? ¿o viceversa?
El problema de qué es primero, la institución familiar del goelato que inspira una fe en un Dios pariente, o la fe en un Dios pariente que motiva un tipo de conducta e institución familiar, se muestra -a esta luz- como un falso problema.
Es un planteo ajeno a la cultura bíblica y que impide reconocer su idiosincrasia. Las ciencias de las religiones zanjan la discusión señalando la función normadora del epos en relación al ethos.
En la visión bíblica no es posible separar la esfera familiar-profana y la esfera religiosa. Desde que Dios es miembro del nosotros familiar-tribal-clánico-nacional y más tarde eclesial, esa pertenencia establece una única estructura de relacionamientos según la cual lo que se hace con un miembro del nosotros toca a todos los miembros del nosotros y por lo tanto a su miembro constituyente: el Dios Goel de todos.
En el contexto de esta estructura cultural se ha de comprender un texto tan llevado y traído por los que no lo entienden, como el juicio de las Naciones en Mateo 25, 31-46. En este texto brilla la ley de identificación solidaria del Rey con sus hermanos más pequeños. Como miembros de un solo nosotros, lo hecho a uno se le hace a todos, principalmente a la cabeza del nosotros.
La Alianza religiosa, es a la vez el Contrato-social de los pueblos bíblicos. Dios forma parte del nosotros y así funda, regula y posibilita las relaciones y la convivencia.
Jen, Jésed y Berit = Gracia, misericordia, Alianza
El epos bíblico narra cómo Dios, por jen, por gracia, y por jésed, amor misericordioso, se hace pariente de Abraham primero y luego de sus descendientes, mediante las Alianzas; y cómo en virtud de ese parentesco contraído por Alianza, en su calidad de Goel, Dios se obliga a perseverar en las actitudes y conductas de misericordia (jésed) que su goelato exige.
Ya se ve cómo este epos bíblico funda y motiva, de manera muy propia y específica del universo cultural bíblico, las conductas o el ethos bíblico. Detengámonos ahora un momento para observar la concatenación de estas categorías de la cultura bíblica y de sus correlativos signos lingüísticos.
Acabamos de hablar de Alianza y de misericordia. Son dos conceptos bíblicos fundamentales. La Alianza, en hebreo, se dice berit. La gracia que lleva a elegir: jen. La misericordia, el amor, la dilección que une a los miembros de la alianza: jésed.
Notemos pues cómo estas tres realidades se conectan y de alguna manera se entienden en el marco de la institución del goelato. El parentesco tiene su origen en la Alianza (berit) y en una actitud del corazón llamada jen, y se prolonga en la actitud de amor fiel benevolente y bienhechor, compasivo y misericordioso: jésed.
De modo que en los pasajes bíblicos donde aparecen subyace también, aunque no se la nombre explícitamente, la realidad del goelato.
Volveremos sobre estos importantes conceptos y sobre su lugar y correlaciones en el cosmos cultural bíblico. El epos bíblico narra cómo Dios se hace pariente por gracia (jen) mediante la Alianza (berit) y cómo en virtud de esa Alianza, se obliga a perseverar en las actitudes y conductas propias de la misericordia-amor-de-dilección (jésed).
Eclesiogénesis: nacimiento de la Iglesia
Prolongando esta misma fe, en el universo religioso del Nuevo Testamento, se establece un solo Nosotros, del que son miembros tanto las Tres personas de la Trinidad, como luego los Apóstoles y todas las generaciones de creyentes.
Este nosotros familiar del cual Dios es el miembro principal y cuyas vinculaciones y relaciones se expresan con el término "koinonía", es un nosotros abierto y convocante, que invita a todos a la incorporación, incluso a los enemigos.
De esta manera, la misericordia-jésed, brilla de manera peculiar, como fuerza vinculadora, creadora de un conglomerado de vínculos de parentesco-divino humano, que constituyen una nueva Alianza.
Esta nueva Alianza es una comunión fundante de comunidad. A su vez, dentro del Nosotros de parentesco divino-humano que la Alianza anuda, funda y establece, circula la misma misericordia que la estableció y se derrama hacia afuera, invitando a la vinculación.. Y de esta manera, el epos bíblico funda el ethos del nosotros - bíblico.
En el Nuevo Testamento la koinonía por la cual el Dios-padre se hace un pueblo o familia de hijos en el Hijo, nos permite presentar la eclesiogénesis como la expansión de un nosotros del cual Dios es el protopariente.
El Nosotros inicial, divino, se revela en los textos del Nuevo Testamento que contienen comunicaciones entre el Padre y el Hijo como yo-tú o este-y-yo. El Protonosotros se revela como trinitario: Padre e Hijo que dan el Espíritu.
Por la incorporación de discípulos que el Padre da al Hijo, el protonosotros se amplía a las dimensiones de nosotros eclesial, de "hermanos de Jesús", de familia-pueblo de Dios. Es el nosotros divino-apostólico prepascual o deuteronosotros.
Por la agregación de nuevos discípulos mediante la predicación apostólica, se acrecienta después de Pentecostés hasta nuestros días, el nosotros eclesial divino-humano postpascual o tritonosotros.
Este es el 'pueblo de Dios' del que habla la Lumen Gentium. Un pueblo del que Dios es miembro. Siempre es Dios el que agrega nuevos hombres a este nosotros (Hch 2,41). Dios los introduce a la koinonía con él. Pero es entrando en comunicación, a la vez, con Dios y con el nosotros total - y solamente así - como es históricamente posible entrar en comunión con el Dios real, no imaginado.
Al igual que en el orden antropológico, es imposible establecer un vínculo de alianza de matrimonio entre dos individuos dejando afuera los vínculos familiares de ambos, nadie puede entrar en comunión con el protonosotros salteándose alguna instancia del nosotros total, o menospreciando a alguno de sus integrantes, por pequeño que pueda parecer. Pues quien agravia o menosprecia al pariente, al miembro o a una parte del nosotros solidario, agravia al nosotros en su conjunto y al protopariente divino. Quien no ama a un miembro no ama al todo, y no ama al fundamento del todo.
Esa es la lógica inserta en los escritos juaninos. Es sobre el transfondo de la koinonía como estructura de parentesco de un nosotros con Dios, donde cobran pleno relieve las enseñanzas de Jesús sobre la incompatibilidad con otras pertenencias (nadie puede servir a dos señores) y sobre la apostasía como abandono del nosotros pertenencial.
[Véase lo que hemos dicho en escritos antes citados Koinonía comunicación en el Nuevo Testamento y Aspectos bíblicos de la Teología del Laicado. El fiel laico en el horizonte de su pertenencia en especial pp. 78-79; 105-111. El tema de la Koinonía-Comunión se encuentra tratado también en este Blog en siete entradas, la primera de las cuales se encontrará en la fecha 18 de noviembre de 2011 y la 7ª y última el 10 de enero de 2012]
Jen, Jésed y Berit = Gracia, misericordia, Alianza
El epos bíblico narra cómo Dios, por jen, por gracia, y por jésed, amor misericordioso, se hace pariente de Abraham primero y luego de sus descendientes, mediante las Alianzas; y cómo en virtud de ese parentesco contraído por Alianza, en su calidad de Goel, Dios se obliga a perseverar en las actitudes y conductas de misericordia (jésed) que su goelato exige.
Ya se ve cómo este epos bíblico funda y motiva, de manera muy propia y específica del universo cultural bíblico, las conductas o el ethos bíblico. Detengámonos ahora un momento para observar la concatenación de estas categorías de la cultura bíblica y de sus correlativos signos lingüísticos.
Acabamos de hablar de Alianza y de misericordia. Son dos conceptos bíblicos fundamentales. La Alianza, en hebreo, se dice berit. La gracia que lleva a elegir: jen. La misericordia, el amor, la dilección que une a los miembros de la alianza: jésed.
Notemos pues cómo estas tres realidades se conectan y de alguna manera se entienden en el marco de la institución del goelato. El parentesco tiene su origen en la Alianza (berit) y en una actitud del corazón llamada jen, y se prolonga en la actitud de amor fiel benevolente y bienhechor, compasivo y misericordioso: jésed.
De modo que en los pasajes bíblicos donde aparecen subyace también, aunque no se la nombre explícitamente, la realidad del goelato.
Volveremos sobre estos importantes conceptos y sobre su lugar y correlaciones en el cosmos cultural bíblico. El epos bíblico narra cómo Dios se hace pariente por gracia (jen) mediante la Alianza (berit) y cómo en virtud de esa Alianza, se obliga a perseverar en las actitudes y conductas propias de la misericordia-amor-de-dilección (jésed).
Eclesiogénesis: nacimiento de la Iglesia
Prolongando esta misma fe, en el universo religioso del Nuevo Testamento, se establece un solo Nosotros, del que son miembros tanto las Tres personas de la Trinidad, como luego los Apóstoles y todas las generaciones de creyentes.
Este nosotros familiar del cual Dios es el miembro principal y cuyas vinculaciones y relaciones se expresan con el término "koinonía", es un nosotros abierto y convocante, que invita a todos a la incorporación, incluso a los enemigos.
De esta manera, la misericordia-jésed, brilla de manera peculiar, como fuerza vinculadora, creadora de un conglomerado de vínculos de parentesco-divino humano, que constituyen una nueva Alianza.
Esta nueva Alianza es una comunión fundante de comunidad. A su vez, dentro del Nosotros de parentesco divino-humano que la Alianza anuda, funda y establece, circula la misma misericordia que la estableció y se derrama hacia afuera, invitando a la vinculación.. Y de esta manera, el epos bíblico funda el ethos del nosotros - bíblico.
En el Nuevo Testamento la koinonía por la cual el Dios-padre se hace un pueblo o familia de hijos en el Hijo, nos permite presentar la eclesiogénesis como la expansión de un nosotros del cual Dios es el protopariente.
El Nosotros inicial, divino, se revela en los textos del Nuevo Testamento que contienen comunicaciones entre el Padre y el Hijo como yo-tú o este-y-yo. El Protonosotros se revela como trinitario: Padre e Hijo que dan el Espíritu.
Por la incorporación de discípulos que el Padre da al Hijo, el protonosotros se amplía a las dimensiones de nosotros eclesial, de "hermanos de Jesús", de familia-pueblo de Dios. Es el nosotros divino-apostólico prepascual o deuteronosotros.
Por la agregación de nuevos discípulos mediante la predicación apostólica, se acrecienta después de Pentecostés hasta nuestros días, el nosotros eclesial divino-humano postpascual o tritonosotros.
Este es el 'pueblo de Dios' del que habla la Lumen Gentium. Un pueblo del que Dios es miembro. Siempre es Dios el que agrega nuevos hombres a este nosotros (Hch 2,41). Dios los introduce a la koinonía con él. Pero es entrando en comunicación, a la vez, con Dios y con el nosotros total - y solamente así - como es históricamente posible entrar en comunión con el Dios real, no imaginado.
Al igual que en el orden antropológico, es imposible establecer un vínculo de alianza de matrimonio entre dos individuos dejando afuera los vínculos familiares de ambos, nadie puede entrar en comunión con el protonosotros salteándose alguna instancia del nosotros total, o menospreciando a alguno de sus integrantes, por pequeño que pueda parecer. Pues quien agravia o menosprecia al pariente, al miembro o a una parte del nosotros solidario, agravia al nosotros en su conjunto y al protopariente divino. Quien no ama a un miembro no ama al todo, y no ama al fundamento del todo.
Esa es la lógica inserta en los escritos juaninos. Es sobre el transfondo de la koinonía como estructura de parentesco de un nosotros con Dios, donde cobran pleno relieve las enseñanzas de Jesús sobre la incompatibilidad con otras pertenencias (nadie puede servir a dos señores) y sobre la apostasía como abandono del nosotros pertenencial.
[Véase lo que hemos dicho en escritos antes citados Koinonía comunicación en el Nuevo Testamento y Aspectos bíblicos de la Teología del Laicado. El fiel laico en el horizonte de su pertenencia en especial pp. 78-79; 105-111. El tema de la Koinonía-Comunión se encuentra tratado también en este Blog en siete entradas, la primera de las cuales se encontrará en la fecha 18 de noviembre de 2011 y la 7ª y última el 10 de enero de 2012]
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