viernes, 1 de noviembre de 2013

UNIDAD TEMÁTICA DEL SALTERIO [9 de 12]

Explicación de Fr. Divo Barsotti 
[3ª parte]

Ningún hombre se identifica con “el Hombre”, excepto Nuestro Señor Jesucristo. 

5.5. Los Salmos, Palabra de Cristo
Podemos decir de los Salmos, más que de ningún otro libro del Antiguo Testamento, que son el libro de Nuestro Señor. No solamente porque Él los ha citado más que ningún otro libro – lo cual sería una razón puramente exterior – sino, más bien, porque ellos son, eminentemente, SU palabra. Son “su” palabra en tanto que él es “el Hombre”.

Ya hemos dicho que lo que distingue al Salterio es, precisamente, el hecho de que es la palabra de Dios y de todo hombre.  Es toda la humanidad la que habla y se expresa a través de los 150 Salmos. No un pueblo solo, no la historia de un solo pueblo, y menos todavía la vida interior de un solo hombre entre otros, que hubiera vivido en una determinada época; sino “el Hombre” en su acepción más vasta y su más simple comprensión. El hombre en su condición de pena y de miseria aquí abajo: es todo lo humano lo que  nos habla a través de su palabra.

Ahora bien, ningún hombre se identifica con “el Hombre”, excepto Nuestro Señor Jesucristo. Por eso el Salterio, es, más que todo otro libro, “el libro de Jesús”: su libro porque es palabra de Dios y porque es palabra de Hombre. El Hombre, no se conoce más que en Cristo. Sólo en Cristo se expresa el hombre verdadero y concreto. Y la palabra del hombre verdadero es precisamente el libro de los Salmos.

5.6. Una división del Salterio según el género literario de los Salmos, puede tener cierto valor, pero no nos revela el sentido último de los Salmos. Un Salmo no dice todo su secreto sino en su contexto, según aquel orden que no deriva de lo arbitrario, sino del lugar que ocupa dicho Salmo en el libro inspirado. Este lugar ha sido asignado por Dios, quien ha dirigido al hagiógrafo para formar la colección y hacer de ella UN libro.

Es solamente en la unidad de la Biblia que la exégesis católica trasciende la palabra del hombre y alcanza a través de ella la palabra de Dios.  Negar que – o ignorar que – la Biblia tenga como único autor principal a Dios, inspirador a su vez de un verdadero y propio autor humano, es comprometer la interpretación auténtica de la Sagrada Escritura. El filólogo  puede, sí, interpretar un documento humano histórico o poético, pero el filólogo en cuanto tal no podrá jamás, si no es creyente, descubrir en la Sagrada Escritura analizada y criticada como monumento literario e histórico, el sentido que su Autor divino quiso darle.