de la Madre de
Dios
“Zarza Ardiente”
4 de septiembre
Contaquio I
A Ti, invencible jefa de los
ejércitos, oh virgen purísima Theotokos, que alegraste a Dios, y alegraste
también a la Iglesia de Cristo a través de la revelación en tu icono radiante
de fuego, te dirigimos estas oraciones: ¡Oh Theotokos, a quien llamamos la de
la “Zarza Ardiente”; así como posees dominio invencible y gran bondad de
corazón, apresúrate por tu intercesión para ayudarnos en nuestras necesidades,
y líbranos de todas las desgracias, pues te clamamos: ¡Alégrate, oh llena de
gracia, Zarza Ardiente que nos libras de arder por el fuego!
Ikos I
Oh Reina de los ángeles y Señora de
todo lo creado, Theotokos gloriosa, aun cuando en las alturas recibes himnos de
alabanza de los coros angélicos, concédenos, pues no somos más que polvo en la
tierra, ofrecerte alabanzas y acciones de gracias por tu gran misericordia para
con la humanidad. Y aunque no sea digna de ti, oh Misericordiosa, incluso
entonces no rechaces nuestra impura alabanza, sino sé como tu Hijo
Misericordioso, que aceptó las dos monedas de la viuda, y con compasión escucha
a los que te clamamos con compunción:
Alégrate, tú que has llevado en tu
seno el fuego divino sin ser consumida.
Alégrate, tú que has dado a luz al
Salvador de la humanidad caída.
Alégrate, tú que, por tu purísimo
alumbramiento has avergonzado el poder del infierno.
Alégrate, tú que has liberado a Adán
y Eva de la antigua maldición.
Alégrate, tú que voluntariamente
concebiste sin mancha a Uno de la Santa Trinidad.
Alégrate, pues diste a luz en la
carne al Creador del cielo y la tierra.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libras de arder por el fuego.
Contaquio II
Cuando Moisés vio la zarza ardiente
por el fuego en el Sinaí, sin ser consumida, quedó asombrado, y vio que una voz
divina le decía desde la zarza: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar
en el que te hallas es tierra santa”. Así nosotros, oyendo esto, vemos la
prefiguración de la Encarnación del Logos de Dios, oh Virgen purísima, en la
maravilla de la zarza ardiente, y con temor nos inclinamos a venerar el lugar
de la manifestación divina, clamando al Creador de todo: ¡Aleluya!
Ikos II
La mente del hombre no puede
comprender el misterio de la providencia divina, pues desde la creación del
hombre en el mundo la redención había sido predeterminada por la Divinidad
Tri-Hipostática; los santos profetas de Dios, inspirados por el Espíritu Santo,
previeron la maravilla de las maravillas, que el Creador tomaría la forma de
siervo para salvar la obra de sus manos de la perdición eterna, anunciándolo
mediante infalibles prefiguraciones y profecías, haciendo contemplar la
redención de la raza humana a través del Redentor prometido, y para El que tú,
oh purísima, concediste tomar nuestra carne, convirtiéndote así en la Madre de
tu Señor, que nos exhorta a clamarte:
Alégrate, recinto radiante de fuego,
que estás sentada sobre querubines.
Alégrate, gobernadora de los
serafines.
Alégrate, aposento del gran Rey de
los cielos.
Alégrate, trono de inspiración, que
dominas los cielos y la tierra.
Alégrate, arca santa de la
Divinidad, más grande que el Santo de los Santos.
Alégrate, urna de oro, en la que ha
sido preparado el salvífico Maná, la carne y la sangre del Cordero Divino.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio III
Por la acción del poder del
Altísimo, oh virgen piadosa, el poder natural del fuego fue avergonzado por tu
santo icono, ya que a través de él has obrado muchas maravillas en el universo;
así, pueblo cristiano te magnifica con voces de júbilo y se refugia en ti de en
tiempos de peligro y especialmente cuando aparece el horror del fuego, al igual
que reciben de ti ayuda en el tiempo propicio. Por eso clamamos agradecidos,
glorificando a Cristo, el Rey de la Gloria: ¡Aleluya!
Ikos III
Tú amas en gran manera a los fieles
que han sido redimidos por la Sangre Preciosa de Tu Hijo y Dios, oh purísima
Theotokos, y has recibido de Él el poder dirigir y proteger a los cristianos,
pues eres la Abogada de los pecadores arrepentidos ante el Creador, siendo la
esperanza de salvación para el desesperado, la pronta ayuda en el peligro, la
gran recuperación de los que perecen y un refugio para todo el mundo. Así, como
magnífica Abogada ante nuestro bondadoso y amoroso Dios, te ofrecemos
humildemente estos himnos de alabanza:
Alégrate, oh júbilo del mundo, que
eliminas las lágrimas de los que sufren y padecen.
Alégrate, oh refugio divino y
tranquilo, en el que se guarece los que son asediados por la tempestad de las
pasiones en el mar de la vida.
Alégrate, oh pacificadora de la
justa ira de Dios dirigida a nosotros.
Alégrate, pues las llamas de fuego
se extinguen por el rocío de tus oraciones ante el trono del Todopoderoso.
Alégrate, pues nos libras de los
truenos y relámpagos y nos salvas por tus divinas oraciones.
Alégrate, pues ayudas
anticipadamente a toda alma que te suplica con fe.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio IV
Cuando las llamas de fuego vienen
repentinamente sobre nosotros, y consumen nuestras ciudades y pueblos, oh
virgen misericordiosa, te apresuras a ayudar a los que están indefensos, y por
tu icono milagroso nos libras y defiendes del castigo justo que merecemos por
nuestros pecados. Pues los pecadores poseen en ti a una Abogada que nunca falla,
por lo que ponemos nuestra esperanza en ti y glorificamos el poder de tus
oraciones, clamando a Aquel que nació de ti como Salvador del mundo: ¡Aleluya!.
Ikos IV
Después de haber visto y oído las
maravillas que han surgido por tu icono, oh Reina compasiva, el cual nos has
otorgado como consuelo y defensa ante las desgracias, así, todo poder
devastador del fuego es abatido por tu poder y por la gracia de tu purísima
imagen. Por eso, llamamos a este icono la Zarza Ardiente no consumida, y te
cantamos fervorosamente:
Alégrate, ferviente intercesora ante
Cristo Dios, pues por ti Él derrama su misericordia hacia nosotros.
Alégrate, tú que has alejado de
nosotros el castigo de Dios por nuestros pecados.
Alégrate, tú que nos preservas de
toda desgracia por tu precioso manto.
Alégrate, pues por tu maternal
generosidad proteges nuestras viviendas del fuego y del relámpago.
Alégrate, oh misericordiosa, tú que
escuchas nuestras oraciones en la tribulación y la desgracia.
Alégrate, oh pronta intercesora,
nuestra ayuda en tiempo de prueba.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio V
Como una estrella que fluye de Dios
resplandece tu brillante icono con la divina gracia en el mundo, por la
multitud de tus milagros, oh virgen Theotokos, e ilumina el corazón y el alma
de la humanidad por el conocimiento de tu gran bondad, con el que amparas al
pueblo cristiano y lo defiendes ante Aquel que es el Único misericordioso. Con
júbilo damos gracias a Dios por ti, que eres su Madre en la carne, pues te ha
concedido a nosotros como Madre en el Espíritu y clamamos con profundo
reconocimiento: ¡Aleluya!
Ikos V
En verdad contemplamos tu icono de
la Zarza Ardiente, oh Soberana, pues así como no ha sido consumido por el
fuego, también protegió las moradas de los hombres de no ser consumidas por el
fuego cuando este residía en sus casas, ya que a Ti se te ha concedido la
Gracia de lo alto de para amedrentar el poder de la naturaleza del fuego, al
igual que contuviste el fuego de la divinidad en tu seno sin ser consumida.
Así, tu imagen purísima se ha mostrado como participante de la gracia, por lo
que ha sido llamada por los creyentes Zarza Ardiente, y de esta forma te
alabamos diciendo:
Alégrate, oh luz inextinguible, que
siempre arde en llamas de oración por nosotros ante el trono del Señor.
Alégrate, tú que calentaste nuestros
fríos corazones con el fuego del amor de Dios.
Alégrate, tú que eres la frescura
del ardor de nuestras pasiones por la sombra de tus oraciones.
Alégrate, tú que nos concedes lo que
es beneficioso para el alma en las horas de la tristeza y al pensamiento
confuso.
Alégrate, tú que te apresuras a
socorrernos en nuestra impotencia, cuando estamos en peligro y no tenemos a
nadie que nos ayude.
Alégrate, pues por tu brazo soberano
nos rescatas de la perdición cuando nos sobrevienen desgracias repentinas.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio VI
La Iglesia de Cristo predica
continuamente tus milagros, oh Deípara de Dios, pues son mas numerosos que las
arenas del mar y las estrellas del cielo, pues desde el Oriente hasta el
Occidente tu nombre es alabazo por todos y no hay pueblo o país en el que la
acción del poder de Dios no se haya manifestado a través de ti, para la
salvación, la iluminación y la curación de los que llevan el nombre de Cristo,
y también has obrado milagros a través de tus sagrados iconos, surgiendo ríos
de misericordia y generosidad para los que están en peligro y para la humanidad
enferma. Por eso te aclamamos con himnos de alabanza, y clamamos a Tu Hijo y
nuestro Dios: ¡Aleluya!
Contaquio VI
Has brillado como un torrente de luz
de la Gloria divina, oh virgen y santa doncella, llevando al Pre-Eterno Señor
Jesucristo como a un Hijo en tus brazos, rodeada de los coros de las huestes
celestiales. Así como te vemos representada en Tu icono, místicamente
representado en la Zarza Ardiente de Moisés, del que otorgas grandes dones de la
gracia a los fieles, tú los salvaste del fuego y de los relámpagos, sanaste a
los enfermos y concedes al mundo todo lo que es bueno y beneficioso para el
alma. Por eso te cantamos en alta voz:
Alégrate, oh tú, por quien las
asambleas de los ángeles y la raza de los hombres se regocijan y celebran.
Alégrate, oh tú, cuya gloria
sobrepasa las virtudes del cielo y de la tierra.
Alégrate, oh tú, que por tu gran
amor maternal proteges a todo el universo.
Alégrate, oh tú, que visitas el
valle de nuestras aflicciones con tu benevolencia.
Alégrate, oh tú, que por tu inmensa
grandeza no abandonas a los que son despreciados y rechazados.
Alégrate, oh tú, que a través de tu
aflicción has rescatado a los desesperados del pozo de la perdición.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio VII
Deseando revelar Su amor por el
pueblo redimido por Su sangre, el Señor nos ha concedido a Su Madre inmaculada
como refugio y defensa e hizo de ella un refugio tranquilo de la gracia para todas
las almas cristianas entristecidas y acosadas por la desgracia y para los que
necesitan ayuda y misericordia. Por lo tanto, al contemplar tu amor por la
humanidad, oh grandiosa Soberana, alzamos nuestros ojos a Ti en nuestras
tribulaciones y levantamos nuestras manos en acción de gracias, pidiendo Tu
único consuelo, para que seamos salvamos por tu intercesión de las penas
temporales y eternas, y para que seamos dignos en la tierra de los vivientes de
cantar a Dios en el gozo de los santos: ¡Aleluya!
Ikos VII
Maravillosamente has glorificado tu
icono de la Zarza Ardiente con muchos milagros, oh virgen Theotokos, pues a
través de él defiendes las ciudades y los pueblos del fuego, del rayo y del
trueno y bendices las casas de los fieles en las que se venera tu purísimo
rostro. Así, hemos recibido con alegría tu imagen radiante como un preciado
tesoro, y nos inclinamos ante él con la veneración debida, y te exaltamos con
alabanzas diciendo:
Alégrate, vasija de alabastro llena
de curaciones, que contiene el medicamento contra toda dolencia.
Alégrate, ungüento de unción de la
fragancia de Cristo, que perfumas a la humanidad caída con la divina gracia.
Alégrate, pues liberas a los
pecadores arrepentidos de las ataduras del pecado.
Alégrate, tú que salvas a los cautivos
de las pasiones y los conduces a la contrición luchando con ellos por la
pureza.
Alégrate, oh sustento de las jóvenes
vírgenes y alegría plácida de las madres.
Alégrate, abogada de las viudas y
providencia de los huérfanos.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio VIII
Es maravilloso contemplar cómo tu
icono, oh Soberana, está pintado sobre la madera, y por ello está sujeto por su
propia naturaleza a la acción de la combustión, y sin embargo, revela un poder
más allá de toda naturaleza, pues ante su presencia se ha humillado el poderío
del fuego. Por eso, podemos discernir el poder de Dios y la acción de tus
oraciones, para que magnifiquemos al Creador y Dios de todo, que te ha
magnificado y nos ha concedido tu imagen milagrosa como una delicia y un
regalo, a través del cual nos ha salvado de arder por el fuego, para que
siempre podamos clamarle a Él con acción de gracias y alabanza: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Todos los cristianos glorifican tu
nombre santísimo, oh Virgen María, Theotokos, y para ellos es dulce y
reconfortante contemplar la imagen de tu purísimo rostro, por medio del cual
has manifestado muchos y gloriosos milagros. Nosotros, pobres pecadores, contemplamos
también tu sagrado icono y nos inclinamos ante él con veneración y reverencia,
y lo besamos con amor, solicitando tu ayuda soberana y tu intercesión, sobre
todo en tiempo de impotencia, cuando por el bien de nuestros pecados venga el
fuego sobre nosotros inesperadamente, y así podamos ser salvados por ti de
perecer por las llamas, y te clamemos con labios agradecidos:
Alégrate, oh receptáculo de la
Palabra de Dios, no hecho por manos humanas, más grande que los querubines y
los serafines en santidad y pureza.
Alégrate, oh luz oculta del Sol de
Justicia, pues por ti, Él ha acercado el cielo a la tierra, para que nos guíe
hacia el cielo con Él.
Alégrate, oh tú, que por tu santo
alumbramiento has abierto las puertas del Paraíso para la humanidad caída.
Alégrate, pues el cielo y la tierra
se han unido para alabarte a ti y a Aquel que nació de ti.
Alégrate, oh fuente divina de la que
fluye el Agua de la Vida, pues los que beban de ella no morirán jamás.
Alégrate, oh bendita viña de la que
surgió la vid de la salvación, destilando el vino de la inmortalidad para el
hombre.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio IX
Tu gloria sobrepasa toda alabanza,
oh Madre bendita y glorificada de Nuestro Señor, pues incluso las mentes de los
seres incorporales no pueden conocer la forma más digna de alabarte. Por eso,
no somos dignos de alcanzar tu preciado amor, pues no somos más que tierra y
polvo, pero nos atrevemos a ofrecerte himnos de alabanza y acción de gracias
según nuestra debilidad para que seas misericordiosa con la raza humana, a la
cual has amado y a la que nunca has dejado de otorgar tu compasión, dirigiendo
así a los fieles de todos los tiempos a clamar a Cristo el Salvador, que nació
de ti: ¡Aleluya!
Ikos IX
Los pensadores del mundo no pueden
comprender el gran misterio de tu Virginidad, oh Theotokos, pues el Señor lo ha
escondido a los sabios de esta época y lo ha revelado a los humildes y
piadosos, que no investigan de forma humana, quienes han predicado de forma
ortodoxa y sin confusión cómo eras Virgen antes del parto, durante el parto y
después del parto. Así, oh Virgen y Madre, recibe también nuestra confesión
hecha con toda nuestra alma y fortalécenos para seguirte en una vida sin mancha
y con pureza de corazón, para que podamos cantarte estos himnos de
agradecimiento:
Alégrate, lirio de virginidad y
pureza, blanco como la nieve, que florece sin marchitarse en las alturas.
Alégrate, oh tú, que uniste tu
maternidad y tu virginidad en Ti misma.
Alégrate, oh tú, que has conservado
ambas sin mácula.
Alégrate, oh tú, que eres la
higúmena de los rangos monásticos por tu virginidad.
Alégrate, oh Maestra de las huestes
virginales, por la pureza de tu alma y de tu cuerpo.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza Ardiente
que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio X
Concediendo la salvación a la
humanidad, Uno de la Santa Trinidad ha querido encarnarse en ti, oh Soberana
Esposa de Dios, y Él ha glorificado en gran medida la naturaleza del hombre al
sentarse a la diestra del Padre en el trono de la Divinidad como Hijo
Unigénito, convirtiéndose en tu Hijo en la carne y glorificándote con él, en
una gloria que sobrepasa toda gloria, y así, siendo eclipsada por el Bien,
misericordiosamente no has olvidado a la raza humana, sino que con tus
oraciones ante el Creador, que es Uno de la Trinidad, intercedes por los que lo
aclaman con fe con el himno de alabanza: ¡Aleluya!
Ikos X
Eres una muralla para los coros
virginales y para la asamblea de los monjes, oh virgen Theotokos, y también
para los que fervientemente se refugian en ti en oración, honrando tu santo
icono con reverencia, pues solamente a ti fue concedido por el Señor el
interceder por todo el mundo, estableciendo a los creyentes en la virginidad y
la piedad. Así, siendo celosos de la vida pura nos refugiamos bajo tu
protección maternal cuando nos asedian las pasiones y encontramos la serenidad
del alma en la gracia, proclamándote con armonía:
Alégrate, protectora elegida de los
piadosos monjes y monjas, y ferviente intercesora ante Dios.
Alégrate, oh ayuda constante de los
fieles siervos de Dios en el mundo, y guía en las luchas espirituales.
Alégrate, Maestra de la castidad y
la templanza de los jóvenes.
Alégrate, reposo y deleite de los
venerables ancianos.
Alégrate, tú que proteges los
hogares y las familias cristianas con el velo de la Gracia.
Alégrate, tú que otorgas a los
fieles de todas las edades tu compasivo cuidado.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio XI
La Santa Iglesia de Cristo te ofrece
un himno de alabanza, oh alabadísima Soberana, proclamando en alta voz tu
misericordia y tus milagros, a través de los cuales has enriquecido al universo
entero. Pues en verdad, ¿quién hay como tú que escuche nuestras súplicas? Si,
tú estas acostumbrada a interceder por las verdaderas peticiones, siendo
misericordiosa y generosa con aquellos que necesitan tu santa ayuda. Por eso,
intercede también por los humildes en la hora en que proclamemos la gloria de
tu nombre, clamando a Dios: ¡Aleluya!
Ikos XI
Oh purísima Theotokos, tu icono
radiante de luz ilumina nuestras almas oscurecidas por el pecado con el brillo
de las maravillas divinas en las que vemos el poder de Dios Todopoderoso, y tu
inconmensurable bondad de corazón, siempre dispuesta a ayudarnos en el
arrepentimiento y la conversión de nuestras malas acciones hacia el camino de
la salvación. Por eso te rogamos, oh Misericordiosa, que no nos abandones para
que no nos dirijamos por el camino del pecado y las pasiones, sino que nos
conduzcas al refugio tranquilo de la vida piadosa que agrada a Dios, para que
seamos capaces de ofrecerte dignamente estas oraciones de acción de gracias:
Alégrate, tú que hiciste tropezar a
nuestros enemigos invisibles por tus vigilantes oraciones.
Alégrate, tú que nos proteges para
que no nos domine la violencia de este cuerpo mortal.
Alégrate, pues los demonios temen y
tiemblan ante tu santo nombre.
Alégrate, pues por la presencia de
tu santo icono destierras toda la fuerza del maligno.
Alégrate, tú que fortaleciste a los
luchadores de la piedad en el combate espiritual contra los enemigos de la
salvación humana.
Alégrate, tú que en la última hora
asistes a los que demuestran amor y fe para contigo.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio XII
Confesamos a tu santo icono como
participante de la Gracia de Dios, oh Virgen adornada por Dios, y celebramos
con júbilo la fiesta de su aparición, pues en esta imagen “Zarza Ardiente” has
revelado la acción de los milagros de la gracia, y a través de su presencia has
preservado y protegido nuestros hogares de las llamas del fuego. Por eso,
teniéndote como escudo y armadura, te magnificamos como nuestra Ayuda y
Soberana con himnos de alabanza, y clamamos a nuestro Salvador que nació de ti:
¡Aleluya!
Ikos XII
Te aclamamos, oh Deípara de Dios,
como nuestra única esperanza y aspiración, y suplicamos para que no nos ocultes
tus milagros. Glorificamos tu inconmensurable bondad para con la raza humana y
bendecimos tu santo nombre, por el cual se derrama verdaderamente el ungüento
sanador para los que te aman, llenando las piadosas almas con la fragancia
espiritual de la gracia. Así, oh Señora, perfúmanos también con esa misma
gracia, pues estamos mortificados con las pasiones pecaminosas y permítenos que
con nuestros oscurecidos corazones y nuestros labios impuros podamos clamarte:
Alégrate, pues nos ungiste con el
ungüento de la dulzura para la salvación del alma, con el que los corazones
amantes de Dios son ungidos.
Alégrate, tú que sanaste los dolores
del alma y del cuerpo, incluso a través de un solo roce con tu santo icono.
Alégrate, oh Líder Bondadosa que
conduce por el camino que agrada a Dios, que conduces a los penitentes
pecadores a la salvación.
Alégrate, escalera de las virtudes,
que guías a los luchadores de Cristo hasta las puertas del Reino del cielo.
Alégrate, tú que coronas a los
humildes y a los sufridores pacientes con la corona de la gracia.
Alégrate, tú que refrescas a los que
han sido desterrados y perseguidos, con un anticipo de la bienaventuranza del
Paraíso.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libra de arder por el fuego.
Contaquio XIII
Oh alabadísima Madre que has dado a
luz al Verbo, el más Santo de los Santos, y has sido llamada Zarza Ardiente por
nosotros, los pecadores. Atiende la voz de nuestras súplicas e himnos que te
ofrecemos con fervor ante tu santo icono, y por tus súplicas ardientes ante el
Señor, libra del fuego temporal y eterno a los que alaban tu nombre y
glorifican tus milagros, pues clamamos a Tu Hijo y nuestro Dios: ¡Aleluya,
Aleluya, Aleluya!
(Este contaquio se repite
tres veces)
(Se repite el contaquio y el ikos I)
Contaquio I
A Ti, invencible jefa de los
ejércitos, oh virgen purísima Theotokos, que alegraste a Dios, y alegraste
también a la Iglesia de Cristo a través de la revelación en tu icono radiante
de fuego, te dirigimos estas oraciones: ¡Oh Theotokos, a quien llamamos la de
la “Zarza Ardiente”; así como posees dominio invencible y gran bondad de
corazón, apresúrate por tu intercesión para ayudarnos en nuestras necesidades,
y líbranos de todas las desgracias, pues te clamamos: ¡Alégrate, oh llena de
gracia, Zarza Ardiente que nos libras de arder por el fuego!
Ikos I
Oh Reina de los ángeles y Señora de
todo lo creado, Theotokos gloriosa, aun cuando en las alturas recibes himnos de
alabanza de los coros angélicos, concédenos, pues no somos más que polvo en la
tierra, ofrecerte alabanzas y acciones de gracias por tu gran misericordia para
con la humanidad. Y aunque no sea digna de ti, oh Misericordiosa, incluso
entonces no rechaces nuestra impura alabanza, sino sé como tu Hijo
Misericordioso, que aceptó las dos monedas de la viuda, y con compasión escucha
a los que te clamamos con compunción:
Alégrate, tú que has llevado en tu
seno el fuego divino sin ser consumida.
Alégrate, tú que has dado a luz al
Salvador de la humanidad caída.
Alégrate, tú que, por tu purísimo alumbramiento
has avergonzado el poder del infierno.
Alégrate, tú que has liberado a Adán
y Eva de la antigua maldición.
Alégrate, tú que voluntariamente
concebiste sin mancha a Uno de la Santa Trinidad.
Alégrate, pues diste a luz en la
carne al Creador del cielo y la tierra.
Alégrate, oh llena de gracia, Zarza
Ardiente que nos libras de arder por el fuego.
Oración
Oh santísima y bendita Madre de
nuestro dulcísimo Señor Jesucristo. Nos postramos con veneración ante tu santo
icono, por el cuál has obrado milagros maravillosos y gloriosos, salvando
nuestras moradas del fuego y del relámpago. Has sanado nuestras enfermedades y
has escuchado nuestra súplicas con bondad. Por eso, te suplicamos humildemente,
oh poderosa Abogada de nuestra raza, que nos concedas a nosotros, pecadores y
débiles, tu protección maternal y tu bondad. Guarda y protege, oh Soberana, al
amparo de tu misericordia al pueblo ortodoxo, a la Santa Iglesia, a esta
ciudad, a todos los países ortodoxos y a todos los que nos postramos ante ti con
fe y amor, implorando compungidamente tu intercesión por nuestras lágrimas. Sí,
oh Señora misericordiosa, ten compasión de nosotros, pues estamos asediados por
la tempestad de nuestros pecados y no tenemos audacia ante Cristo el Señor, y
suplícale por su misericordia y perdón, pues te tenemos como intercesora ante
Él, ya que eres Su Madre en la carne. Por eso, oh misericordiosa, alza ante Él
tus maternales manos e intercede por nosotros ante Su divina gracia,
suplicándole el perdón de nuestros pecados, una vida pacífica en la piedad, un
fin cristiano en la bondad y una buena respuesta en Su temible Juicio. En la
hora en la que Dios nos visite, cuando nuestros hogares sean consumidos por el
fuego o seamos compungidos por los truenos de la tormenta, manifiéstate a
nosotros con tu defensa misericordiosa y tu asistencia soberana para que seamos
salvados por tu poderosa oración al Señor y podamos escapar de la condenación
temporal de Dios aquí, y podamos gozar allí de las bienaventuranzas eternas del
Paraíso, y así cantemos con todos los santos que alaban el precioso y
majestuoso nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y tu
gran bondad para con nosotros, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.
Fiesta de la Zarza Ardiente, 4 de
septiembre
Tropario, tono 4º
Aquel que en la antigüedad fue visto
por Moisés en el fuego de la zarza ardiente, como una prefiguración del
misterio de la Encarnación a través de la purísima virgen María, es ahora el
mismo Creador de milagros y Autor de toda la creación que ha glorificado tu
santo icono con multitud de maravillas, habiéndolo concedido a los fieles para
la curación de las enfermedades y para la protección contra el fuego. Por eso
clamamos a la única Santa: oh Esperanza de los cristianos, protege, a los que
esperan en ti, de la violencia de los demonios, el fuego y los relámpagos e
intercede ante Cristo, Tu Hijo, el Único Misericordioso, para que salve
nuestras almas.
Contaquio, tono 8º
Contemplemos el divino misterio que
apareció en la antigüedad a Moisés, el gran profeta de Dios, en forma de una
zarza ardiente que no se consumía, para que purifiquemos los sentidos de
nuestras almas y cuerpos, y en tu parto sin simiente, oh Theotokos, testificamos
lo que fue prefigurado y nos inclinamos reverentemente ante ti y nuestro
Salvador que nació de ti, y con temor clamamos: ¡Alégrate, oh Señora,
protección, defensa y salvación de nuestras almas!.
Traducido por psaltir Nektario B.