El Surgimiento de la cultura esponsal cristiana en las cartas de San Pablo
Éfeso: El Misterio grande, el matrimonio sanado bajo el signo de Cristo [3] Como Cristo y su Esposa, la Iglesia 94) Esto de que “el que ama a su mujer se ama a sí mismo” lo interpreto al revés también: el que no ama a su mujer es porque no se quiere a sí mismo. A veces he reflexionado como derivando alguna enseñanza sobre qué le pasa al hombre entre los cuarenta y los cincuenta, cuando empieza a verse al espejo y se ve viejo y se da cuenta de repente de que ya tuvo una vida y la pasó. ¡Y no acepta que se va a morir! Porque además de repente no está satisfecho con la vida que hizo. “¿Esto fue todo?”, se pregunta. Y todavía el Demonio se la presenta más negra de lo que ha sido. Entonces se mira a sí mismo, se odia a sí mismo como mortal, porque no acepta que es un ser mortal, no se acepta mortal y se odia de alguna manera. ¡Porque no quiere ser mortal! Entonces se quiere demostrar a sí mismo que él puede empezar de nuevo. Se va con una chiquilina; busca una chiquilina y empieza de nuevo otra vida.
¡Porque no puede ser que él haya terminado la vida! ¡Él puede empezar de nuevo! (Risas.) Y esa mujer que tiene le demuestra que ya pasó. “Esa es la mujer de la otra vida que tuve. Ahora voy a tener una mujer nueva y otra vida nueva.” 95) Hay algo así. Yo lo planteo un poco dramático. Pero pienso que hay algo de esto: se odia a sí mismo, no se acepta a sí mismo mortal, no acepta que ya tuvo una vida, que la vivió con esa mujer. Como se odia a sí mismo, la odia a ella y de repente le empieza a hacer una cantidad de reproches. Y le hace un juicio y él es el que tiene la razón para dejarla. Esta me parece una palabra llena de sabiduría porque uno la aplica y la ve realizada en la vida. Hay que aceptar la muerte. Es muy importante. Y acá tenemos lo mismo: el varón tiene que morir por amor y tiene que aceptar que es mortal. El varón que no acepta que es mortal está trabado en la realización propia y de los demás. Tiene que aceptar tanto que es mortal que tiene que ir voluntariamente a morir por amor. El hombre está hecho para morir. Por eso Cristo tenía que ser varón, tenía que morir por la esposa. La mujer no, no está hecha para morir. La mujer está hecha para cuidar la vida, la propia y la de los demás. Ustedes vieron que las mujeres enviudan ¡y florecen! (Risas.) “¡Se murió! Ahora vivo y empieza otra vida.” Ella sigue viviendo. El varón enviuda y se muere al poco tiempo… O se casa de repente. Pero no puede estar solo. Pasa eso. El varón está hecho para morir. Por eso también la mujer no puede ser sacerdote, porque el sacerdote está hecho para repetir el Sacrificio de Cristo. Él tiene que identificarse con el Cristo que muere y que muere por la Iglesia. Eso no se le puede pedir a una mujer. Como Dios no le pidió el sacrificio de Isaac a Sara, se lo pidió a Abraham. ¡Si se lo pide a Sara…! “¡Cualquier día…! ¡Qué te habrás creído!” (Risas.) 96) Y por eso es tan importante todo esto. Cristo muere porque ama a Su Iglesia y es capaz de hacerlo. Y si uno quiere ser un vir perfecto, un varón perfecto, ése es tu Modelo. Y desde niño el varoncito tiene que ser educado para ser hijo de Dios de esa manera y tiene que aprender a morir y mortificarse por los demás. Y eso a veces las mamás no lo saben hacer. No le enseñan a su niño a dominar sus pasiones, a morir. Es importante para la educación del varón que lo sepa la mujer porque si no dicen: “No, pobrecito”. Está bien un poco de cariño, pero que aprenda a sufrir. 97) Dice Pablo: “Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia -tu esposa sos vos mismo-, pues somos miembros de su Cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne –uno solo, inseparables, como un individuo-. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.” Con lo cual el marido tiene que hacerse respetable, por supuesto. 99) Estamos ante un hijo y una hija de Dios, donde él ama y muere por la esposa y donde ella lo respeta y lo obedece. Y así, por este camino maravilloso, se sana la herida del. pecado original en el varón y en la mujer. En el varón, en esa inclinación a ser dominado por sus apetitos instintivos, especialmente por la lujuria, que no solo lo hace infeliz a él sino que la hace infeliz a la esposa. Y en la esposa, por el afán de dominación, que muchas veces tiene sus motivos… “¿Por qué lo voy a obedecer a éste?” El desprecio de la mujer es espantoso y se lo gana él muchas veces. Es lo que pasa: el varón dominado por sus pasiones se gana el desprecio de la mujer y la hace sufrir. ¡Cuántas veces el alcoholismo del varón da razones al menosprecio de la esposa! Porque el varón desea y necesita ser enaltecido por la esposa, ser reconocido… Pero, claro, ¿cómo va a ser enaltecido si él no se hace enaltecible? Y viceversa, también. Por eso el caballero y la dama fueron creados por el cristianismo. El caballero enaltecía a la dama y la dama enaltecía al caballero. Sanaban lo que disimétricamente hiere el pecado en la naturaleza del hombre. Y disimétricamente también sana la Gracia. 100) Este es entonces el camino de Pablo a través de sus Cartas para la fundación de la nueva mística matrimonial cristiana a partir de Corinto y de Galacia. (Aplausos.) ¡Gracias! Pero más bien: ¡Un aplauso a Pablo! (Aplausos.)
101) Para finalizar, vamos ahora a invocar a nuestro Padre, con quien comenzamos este día. “Te damos gracias, Padre, por este día en que nos has iluminado con la Sabiduría de las Sagradas Escrituras, con la Sabiduría de Tu Hijo Jesús. Señor, Te pedimos que nos permitas comunicar a los demás esta luz que has derramado en nuestros corazones. Danos, Señor, palabras para comunicar a todos Tu Sabiduría, tan maravillosa. Danos la Gracia para vivirla nosotros, para comunicarla también a nuestros hijos. Te pedimos que bendigas nuestras familias, bendigas nuestros hogares, nuestros esposos, nuestras esposas, los jóvenes que se preparan para el matrimonio. Dales esta Sabiduría, Padre. No permitas que se engañen y se entredestruyan con las mentiras del Demonio. ¡Oh Señor! Santifica a Tu Iglesia, protégela, bendícela. (Se reza un Padrenuestro y un Avemaría.) San José, ruega por nosotros.
102) Agradecemos a Rita y a Abelardo que nos hayan abierto su casa (aplausos) y a todos los que han estado en la organización de esta jornada.
El Surgimiento de la cultura esponsal cristiana en las cartas de San Pablo
Éfeso: El Misterio grande, el matrimonio sanado bajo el signo de Cristo [2] Cuando los esposos son, ambos, hijos de Dios Padre 90) Sigue diciendo Pablo a los efesios: “Sed pues imitadores de Cristo como hijos queridos y vivid en la caridad como Cristo os amó y se entregó por nosotros” (Efesios 5, 2). Es el ideal, ¿no? Cristo murió por los hombres, y éste es el modelo que va a poner Pablo al varón cristiano: así como Cristo murió por nosotros vos tenés que morir por tu mujer. Morir incluso a tu pasión por amor a tu esposa. “La fornicación y toda clase de impureza ni se mencione entre vosotros, como conviene a los santos. Lo mismo que la grosería, las necedades, las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias. Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso, que es lo mismo que idólatra, participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5,3) No entrará como hijo en la herencia, ¡no va a ser hijo! No entra en la condición filial.
91) Después Pablo va particularizando distintos aspectos de la vida cristiana como derivados de acá, de esta contemplación de Cristo, del Padre, del Hijo, y llega a la moral familiar, al comportamiento familiar y dice: “Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.” El temor de Cristo no es el miedo a Cristo; es el respeto y no tanto el respeto a Cristo sino el respeto que Cristo le tenía al Padre, lo interpreto yo. Él como Hijo tenía temor de ofender al Padre. Cuando hablamos del Don del temor, es la parte del amor que teme ofender al que ama; es el temor de ofender. El temor de Dios es el temor de ofender a Dios, es esa especie de advertencia del corazón filial que está pensando qué le va a parecer al Padre lo que hago, está pendiente de lo que al Padre le importa, de lo que el Padre puede pensar de lo que yo estoy haciendo. ¡Es el tener en cuenta al Padre! Si falta ese aspecto, todavía la conciencia filial no es perfecta, uno no ha entrado en el Reino, en la realidad de la filiación, de la filialidad. Ahí hay que crecer. Tenemos todo lo necesario por el Bautismo, pero hay que practicarlo. 92) “Sed sumisos”. Jesús se hizo esclavo. Sigue diciendo Pablo: “Las mujeres a sus maridos, como al Señor”. Cuando escuchan esto se quedan con “ser sumisas a sus maridos” y se olvidan de “como al Señor”. Y sigue: “Porque el marido es cabeza de la mujer –de nuevo se quedan con eso sin tomar en cuenta lo que sigue-, como Cristo es Cabeza de la Iglesia”. No de cualquier manera: como Cristo lo es de la Iglesia. “El salvador del Cuerpo”. Es Cabeza pero me salva el cuerpo; el varón es cabeza porque debe salvar a la mujer. “Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.” Hay que tener en cuenta el “así como”. El modelo de la relación matrimonial es el modelo de Cristo con la Iglesia y de la Iglesia con Cristo. Así como en algunos pasajes del Evangelio Jesús nos pone como ejemplo al Padre y a Él, Dios es siempre el modelo del comportamiento humano; es como el modelo de la cultura. Pero, ¡claro! ¿Cómo yo en mi vida cotidiana voy a vivir esto si no tengo muy presente, por una vida espiritual intensa, el modelo que tengo que imitar? Más bien a veces pasa que los gritos de mi vida cotidiana me impiden escuchar las voces del Modelo Divino, ¿verdad? 93) Y ahora habla a los maridos –primero habla a las damas (risas): “Maridos, amad a vuestras mujeres – y de nuevo el modelo- como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. Debe morir por la esposa y entre las formas de morir está el morir a la pasión, a la pasión lujuriosa por supuesto. “Para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo”. Acá hace alusión Pablo a los baños precisamente purificatorios que tenía la mujer judía después de sus reglas cuando se preparaba de nuevo para reiniciar la relación conyugal; ese baño ritual. “Sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos”. ¡Claro, si el marido es la cabeza, la mujer es el cuerpo! ¿Qué cabeza habría sin cuerpo? “El que ama a su mujer se ama a sí mismo.” El que ama a su mujer se ama a sí mismo. “Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo.”
El Surgimiento de la cultura esponsal cristiana en las cartas de San Pablo
Éfeso: El Misterio grande, el matrimonio sanado bajo el signo de Cristo [1] 84) Y ahora veamos el matrimonio bajo el signo de Cristo, veamos cómo se curará el varón de su lujuria y la mujer de su afán de dominar. El varón tiene que morir a su lujuria y la mujer tiene que ser capaz de obedecer, cuando Dios le da un esposo digno de ser obedecido. Y yo diría que es más fácil para el varón morir a su lujuria que para la mujer obedecer. (Risas.) 85) Ahora vamos a hablar un poquito acerca de Éfeso. Era una ciudad portuaria, distinta de Corinto; no tan lujosa, un poco más culta. Pablo pudo estar ahí dos años seguidos predicando en una escuela todos los días; le prestaba Tirano su escuela por las mañanas. Se formó allí una comunidad muy fervorosa. En ese lugar alcanzaron los cristianos un grado místico, de gran unión con Dios y de conocimiento real del Señor. A los corintios Pablo les decía: “Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo”. A los efesios les dice: “Imiten a Dios”, porque ya lo conocen. Son cristianos místicos, son cristianos que ya tienen un conocimiento de Dios directo, que no necesitan mirarlo a través de Pablo.
86) A estos cristianos y no a los de Corinto (porque no las entenderían) San Pablo les va a decir lo que leemos en su Carta a los Efesios. Por eso, cuando estos textos se les leen o los escuchan cristianos que no están en el grado de vida espiritual cristiana que tenían los efesios, sino que están o bien bajo el signo de la lujuria o bien no purificados de sus afanes de dominación, y que por eso no comprenden bien los misterios cristianos para dejarse iluminar por ellos en su vida cotidiana, sucede que estos oyentes se escandalizan, porque no alcanzan a entender o entienden mal, tienen un prejuicio, pasan la Palabra de Dios por el filtro de sus entendederas y no les entra. 87) Los efesios eran, entonces, cristianos místicos y a ellos les dice Pablo en el capítulo 5 de la Carta a los Efesios: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos.” Ya son hijos. Ya están en el grado de la mística filial, hijos queridos del Padre Celestial. Por lo tanto, esposo y esposa se saben cada uno hijo de Dios y se consideran hermanos entre sí y el hecho de ser hermanos está casi por encima de lo esponsal. O mejor dicho, lo esponsal se vive en un clima de amistad fraterna, ambos de cara al Padre. 88) Una de las acusaciones que se les hacía a los primeros cristianos en los tiempos de las persecuciones era que eran antropófagos, porque habían oído de la Eucaristía. Decían: “Son antropófagos. Hay que terminar con ellos. Comen carne humana, beben sangre. ¡Es una cosa horrible!” Y agregaban: “Y además se casan entre hermanos”. Porque habían oído también que los esposos cristianos se consideraban hermano y hermana, se decían incluso así. Ellos en su conciencia cristiana, en su conciencia filial, como hijos muy queridos, tenían muy presente la relación del otro con su Padre Celestial. No alcanzaba a eclipsarse esa relación por la relación esponsal. A veces es: “Tiene una relación esponsal y además tiene una relación con Dios”. Pero acá era: “Tiene una relación con Dios y además es una relación esponsal”. La otra es la principal. Es una óptica distinta. La otra es una óptica muy natural, diría; pero no es la mística cristiana. En la condición filial es la situación óptima donde el varón vence su lujuria y la esposa es capaz de fiarse en el juicio recto del esposo. Porque un varón que ha dominado sus pasiones inspira confianza a la esposa, pero un esposo que es gobernado por sus pasiones no puede inspirar confianza a la esposa. ¿Cómo va a inspirar confianza si él mismo no se sabe gobernar? ¿Cómo va a gobernar a la familia? ¿Cómo le voy a obedecer si él obedece a su pasión? Es necesario, por lo tanto, que el varón domine sus pasiones. 89) Santo Tomás de Aquino, refiriéndose al pecado más opuesto a la prudencia y a la causa principal de las faltas a la prudencia, dice que es la lujuria, porque produce todos los vicios que son opuestos a la prudencia. La prudencia pide que uno considere todas las cosas y no precipite el juicio; en cambio, la lujuria hace a uno inconsiderado y precipitado en el juicio. La prudencia pide que uno pida consejo y escuche el consejo de los más sabios; la lujuria hace que uno no escuche a nadie. Y así vemos que los jóvenes, en el momento de tomar una de las decisiones que exige más prudencia, como es la de ponerse de novios y casarse, obran imprudentemente porque se dejan llevar no por la prudencia sino por su lujuria. ¡Es lo más opuesto a la prudencia que puede haber! No escuchan a los padres, son precipitados en el juicio y no consideran nada. Eligen con el corazón y no con la cabeza. ¡Son imprudentes!
El Surgimiento de la cultura esponsal cristiana en las cartas de San Pablo
Galacia: El matrimonio bajo el signo de la dominación [2] Mujer: ¿Qué prefieres?: ¿Ser como Sara o ser como Agar? 77) Me parece que el ejemplo de Abraham y su relación con Sara y Agar, está muy bien tomado y creo que apunta a la psicología femenina porque pienso que en la comunidad de Galacia las que están tentadas de volverse a escuchar la ley y a esos judíos influyentes son mujeres, cristianas, que se han convertido pero que tienen sus relaciones con las otras damas del lugar que habían hecho echar a Pablo. Están todavía relacionadas por vinculaciones sociales. Entonces están tironeadas entre un misionero cristiano al cual echaron y la sinagoga y los judíos influyentes. “Bueno, cumplamos la ley. Volvamos a la ley.” Están en una especie como de tentación de pacto y se llevan atrás de ellas a la comunidad. 78) En esta situación Pablo pone estos dos tipos de relacionamiento hombre-mujer al decir: “Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar –la ley-, (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.” ¿Por qué? El término de comparación es cuáles son los hijos y los que no son hijos son esclavos.
Son dos tipos de relaciones. En una casa estaba el padre de familia, los servidores como esclavos y los servidores como hijos, los que hacían la voluntad del padre porque eran siervos y los que hacían la voluntad del padre porque eran hijos, por amor de hijos. Si uno no era hijo, estaba de esclavo. Y así habían quedado los que guardaban la antigua ley, ya sea por una prestación, porque de esa manera adquirían la justicia, ya sea porque de esa manera adquirían la gloria de ser justos, y los hijos, que simplemente quieren hacer la voluntad del padre, no están guardando la ley por guardar la ley sino para hacer la voluntad del padre, porque les complace. 79) Y continúa diciendo Pablo: “Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no das hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa. Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza humana perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora. Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre. Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.” 80) Como les decía, aunque aquí no trata del matrimonio, sin embargo al traer este tipo de relación marido-mujer muestra también la posibilidad del matrimonio en dos situaciones distintas: una, donde uno espera del otro una cierta prestación y no lo ama por sí mismo –como es el caso de Abraham con Agar- y la otra, donde ama al otro por sí mismo –como ama Abraham a Sara. Amar a la esposa por sí misma… Ahí estamos en una etapa ulterior del matrimonio, donde ya el varón no está bajo el signo de la lujuria. Abraham no está bajo el signo de la lujuria. Pero el problema aquí, que yo veía en este tipo de mujer dominadora, es el matrimonio bajo el signo de la dominación, de la lucha por quién tiene el mérito, bajo el signo del mérito. Si uno se pone bajo el signo del mérito, se pone en una relación tipo Agar, de prestación: “Te doy, pero yo…” “Lo que yo te doy y lo que vos me das.” O: “Lo que vos me negás”. O: “Lo que yo espero de vos y vos no me das”. 81) En esta segunda situación ya no es bajo el signo de la lujuria; yo lo llamo a eso bajo el signo de la dominación: ¿Quién domina a quién? O bajo el signo del mérito: ¿Quién cumple la ley? “¿Vos cumplís?” “¿Yo cumplo?” “¿Quién cumple?” O bajo el signo de la vanagloria que busca la buena opinión de los hombres y la respetabilidad de la conducta irreprochable, de la buena fama, de la “gente respetable, impecable, decente”. 82) No sé si logro expresar bien esta segunda etapa. Pasada la etapa primera, bajo el signo de la lujuria, el matrimonio puede entrar en esta segunda etapa, donde más bien el problema es el de la esposa, porque es la esposa la que tiende más bien a la dominación. Muchas veces, en la primera etapa, sin darse cuenta, ha ejercitado su dominación valiéndose de la debilidad de la lujuria en el varón y lo ha dominado por su debilidad de la lujuria. No por un afán de perversa dominación, pero lo maneja… Y de eso no se da cuenta al principio pero después empieza a manifestarse eso mucho más. Y no porque sea una dominación perversa, como les dije; muchas veces es una dominación porque quiere que el bien se haga a la manera como ella entiende que tiene que suceder. Lo que dice claramente San Ignacio: una tentación con apariencia de bien. 83) Ella sabe en qué consiste el bien del esposo y entonces el esposo tiene que realizar lo que ella sabe que es su bien. Ella le dice cuál es el bien ¡y el otro lo tiene que hacer! (Risas.) Y si no lo hace, entonces estalla el conflicto. ¡Qué lástima! Porque yo diría que es sin darse cuenta. Es lo que yo llamo, en otras circunstancias y también a propósito de estas cosas, el “ejercicio ilegal de la divinidad” (Risas.). Juega a Dios. Con la mejor intención, ¡con la mejor intención de amor!, pero es una especie de extralimitación del amor. Es “tentación con apariencia de bien”. A las personas buenas Satanás no las tienta con males, las tienta con bienes. No te puede pisar el freno… No te puede torcer la dirección… ¡Te pisa el acelerador! (Risas.) ¡Más! ¡Más! ¡Más! Ese deseo como de la dominación. Por ahí se tienta el alma femenina: por ser Dios en su casa. ¡Juno!