El Surgimiento de la cultura esponsal cristiana en las cartas de San Pablo
Éfeso: El Misterio grande, el matrimonio sanado bajo el signo de Cristo [1] 84) Y ahora veamos el matrimonio bajo el signo de Cristo, veamos cómo se curará el varón de su lujuria y la mujer de su afán de dominar. El varón tiene que morir a su lujuria y la mujer tiene que ser capaz de obedecer, cuando Dios le da un esposo digno de ser obedecido. Y yo diría que es más fácil para el varón morir a su lujuria que para la mujer obedecer. (Risas.) 85) Ahora vamos a hablar un poquito acerca de Éfeso. Era una ciudad portuaria, distinta de Corinto; no tan lujosa, un poco más culta. Pablo pudo estar ahí dos años seguidos predicando en una escuela todos los días; le prestaba Tirano su escuela por las mañanas. Se formó allí una comunidad muy fervorosa. En ese lugar alcanzaron los cristianos un grado místico, de gran unión con Dios y de conocimiento real del Señor. A los corintios Pablo les decía: “Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo”. A los efesios les dice: “Imiten a Dios”, porque ya lo conocen. Son cristianos místicos, son cristianos que ya tienen un conocimiento de Dios directo, que no necesitan mirarlo a través de Pablo.
86) A estos cristianos y no a los de Corinto (porque no las entenderían) San Pablo les va a decir lo que leemos en su Carta a los Efesios. Por eso, cuando estos textos se les leen o los escuchan cristianos que no están en el grado de vida espiritual cristiana que tenían los efesios, sino que están o bien bajo el signo de la lujuria o bien no purificados de sus afanes de dominación, y que por eso no comprenden bien los misterios cristianos para dejarse iluminar por ellos en su vida cotidiana, sucede que estos oyentes se escandalizan, porque no alcanzan a entender o entienden mal, tienen un prejuicio, pasan la Palabra de Dios por el filtro de sus entendederas y no les entra. 87) Los efesios eran, entonces, cristianos místicos y a ellos les dice Pablo en el capítulo 5 de la Carta a los Efesios: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos.” Ya son hijos. Ya están en el grado de la mística filial, hijos queridos del Padre Celestial. Por lo tanto, esposo y esposa se saben cada uno hijo de Dios y se consideran hermanos entre sí y el hecho de ser hermanos está casi por encima de lo esponsal. O mejor dicho, lo esponsal se vive en un clima de amistad fraterna, ambos de cara al Padre. 88) Una de las acusaciones que se les hacía a los primeros cristianos en los tiempos de las persecuciones era que eran antropófagos, porque habían oído de la Eucaristía. Decían: “Son antropófagos. Hay que terminar con ellos. Comen carne humana, beben sangre. ¡Es una cosa horrible!” Y agregaban: “Y además se casan entre hermanos”. Porque habían oído también que los esposos cristianos se consideraban hermano y hermana, se decían incluso así. Ellos en su conciencia cristiana, en su conciencia filial, como hijos muy queridos, tenían muy presente la relación del otro con su Padre Celestial. No alcanzaba a eclipsarse esa relación por la relación esponsal. A veces es: “Tiene una relación esponsal y además tiene una relación con Dios”. Pero acá era: “Tiene una relación con Dios y además es una relación esponsal”. La otra es la principal. Es una óptica distinta. La otra es una óptica muy natural, diría; pero no es la mística cristiana. En la condición filial es la situación óptima donde el varón vence su lujuria y la esposa es capaz de fiarse en el juicio recto del esposo. Porque un varón que ha dominado sus pasiones inspira confianza a la esposa, pero un esposo que es gobernado por sus pasiones no puede inspirar confianza a la esposa. ¿Cómo va a inspirar confianza si él mismo no se sabe gobernar? ¿Cómo va a gobernar a la familia? ¿Cómo le voy a obedecer si él obedece a su pasión? Es necesario, por lo tanto, que el varón domine sus pasiones. 89) Santo Tomás de Aquino, refiriéndose al pecado más opuesto a la prudencia y a la causa principal de las faltas a la prudencia, dice que es la lujuria, porque produce todos los vicios que son opuestos a la prudencia. La prudencia pide que uno considere todas las cosas y no precipite el juicio; en cambio, la lujuria hace a uno inconsiderado y precipitado en el juicio. La prudencia pide que uno pida consejo y escuche el consejo de los más sabios; la lujuria hace que uno no escuche a nadie. Y así vemos que los jóvenes, en el momento de tomar una de las decisiones que exige más prudencia, como es la de ponerse de novios y casarse, obran imprudentemente porque se dejan llevar no por la prudencia sino por su lujuria. ¡Es lo más opuesto a la prudencia que puede haber! No escuchan a los padres, son precipitados en el juicio y no consideran nada. Eligen con el corazón y no con la cabeza. ¡Son imprudentes!
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