viernes, 17 de enero de 2014

EL HOMBRE EN LA SAGRADA ESCRITURA:
ESPÍRITU, ALMA, CUERPO

He recibido la siguiente consulta que respondo según mi leal saber y entender:

Padre Horacio Bojorge:
Tengo una pregunta que me quedó de una misa y luego le pregunté al padre de mi parroquia pero no he quedado satisfecho con sus argumentos. 
¿El hombre, según el cristianismo es un ser tripartito? Es decir, sabemos que el hombre es un todo pero ¿se puede diferenciar el cuerpo, el alma y el espíritu?
Siendo el cuerpo el soporte físico, el alma la forma (esencia del hombre) y el espíritu la parte del hombre que es capaz de conocer y tener una relación con Dios. O ¿El espíritu y el alma son dos formas de llamar a la misma cosa? 
Julián

Don Julián:

Lo mejor que conozco sobre el tema es la obra del Padre jesuita
Antonio Orbe, "La Antropología de San Ireneo"
Biblioteca de Autores Cristianos (BAC-  Volumen 286), Madrid 1969, 

El autor muestra cómo este santo Padre permanece en el ámbito de la antropología bíblica que distingue en el hombre tres componentes: cuerpo (carne, basar), alma (néfesh) alma pasional que se concibe con asiento en la garganta (néfesh) y espíritu (ruaj) alma espiritual que se concibe con asiento en el corazón (lev) como lo más profundo del ser humano.

Sobre la diferencia entre alma y corazón en la Sagrada Escritura puede consultar en mi blog Toma y Lee la siguiente entrada
La Antropología cristiana posterior es bipartita: alma y cuerpo. No porque ignore o se oponga o invalide la visión bíblica sino porque subsume en el concepto de alma dos aspectos:
1) lo que en el hombre es puramente espiritual (espíritu, en lo que tiene de común con los seres espirituales como son Dios y los ángeles, es decir su inteligencia y voluntad) y 
2) lo que en su ser espiritual es consecuencia de su ser encarnado: el alma que informa o "informa" o sea que da forma al cuerpo (con todas las funciones neurovegetativas, hormonales, etc.). 

Es la misma y única alma la que informa al cuerpo por un lado y la que permite la comunicación con Dios y el mundo angélico por el otro, aunque para esto último sea necesaria la gracia, los dones espirituales que sanan y elevan al hombre.

¿Por qué digo que sanan al hombre? La revelación del pecado original enseña que en el hombre se introdujo un desorden por el pecado de los primeros padres. Ese desorden consiste en que las pasiones inferiores propias del alma no obedezcan al gobierno del espíritu, la razón y la voluntad. Eso lo expone san Pablo en Romanos 7, 4-24 y en Gálatas 5, 16-25.

Por lo tanto en el alma del hombre se distingue una voluntad espiritual sanada por la gracia y una rémora del hombre herido por el pecado que rompe la armonía y dificulta el gobierno de lo que el hombre nuevo tiene aún de humano-herido-por-el-pecado, por parte de lo que el bautizado tiene de hombre-espiritual-redimido-y-elevado-por-la-gracia.

Resumiendo: en la división "Cuerpo-alma" el concepto de alma subsume bajo un mismo nombre lo que en la antropología bíblica se distingue como alma y espíritu-del-hombre. Donde el alma es la parte espiritual que gobierna al ser carnal y el hombre-espiritual es lo que está abierto a la comunicación con el mundo divino y angélico.

La doctrina bíblica sobre el hombre siempre distinguió dos tipos de hombres diferenciados por su relación o falta de relación con Dios. Un ejemplo claro
de ello es el sueño de Daniel 
(Daniel 7) donde los pueblos o naciones de la tierra que no conocen a Dios de la tierra surgen del fondo del mar en forma de animales (hombres animalizados que han perdido la figura humana). 

El fondo del mar es en la Sagrada Escritura (como antípodas del cielo) el lugar de la lejanía de Dios, el abismo donde van los "alejados" o los "antagónicos". Por ejemplo: la generación del diluvio, el ejército del faraón, el soberbio rey de Tiro (Ezequiel 27 y 28), Jonás el profeta desobediente, el antes citado sueño de Daniel. Y en el Nuevo Testamento Jesucristo advierte que el que haga tropezar a uno de sus pequeños en el camino del seguimiento, más le valdría que fuera arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello (Marcos 9, 42 y sigs.). Esto implica que a un crimen peor que todos los anteriores, le corresponderá una pena peor que el fondo del mar. 

Miqueas 7, 19 predice el misterio del bautismo cristiano cuando anuncia que el Señor arrojará al fondo del mar los pecados de su pueblo, pero no a su pueblo. No obstante lo cual, la deportación a Babilonia supone un inmersión en el piélago de la humanidad sin Dios, en la cual se sumerge el Israel y más tarde hasta la Judá infiel (aunque no se sumerge el resto justo al que pertenecen Tobías o Daniel...)

Hay pues dos clases o especies de seres humanos según sea su vínculo con Dios o su desvinculación. Es obvio que en el lenguaje bíblico se concibe que tanto su vertiente corpórea como su vertiente espiritual, como el engarce entre ambas, es diferente. La Sagrada Escritura inspirada diferencia lo que podemos llamar "dos especies" distintas de la naturaleza humana. La que es imagen y semejanza o la que ha perdido la semejanza y se asemeja semejanza con los animales. En la Sagrada Escritura Dios nos revela que el pecado altera la naturaleza misma del hombre y la gracia restaura y eleva la naturaleza. 

En la antropología bíblica es esencial este aspecto de la semejanza o desemejanza con Dios de la creatura humana.

En el nuevo testamento eso se profundiza. Hasta el punto que se habla de un hombre carnal o natural, no elevado ni sanado y de otro estado de la naturaleza humana, de otra especie del ser humano, que es el hombre elevado a la gracia por la vinculación con Dios.

Esto es lo que se me alcanza en este tema en el que me atengo al conocimiento de los más sabios que me podrán corregir.

Espero que con esto quede encaminada una respuesta a su pregunta
Padre Horacio Bojorge