viernes, 12 de marzo de 2010

EN EL AÑO SACERDOTAL (4 de 4)
MEDITACIONES DE CUARESMA

SAN PEDRO A LOS PASTORES:
“NO MANDONEAR, DAR EJEMPLO”
Después de haber expuesto durante tres viernes de Cuaresma una la lectura comentada del texto de la Primera carta de Pedro: 4,19 - 5, 5, concluyo hoy con algunas reflexiones sobre lo expuesto, con la misma finalidad de mostrar que, según San Pedro, para ser un buen presbítero hay que empeñarse en ser un buen cristiano. Y, dado que ser cristiano es vivir de cara al Padre, como Hijo, para pastorear a los hijos, hay que ser, uno mismo, un buen hijo de Dios, Para espejar en sí mismo la filialidad del Hijo y ser, con el ejemplo, modelo de filialidad, como lo es Jesucristo y lo fueron Pedro y Pablo. El Obispo y el sacerdote gobiernan como hermanos mayores: con el ejemplo de hermano mayor. Se es hermano mayor por ser hijo mayor. Los hijos mayores, a su vez, viven tomando ejemplo del “Primogénito entre muchos hermanos”: Jesucristo. Decía San Agustín: "para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano". Nosotros podríamos glosarlo así: "Para vosotros puedo ser Padre, porque con vosotros anhelo y me empeño en ser hijo como el Hijo". No podemos ser buenos pastores, guardianes, defensores y nutridores del alma de nuestros fieles si no los presidimos, encabezamos, guiamos, alimentamos y defendemos en su fidelidad, en su condición de hijos. Cuanto mejores hijos somos, tanto mejores Padres resultamos.

CONCLUSIÓN
George Weigel, comentando la verdadera naturaleza de la crisis de sacerdotes y obispos norteamericanos que tanto escándalo y daño de los fieles produjo, afirma:

"los abusos sexuales del clero son el resultado de una imperfecta conversión a Cristo. [...] Antes que sacerdote católico, un hombre es discípulo de Cristo. si su seguimiento de Cristo es radicalmente deficiente, su sacerdocio también estará distorsionado.

viernes, 5 de marzo de 2010

EN EL AÑO SACERDOTAL (3 de 4)
MEDITACIONES DE CUARESMA

SAN PEDRO A LOS PASTORES:
“NO MANDONEAR, DAR EJEMPLO”
Prosigo exponiendo en estos viernes de Cuaresma, en que el año sacerdotal nos llama a la conversión a los sacerdotes, la lectura comentada de un texto de la Primera carta de Pedro: 4,19 - 5, 4, con la finalidad de mostrar que según San Pedro, para ser un buen presbítero hay que empeñarse en ser un buen cristiano.
Y, dado que ser cristiano es vivir de cara al Padre como Hijo, para pastorear a los hijos, hay que ser, uno mismo, un buen hijo de Dios, que espeje en sí mismo la filialidad del Hijo y sea, con el ejemplo, modelo de filialidad, como lo es Jesucristo y lo fueron Pedro y Pablo.
El Obispo y el sacerdote gobiernan como hermanos mayores, con el ejemplo de hermano mayor, es decir, de hijo mayor, que viven tomando ejemplo del Primogénito entre muchos hermanos: Jesucristo.
Decía San Agustín: "para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano". Nosotros podríamos glosarlo así: "Para vosotros puedo ser Padre, porque con vosotros anhelo y me empeño en ser hijo como el Hijo".
No podemos ser pastores, guardianes, defensores y nutridores del alma de nuestros fieles si no los presidimos, encabezamos, guiamos, alimentamos y defendemos en su fidelidad, en su condición de hijos. Cuanto mejores hijos somos, tanto mejores Padres resultamos.


Lectura de la primera carta de Pedro
4,19 Así que, los que padecen según la voluntad de Dios, pongan sus almas en manos de su fiel Creador sin dejar de obrar el bien. 5, 1 A los presbíteros, pues, de entre vosotros, les exhorto yo, el con-presbítero y testigo de los sufrimientos de Cristo y también el copartícipe de la gloria que está próxima a manifestarse. 2 Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino espontáneamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino generosamente; 3 ni como enseñoreándose de la suerte confiada, sino engendrados [en la Vulgata se lee: dócilmente = ex animo] como modelos de la grey. 4 Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibiréis la corona de gloria que no se marchita. De igual manera los menores sujetáos a los mayores. Y todos revestíos de sentimientos de humildad” (1ª Pe 5, 1-5a).

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