EN EL AÑO SACERDOTAL (4 de 4) MEDITACIONES DE CUARESMA
SAN PEDRO A LOS PASTORES: “NO MANDONEAR, DAR EJEMPLO”
Después de haber expuesto durante tres viernes de Cuaresma una la lectura comentada del texto de la Primera carta de Pedro: 4,19 - 5, 5, concluyo hoy con algunas reflexiones sobre lo expuesto, con la misma finalidad de mostrar que, según San Pedro, para ser un buen presbítero hay que empeñarse en ser un buen cristiano. Y, dado que ser cristiano es vivir de cara al Padre, como Hijo, para pastorear a los hijos, hay que ser, uno mismo, un buen hijo de Dios, Para espejar en sí mismo la filialidad del Hijo y ser, con el ejemplo, modelo de filialidad, como lo es Jesucristo y lo fueron Pedro y Pablo. El Obispo y el sacerdote gobiernan como hermanos mayores: con el ejemplo de hermano mayor. Se es hermano mayor por ser hijo mayor. Los hijos mayores, a su vez, viven tomando ejemplo del “Primogénito entre muchos hermanos”: Jesucristo. Decía San Agustín: "para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano". Nosotros podríamos glosarlo así: "Para vosotros puedo ser Padre, porque con vosotros anhelo y me empeño en ser hijo como el Hijo". No podemos ser buenos pastores, guardianes, defensores y nutridores del alma de nuestros fieles si no los presidimos, encabezamos, guiamos, alimentamos y defendemos en su fidelidad, en su condición de hijos. Cuanto mejores hijos somos, tanto mejores Padres resultamos.
CONCLUSIÓN George Weigel, comentando la verdadera naturaleza de la crisis de sacerdotes y obispos norteamericanos que tanto escándalo y daño de los fieles produjo, afirma:
"los abusos sexuales del clero son el resultado de una imperfecta conversión a Cristo. [...] Antes que sacerdote católico, un hombre es discípulo de Cristo. si su seguimiento de Cristo es radicalmente deficiente, su sacerdocio también estará distorsionado.
[...] Los obispos que no saben liderar de forma efectiva son, en muchos casos, hombres que no han aprendido correctamente lo que significa el episcopado. De forma esencial, los obispos que no logran enseñar, santificar y gobernar, que no logran hacer patente en su ministerio la presencia viva de la Iglesia de Cristo, el Buen Pastor, son hombres que se han convertido a Cristo en forma incompleta. Todo cristiano está llamado a ser santo [...] Todos podemos, y debemos, esperar que los hombres se hayan convertido a Cristo adecuadamente antes de que la Iglesia los llame para ser sacerdotes y obispos [...]; que los sacerdotes y los obispos hayan entregado sus vidas a Cristo de forma fundamental, irrevocable y transfiguradora, y que hayan puesto en él todas sus esperanzas [...] y que nadie sea llamado al sacerdocio ni al episcopado si no está dispuesto a dar fe pública de ese compromiso con Cristo, en todo momento, sin importar cuáles sean las consecuencias [...] Ésta es una crisis de seguimiento de Cristo. La respuesta es una mayor fidelidad" [George Weigel, El Coraje de ser católico, Ed. Emecé Editores, Buenos Aires, 2003, cita en pp.40-42].
El mal no solamente ha aquejado al clero de Norteamérica. El Año sacerdotal ha sido convocado por Benedicto XVI por una crisis del clero que puede llamarse global.
Mediante esta lectura comentada de la Primera de Pedro 4, 19 - 5, 5, he querido poner de relieve, que en este texto inspirado, en el que se nos revela la naturaleza del ministerio pastoral, éste aparece como un reflejo de la Trinidad, pero especialmente un reflejo de la condición filial, de la que es Maestro el Hijo.
Lo que los pastores, obispos y sacerdotes, tenemos que enseñar, es: vivir como hijos. Y la manera que se nos prescribe para hacerlo, es siendo modelo de hijos, hijos ejemplares, forma de la grey, se diría: causa ejemplar.
Es conveniente comprender que el carácter sacerdotal tiene que ver con la espiritualidad filial bautismal. No se puede ser buen sacerdote si no se es buen hijo del Padre. Y esto es una gracia de inmersión en el vínculo filial con el Padre, con una inmersión en la comunión trinitaria.
Y no hay gracia filial sin disposición al martirio.
San Ignacio de Antioquía, modelo de pastores, por ser modelo de cristianos, nos ha enseñado, en sus cartas rumbo al martirio, que es necesario vivir de tal manera que hasta el silencio de las obras respalde las palabras y les comunique eficacia:
"Más vale callar y ser que hablando no ser. Bien está el enseñar, a condición de que, quien enseña, haga. Ahora bien, hay un Maestro que dijo y fue [Salmo 32, 9; 148,5; refiriéndose al relato de la Creación por el Verbo, en Génesis 1]. Mas también lo que callando hizo son cosas dignas de su Padre. El que de verdad posee la palabra de Jesús, puede también escuchar su silencio, a fin de ser perfecto. De esta manera, según lo que habla, obra; y por lo que calla es conocido" [San Ignacio de Antioquía, Ad Efesios, 15, 1-2].
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