domingo, 1 de septiembre de 2013

DIOS MÍO, DIOS MÍO
¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?"

Alguien me ha preguntado sobre el sentido que tienen, en los labios de Jesucristo crucificado, las palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” 
(En hebreo: “Elí, Elí lamáh ‘azavtáni”) 

Voy a dar una respuesta rápida, esperando poder algún día poder cumplir con mi intención de explicar detalladamente -- y fundamentándolo exegéticamente -- lo que aquí adelantaré.
Como a veces lo mejor es enemigo de lo bueno, doy ahora, por lo menos, un adelanto. No sea que por esperar a hacerlo mejor no lo haga nunca, y el consultante se quede sin respuesta.

 Ante todo, como es sabido, esas palabras de Jesús son las primeras palabras del salmo 21 (según el canon de la versión griega de los Setenta) o el 22 (según el canon hebreo) Por lo tanto, con esas palabras, Jesús comienza a recitar un salmo y para dárnoslo a entender, pronuncia con un supremo esfuerzo la frase inicial de salmo.

Es obvio que no pudo seguir recitándolo en voz alta por la asfixia que producía su situación en la cruz, suspendido, como estaba, de los clavos en sus manos y debiéndose apoyar en el clavo de los pies para tomar algo de aire y poder respirar algo.

Este salmo, si bien comienza con una queja, contiene, como se sabe, muchísimo más. Por lo tanto tenemos que tener presente todo el Salmo, si es que queremos asomarnos al mensaje completo que el Señor quiso dejarnos en herencia espiritual al elegir ese salmo en ese momento. Ese salmo contiene el comentario que quiso legarnos Él mismo acerca del sentido de su muerte en Cruz, y contiene también la revelación profética de la verdadera naturaleza de toda su obra sobre la tierra hasta ese momento. Contiene, por fin, también, en profecía, el anuncio de sus efectos futuros hasta el fin de los tiempos.

Algunos de los que lo rodean no entienden -- o fingen burlonamente no entender -- que Jesús está comenzando a orar el salmo 21-22 y piensan o ironizan que: “Está llamando a Elías”. Esas personas no se asomaron jamás al misterio de la recitación del salmo completo que es, sin embargo, algo así como el libreto revelador de lo que Jesús está haciendo al morir en Cruz. Sabemos que Jesús vivió las Sagradas Escrituras como el libreto de la voluntad del Padre que Él venía a cumplir. "Escudriñad las Escrituras... ellas hablan de mí" (Juan 5,39).

El sentido de ese salmo 21-22 en los labios de Jesús no hay que buscarlo, por lo tanto, en ese primer versículo, el único que Jesús agonizante logra pronunciar. Hay que ir a buscarlo en el versículo 23 y los restantes versículos hasta el fin del salmo en el versículo 32. En esos versículos 23-32 está la revelación y la profecía más importante, las supremas enseñanzas de Cristo desde el púlpito de su Cruz pero pronunciadas en su mayor parte interiormente y de cara al Padre.