21) A La palabra de Dios a su Hijo, corresponde la escucha perfecta del Hijo. La Carta a los Hebreos nos presenta esta obediencia de Cristo como la razón de ser de la encarnación y como el verdadero y perfecto sacrificio agradable a Dios: "Por eso al entrar [Cristo] al entrar en este mundo dice: No quisiste ni sacrificios ni ofrendas pero me has formado un cuerpo. Ni te agradaron los holocaustos o los sacrificios por el pecado. Entonces dije: ¡heme aquí! Vengo - como está escrito de mí en el comienzo del libro - porque quiero hacer ¡oh Dios! Tu voluntad [Cita del Salmo 40, 7-9]. Dice primero: No quisiste ni sacrificios ni ofrendas. Ni te agradaron los holocaustos o los sacrificios por el pecado - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade - ¡heme aquí! Vengo a hacer ¡oh Dios! Tu voluntad. Abroga lo primero para establecer lo segundo. Y en virtud de eta voluntad somos salvados, merced a la oblación, de una vez para siempre, del cuerpo de Cristo" (Hebreos 10, 5-10): en cumplimiento de la voluntad del Padre. He aquí el paso del culto de la Ley, del culto del Antiguo Testamento, al culto del Nuevo Testamento que consistirá en hacer la voluntad del Padre como Jesucristo. El Hijo no solamente está atento a su voluntad, sino a su beneplácito.
22) Discípulo de Cristo es el que aprende de él la escucha filial de la palabra del Padre.
Esta manera filial de escuchar la voz del Padre es una nueva forma de obediencia: la obediencia filial, que es la obediencia perfecta, porque es la escucha perfecta de la Palabra perfecta del Padre, que es su Hijo muy amado. La obediencia filial, como escucha perfecta con el corazón, en el Espíritu Santo, en Espíritu y en Verdad, corresponde al modo perfecto de hablar Dios, como Padre, a través de su Hijo, derramando Espíritu filializador. Esta obediencia atiende al querer del Padre como la complacencia del Padre.
23) Esta obediencia perfecta se llama también perfecta justicia que supera la justicia de los escribas y fariseos: "Si vuestra justicia, (es decir, la justicia filial que consiste en la perfecta obediencia filial) no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (es decir en la condición filial). (Mateo 5, 20)
24) Esta escucha atenta y obediencia filial a la Palabra del Padre imitando a Jesús, nos hace no solamente discípulos suyos, sino hermanos, porque nos hace hijos del Padre como Él, primogénito de muchos hermanos: "Los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8,29) La semejanza de imagen la da el Espíritu que clama ‘Abba' y hace obedientes.
25) Esta condición de hermanos la declara Jesús en múltiples oportunidades: "Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Marcos 3, 35) "Y extendiendo la mano hacia sus discípulos dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y madre" (Mateo 12, 50) "No el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos - es decir en la condición filial - sino el que hace la voluntad de mi Padre" (Mateo 7, 21). "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lucas 8, 21). "Bienaventurados más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan" (Lucas 1, 28).
26) Esa escucha de la palabra de Dios pasa por escuchar al Hijo, o lo que es lo mismo creer en él y obedecerle: "Este es mi hijo amado en quien me complazco, escuchadle" (Mateo 17, 5; Marcos 8, 7; Lucas 8, 35) "A los que creen en su nombre les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios" (Juan 1, 12). Como puede verse la fe, es otro de los nombres de la obediencia. Por eso se dice que la fe viene, como la obediencia, por el oído: "La fe viene por el oído, y el oír por la [escucha de la] Palabra de Cristo" (Romanos 10, 17).
FORMAS ECLESIALES DE LA OBEDIENCIA FILIAL
27) La obediencia filial se hace obediencia eclesial. Dios habla en la Iglesia por mediaciones: los apóstoles, enviados de su hijo y por sus sucesores que trasmiten la tradición y las Sagradas Escritura legítimamente interpretadas por el Magisterio infalible del Papa y de los obispos unidos a él. Hay además profetas y doctores, carismáticos, animados por el Espíritu Santos. Además, todo el pueblo de Dios es ahora un pueblo profético, donde "vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán", pues escucharán la palabra de Dios y la cumplirán obedientemente (en la medida que vivan como hijos según el Espíritu)
28) En conclusión:
según las Sagradas Escrituras, obedecer a Dios es escuchar como hijos atenta y permanentemente a un Dios que es Padre porque no cesa de engendrarnos con su palabra, y nos habla permanentemente en su Hijo y su Iglesia, con su Espíritu. Y la complacencia del Padre es que obedezcamos a su Hijo. "El que a vosotros escucha a mí me escucha y el que me escucha a mí, escucha al que me envió" (Lc 10, 16)
23) Esta obediencia perfecta se llama también perfecta justicia que supera la justicia de los escribas y fariseos: "Si vuestra justicia, (es decir, la justicia filial que consiste en la perfecta obediencia filial) no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (es decir en la condición filial). (Mateo 5, 20)
24) Esta escucha atenta y obediencia filial a la Palabra del Padre imitando a Jesús, nos hace no solamente discípulos suyos, sino hermanos, porque nos hace hijos del Padre como Él, primogénito de muchos hermanos: "Los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8,29) La semejanza de imagen la da el Espíritu que clama ‘Abba' y hace obedientes.
25) Esta condición de hermanos la declara Jesús en múltiples oportunidades: "Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Marcos 3, 35) "Y extendiendo la mano hacia sus discípulos dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y madre" (Mateo 12, 50) "No el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos - es decir en la condición filial - sino el que hace la voluntad de mi Padre" (Mateo 7, 21). "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lucas 8, 21). "Bienaventurados más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan" (Lucas 1, 28).
26) Esa escucha de la palabra de Dios pasa por escuchar al Hijo, o lo que es lo mismo creer en él y obedecerle: "Este es mi hijo amado en quien me complazco, escuchadle" (Mateo 17, 5; Marcos 8, 7; Lucas 8, 35) "A los que creen en su nombre les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios" (Juan 1, 12). Como puede verse la fe, es otro de los nombres de la obediencia. Por eso se dice que la fe viene, como la obediencia, por el oído: "La fe viene por el oído, y el oír por la [escucha de la] Palabra de Cristo" (Romanos 10, 17).
FORMAS ECLESIALES DE LA OBEDIENCIA FILIAL
27) La obediencia filial se hace obediencia eclesial. Dios habla en la Iglesia por mediaciones: los apóstoles, enviados de su hijo y por sus sucesores que trasmiten la tradición y las Sagradas Escritura legítimamente interpretadas por el Magisterio infalible del Papa y de los obispos unidos a él. Hay además profetas y doctores, carismáticos, animados por el Espíritu Santos. Además, todo el pueblo de Dios es ahora un pueblo profético, donde "vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán", pues escucharán la palabra de Dios y la cumplirán obedientemente (en la medida que vivan como hijos según el Espíritu)
28) En conclusión:
según las Sagradas Escrituras, obedecer a Dios es escuchar como hijos atenta y permanentemente a un Dios que es Padre porque no cesa de engendrarnos con su palabra, y nos habla permanentemente en su Hijo y su Iglesia, con su Espíritu. Y la complacencia del Padre es que obedezcamos a su Hijo. "El que a vosotros escucha a mí me escucha y el que me escucha a mí, escucha al que me envió" (Lc 10, 16)