sábado, 12 de abril de 2014

INTELIGENCIA ESPIRITUAL DE LAS ESCRITURAS
Fr. Raniero Cantalamessa FMC

SAN GREGORIO MAGNO 
Y LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL 
DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS 
Quinta predicación de Cuaresma 
11 de abril de 2014 
Fuente:  http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo= 34967 

El objetivo de nuestra reflexión es ver cómo los Padres nos pueden ayudar a reencontrar esa virginidad de escucha, esa frescura y libertad al acercarnos a la Biblia que permiten experimentar la fuerza divina que se desprende de ella 

-    En el intento de entrar en la escuela de los Padres para dar un nuevo impulso y profundidad a nuestra fe, no puede faltar una reflexión sobre su manera de leer la palabra de Dios. Será san Gregorio Magno, papa, el que nos guíe a la «inteligencia espiritual» y a un renovado amor hacia las Escrituras. Ha sucedido en el mundo moderno, con respecto a la Escritura, lo mismo que se ha producido hacia la persona de Jesús. 
-   La investigación del exclusivo sentido histórico y literal de la Biblia que ha dominado en los últimos dos siglos partía de los mismos supuestos y llevó a los mismos resultados de la investigación de un Jesús histórico distinto del Cristo la fe. 
-   Jesús era reducido a un hombre extraordinario, un gran reformador religioso, pero nada más; la Escritura era reducida a un libro excelente, si se quiere el más interesante del mundo, pero un libro como los demás, que hay que estudiar con los medios con los que se estudian todas las grandes obras de la antigüedad. 
-   Hoy se está yendo incluso más allá. Un cierto ateísmo militante maximalista, antijudío y anti-cristiano, considera la Biblia, el Antiguo Testamento en particular, como un libro «lleno de infamias», que hay que quitar de las manos de los hombres de hoy. 
 -   A este asalto a las Escrituras, la Iglesia opone su doctrina y su experiencia.

-   En la Dei Verbum, el Vaticano II reiteró la perenne validez de las Escrituras, como palabra de Dios a la humanidad; la liturgia de la Iglesia les reserva un lugar de honor en cada una de sus celebraciones; muchos estudiosos, a la crítica más actualizada, unen también la fe más convencida en el valor trascendente de la palabra inspirada. 
-   Quizá la prueba más convincente es, sin embargo, la de la experiencia. 
-   El tema que, como hemos visto, llevó a la afirmación de la divinidad de Cristo en Nicea, en el año 325, y del Espíritu Santo en Constantinopla, en el año 381, se aplica plenamente también a la Escritura: en ella experimentamos la presencia del Espíritu Santo, Cristo nos habla todavía, su efecto sobre nosotros es distinto al de cualquier otra palabra; por tanto, no puede ser simple palabra humana. 

1. Lo antiguo se hace nuevo 
-    El objetivo de nuestra reflexión es ver cómo los Padres nos pueden ayudar a reencontrar esa virginidad de escucha, esa frescura y libertad al acercarnos a la Biblia que permiten experimentar la fuerza divina que se desprende de ella. 

-   Padre y Doctor de la Iglesia que elegimos como guía, he dicho, es san Gregorio Magno, pero para poder comprender su importancia en este campo debemos remontarnos a las fuentes del río en el que él mismo se inserta y trazar su curso, al menos someramente, antes de llegar a él. 
-    En la lectura de la Biblia, los Padres no hacen más que proseguir la línea iniciada por Jesús y por los apóstoles, y esto ya debería hacernos cautos en el juicio respecto de ellos. 
-   Un rechazo radical de la exégesis de los Padres significaría un rechazo de la exégesis de Jesús mismo y de los apóstoles. Jesús, a los discípulos de Emaús, les explica todo lo que en las Escrituras se refería a Él; afirma que las Escrituras hablan de él (Jn 5,39), que Abraham vio su día (Jn 8,56); muchos gestos y palabras de Jesús tienen lugar «para que se cumplan las Escrituras»; los primeros dos discípulos dicen de él: «Hemos encontrado a aquel del que escribieron Moisés y los profetas» (Jn 1,45). 
-   Pero todo esto eran correspondencias parciales. No ha sucedido todavía la transmisión total. Esta se realiza en la cruz y está contenida en la palabra de Jesús moribundo: «Todo está consumado».