GO'EL: EL DIOS PARIENTE En la Cultura Bíblica (17 de 27)
Se ha dicho de Claude Lévi-Strauss que el suyo es el pensamiento "mas rigorosamente ateo de nuestro tiempo". [En la foto: Claude Lévi-Strauss]
Eso explica que no considere precisamente lo más esencial para entender la visión bíblica del Dios-Pariente y del parentesco de Alianza humano como imagen y semejanza del divino. Él no podría concebir un sistema de parentesco del que puediera ser miembro Dios y, menos aún, la visión cristiana de las bodas del Verbo-Cordero-Mesías con la Iglesia. Sin embargo ése es el sistema de parentesco de Bíblico.
Pero hay algo aprovechable en su "antropología estructural" y en su visión de la "estructura elemental de parentesco". Ese algo es el relieve que le da a la alianza matrimonial como esencia y fuente de todo parentesco. Él pone de relieve la alianza como la fuente humana de la estructura elemental de parentesco. Ha visto bien que es de la alianza esponsal de la que brotan los vínculos de parentesco de sangre. Y los vínculos de sangre, por la prohibición del incesto, excluyen un pacto de alianza matrimonial entre consanguíneos. La Alianza es origen del verdadero parentesco. Tanto entre marido y mujer, como entre El Dios Pariente y el Pueblo de la Alianza. En este punto, el ateo radical está de acuerdo con san Pablo en que "la carne y la sangre de nada sirven" sino que es el Espíritu del Amor el que de la vida.
4.- La naturaleza del parentesco humano y divino
Cuando se oye atribuir al Dios bíblico el título de Dios-Pariente, puede producirse una reacción de sorpresa.
Resulta extraño atribuirle al Dios bíblico el atributo del parentesco, porque se evocan inmediatamente realidades de carne y sangre que no parecen predicables del Dios bíblico.
Sabemos que la suma espiritualidad y la trascendencia es una de las características, más notables del Dios de la religión bíblica.
El que se extraña de este título atribuido al Dios bíblico, podrá tratar de entender la expresión como uno de los tantos rasgos o predicados antropomórficos con los que el lenguaje bíblico habla de Dios, atribuyéndole pasiones semejantes a la del hombre: amor, ira, celos, tristeza, simpatías y predilecciones; e incluso rasgos físicos, corpóreos, a todas luces metafóricos: el rostro, nariz, boca, oídos, espaldas, brazo, mano, dedo de Dios.
El parentesco divino ¿será solamente una más de esas expresiones metafóricas, simbólicas o míticas?.
Trataremos de mostrar que esto no es así, sino que el parentesco divino, no es una simple metáfora de la mentalidad bíblica, sino un predicado entendido en sentido muy real y propio. Y esto constituye una fe, una convicción muy real y concreta del hombre bíblico. Y aún lo sigue siendo entre los fieles de las religiones bíblicas.
Naturalmente, el parentesco que une a los patriarcas con su Dios, no es un vínculo de carne y sangre, no es un vínculo de consanguinidad sino de alianza.
La Alianza, fuente del parentesco Se podría quizás, desprevenidamente, considerar al vínculo de alianza como un parentesco de segunda categoría. Lo que normalmente evoca la palabra parentesco en nuestra cultura, son las relaciones de consanguinidad: las paterno-filiales o las fraternales. Y en esa percepción cultural común, suele considerarse los vínculos de alianza, como por ejemplo la adopción de un hijo, como parentescos de segunda categoría respecto de los vínculos de carne y sangre.
Sin embargo, los estudios antropológicos, muestran que esto no es así. Por el contrario: la relación de alianza no sólo no es una clase inferior de parentesco, sino que: 1º) En primer lugar: es una de las tres relaciones constitutivas de la estructura de parentesco, y por lo tanto de igual jerarquía que las relaciones de consanguinidad. 2º) Y en segundo lugar: se la puede considerar la relación fontal, de la que todo otro parentesco dimana. Y por lo tanto goza de una cierta preeminencia sobre las demás. La alianza es la fuente de todo parentesco. 3º) Pero en tercer lugar: es la forma de parentesco más típicamente humana, pues en ella interviene la libertad. En efecto, las relaciones de alianza se entablan como fruto de una libre elección entre los contrayentes de la alianza matrimonial, o fraterna; mientras que las relaciones de consanguinidad: paterno-filiales o fraternas, se imponen como un dato de la naturaleza y se aceptan.
La aceptación de los vínculos de consanguinidad es también, es verdad, un acto de libertad, pero a posteriori del vínculo. Se acepta un vínculo existente. Pero ese vínculo de consanguinidad tiene su fuente en un pacto libre de alianza que generó antes el vínculo fontal de parentesco.
Parece conveniente detenernos en explicar este asunto algo más detenidamente a la luz de los estudios antropológicos que nos han inspirado estas reflexiones. Veamos lo que dice acerca de este asunto Claude Lévi-Strauss en sus estudios sobre las estructuras elementales del parentesco.
Claude Lévi-Strauss es un ateo radical y eso explica que no considere precisamente lo que más nos interesa para entender la visión bíblica del Dios-Pariente y del parentesco de Alianza humano como imagen y semejanza del divino. Más aún, la visión cristiana de las bodas del Verbo-Cordero-Mesías con la Iglesia. Pero su antropología estructural pone de relieve la alianza como la fuente humana de la estructura elemental de parentesco.
[Véase: Claude Lévi-Strauss, Antropología Estructural, Ed. Eudeba, Bs. As. 1968, (Tit. Orig.: Anthropologie Structurale, Plon, Paris 1958)].
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