Aristóteles distingue entre
la sotería (que es la salud en cuanto se opone a la muerte y destrucción) y
la hugiéia (en cuanto opuesta a la enfermedad).
El concepto de salud griego era muy amplio, y al mismo tiempo que pesaban en él las convicciones comunes que tiene el hombre acerca de lo que es estar sano, había sido objeto de la más grande concentración de reflexión filosófica.
En todo caso, ciertamente, el médico-griego, se manejaba con un ideal mucho más complejo que el médico actual, acerca de lo que es la salud, la felicidad y el bienestar del hombre. Ese concepto no era el mero concepto actual de higiene, salud física, etc., sino que estaba muy próximo a los ideales de la plenitud del hombre según la cultura griega, como lo ha descrito W. Jaeger en Paideia, y era inseparable de los ideales éticos y espirituales.
La sotería como opuesta a la fthorá (perdición, corrupción) es para Aristóteles una categoría del orden social y politico (Política, Lib. V, cap, VII).
No hay que extrañarse de que fuera epíteto de algunos emperadores como Antíoco I Soter (= Salvador, 280-261 a. C) y luego una cualidad de todo emperador como virtud propia de un buen gobernante. Ambos títulos, Soter y Kyrios, se los aplicarán Pablo y Lucas a Jesucristo.
La hugiéia y sus derivados, están más próximos a la esfera biológica e individual, como opuesta a la enfermedad (nosos). [Ver Categoriae IX, VIII; Metaph. VII, V. Sobre la distinción entre bíos-zoe, veasé ELORDUY-PÉREZ ALONSO,o.c. I, 17-18].
Las corrientes cínica, hedonista, epicúrea, estoica, eran sistemas filosóficos de impostación vital, que calificaban al mismo tiempo que una doctrina, un modo de vivir. Cada una de ellas se enfrentaba a los goces y dolores de la vida, a la salud y a la enfermedad, a la vida y al a muerte de manera diversa. Y cada una de ella pedía a la medicina algo distinto.
La leyenda negra de la medicina griega, de la que se hace amplio eco Plinio invocando un testimonio tan antiguo como el de Catón, tiene su raíz en esa conexión entre el arte médico y los ideales de vida. Más que un rechazo de la medicina griega, es un rechazo de ciertos médicos griegos y de ciertas prácticas difundidas por éstos en el mundo romano que amenazaban corromper el tradicionalmente austero régimen de vida de la nobleza de la Urbs.
Plinio ridiculiza la volubilidad de las modas médicas, la charlatanería, los elevadísimos honorarios con que ciertos médicos se enriquecían a costa de los gobernantes. Recuerda el caso del médico griego Arcagathos, hijo de Lisanias, que vino a Roma desde el Peloponeso y que se hizo tristemente famoso por sus cauterios y otras crueldades, hasta merecer el apodo de Vulnerario.
Recuerda las palabras de Catón , según el cual los médicos griegos se habían juramentado para exterminar con su arte médica al pueblo romano, que ellos llamaban bárbaro. Catón le prohibió a su hijo todo trato con ellos durante su estadía en Grecia; “cuya cultura hay que mirar pero no aprender” pues “si esta nación revoltosa y malvada nos trae sus conocimientos, diseminará su corrupción entre nosotros, y peor aún si nos envía sus médicos”.
Siguiendo este consejo de sus ancestros Plinio quiere poner a sus lectores en condiciones de usar las medicinas prescindiendo de los médicos. “Porque la Medicina es la única de las Artes griegas que es aún incompatible con el espíritu romano. Muy pocos romanos se han dedicado a ella, y éstos son verdaderos tránsfugas culturales, que acabaron grecizándose por completo” (Hist. Nat Lib XXIX, cap. XXIII).
En toda la historia de la medicina griega que esboza Plinio, reluce su xenofobia romana. Aunque no sin cierta razón, en cuanto se refiere a algunos que eran más charlatanes y curanderos que médicos y que no reconocían los limites reales de su ciencia. Además de la imprudencia e inutilidad de ciertos remedios, estaban las prácticas, temidas por Catón como corruptoras de las costumbres.
Había quienes pasaban el día en masajes, unciones, baños, depilaciones impúdicas, y se valían de la medicina para protegerse contra una vida de excesos. Valga de ejemplo el consejo de vomitar para poder volver a comer y librarse de los efectos nocivos de los excesos en la bebida y comida. Toda esta leyenda negra no obstó para que desde el año 46, el Emperador Claudio consagrara el aprecio por la verdadera medicina griega confiriendo la ciudadanía romana a los médicos griegos. De este fuero debe haberse beneficiado Lucas.
Que haya habido desviaciones decadentes de la medicina griega, no quita que ella estaba y estuvo al servicio de una imagen muy rica y compleja de lo que es el hombre sano y pleno. Vamos a ofrecer aquí la descripción de W. Jaeger, y lo haremos extensamente porque permitirá calibrar mejor el nuevo ideal de sotería e Higinia que proponen los escritos paulinos y lucanos.
“Es posible, sin embargo, - dicew W. Jaeger - que el tipo de vida del ciudadano de los estados-ciudades de la Grecia del siglo IV estuviese realmente organizado de tal modo que dejase al individuo el máximo de tiempo libre necesario para dedicarlo al cautivo del espíritu y al cuidado del cuerpo. El ejemplo de la cultura física medica revela precisamente que la polis griega era, aun bajo su forma democrática, una aristocracia social, y así se explica en gran parte el alto nivel de cultura media logrado en esta sociedad. Dentro del marco de este estilo de vida de Grecia no encajaría ninguno de los grandes tipos de la vida profesional de nuestro tiempo, ni el comerciante ni el político, el sabio, el obrero ni el campesino.
En la medida en que estos tipos existían ya entonces se salían también de él.
Se comprende, en cambio, que la filosofía socrática y el arte polémico de los sofistas surgiesen precisamente en aquellas palestras. Sería equivocado pensar que los kaloi kagathoi (los hermosos buenos) se pasaban el día entero en el gimnasio, friccionándose y haciendo ejercicios, depilándose, cubriéndose de arena y volviendo a lavarse, entregados a una actividad que convertía hasta el agón libre en una febril afán deportivo.
Platón combina las tres virtudes físicas de 1) la salud, 2) la fuerza y 3) la belleza con las virtudes del alma, la piedad, la valentía, la moderación y la justicia, en una unidad armónica. Todas ellas proclaman por igual la simetría “del universo”, la cual se refleja en la vida física y espiritual del hombre.
La cultura física, tal como la conciben los médicos y gimnastas griegos, es también algo espiritual. Inculca al hombre como norma suprema la observancia rigurosa del noble y sano equilibrio de las fuerzas físicas. Y como la igualdad y la armonía forman la esencia de la salud y de toda perfección física en general, el concepto de lo “sano”se extiende hasta formar un concepto normativo universal aplicable al mundo y a cuanto vive en él, pues sus bases, la igualdad y la armonía, son las potencias que, según la concepción de que aquí se parte, crean lo bueno y lo justo en todos los órdenes de la vida al paso que la pleonexia lo destruye.
La medicina griega es al mismo tiempo la raíz y el fruto de esta concepción del mundo que constituye su punto de mira constante, y esta es, pese a toda la individualidad espiritual del hombre y de su estirpe, la concepción común al helenismo clásico. Si la medicina pudo conquistar una posición tan representativa dentro del conjunto de la cultura griega, fue porque supo proclamar en el campo más próximo a la experiencia inmediata del hombre la vigencia inviolable de esta idea fundamental del alma griega. En este sentido elevado, podemos decir que el ideal helénico de la cultura humana era el ideal del hombre sano”.[Véase W.JAEGER, Paideia, Vol. III, pp.62-63]
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