Temas de los libros segundo al quinto del Salterio
3.8. El tema general del libro segundo es el destino del pueblo, opuesto al de las naciones.
El combate prosigue siempre entre el bien y el mal, entre el justo y el malvado, pero un perfecto paralelismo de los destinos individuales y colectivos invita a asistir a una extraordinaria transfiguración. El justo es el pueblo de Israel, el malvado es el conjunto de las naciones que rehúsan a Dios.
El destino de Israel es marchar en la noche al lado de las naciones y entre ellas, pero con la certeza de un próximo renacimiento y de la restauración de su gloria. El justo perseguido por el malvado, es el pueblo santo perseguido por las naciones idólatras. Pero la esperanza subsiste para siempre. Todos los de Israel que se apartan del pueblo, se asimilan a los malvados y perecen. Todos los de las naciones que reconocen a Dios, se convierten en justos y se fundan en Israel para la vida eterna. Tal es la Ley.
En este libro, el destino individual del judío se mezcla a la suerte del pueblo y se afirma en el fin último perseguido por Israel: la conversión de las naciones y el anuncio del Mesías salvador que vendrá al fin de los tiempos. Pero el mal es todavía poderoso y muy a menudo la víctima inocente perecerá a manos del enemigo.
3.9. El tercer libro, esboza la vía de la vida eterna.
Israel es presentado en él bajo su aspecto histórico y a ello se debe que las reminiscencias de las escenas más patéticas de su pasado sean evocadas aquí con una persistencia inigualada.
Pero la historia santa no puede ser comprendida como una cronología: ella es una perpetua presencia.
El pueblo que comienza con Abraham, Isaac y Jacob, es el mismo que Moisés conduce por el desierto; es el mismo que franquea las fronteras de la tierra prometida, el que canta el salmista y el que reprenden los profetas; es el mismo que sobrevive a la ruina de los templos; es el de la dispersión, el de la reunión de los exilados y el del final de los tiempos.
Es inmutable porque es la duración misma. Es alrededor de él que se ordenan y gravitan las crónicas de la Humanidad. Las civilizaciones desaparecen, otras las suceden, los malvados se dispersan y mueren, otros se agrupan para nuevos asaltos y nuevas derrotas; pero Israel, como Dios, del cual él es la sola imagen material, vive sin fin. La naturaleza entera y las naciones que pueblan la tierra, giran alrededor de Israel y dan testimonio de su existencia, como él mismo, en su eternidad, da testimonio de la presencia de Dios.
3.10. Dios y sus obras, su dominación sobre la naturaleza, son introducidos en la cuarta parte del Salterio. Ahora la certeza del justo encuentra su recompensa. Sion y Jerusalén son restauradas y el Rey-Mesías ha descendido ya a la tierra. Israel ha vencido a las naciones y la alegría del salmista estallará en la parte final.
El quinto libro del Salterio será un canto sublime de liberación, un himno estremecido de gloria a Dios.
3.11. En el gran ciclo del Salterio, cada libro constituye un drama completo y acabado
En cada libro varios Salmos se siguen para formar otras narraciones, independientes las unas de las otras, pero imbricadas o trabadas unas con otras. En fin, cada Salmo, tomado separadamente, representa la ilustración de las mismas ideas siempre repetidas, incansablemente reiteradas: la gloria de Dios, el servicio divino de Israel, el Mesías del fin de los tiempos, la victoria del justo sobre el malvado. Cada Salmo tomado separadamente evoca los cinco personajes fundamentales: el justo y el malvado, Israel y las naciones, y por fin su Juez, Dios.
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