Visión de un autor judío [2ª parte] "El tema general del primer libro del Salterio es el del combate del justo contra el malvado"
3.3. “Los Salmos serán – sigue diciendo el autor judío que explica la unidad temática del Salterio - el desarrollo de estas ideas fundamentales contenidas en las últimas palabras de David. Es con justa razón que el Escriba colocó el Salterio al comienzo de la tercera parte de la Escritura: los Escritos (Ketubim).
Con relación a lo que sigue, los Salmos, con sus cinco libros, representan lo que es la Ley en relación con los Profetas: lo esencial. La Escritura es una colección pero su orden no es arbitrario. La sucesión de los libros está estrictamente indicada y es imposible separarlos los unos de los otros. Los Proverbios y Job son la continuación de los Salmos, así como Isaías es la continuación de los Reyes.
3.4. En los Salmos mismos, la sucesión de los cinco libros (de que consta el Salterio) no es tampoco fruto del azar. El Salterio es una obra completa y sus divisiones sugieren una lectura ordenada, que comienza con el primer Salmo y termina por el ciento cincuentésimo.
La cuestión concerniente a los autores del Salterio y la fecha de composición son falsos problemas, como tantos otros que hormiguean en las investigaciones extravagantes conocidas por el nombre de ciencia bíblica o de crítica bíblica. Si no es David, el padre de Salomón, el que compuso los Salmos, es David el rey-Mesías, quien los cantó. El Salterio es obra de Israel. Su fecha es la fecha en la que le plugo componerlo. Todo el resto interesa solamente a un pequeño grupo de tontos que se dicen sabios, como si la ciencia consistiera en perder la vida en futilidades.
3.5. El libro de los Salmos es una sinfonía donde cada Salmo tiene su lugar y cada palabra su significación. Las repeticiones son múltiples y voluntarias, - así aparecen constantemente motivos ya conocidos en este canto del hombre a la gloria de Dios.
Cada libro contiene los mismos temas en intensidades diferentes. A menudo varios Salmos vuelven, en libros diferentes, sobre los mismos temas. Más extrañamente todavía varios Salmos de diversos libros son – como lo es la plegaria de David – resúmenes del tema general del libro en el cual se encuentran, o de otro de los libros, o del Salterio en su conjunto. No se trata de inadvertencias, sino de la voluntad deliberada del salmista, de inducir un estado de alma y de preparar al hombre a aquello a lo que la Escritura entera lo prepara: al diálogo con Dios. Pero mientras la Ley enseña el arrepentimiento, el Salterio le abre el camino a la oración, como los profetas le trazan el de la caridad. 3.6 El arrepentimiento, la oración y la caridad, las tres virtudes mayores, que corresponden a la inteligencia, al sentimiento y la voluntad. Por el arrepentimiento uno se vuelve, por la oración se levanta, por la caridad avanza. Estas virtudes son humanas; ellas corresponden a las categorías morales. Traspuestas al plano metafísico que es a menudo el de la charlatanería, ellas dan origen a las nociones oscuras de fe, esperanza y caridad. [Nota del editor: Con estas afirmaciones, el autor toma distancia explícita de la visión católica de origen paulino] 3.7. El tema general del primer libro es el del combate del justo contra el malvado. Éste representa el mal, porque se ha apartado definitivamente del camino de la verdad. El justo, el pobre, el desventurado, tiene la fuerza de su fe en Dios y de su confianza en la victoria final del bien. Las relaciones de los dos antagonistas no son nunca consideradas desde otro punto de vista que el de la actitud de cada uno de ellos respecto de Dios. El vínculo que los ata para un combate a muerte pasa necesariamente por la Providencia. Lo que el malvado odia en el justo, es su confianza en Dios. Lo que el justo denuncia en el malvado, es su alejamiento de Dios. Así aparecen claramente las razones verdaderas de esta lucha. Ellas se descubren en la manera que tienen, ambos enemigos, de comprender y de aceptar el universo: el uno como un pensamiento divino dirigido hacia el bien, el otro como una forma vacía donde la vida es un azar que no conduce a ningún fin. Los dos enemigos nunca son colocados en el mismo plano. Tampoco puede establecerse entre ambos otra forma de diálogo que no sea el combate. La reconciliación es imposible porque los motivos de su lucha no concuerdan: el malvado concibe el mundo bajo su aspecto estático, espacial, de dominación o de poder, de riqueza y de orgullo; todas cosas que se vuelven sobre sí mismas. El justo lo comprende bajo su aspecto de duración, de prolongación, de aspiración, es decir, de perfeccionamiento constante, que lo conduce hacia la sola santidad que él puede concebir: el bien, que es Dios. El malvado no ve más que un solo enemigo, que él odia con todas sus fuerzas, - el justo; pero el justo perseguido no ve sino a Dios. Es por eso por lo que, en el primer libro, el malvado es tan fuerte, tan agresivo; y el justo está tan desarmado y es tan infeliz. Ambos marchan en la noche. Pero para uno, esta noche es una oscuridad opaca que conduce al sepulcro; para el otro ella es una ascesis que conduce a la aurora. Y desde este primer libro el drama cósmico se desarrolla plenamente y culmina: el malvado cae y el justo triunfa, porque su victoria es, en definitiva, la de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario