Visión de un autor judío [4ª y última parte] David, inspirado por el Espíritu Santo, es el primer profeta de la oración judía y cristiana. La fe católica no niega lo anterior sino que la oración de Cristo, verdadero Mesías e hijo de David, revelará y llevará a su plenitud el sentido de la oración de los salmos. División del Salterio
3.12. Los cinco libros del Salterio están divididos de la manera siguiente:
Libro primero: Salmos 1 al 41 (41 Salmos)
Libro segundo: Salmos 42 a 72 (31 Salmos)
Libro tercero: Salmos 73 a 89 (17 Salmos)
Libro cuarto: Salmos 90 a 106 (17 Salmos)
Libro quinto 107 a 150 (44 Salmos)
La mitad del Salterio se encuentra situada en el Salmo 78 entre los versículos 35 y 36. La línea media pasa por el lugar donde el salmista reprocha al pueblo el haberle mentido a Dios y recuerda que él era su Roca y su Redentor.
3.13. Cada uno de los cinco libros del Salterio puede subdividirse en cinco partes que comprenden un número desigual de Salmos. Cada parte es un todo que repite el movimiento ascendente del conjunto.
Los dos primeros Salmos deben ser considerados como una sola obra. Ellos le sirven de prólogo al Salterio y constituyen, con los siete Salmos siguientes, el primer movimiento del primer libro.
El primer Salmo está consagrado a la vía verdadera. Muestra los dos caminos que se abren delante de los hombres: el bueno y el malo, el que toma el justo y aquél en que se mete el malvado. Hay que elegir, pero se elige libremente. Feliz el hombre que elige el camino difícil de la Ley de Dios, para meditarla día y noche. A pesar de las apariencias él quedará victorioso, mientras que el camino del malvado conduce a la ruina (1,6). Estos dos caminos se cruzan continuamente. A cada instante de la vida, el justo puede sucumbir o extraviarse, y con más razón, abandonar deliberadamente y a propósito, la verdadera vía. Pero de la misma manera, el malvado puede arrepentirse siempre y unirse a Israel en la fe, en su esperanza, en sus tormentos y en su gloria. El segundo Salmo termina donde ha comenzado el primero, proclamando la felicidad del que se refugia en Dios. Pero ya no se trata de los individuos, sino delos pueblos que se oponen a la venida del Mesías. Las naciones salvadas complotan contra Dios y contra aquél cuya venida está anunciada para el final de los tiempos. Pero son impotentes para llevar a cabo su proyecto deicida. El rey de la gloria ha sido consagrado en Sion, la montaña santa, y las naciones son llamadas a adorar al señor en el temor y a alegrarse en el temblor (2,11). Las que se resistan morirán como mueren los malvados. A Israel y a las que se refugien en Él se les promete la vida eterna. Los dos primeros Salmos, ponen así el problema que será constantemente retomado por el salmista: la verdadera vía para los hombres y para los pueblos, pasa, necesariamente, a través de Dios”. 4. Hasta aquí el comentario judío y la visión de este autor sobre la unidad del Salterio, inspirada en el Testamento de David. Un católico puede suscribir este análisis, cambiando el alcance y el sentido de algunas afirmaciones. Quizás pudiera ver una alusión a las últimas palabras de Cristo en la frase “palabras del hombre puesto en alto”, es decir: en la Cruz. El Justo que gobierna a los hombres, será Jesucristo, y en su dimensión colectiva, el Cuerpo Místico, el pueblo mesiánico que es la Iglesia Santa. La Humanidad filial. Esa Iglesia es la Casa que está delante de Dios. Y la alianza, que en el texto bíblico parece claramente ser la davídica y no la de Abraham, se realiza en la de Cristo, en quien, en efecto, consideramos que ha germinado toda la salud y los deseos del Rey David. “En los Salmos – dice el Catecismo de la Iglesia Católica N° 2579 – David, inspirado por el Espíritu Santo, es el primer profeta de la oración judía y cristiana. La oración de Cristo, verdadero Mesías e hijo de David, revelará y llevará a su plenitud el sentido de esta oración”.
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