“EL GOZO DEL SEÑOR ES NUESTRA FORTALEZA” El triunfo del amor: "Grandes aguas no podría anegar el amor"
9. - Las virtudes se hacen cristianas por su conexión con la caridad Existe pues, como vamos viendo, una íntima conexión entre la virtud cardinal de la fortaleza y la virtud teologal de la caridad. O sea, entre la fortaleza y la amistad con Dios. Hay que ser fuertes para permanecer en esa amistad. Y esa amistad nos hace fuertes para que podamos permanecer fieles. En la teología medieval de las virtudes se observó ya, agudamente, que las virtudes son un organismo vivo y que todas están conectadas e interrelacionadas. La doctrina de la conexión de las virtudes
es, sin embargo, una doctrina bastante olvidada. Aquellos maestros enseñaron que la virtud teologal de la caridad es la forma de todas las virtudes en el organismo de las virtudes cristianas. De modo que sin caridad, sin amor a Dios, no hay virtud cristiana alguna auténtica o verdadera. Es por la caridad y por su conexión con ella que toda virtud, cardinal, moral o intelectual recibe su impronta cristiana, específica y diferencial.
En realidad, estos maestros no han hecho más que reflexionar sobre la doctrina neotestamentaria de la primacía de la caridad, expresada, entre otros, por San Pablo en el himno a la caridad de 1 Corintios 13.
10. - Fortaleza cristiana: una cualidad de la caridad Cuando el Cantar de los Cantares afirma que el amor es tan fuerte como su peor enemigo que es la muerte, hace explícito lo que está implícito en el dicho de Nehemías 8,10. Iluminándose mutuamente, ambos textos nos muestran que la fortaleza, en la visión bíblica, viene a ser una cualidad del amor divino.
El Cantar de los Cantares afirma: “Porque es fuerte el amor como la muerte. Tan obstinado como el sheol es el celo” [Cantar 8,6: ki 'azzáh khammáwet 'ahaváh, qasháh khishe'ól qiná'h]
Prosigue el texto con una imagen marcial, de guerra santa: “saetas incendiarias sus saetas, llamarada de fuego del Señor” [reshaféha rishpé 'esh shalhevat yah]
Y termina de redondear la idea con la siguiente reminiscencia del paso del Mar rojo: “Grandes aguas no pueden extinguir el amor, ni los ríos anegarlo” [Cantar 8,7: máyim rabbim lo' yukhelú lekhavotáh 'et-'ahaváh]
El amor de Dios se pone de manifiesto en la hazaña y victoria salvadora del Dios guerrero, del fortísimo e invicto Yahve Tsebaot, Dios de los ejércitos, cuyo amor hizo pasar a su pueblo predilecto a través de las grandes aguas, es decir: del Mar Rojo.
-------------------------- Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001
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