1.2. - Teología de la guerra santa y fortaleza cristiana La teología de la guerra santa se deja resumir en algunos artículos que fe y constituyen lo que podría llamarse el "Credo del guerrero”, o el "Manual de la guerra" [Ver Deuteronomio 20. He expuesto a grandes rasgos la teología de la guerra santa y su transposición a la vida cristiana en las conferencias a religiosas sobre los votos religiosos y la vida consagrada, publicadas después con el título: Signos de Su Victoria. El Carisma de los Religiosos a la Luz de la Escritura, que cité en nota 3]
La guerra santa es tan santa como un acto de culto en el templo. Los combatientes debían purificarse para el combate,
e ir a la lucha en el mismo estado de pureza ritual que se reclamaba de los sacerdotes para el culto. Era pues un acto de virtud de religión. La guerra era considerada santa porque la convocaba el Señor y enviaba a ella por medio de sus sacerdotes y levitas. Ellos exhortaban, organizaban y enviaban las tropas al combate.
En esas guerras era Dios quien lideraba las huestes de Israel, las salvaba de la mano de sus enemigos; y las llevaba a la victoria mediante su presencia y asistencia salvíficas.
La teología de la guerra santa se expresa mediante lo que los exegetas han dado en llamar fórmulas.
Está en primer lugar el primer mandamiento del guerrero de Dios que es No temas. Desde el no temas María, siguiendo por los no temas de Jesús en el Evangelio, han de verse iluminados por este mandato de no temer, como opuesto al amor y la confianza.
Siguen los motivos y fundamentos para no temer, que se expresan en las fórmulas de vocación y envío al combate, así como en promesas de auxilio y de victoria.
La convocación de la guerra santa suele encomendársele a un líder carismático convocado al efecto, a quien el Señor le encarga convocar a la guerra (ve, sube, levántate, mira que te envío).
Hay fórmulas que expresan la promesa de victoria, o la promesa de asistencia (Yo estaré con vosotros, Dios está contigo, Dios está contigo, valiente guerrero). El mismo nombre de Yahvé, que se interpreta yo soy el que soy, pero también el que está (siempre contigo) puede considerarse un nombre que expresa la fórmula de asistencia. Y el mismo sentido tiene el nombre Emmanuel, Dios con nosotros, profetizado por Isaías y referido a Jesús. Cuando Jesús despidiéndose de los suyos les promete “yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos”, emplea y hace propia la fórmula de asistencia, aplicándola a la misión y la lucha de la Iglesia en este mundo.
Pablo dirá: Si Dios está por nosotros: ¿Quién contra nosotros?
A la luz de la espiritualidad de la guerra santa se comprende lo que significó que los Israelitas le pidieran a Samuel un rey para que saliese delante de ellos a combatir sus guerras. El pedido es doblemente blasfemo y agraviante para el Señor de los ejércitos de Israel. Primero porque ya no admiten o por lo menos no aprecian más el liderazgo divino. Y segundo porque ya no consideran que las guerras de Israel sean las de Dios, sino las suyas propias. Se trata de un movimiento de desacralización y secularización de la vida nacional y política. Y la gravedad de esta apostasía, pero también la del neosecularismo sólo se mide bien a la luz de la teología de la guerra santa. ------------------------------- Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001
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