El descenso de Jonás
La lectura de los capítulos primero y segundo de Jonás nos han permitido comprobar un hecho literario que enunciábamos en la primera de estas siete entradas: el autor del libro narra la huída de Jonás como un descenso.
El antiguo motivo literario de los descensos
La antigua mitología del cercano Oriente conoce los descensos como un género literario y religioso. Lo característico de la literatura de descenso es que en ella se afrontan todos los aspectos esenciales de la existencia humana: el fin de la vida, el amor, la amistad, la aventura heroica, la gloria humana y la de los dioses, los combates del hombre con el hombre y con los dioses, la muerte, el más allá y la aspiración a la inmortalidad. Esos son los temas de los descensos de Gilgamesh, de Inanna, De Teseo, de Odiseo, de Eneas. Y de alguna manera seguirán siendo los temas trascendentes de los descensos épicos posteriores: la Divina Comedia, o entre nosotros el poema épico “Tabaré” de Juan Zorrilla de San Martín, poeta, escritor y ensayista uruguayo "levantaré la losa de una tumba y adentrándome en ella, alumbraré la oscuridad inmensa".
Gilgamesh tiene su descenso al país de la muerte, de donde no se vuelve
[André Parrot, Asur Ed. Aguilar, Madrid, 1961 (Col. El Universo de las Formas)].
La diosa Inanna o Ishtar, diosa de la guerra y del amor baja a los infiernos donde es retenida por la diosa infernal Ereshkigal
[G. Contenau, Le Déluge Babylonien. Ishtar aux Enfers. La Tour de Babel. Ed. Payot, Paris, 1952,, ver págs. 123-225; André Parrot, O.c. p.161, fig. 203; Mircea Eliade, Historia de las Creencias y de las Ideas religiosas, Vol I, de la Prehistoria a los Misterios de Eleusis, Ed. Cristiandad, Madrid 1978, págs. 80-84].
Hesíodo narra el descenso de Teseo rey de Atenas a los infiernos acompañando a su amigo el Rey Piritoo y en busca de Perséfone, raptada por Hades.
Épica y ética, epos y etos
Cada cultura refleja en sus percepciones culturales y éticas en su poesía épica. A la luz de esa relación existente en la universalidad de las culturas, se comprende mejor también el mundo bíblico y la relación entre las narraciones y la cultura. En todas las culturas, y en la cultura bíblica también, el epos funda el etos. La narración del pasado, mítico o histórico, como evocación de los orígenes, como rememoración de las gestas divinas o heroicas, tiene una función de hermenéutica existencial y quiere arrojar luz sobre el presente.
El conocimiento de lo que fue, funda la normativa de lo que ha de ser, y de lo que se ha de hacer. La narración épica apunta y termina en la práctica, en la moral, en las costumbres. Toda cultura consta de un relato y de un modo de actuar que lo prolonga y es su correlato.
No de otro modo sucede en las religiones bíblicas. Aquí, toda la Sagrada Escritura, puede considerarse como el gran relato épico que funda y da su identidad a los pueblos bíblicos, y del que deriva la conducta y el modo de vida del creyente, judío o cristiano. En las religiones bíblicas la conducta de Dios es el modelo ejemplar y el fundamento de la conducta de los creyentes. Y esa conducta se pone de manifiesto, se revela y juntamente se propone y se prescribe a la imitación, en las Alianzas. Las Alianzas son el argumento central del epos bíblico. Los grandes ‘héroes’ bíblicos son los hombres de las Alianzas: Adán, Noé, Abraham, los Patriarcas, Moisés, Josué, David, los profetas anteriores, mayores y menores, Jesus.
El modelo divino de la misericordia = Jésed
La epopeya bíblica narra los dramas y peripecias de las infidelidades humanas y las fidelidades divinas a dichas Alianzas. Las Alianzas son, por fin, el acto en que se anuda el obrar divino y el obrar humano. Es en su contexto donde debemos situar, para comprenderlo, porque es su lugar natural, el nexo existente entre el Dios que hace misericordia y de deber de hacer misericordia. La conducta del dios de la Alianza es el fundamento, el modelo ejemplar y el precedente posibilitante a la vez, de la moral de la Alianza. Y esa conducta se define por un atributo principal que la caracteriza: Jésed. Jésed es amor que quiere el bien del otro y es misericordioso con sus males, compadeciéndolos y tratando de remediarlos.
Jésed , el amor benevolente y misericordioso, es la virtud de la Alianza. De un acto de misericordia divina brota la Alianza y ella debe perdurar, perpetuarse, expandirse y universalizarse, por ejercicio de misericordia.
Esto es lo que Jonás no entiende y tiene que aprender. Primero huyendo. La huída de la voluntad de Dios, es una huída de su misericordia universal.
Jonás, sin embargo, es misericordioso. A eso alude el detalle aparentemente superfluo del texto que nos dice que al descender a la nave “pagó su precio”.
La expresión hebrea aquí usada es: wayyittén sekharáh (Jon 1, 3). Esta expresión nos remite al libro del Deuteronomio donde leemos: “No explotarás al jornalero humilde y pobre [sakhír 'oní], ... le darás cada día su salario [beyomó tittén sekharó] (Deuteronomio 24, 14-15). El pobre es, en hebreo, el 'oní. Una palabra homófona de ‘oniyyáh, la nave, palabra que podría traducirse como: “el pobre de Dios”, categoría de personas con las que se ejercitaba especialmente la tsedakáh (la limosna piadosa) en el mundo bíblico.
Parece muy verosímil que esa sea la intención velada del autor cuando, en medio de un relato tan descarnado y desprovisto de detalles, se detiene a consignar uno en apariencia tan carente de significación. Jonás aparece así como alguien escrupuloso en la guardia de la ley y de la misericordia. No con una nave de tripulación pagana, sino con una pobre o un pobre de Dios.
Pero así como Jonás es misericordioso con los pobres del Señor entre los suyos, está cerrado a la misericordia con la Asiria extranjera y enemiga acérrima.
Pues bien, en el vientre del pez, en lo más hondo del abismo del mar y en las raíces de los montes, cuando la tierra y el mar le han echado encima un cerrojo, Jonás levanta su oración al Señor y Éste lo escucha a pesar de su desobediencia, perdona al profeta arrepentido y le vuelve a confiar la misión.
Es necesario que después de haber descendido, cuesta abajo en su rodada de desobediente, Jonás sea levantado a una sabiduría superior.
Desobediencia
La desobediencia es, en la cultura bíblica, como una especie de muerte.
A Saúl, el elegido de Dios desobediente, Samuel el profeta le reprocha de parte de Dios:
“ Samuel dijo:«¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios tanto como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros. Como pecado de hechicería es la rebeldía, crimen de idolatría la contumacia. Porque has rechazado la palabra del Señor, Él te rechaza para que no seas rey.» (1 Samuel 15, 22-23)
Jonás, a diferencia del primer rey, no fue rechazado, sino que habiendo caído al fondo de su desobediencia fue escuchado en su arrepentimiento y se le concedió volver de las sombras de la muerte, a la presencia de Dios. Se nos dice que ofreció sacrificios e hizo y cumplió sus votos. Pero la lección de la misericordia parece que le queda como asignatura pendiente cuando el libro termina abruptamente. Cuando se cierra con una palabra de Dios, con una pregunta que ha de ser entendida y respondida. Por Jonás y... por el lector.
El descenso de Jonás debe culminar con un ascenso que lo configure interiormente con el modo de actuar y de sentir divino.
Epílogo
En el Nuevo Testamento, en el arte cristiano, y en la historia de la interpretación cristiana de las Escrituras, el libro de Jonás tiene gran importancia, porque el mismo Jesús se remite al signo de Jonás como el único signo que se le dará a los que no creen en él y le piden signos para creerle.
En Mateo se explicita que el signo de Jonás se refiere a la resurrección y los tres días en el sepulcro. Pero esa explicación no excluye otras dimensiones del signo que es Jonás mismo.
El signo de Jonás es también la predicación o envío profético a los paganos, la conversión y el perdón abierto a todos los hombres.
¿No es posible que bajo la reflexión de San Pablo sobre Israel en Romanos 9-11, cuando dice que Dios quiso encerrar a todos en el pecado porque quería salvarlos a todos, no haya un midrash cristiano del libro de Jonás?
También al profeta desobediente lo encerró el Señor en la necesidad de pedir perdón y misericordia. Y si su pecado fue para bien suyo, su conversión fue un bien para Nínive.
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