Semilla y Palabra de Dios No se exagerará la importancia de la "parábola del sembrador" que encierra, de algún modo, el secreto del género. En efecto. Jesús presenta esta parábola como la clave de interpretación de todas las parábolas y condiciona la comprensión de todas las demás a la intelección del sentido de ésta. "¿No comprendéis esta parábola? Entonces, ¿cómo entenderéis todas las parábolas?" (Marcos 4, 13). Se trata de que el divino Sembrador sigue sembrando su Palabra y de que ésta sigue dando fruto de amor a Dios en muchos de los hombres alcanzados por ella: en los que la reciben con fe.
¿Por qué no se nombra la semilla? Por un curioso y sin duda intencionado artificio redaccional, en la parábola se habla del Sembrador, de la siembra y de lo sembrado, pero en ningún momento se menciona explícitamente la palabra "semilla". A pesar de lo cual, algunas traducciones, excediéndose en su afán de claridad y bordeando la glosa, introducen el término “semilla”, despistando al lector. La intención puede ser buena, pero el resultado es torpe. Por el prurito de ser explícitas y de hacer “más entendible” el texto, son infieles a una oscuridad y elipticidad queridas por el hagiógrafo y no menos portadoras de revelación. Es el autor sagrado el que, por sus motivos, evita intencionalmente consignar por escrito la palabra “semillas” en las cuatro ocasiones en que Jesús se refiere a ellas. Alude, en cambio, a las semillas, en las cuatro ocasiones, con expresiones elípticas: "lo que”, “algo" (ho), "lo otro" (allo, 2x), "otras" (alla). Nuestra convicción es que así lo consigna Marcos, porque así lo hizo intencionalmente Jesús en su predicación. Llegado después el momento de explicar la parábola a los discípulos, Jesús sustituye las elipsis apofáticas por el término "la Palabra" ("ho logos" 8x). La sustitución es reveladora. La ahora insistente repetición del término “la Palabra”, [el doble de veces (8x) que las elipsis (4x)], parece corroborar su importancia para acceder a una oculta intencionalidad del mismo Jesús a la que, por algo, quiso permanecer fiel el evangelista y que no debería traicionar una buena traducción. Como Marcos trata la palabra semilla con el mismo respeto reverencial que evita nombrar a Dios, puede suponerse que Jesús la consideró y quiso que fuera considerada como un Nombre divino, que luego se traduce y revela como Palabra, como Logos. Esta parábola del sembrador nos remite por lo tanto a toda la teología del Verbo divino que se hace carne propia del Evangelio según San Juan.
Semilla de las semillas Por supuesto que la equivalencia entre el Logos y la semilla es obvia. Así lo perciben los santos padres que aduce el Padre Sáenz. Cornelio a Lapide ya resumía sus decires en esta frase: "así como la semilla es la causa de todas las plantas y de todos los frutos, de manera análoga, la palabra de Dios lo es de todas las buenas obras". Sin embargo, como veremos, para una mentalidad ejercitada en la meditación de las Escrituras al modo rabínico, la palabra de Dios es también la semilla de todas las semillas. Y eso puede ponernos sobre la pista de las posibles razones que pudo tener Jesús para la intencionada omisión del término "semilla" en la parábola.
Marcos ya se había referido antes a la enseñanza de Jesús como predicación de la palabra: "y les predicaba la palabra" ("elálei autois ton lógon", Mc 2, 2). En el contexto del capítulo cuarto el término "logos" se repite nueve veces. Ocho veces en la explicación de la parábola del sembrador (4, 14.15 (x2).16.17.18.19.20) y una vez más al final del discurso parabólico ("elálei autois ton lógon", 4, 33). Hay una clara inclusión entre 2, 2 y 4, 33 donde se repite la misma expresión "y les predicaba la palabra" ("elálei autois ton lógon") . En la sección evangélica que delimita esa inclusión, el término “logos”, “la palabra” se repite, significativamente, diez veces. Para mayor significatividad, una al comienzo y otra al fin.
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