Lo invito a visitar el Blog del diácono Jorge Novoa, buen amigo a quien agradezco haber recordado y publicado en su Blog un triduo que prediqué alguna vez, en preparación a esta fiesta de la Virgen Dolorosa. Fue, para más detalle, en la Parroquia San Ignacio de Loyola, en Montevideo, invitado por el P. Pablo Touyá que en ese momento era su Párroco.
Ya me había olvidado y ahora lo releo como predicado por otro, no por mí. Eso me convence de la inspiración no era mía.
Con esta ocasión, permítanme compartir una reflexión que me ocupa el corazón en estos días y compartir también la foto de la Virgen que se venera en Rosario del Colla (Uruguay) y que lloró hasta que fue barrida por una furiosa crecida del río, ocurrida un once de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes.
¿Que le habríamos hecho los uruguayos, los católicos uruguayos o los sacerdotes uruguayos? Este sábado 12 de setiembre se celebraba en el rito romano extraordinario, la fiesta del nombre de María. Una misteriosa revelación, bajo la apariencia de una contradicción. Porque el "Dulce" Nombre de María, significa, en hebreo myr-yam, mar "amargo", o mar de mirra. Y sin embargo esa amargura de la Dolorosa endulzó todas las penas de sus hijos, y su presencia junto a la Cruz de su Hijo, lo sostuvo con la dulzura de su amor para entregarse obediente a los brazos de su Padre celestial. Por eso también, celebramos juntas, en dos días consecutivos, la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz y de Nuestra Señora de los Dolores, y apenas dos días antes, la del Dulce Nombre de María.
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