quienes, como dice el Concilio Vaticano II son "adoradores que en todo lugar obrando santamente, consagran a Dios el mundo mismo" Lumen Gentium 35, donde se lee también: "Pues todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo".
La cultura criollo-católica latinoamericana, que todavía pervive en formas del catolicismo popular, es muy sensible para la dimensión religiosa que tienen los asuntos de esta vida: comida, salud, afectos, trabajo. No vive espontáneamente la dicotomía de materia y espíritu que caracteriza al jansenismo, al maniqueísmo, al materialismo . Pero está a menudo amenazada, agredida, acusada, por otras visiones culturales, para las cuales, o bien la fe es una alienación, o bien la materia es mala, o bien lo malo consiste en mezclar "lo material" con "lo espiritual". Desde esta última óptica cultural, por tener apariencia religiosa, proviene la impugnación que más suele confundir al pueblo creyente y orante. Se le reprocha que orar por cosas materiales es "religiosidad interesada", cuando en realidad están consagrando el mundo. Puedan estos textos fortalecer esas conciencias impugnadas y a veces inquietas. o reorientar a las confundidas.
Éstos, en su trabajo y su lucha por procurar el pan para sus familias, pueden encontrar en algunos de estos textos, inspiración para vivir religiosamente su fatiga cotidiana, pero también los momentos en que la familia se reúne junto a la mesa. Lo fieles expresan con frecuencia temores o sentimientos de culpa, pues les parece que su lucha por "lo material" los apartase de Dios . Reflexiónenlo o no, tanto el padre como la madre, en sus preocupaciones y gestos nutricios cotidianos, celebran una liturgia celestial, que refleja los gestos divinos hacia sus creaturas. Pero saberlo y reflexionarlo puede resultarles motivo de consuelo y fortaleza espiritual.
A los fieles católicos, que por oficio, se ganan la vida en la industria y comercio de la alimentación puede servirles la meditación de estos textos para vivir religiosamente sus tareas. Ellos tienen su lugar propio dentro de ese proceso santo de la alimentación universal de las creaturas, en el que Dios es, siempre, el agente primero y principal.
Pienso también en todos los que de alguna manera ejercitan el dar de comer como obra de misericordia hacia los huéspedes, pobres, necesitados, impedidos o minusválidos; o, dentro de la vida religiosa, en el sacrificado oficio de la cocina.
Pienso por fin, en los pastores o futuros pastores, que alimentando su piedad con estas meditaciones, podrán servirlas al pueblo de Dios para su edificación, tendiendo lazos desde la eucaristía a toda la vida.
Las obras de la "Caritas" virtud teologal en lo referente al prójimo, son las obras de misericordia. Y las obras de misericordia son no sólo corporales, sino corporales y espirituales.
Hay que brindar juntamente ambos panes: el pan material y el pan de la Palabra de Dios. Así nos lo reitera Su Santidad Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in Veritate: La Caridad en la Verdad.
“No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
La evangelización de la cultura pasa por las realidades humanas básicas y elementales: el cuerpo, el vestido, la casa, la comida, los deseos, los vínculos familiares...
Hay que recuperar donde se ha perdido, y cultivar donde aún queda, el múltiple sentido, humano y religioso, de las comidas.
Ha dicho un afamado escriturista: "En las culturas antiguas, y en particular en los pueblos semitas, las comidas son consideradas como actos que tienen un sentido religioso. La participación en una misma comida establece un vínculo entre los comensales, y de esta forma se ve que tanto en la época patriarcal (Gn 26,30-31; 31,52-54) como en la escena del Sinaí (Ex 24,8-11), las alianzas se sellan durante la celebración de un banquete. Los orientales miran con horror que se realice un acto de violencia contra alguien que ha participado en la misma mesa (Cfr. Sal 41,10; 1 Mac 16,15-17) [de ahí lo horroroso de la traición de Judas, que sale después de recibir el bocado: Jn 13,26-27, cfr. Esdras 4,14]. En Israel, ya desde tiempos remotos y muy especialmente en los tiempos de la predicación de Jesucristo, las comidas se celebraban dentro de un marco religioso. Para poder participar de ellas se deben observar ciertas exigencias (cf. Mc 7,1-4) y se inician y se concluyen con las oraciones de bendición, que debe pronunciar el que preside"
El sentido religioso de las comidas se ha perdido en la actual cultura dominante. Hay que volver a contemplar y meditar sobre el misterio de la alimentación.
Dios huésped y anfitrión
Dios no es sólo un Dios que da de comer, sino un Dios que visita al hombre y se deja invitar para sentarse a la misma mesa. Es un Dios comensal, que se sienta a la misma mesa, o que sienta a los hombres a la suya.
Puede visitar a Abraham o sentarse a la misma mesa en calidad de anfitrión que invita y hospeda.
Dios aparece en las Escrituras, unas veces como huésped del hombre que lo invita a comer y le sirve alimentos, y otras veces como anfitrión que invita a los hombres a sentarse a su mesa.
Si el Dios nutricio, el que da de comer, es un Dios que se hace cargo de las necesidades de sus creaturas; el Dios comensal, que se sienta a la mesa de los hombres, es un Dios que comparte sus alegrías; y el Dios anfitrión es un Dios que quiere comunicar su propia alegría con sus invitados.
Progresamos por estos tres pasos en el conocimiento y la penetración del misterio del Dios nutricio, cuando pasamos a considerar que Dios no sólo da de comer sino que se sienta a compartir. Más aún... se entrega a sí mismo en sagrado alimento.
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