1) ¿Qué es el Reino de Dios? El concepto de Reino de Dios, parece escaparse como el agua o la arena entre los dedos de los exegetas e intérpretes. Hay algún acuerdo entre sus cualidades, pero su esencia, su naturaleza misma parece escapar a la definición exacta. De ahí que la predicación sea por lo general poco clara y, como consecuencia, los fieles vacilen en lo que han de creer que sea el Reino. Algunos lo conciben como una realidad mesiánica, del orden político-social-cultural, que ellos han de empeñarse en construir con un empeño pelagiano olvidando que Jesús enseña a pedirlo, como gracia y don del Padre.
(Redemptoris Missio = RM 17-19 expone las desviaciones más corrientes)
2) Algo tautológicamente se explica que el Reino de Dios es el Evangelio, es la Buena Noticia de Dios, es el contenido de la predicación de Jesús. Todo esto se ajusta a la verdad evangélica: "Después que Juan fue entregado, vino Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios se ha acercado; convertíos y creed en el Evangelio".
3) Un paso más en la comprensión de lo que es el Reino, se da cuando se dice que al venir Jesucristo, viene el Reino. Porque Él y el Reino se identifican. Con Jesús y en Jesús, el Reino de Dios comienza. Jesús es el Reino.
Jesús es el Evangelio.
Así lo afirma, aplicándose las palabras de Isaías relativas al Ungido, enviado por el Espíritu del Señor (Lc 4, 14.21). "Al ser él la Buena Nueva, existe en Cristo plena identidad entre mensaje y mensajero, entre el decir, el actuar y el ser. Su fuerza, el secreto de la eficacia de su acción consiste en la identificación total con el mensaje que anuncia; proclama la Buena nueva no solamente con lo que dice o con lo que hace, sino también con lo que es" (Redemptoris Missio 13).
4) ¿QUÉ ES PUES EL REINO DE DIOS?: Es la misma condición filial. Primero la de Jesús, luego la nuestra
5) El diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn 3,1-13) establece una ecuación entre Reino de Dios y Nuevo nacimiento:
"...Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo y de lo alto [ánothen] no puede ver el Reino de Dios». Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo y de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo».”
6) En este pasaje, Jesús traspone a la entrada en la Vida divina los hechos de la Entrada en la Tierra Prometida, frustrada por la incredulidad de la generación del desierto, y postergada para reservarla a una nueva generación. La generación de dura cerviz no creyó a los exploradores Caleb y Josué, que les dan buenas noticias de ella. Y sí creyeron a los exploradores acediosos, que calumniaron la tierra de Dios oponiéndole sus miedos humanos. Aquéllos hechos prefiguraban el testimonio del Nuevo explorador Jesús acerca del Padre, de la nueva generación y de la entrada en el Reino de Dios.
4) ¿QUÉ ES PUES EL REINO DE DIOS?: Es la misma condición filial. Primero la de Jesús, luego la nuestra
5) El diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn 3,1-13) establece una ecuación entre Reino de Dios y Nuevo nacimiento:
"...Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo y de lo alto [ánothen] no puede ver el Reino de Dios». Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo y de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo».”
6) En este pasaje, Jesús traspone a la entrada en la Vida divina los hechos de la Entrada en la Tierra Prometida, frustrada por la incredulidad de la generación del desierto, y postergada para reservarla a una nueva generación. La generación de dura cerviz no creyó a los exploradores Caleb y Josué, que les dan buenas noticias de ella. Y sí creyeron a los exploradores acediosos, que calumniaron la tierra de Dios oponiéndole sus miedos humanos. Aquéllos hechos prefiguraban el testimonio del Nuevo explorador Jesús acerca del Padre, de la nueva generación y de la entrada en el Reino de Dios.
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