Explicación de Fr. Divo Barsotti [4ª parte] División del Salterio La noche, la aurora, el pleno día, el Reino, la Alianza.
5.7. Tras de exponer brevemente la doctrina de la interpretación canónica de la Sagrada Escritura según Brevard S. Childs, retomamos ahora la exposición de Divo Barsotti sobre la unidad temática del Salterio. Ambos toman distancia de los estudios histórico críticos del salterio, que tampoco gozaban de la simpatía del comentarista judío cuya visión presentamos en primer lugar.
El Salterio, - nos recuerda Barotti - según el canon hebreo, se divide, como es sabido,. en cinco libros.
En el canon cristiano de la Biblia, se mantiene esta división en cinco. Pero generalmente se le asigna poca importancia. Por ejemplo, la Biblia de Jerusalén, describe tres colecciones, atendiendo a las tradiciones del Pentateuco según la investigación histórico-crítica (Yahvista, Elohista).
Es más exacto - asevera Barsotti - guiarse por la división canónica del Salterio en cinco libros, siguiendo la tradición hebrea que se funda en cinco doxologías o bendiciones con que se cierra cada uno de esos libros.
Los otros criterios de división son más propios de una aproximación literaria, filológica, histórica, que no tiene en cuenta la prioridad de la inspiración divina. Es una exégesis que se hace de espaldas a la dimensión religiosa del texto, que es la que tiene en cuenta la comunidad que lo lee e interpreta desde la fe, como ha reivindicado Brevard S. Childs.
5.8. Un drama en tres actos
Puede decirse que la unidad del Salterio es la unidad de un drama que se desarrolla en tres actos fundamentales:
1)La GUERRA entre el bien y el mal
2)El JUICIO de Dios
3)La ALABANZA
La alabanza divina está al término de la acción, es el final, el desenlace del drama. Antes, el Salterio nos hace asistir a la acción del mal, del pecado, de la muerte, que en una ruina universal parece hacer fracasar el designio de Dios. Al comienzo, Dios está como ausente de la escena del mundo, en la cual parece triunfar el poder del mal.
El primer acto del drama consiste en la visión de la angustia. La oración humilde de los que parecen estar abandonados a la fuerza del mal, introduce a Dios, misteriosa, anónima, pero realmente, en el corazón de la acción. Y la presencia de Dios, provoca el juicio. El mal es derrotado, Dios reina, el pobre, el justo, el que ha invocado al Señor, no puede sino reconocer, alabándolo, el victorioso poder divino.
Tales son los tres actos fundamentales a través de los cuales el Salterio, no solamente ve el designio divino en y sobre la historia del mundo, sino que nos hace participar activamente en esta misma historia.
Pero así como en la vida se alternan y se mezclan los procesos y en la vida interior, los consuelos, las desolaciones y las tribulaciones, las lágrimas que resultan ser bienaventuradas, el proceso tampoco es rectilíneo en los Salmos.
5.9. Barsotti titula así los cinco libros:
1º La Noche,
2º La Aurora,
3º El pleno Día,
4º El Reino,
5º La Alianza del hombre y del universo.
5.10. La división en cinco libros es esencial para la interpretación creyente del Salterio,
a pesar de que sean pocos los que reconocen o toman en cuenta su valor.
El libro I – Salmos 1-40(41) – insiste sobre todo en el poder del mal. Sin embargo, todos los temas y todos los géneros literarios del Salterio se encuentran ya presentes en este libro. Contiene Salmos de alabanza. Mal y bien van mezclados, lamento y alabanza se alternan o se combinan. Ni siquiera el mal está totalmente de un solo lado. El orante no se considera a sí mismo como enteramente inocente, salvo rara excepción. Sólo que el pecador ama su pecado mientras que el justo, por el contrario, lo confiesa y pide perdón. Los Salmos reflejan la realidad del hombre, y esa realidad es compleja.
Lo que distingue al primer libro es la experiencia universal de la noche, la experiencia universal del pecado. El justo parece abandonado. Su única fuerza es su grito, pero Dios parece estar y permanecer callado. Su única presencia, paradójicamente, este en el grito de auxilio del justo que lo invoca. Está presente su Nombre, invocado por la inocencia pisoteada, que parece llamarle sin respuesta. Un silencio que parece darle la razón al impío cuando proclama “no hay Dios” (Salmos 9, 13, 52).
La experiencia religiosa de la que da testimonio el primer libro de los Salmos es la ausencia de Dios en la agonía del justo. Aunque jamás la noche es tan profunda que no la atraviese algo de claridad. Aunque Dios no intervenga, la fe del justo es tal, que anticipa con certeza absoluta la intervención divina y la victoria.
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