"El poder que la Iglesia tiene sobre el demonio, que es el mismo poder que tenía Cristo, forma parte integral e irrenunciable - aunque frecuentemente renunciada - de su misión evangelizadora. Esta es la tesis principal de mi reflexíón en ocasión del Año de la Fe y del próximo Sínodo sobre la Evangelización y la trasmisión de la fe.
Monseñor Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro denuncia hoy la presencia diabólica en la mentalidad contemporánea y afirma que: “es un fenómeno de gran profundidad, complejidad y perversidad. Se trata de la acción del demonio que condiciona la vida tratando de socavar la fe del corazón de los hombres. De hecho, hay una presencia diabólica en la mentalidad que domina nuestra sociedad, una mentalidad sustancialmente atea, diabólica en el sentido de decir: si se quita a Dios el hombre se realiza plenamente…
El poder que la Iglesia tiene sobre el demonio, que es el mismo poder que tenía Cristo, forma parte integral de su misión… por eso se trata de dar un juicio claro sobre la presencia del mal, del demonio en la en la vida cultural y social, y acompañar a aquellos que son agredidos por el poder del demonio con un amplio y significativo camino de caridad, a cuyo término de ciertas situaciones está, de hecho, el exorcismo” (“L’Osservatore Romano” 23/24 de abril de 2012).
MI APORTE INDIVIDUAL
tiene conexión con la serie "El Demonio de la acedia" que se está emitiendo por EWTN. La ponencia que sigue la presenté en un Congreso Internacional preparatorio para la Conferencia Episcopal de Aparecida convocado en Lima por el Sodalicio de Vida Cristiana. Vuelvo a presentarlo ahora en relación con el Sínodo y el Año de la fe.
¿Cómo evangelizar la Civilización de la acedia sin reconocer el carácter demoníaco de la acedia del Príncipe de este Mundo que la impregna y la caracteriza? Los enviados a evangelizarla sin conocimiento del carácter demoníaco del fenómeno e ignorando su nombre y sus rostros han sucumbido por miles ante ese demonio que no conocían y mal hubieran podido exorcizar.
1) Jesús confiere a sus discípulos, al enviarlos a predicar, entre otros varios poderes, derramar la paz, sanar enfermos, perdonar pecados, el poder para expulsar demonios. En el discurso eclesial acerca de la nueva evangelización echo de menos referencias y doctrina explícita acerca de este aspecto de la misión de los discípulos y misioneros.
La mención del Maligno en el Mensaje Cuaresmal de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2007, resulta por eso mismo, llamativa;
aunque muchos lectores puedan previsiblemente pasarla por alto sin prestarle atención, como una pura fórmula de rigor sin particular intención docente. Es verdad que tampoco se suelen tomar en consideración, cuando se habla de la nueva evangelización, los demás componentes del envío. Por consiguiente ni se los explicita, ni se los prescribe, ni se los suele tener en cuenta en la práctica kerygmática, catequística y pastoral.
Sin embargo el Señor instituye en forma inseparable el envío apostólico con la misión del anuncio evangélico, los sacramentos (bautismo,penitencia) , anuncio evangélico y sanación de enfermos, anuncio y mendicidad apostólica, con sus implicancias de hospitalidad, y por lo tanto convivencia doméstica de evangelizadores y evangelizados.
Aquí, sin embargo quiero limitarme al aspecto de la función de exorcismo como integrante de la misión de los discípulos. Si Jesús envía a predicar con poder de expulsar demonios y de perdonar pecados es porque lo hace en el Espíritu Santo: "Recibid el Espíritu Santo, así como el Padre me envió yo os envío"
2) Pablo afirma que ha predicado a los Corintios, no solamente una doctrina expuesta con habilidad retórica, sino en ostentación de fuerza espiritual. El está convencido de que la sola ciencia hincha y solamente la caridad edifica, es decir la predicación que anuncia la fe informada por la caridad. Solamente la caridad, es decir el carisma mejor, la obra suprema del Espíritu Santo, da fecundidad a la predicación, como la da a la vida cristiana. Este principio lo aplica al caso de la inconveniencia de comer carne inmolada a los ídolos cuando esto es motivo de escándalo para los débiles en la fe: "La ciencia sola hincha, la caridad edifica. El que crea estar en posesión de la ciencia [es decir de la verdad evangélica] completa aún no comenzó a saber como conviene saber. Sólo quien ama a Dios posee la verdadera ciencia de Dios" . Y por lo tanto, sólo quien ama a Dios es capaz de anunciar el evangelio de modo que suscite, juntamente, la fe, la esperanza y la caridad, en los corazones de los oyentes.
3) La doctrina de San Ignacio de Antioquía es coincidente y confirma, a la vez que ilumina, la doctrina evangélica y paulina acerca del cómo complejo de la evangelización: "Más vale callar y ser que hablando no ser. Bien está enseñar, a condición de que, quien enseña, obre [según lo que enseña]. Ahora bien: Uno es el Maestro que "habló y se hizo" y el que, también aquéllas cosas que hizo callando, fueron dignas del Padre. El que posee de verdad la palabra de Jesús, puede también oír su silencio (esujía) a fin de ser perfecto (teleíos ). " . Se trata pues de evangelizar con "palabras y obras". Y entre esas obras, una sobre la que parece oportuno detenerse, es el poder para la expulsión de demonios.
4) San Juan explicita que ese poder espiritual procede de la caridad, es decir, del Espíritu Santo, cuando afirma que "la caridad perfecta exorciza el miedo"
5) Parece evidente que existe una relación entre el debilitamiento de la fe de muchos bautizados en algunas de las verdades reveladas, con un defecto o debilitamiento de la predicación relativa a esos artículos. Hay verdades que, no son negados explícitamente, pero que tampoco son explicitados suficientemente. Se los acepta en teoría, pero se los silencia en la práctica evangelizadora y pastoral: en la catequesis, la homilética, el confesonario, la dirección espiritual y el aconsejamiento. Han caído en el silencio, y si no los niega, los ministros de la predicación y de la enseñanza los van dejando en el dominio de lo implícito. Pero, puesto que la fe viene por el oído ¿cómo creerán si no se les predica? Entre las verdades reveladas menos predicadas están aquellos artículos de la profesión de fe relativos a la demonología, que tienen estrecha relación con la soteriología y los novísimos; la angelelogía, la vida eterna y el juicio.
No hay que extrañarse de que una omisión práctica en la predicación produzca un debilitamiento de la fe. Y que sobre la llaga de una fe herida, pululen las moscas de Belzebul, el Señor de las moscas, que son las desviaciones doctrinales, los errores, la herejía y la apostasía. Más aún, no hay que extrañarse de que ese silencio sea interpretado por quienes niegan esos artículos de fe, -tales como la existencia del demonio, y el carácter y entidad demoníaca de sus obras-, como un otorgamiento de parte de la jerarquía docente. De modo que ese silencio no suscita la fe donde no está ni pone remedio a los que ya no creen, o están en camino de dejar de creer esos artículos de fe.
Sin embargo: es innegable que Cristo vino para "deshacer las obras del diablo" y si no se sabe que el diablo existe ni cuáles son sus obras, ni se entiende bien la palabra que los discípulos y misioneros son enviados a anunciar, ni se conoce el nombre de los demonios que se oponen a su recepción y a la recepción creyente por parte de las almas. De modo que el silencio sobre estas verdades reveladas afectan gravemente la verdad revelada sobre la salvación, la verdad completa sobre la soteriología.
Un signo de ese silencio e implicitación en el discurso eclesial, incluido el del magisterio. Cuando se enumeran las dificultades para la misión de la Iglesia, o las debilidades de los mismos discípulos y ministros, la enumeración de los males se detiene antes de llegar a un diagnóstico acerca de su naturaleza espiritual. Sin embargo, todos los obstáculos para la fe, vienen del espíritu impuro, así llamado porque es opuesto al Espíritu puro, al santo.
Pero:
a) si se ignora la entidad pneumática de esos hechos, si solamente se perciben, con una mirada naturalista, como fenómenos de naturaleza pura y exclusivamente política, psicológica, social, económica, ¿cómo se los expulsará si se desconoce sus nombres, es decir su verdadera esencia espiritual?
b) esta consideración superficial lleva a un tratamiento de los síntomas que distrae de la aplicación de los verdaderos remedios, ya que a males espirituales se han de aplicar remedios espirituales.
c) Peor aún, produce reformas o intentos de reforma que queriendo limpiar la casa sin ponerla bajo la protección del fuerte, la prepara para la invasión de otros males peores. Así sucede que a los males ideológicos se le oponen recetas ideológicas y se incurre en enfoques pastorales ideologizados, con un implícito menosprecio de los medios de gracia y con total ignorancia de los niveles y formas diversas de acción del espíritu impuro, opuesto al Espíritu Santo. Recetas que han llevado a la pérdida del sentido religioso, al desmantelamiento del culto sacramental y a la demonización del orden devocional y de sus prácticas.
¿Por qué motivo se ha abandonado, por ejemplo, la recitación de la oración a San Miguel Arcángel después de la Misa, o la invocación de San José como patrono de la Iglesia Universal, que fueron medios de oración imperados por León XIII ante males semejantes de orden social y político de su tiempo, que no eran sino la fuente y el comienzo de los actuales y que tienen la misma naturaleza espiritual? Y no me refiero al hecho de que casi haya desaparecido entre sacerdotes y aún de obispos la disposición para admitir las formas más específicas y espectaculares de la acción demoníaca como es la posesión, la obsesión o las infestaciones.
Me refiero a que todos los pecados contra la caridad, contra la fe o la esperanza, como son la anónima apostasía de los bautizados que abandonan la Iglesia católica, el desafecto por la celebración del culto dominical, la creciente incredulidad, el desinterés y la indiferencia por Dios y la convicción de que se puede vivir sin él, la tibieza, la falta de esperanza en que Dios pueda hacer feliz al hombre, la inmanentización del horizonte vital que lleva a vivir de espaldas a la vida eterna y al juicio, quitándole fundamento interior a la conducta moral...
Todos esos son los espíritus impuros sobre los que Jesús comunica el poder a los que envía... Pero para expulsarlos es imprescindible reconocer su verdadera naturaleza. Si se los trata puramente como fenómenos psicológicos o como determinismos culturales ignorando su causalidad demoníaca, el evangelizador comienza a azotar el aire y a dar vueltas en círculos en la noche de su ceguera espiritual. En efecto, si se pierde de vista la relación causal que existe entre las configuraciones perversas de este mundo, como por ejemplo las configuraciones legales de la prepotente cultura de la muerte, de la droga y de la perversión moral, tienen relación de efecto a causa con la voluntad homicida del Príncipe de este mundo, entonces se deja de tener en cuenta cómo se llaman los demonios que enfrentan los discípulos y misioneros.
Para ser enviados, no es suficientes capacitar a los actuales discípulos y evangelizadores para anunciar la doctrina sana y ortodoxa. Tienen que ser enseñados a reconocer clínicamente los síntomas de los espíritus impuros, que se oponen a la acción del Espíritu santo que los envía y de quienes han de ser ministros. Felizmente, en el cuaresmal, del año 2007 SS Benedicto XVI no ha vacilado en referirse al Maligno: "Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con la ilusión de una autosuficiencia que es imposible." De vez en cuando, algo excepcionalmente los sumos pontífices se han referido a Satanás. Pero esas menciones excepcionales no han bastado para constituirse en principios prácticos de discernimiento eclesial cuando los partidarios del método del "ver, juzgar y actuar" hacen sus análisis de situación.
Por otra parte, el "mundo" y sus medios masivos de comunicación social, suelen reaccionar como ante ofensas al sentido común, cuando alguna instancia jerárquica o algún ministro de la palabra trata del tema. O cuando declara explícitamente el carácter demoníaco de ciertos hechos públicos, de la cultura, la política. Y los gritos sólo sirven para crear más confusión tras cada intento de clarificación. Esto explica que, a veces por temor a los gritos de los demonios, se prefiera no mencionarlos. Sin embargo, el ejemplo de Nuestro Señor nos convence de que hay que proclamar con más énfasis aquellos artículos de la fe que el mundo más rechaza.
En primer lugar en atención a confortar a los fieles en su fe y en segundo lugar porque la misma proclamación que suscita la auténtica caridad pastoral, obra como exorcismo. La fe de los fieles, en efecto, está más amenazada por la duda y más tentada de flaquear en la confesión o de olvidar positivamente aquellas verdades reveladas que son más rechazadas por el mundo incrédulo en el que peregrinan dispersos. Por lo cual es conveniente reduplicar la predicación y el anuncio de esas verdades, para que prestándoles oído, ejerciten su fe, y esa virtud se fortalezca en ellos por el frecuente ejercicio. De lo contrario, cuando cesan de poner actos de fe, la virtud infusa se debilita. Y sabemos que basta dejar de creer en un artículo para que tenga lugar la apostasía, es decir, el apartarse de la fe, para convertirse en opinante. Pero, en segundo lugar, la proclamación de los artículos rechazados por el mundo incrédulo, es hoy más necesaria que nunca, porque tiene, por sí misma, una virtualidad de exorcismo. Los gritos que provoca lo demuestran.
El Evangelio nos enseña que los demonios gritan, pero salen. Y que si se teme que griten se renuncia a expulsarlos. El mundo que está regido por el Príncipe de este mundo, suele ejercitar así, por temor a los gritos, una censura ya sea previa ya sea concomitante, sobre el magisterio eclesial. Logra influir en el ánimo de muchos pastores, ya sea por convicción ya sea por intimidación. Así consigue acallar la predicación pública de la Iglesia y poner sordina al discurso intraeclesial, cuando éste contradice el sentido común mundano. Si al Maestro lo acusaron de loco y atribuyeron al demonio su poder de exorcismo, no ha de extrañarse el discípulo de compartir la suerte del maestro. Sin embargo, grite lo que grite el mundo, toda obra de mentira y homicidio, proviene del Homicida desde el principio y padre de la mentira.
La música y los espectáculos masificadores y corruptores. Los lugares y los medios que despersonalizan y son ocasión de pecado para las multitudes y especialmente los jóvenes. Las discotecas. Ciertos canales de televisión: no solamente los directamente pecaminosos como son los pornográficos, sino también otros que vestidos de ciencia no pierden ocasión de confundir a los creyentes mediante mentiras vestidas de prestigio pseudocientírico. Pienso en Discovery Channel. Pienso en miembros del equipo de National Geographic. Pienso en el canal Infinito. La Iglesia ha abandonado la práctica de alertar a sus fieles sobre los peligros. Confía en la capacidad de su conciencia para discernir lo bueno y lo malo. Las consecuencias están a la vista. Engañados por miles, abandonan la fe, y la Iglesia y se van tras lobos vestidos de ovejas.
¿No es un exorcismo nombrar los demonios por su nombre y darlos a conocer? ¿No es exorcismo señalar el carácter demoníaco de tantos fenómenos que se dan por inexorables e imposibles de impedir? Un obispo amigo me dijo una vez refiriéndose a este tipo de hechos: "no se puede parar el viento con la mano". Perdón, mi querido amigo. Hemos sido enviados con poder de expulsar demonios. ¿Lo creemos? ¿Lo intentamos? ¿Será porque no lo creemos, que tampoco lo intentamos? Pero entonces ¿qué predicamos? ¿Cómo predicamos, si no creemos nosotros mismos, que Cristo vino a deshacer las obras del demonio y nos envió a nosotros confiándonos los mismos poderes que el Padre le dio?
El demonio de la indiferencia, de la tibieza, la acedia, desamor y odio a Dios. Los así llamados pecados contra la caridad no son simples hechos psicológicos y morales, su más íntima naturaleza es espiritual, demoníaca. Son espíritus antes, son tentadores, que persuaden a pecar. Como me he ocupado extensamente de mostrar las manifestaciones culturales y la naturaleza espiritual y demoníaca de la acedia, no me detendré en ella, pero quisiera aquí manifestar la necesidad de enseñar a los evangelizadores a discernir la naturaleza espiritual de la acedia, porque todos los demás espíritus contrarios a la caridad son vasallos de ese espíritu, que es propiamente el espíritu opuesto al Espíritu Santo, opuesto al amor.
Si se omite el discernimiento de lo más y más extendido y el exorcismo ante la tentación generalizada del espíritu de acedia, no es de extrañarse que haya también omisión en sus manifestaciones menos frecuentemente manifiestas aunque más espectaculares. Monseñor Andrea Gemma, obispo de Isernia-Venafro decidió ejercitar su poder de exorcista y se vio confirmado en su fe por sorprendentes resultados, que, como al Padre Gabriele Amorth lo llevaron a revisar las convicciones de fe y práctica pastoral de la Iglesia católica.
Mons. Andrea Gemma observa con dolor que "la Iglesia en crisis no usa sus armas". El obispo buscó inspiración en los textos del Vaticano II, y he aquí sus conclusiones: “Id y hojead todos los documentos del Concilio Vaticano II, [...] verificad si se habla, y cuántas veces, del demonio y de sus obras. ¿Sabíais que en aquellos dieciséis documentos, pensados y ponderados, no existe siquiera la palabra infierno, ni la palabra demonio? Increíble, pero verdadero, basta verificarlo...” (Pastoral de 1991: Las puertas del infierno no prevalecerán p. 88)
2. Él se volcó sobre los textos litúrgicos antiguos y nuevos. Y quedó estupefacto: “Siempre lamenté que en la reforma de la Misa se haya sacado aquella oración a San Miguel [Exorcismo Breve], que León XIII, no sin inspiración de lo alto, quiso que fuese recitada al final de cada celebración. ¡Muchas veces el demonio, por la voz de los posesos, hizo saber que gustó muchísimo de esa abolición! [...] ¿Qué es lo que sugirió y sugiere evitarse lo más posible, en los textos litúrgicos, la mención a Satanás, a sus nefastas intervenciones, a las consecuencias de su acción destructiva? Quien pueda, que me responda. Y con argumentos válidos, por favor. [...] Hoy la obra asesina del demonio es más evidente que nunca [...]. Entonces, no solamente no era el caso de expurgar las fórmulas deprecatorias e imprecatorias, sino de multiplicarlas y reforzarlas. Sin embargo, lamentablemente no fue así” (p. 27)".
2) Pablo afirma que ha predicado a los Corintios, no solamente una doctrina expuesta con habilidad retórica, sino en ostentación de fuerza espiritual. El está convencido de que la sola ciencia hincha y solamente la caridad edifica, es decir la predicación que anuncia la fe informada por la caridad. Solamente la caridad, es decir el carisma mejor, la obra suprema del Espíritu Santo, da fecundidad a la predicación, como la da a la vida cristiana. Este principio lo aplica al caso de la inconveniencia de comer carne inmolada a los ídolos cuando esto es motivo de escándalo para los débiles en la fe: "La ciencia sola hincha, la caridad edifica. El que crea estar en posesión de la ciencia [es decir de la verdad evangélica] completa aún no comenzó a saber como conviene saber. Sólo quien ama a Dios posee la verdadera ciencia de Dios" . Y por lo tanto, sólo quien ama a Dios es capaz de anunciar el evangelio de modo que suscite, juntamente, la fe, la esperanza y la caridad, en los corazones de los oyentes.
3) La doctrina de San Ignacio de Antioquía es coincidente y confirma, a la vez que ilumina, la doctrina evangélica y paulina acerca del cómo complejo de la evangelización: "Más vale callar y ser que hablando no ser. Bien está enseñar, a condición de que, quien enseña, obre [según lo que enseña]. Ahora bien: Uno es el Maestro que "habló y se hizo" y el que, también aquéllas cosas que hizo callando, fueron dignas del Padre. El que posee de verdad la palabra de Jesús, puede también oír su silencio (esujía) a fin de ser perfecto (teleíos ). " . Se trata pues de evangelizar con "palabras y obras". Y entre esas obras, una sobre la que parece oportuno detenerse, es el poder para la expulsión de demonios.
4) San Juan explicita que ese poder espiritual procede de la caridad, es decir, del Espíritu Santo, cuando afirma que "la caridad perfecta exorciza el miedo"
5) Parece evidente que existe una relación entre el debilitamiento de la fe de muchos bautizados en algunas de las verdades reveladas, con un defecto o debilitamiento de la predicación relativa a esos artículos. Hay verdades que, no son negados explícitamente, pero que tampoco son explicitados suficientemente. Se los acepta en teoría, pero se los silencia en la práctica evangelizadora y pastoral: en la catequesis, la homilética, el confesonario, la dirección espiritual y el aconsejamiento. Han caído en el silencio, y si no los niega, los ministros de la predicación y de la enseñanza los van dejando en el dominio de lo implícito. Pero, puesto que la fe viene por el oído ¿cómo creerán si no se les predica? Entre las verdades reveladas menos predicadas están aquellos artículos de la profesión de fe relativos a la demonología, que tienen estrecha relación con la soteriología y los novísimos; la angelelogía, la vida eterna y el juicio.
No hay que extrañarse de que una omisión práctica en la predicación produzca un debilitamiento de la fe. Y que sobre la llaga de una fe herida, pululen las moscas de Belzebul, el Señor de las moscas, que son las desviaciones doctrinales, los errores, la herejía y la apostasía. Más aún, no hay que extrañarse de que ese silencio sea interpretado por quienes niegan esos artículos de fe, -tales como la existencia del demonio, y el carácter y entidad demoníaca de sus obras-, como un otorgamiento de parte de la jerarquía docente. De modo que ese silencio no suscita la fe donde no está ni pone remedio a los que ya no creen, o están en camino de dejar de creer esos artículos de fe.
Sin embargo: es innegable que Cristo vino para "deshacer las obras del diablo" y si no se sabe que el diablo existe ni cuáles son sus obras, ni se entiende bien la palabra que los discípulos y misioneros son enviados a anunciar, ni se conoce el nombre de los demonios que se oponen a su recepción y a la recepción creyente por parte de las almas. De modo que el silencio sobre estas verdades reveladas afectan gravemente la verdad revelada sobre la salvación, la verdad completa sobre la soteriología.
Un signo de ese silencio e implicitación en el discurso eclesial, incluido el del magisterio. Cuando se enumeran las dificultades para la misión de la Iglesia, o las debilidades de los mismos discípulos y ministros, la enumeración de los males se detiene antes de llegar a un diagnóstico acerca de su naturaleza espiritual. Sin embargo, todos los obstáculos para la fe, vienen del espíritu impuro, así llamado porque es opuesto al Espíritu puro, al santo.
Pero:
a) si se ignora la entidad pneumática de esos hechos, si solamente se perciben, con una mirada naturalista, como fenómenos de naturaleza pura y exclusivamente política, psicológica, social, económica, ¿cómo se los expulsará si se desconoce sus nombres, es decir su verdadera esencia espiritual?
b) esta consideración superficial lleva a un tratamiento de los síntomas que distrae de la aplicación de los verdaderos remedios, ya que a males espirituales se han de aplicar remedios espirituales.
c) Peor aún, produce reformas o intentos de reforma que queriendo limpiar la casa sin ponerla bajo la protección del fuerte, la prepara para la invasión de otros males peores. Así sucede que a los males ideológicos se le oponen recetas ideológicas y se incurre en enfoques pastorales ideologizados, con un implícito menosprecio de los medios de gracia y con total ignorancia de los niveles y formas diversas de acción del espíritu impuro, opuesto al Espíritu Santo. Recetas que han llevado a la pérdida del sentido religioso, al desmantelamiento del culto sacramental y a la demonización del orden devocional y de sus prácticas.
¿Por qué motivo se ha abandonado, por ejemplo, la recitación de la oración a San Miguel Arcángel después de la Misa, o la invocación de San José como patrono de la Iglesia Universal, que fueron medios de oración imperados por León XIII ante males semejantes de orden social y político de su tiempo, que no eran sino la fuente y el comienzo de los actuales y que tienen la misma naturaleza espiritual? Y no me refiero al hecho de que casi haya desaparecido entre sacerdotes y aún de obispos la disposición para admitir las formas más específicas y espectaculares de la acción demoníaca como es la posesión, la obsesión o las infestaciones.
Me refiero a que todos los pecados contra la caridad, contra la fe o la esperanza, como son la anónima apostasía de los bautizados que abandonan la Iglesia católica, el desafecto por la celebración del culto dominical, la creciente incredulidad, el desinterés y la indiferencia por Dios y la convicción de que se puede vivir sin él, la tibieza, la falta de esperanza en que Dios pueda hacer feliz al hombre, la inmanentización del horizonte vital que lleva a vivir de espaldas a la vida eterna y al juicio, quitándole fundamento interior a la conducta moral...
Todos esos son los espíritus impuros sobre los que Jesús comunica el poder a los que envía... Pero para expulsarlos es imprescindible reconocer su verdadera naturaleza. Si se los trata puramente como fenómenos psicológicos o como determinismos culturales ignorando su causalidad demoníaca, el evangelizador comienza a azotar el aire y a dar vueltas en círculos en la noche de su ceguera espiritual. En efecto, si se pierde de vista la relación causal que existe entre las configuraciones perversas de este mundo, como por ejemplo las configuraciones legales de la prepotente cultura de la muerte, de la droga y de la perversión moral, tienen relación de efecto a causa con la voluntad homicida del Príncipe de este mundo, entonces se deja de tener en cuenta cómo se llaman los demonios que enfrentan los discípulos y misioneros.
Para ser enviados, no es suficientes capacitar a los actuales discípulos y evangelizadores para anunciar la doctrina sana y ortodoxa. Tienen que ser enseñados a reconocer clínicamente los síntomas de los espíritus impuros, que se oponen a la acción del Espíritu santo que los envía y de quienes han de ser ministros. Felizmente, en el cuaresmal, del año 2007 SS Benedicto XVI no ha vacilado en referirse al Maligno: "Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con la ilusión de una autosuficiencia que es imposible." De vez en cuando, algo excepcionalmente los sumos pontífices se han referido a Satanás. Pero esas menciones excepcionales no han bastado para constituirse en principios prácticos de discernimiento eclesial cuando los partidarios del método del "ver, juzgar y actuar" hacen sus análisis de situación.
Por otra parte, el "mundo" y sus medios masivos de comunicación social, suelen reaccionar como ante ofensas al sentido común, cuando alguna instancia jerárquica o algún ministro de la palabra trata del tema. O cuando declara explícitamente el carácter demoníaco de ciertos hechos públicos, de la cultura, la política. Y los gritos sólo sirven para crear más confusión tras cada intento de clarificación. Esto explica que, a veces por temor a los gritos de los demonios, se prefiera no mencionarlos. Sin embargo, el ejemplo de Nuestro Señor nos convence de que hay que proclamar con más énfasis aquellos artículos de la fe que el mundo más rechaza.
En primer lugar en atención a confortar a los fieles en su fe y en segundo lugar porque la misma proclamación que suscita la auténtica caridad pastoral, obra como exorcismo. La fe de los fieles, en efecto, está más amenazada por la duda y más tentada de flaquear en la confesión o de olvidar positivamente aquellas verdades reveladas que son más rechazadas por el mundo incrédulo en el que peregrinan dispersos. Por lo cual es conveniente reduplicar la predicación y el anuncio de esas verdades, para que prestándoles oído, ejerciten su fe, y esa virtud se fortalezca en ellos por el frecuente ejercicio. De lo contrario, cuando cesan de poner actos de fe, la virtud infusa se debilita. Y sabemos que basta dejar de creer en un artículo para que tenga lugar la apostasía, es decir, el apartarse de la fe, para convertirse en opinante. Pero, en segundo lugar, la proclamación de los artículos rechazados por el mundo incrédulo, es hoy más necesaria que nunca, porque tiene, por sí misma, una virtualidad de exorcismo. Los gritos que provoca lo demuestran.
El Evangelio nos enseña que los demonios gritan, pero salen. Y que si se teme que griten se renuncia a expulsarlos. El mundo que está regido por el Príncipe de este mundo, suele ejercitar así, por temor a los gritos, una censura ya sea previa ya sea concomitante, sobre el magisterio eclesial. Logra influir en el ánimo de muchos pastores, ya sea por convicción ya sea por intimidación. Así consigue acallar la predicación pública de la Iglesia y poner sordina al discurso intraeclesial, cuando éste contradice el sentido común mundano. Si al Maestro lo acusaron de loco y atribuyeron al demonio su poder de exorcismo, no ha de extrañarse el discípulo de compartir la suerte del maestro. Sin embargo, grite lo que grite el mundo, toda obra de mentira y homicidio, proviene del Homicida desde el principio y padre de la mentira.
La música y los espectáculos masificadores y corruptores. Los lugares y los medios que despersonalizan y son ocasión de pecado para las multitudes y especialmente los jóvenes. Las discotecas. Ciertos canales de televisión: no solamente los directamente pecaminosos como son los pornográficos, sino también otros que vestidos de ciencia no pierden ocasión de confundir a los creyentes mediante mentiras vestidas de prestigio pseudocientírico. Pienso en Discovery Channel. Pienso en miembros del equipo de National Geographic. Pienso en el canal Infinito. La Iglesia ha abandonado la práctica de alertar a sus fieles sobre los peligros. Confía en la capacidad de su conciencia para discernir lo bueno y lo malo. Las consecuencias están a la vista. Engañados por miles, abandonan la fe, y la Iglesia y se van tras lobos vestidos de ovejas.
¿No es un exorcismo nombrar los demonios por su nombre y darlos a conocer? ¿No es exorcismo señalar el carácter demoníaco de tantos fenómenos que se dan por inexorables e imposibles de impedir? Un obispo amigo me dijo una vez refiriéndose a este tipo de hechos: "no se puede parar el viento con la mano". Perdón, mi querido amigo. Hemos sido enviados con poder de expulsar demonios. ¿Lo creemos? ¿Lo intentamos? ¿Será porque no lo creemos, que tampoco lo intentamos? Pero entonces ¿qué predicamos? ¿Cómo predicamos, si no creemos nosotros mismos, que Cristo vino a deshacer las obras del demonio y nos envió a nosotros confiándonos los mismos poderes que el Padre le dio?
El demonio de la indiferencia, de la tibieza, la acedia, desamor y odio a Dios. Los así llamados pecados contra la caridad no son simples hechos psicológicos y morales, su más íntima naturaleza es espiritual, demoníaca. Son espíritus antes, son tentadores, que persuaden a pecar. Como me he ocupado extensamente de mostrar las manifestaciones culturales y la naturaleza espiritual y demoníaca de la acedia, no me detendré en ella, pero quisiera aquí manifestar la necesidad de enseñar a los evangelizadores a discernir la naturaleza espiritual de la acedia, porque todos los demás espíritus contrarios a la caridad son vasallos de ese espíritu, que es propiamente el espíritu opuesto al Espíritu Santo, opuesto al amor.
Si se omite el discernimiento de lo más y más extendido y el exorcismo ante la tentación generalizada del espíritu de acedia, no es de extrañarse que haya también omisión en sus manifestaciones menos frecuentemente manifiestas aunque más espectaculares. Monseñor Andrea Gemma, obispo de Isernia-Venafro decidió ejercitar su poder de exorcista y se vio confirmado en su fe por sorprendentes resultados, que, como al Padre Gabriele Amorth lo llevaron a revisar las convicciones de fe y práctica pastoral de la Iglesia católica.
Mons. Andrea Gemma observa con dolor que "la Iglesia en crisis no usa sus armas". El obispo buscó inspiración en los textos del Vaticano II, y he aquí sus conclusiones: “Id y hojead todos los documentos del Concilio Vaticano II, [...] verificad si se habla, y cuántas veces, del demonio y de sus obras. ¿Sabíais que en aquellos dieciséis documentos, pensados y ponderados, no existe siquiera la palabra infierno, ni la palabra demonio? Increíble, pero verdadero, basta verificarlo...” (Pastoral de 1991: Las puertas del infierno no prevalecerán p. 88)
2. Él se volcó sobre los textos litúrgicos antiguos y nuevos. Y quedó estupefacto: “Siempre lamenté que en la reforma de la Misa se haya sacado aquella oración a San Miguel [Exorcismo Breve], que León XIII, no sin inspiración de lo alto, quiso que fuese recitada al final de cada celebración. ¡Muchas veces el demonio, por la voz de los posesos, hizo saber que gustó muchísimo de esa abolición! [...] ¿Qué es lo que sugirió y sugiere evitarse lo más posible, en los textos litúrgicos, la mención a Satanás, a sus nefastas intervenciones, a las consecuencias de su acción destructiva? Quien pueda, que me responda. Y con argumentos válidos, por favor. [...] Hoy la obra asesina del demonio es más evidente que nunca [...]. Entonces, no solamente no era el caso de expurgar las fórmulas deprecatorias e imprecatorias, sino de multiplicarlas y reforzarlas. Sin embargo, lamentablemente no fue así” (p. 27)".
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