“EL GOZO DEL SEÑOR ES NUESTRA FORTALEZA” "Tomad sobre vosotros mi yugo"
13. - La fortaleza defiende la amistad Uno podría suponer que la caridad no necesitase de la fortaleza. ¿Quién puede apartarse del amor? Sin embargo, la Sagrada Escritura y la experiencia de la vida cristiana nos demuestran que la vida del creyente es un agón, un combate. Y un combate arduo, a juzgar por las cartas a las siete Iglesias en el Apocalipsis, en las que no falta el reproche, ni la promesa al vencedor.
En la defensa de las amistades humanas, la virtud de la fortaleza, defiende dos cosas: al amigo y al vínculo de amistad. La fortaleza cristiana no tiene por qué ni cómo defender a Dios mismo, si no es su gloria ante los hombres. Por eso la fortaleza cristiana concentra su lucha en preservar el vínculo mismo de la amistad con Dios.
La lucha del cristiano por alcanzar o permanecer en la amistad con Dios, es contra la carne, el mundo y el demonio. Los tres enemigos atacan y atacan precisamente la caridad, la unión con Dios.
La fortaleza cristiana se ejercita principalmente respecto del dominio y gobierno de las propias pasiones, porque ellas apartan del amor de Dios, así como los amores desordenados ["Oportet quod in talibus sint principaliter circa interiores affectiones, quae dicuntur animae passiones: sicut patet de temperantia, fortitudo et alii hujusmodi" Summa Theologica, 1ª-2ae, q. 60, art.2, c.]
"El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí" [Mateo 10,37]. Jesús afirma esto, no porque Dios sea rival celoso de nuestros amores y seres amados, sino porque nuestros amores deben ser salvados por el amor a Dios.
14. - Hupomoné: la caridad que aguanta
Los cristianos, al decir de Jesús, son como corderos en medio de lobos. De ahí que la fortaleza cristiana se ponga de manifiesto principalmente en forma de paciencia, de aguante en el sufrimiento y vaya acompañada de la oración pidiendo ser defendidos del mal "Y líbranos del malo". El nombre griego de la paciencia es: hupomoné, literalmente “permanecer firme debajo".
Permanecer, por amor, debajo de la cruz es la fortaleza propia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, y ha de ser también la de su discípulo. Dice San Agustín a este propósito: “El seguimiento de Cristo consiste en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte” [San Agustín, Com. In Ev. Johannis, Tratado 124,5.7; CCL 36, 685-687; Cfr. Oficio de Lecturas del sábado 6 del tiempo pascual.]
--------------------------- Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001
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