5. - El gozo de la amistad de predilección Después de ubicar la frase en su contexto y de explicar el sentido de la palabra jedwáh y la naturaleza religiosa de ese gozo, detengámonos ahora por un momento a meditar sobre lo que este texto puede enseñarnos. La jedwáh de la caridad es aquél gozo propio de la caridad total. Un gozo como ningún gozo, porque es ocasionado por un Bien como ningún otro bien: es el gozo de la amistad divina. Es el gozo de la amistad con Dios, que no se queda en un acto solamente espiritual sino que también. Me viene al pensamiento aquí el ejemplo del pequeño mártir cristero José Luis Sánchez del Río, de trece años, que le argumentaba a su mamacita: "nunca estuvo el cielo tan barato"[en la foto]
1) hace "exultar el corazón y la carne"
[Salmo 83,3: mi corazón y mi carne se regocijan con el Dios vivo: libbí ubesarí yerannenú 'el-'el jáy]
2) y se somatiza hasta en los huesos y en las entrañas [Salmo 51,10: exulten los huesos: tagélna 'atsamót]
Un gozo superior a todos los que producen los bienes de este mundo. Sólo el creyente que ama a Dios con todo el corazón y todas las fuerzas, - es decir no solamente con un acto puramente mental, sino con un acto del espíritu que redunda también en su alma, su carne y sus entrañas, es decir con todo su ser -, podrá permanecer adherido al Bien y triunfar y resistir en la lucha contra el mal.
Ya que sólo la caridad, es decir sólo el amor total a Dios, la ‘caridad perfecta’de San Juan [1 Juan 4,18] hace fuertes a sus hijos, los cristianos, porque los consuela, los conforta, los hace gozosos en la realización de la voluntad del Padre hasta la muerte [Mujer: ¿por qué lloras? Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia. Ed. Lumen, Buenos Aires, 1999].
Obviamente, esta caridad, gozosa por ser perfecta, y la fortaleza que redunda de ella, no son un programa sino una gracia.
Pero uno se dispone a recibir ese ciento por uno, dejando el uno. Lo que le impida correr por el camino de ese amor, para reencontrarlo salvo y transfigurado por el amor divino, con una plenitud centuplicada.
La caridad divina es un amor que se llama de predilección porque supone siempre, incesantemente, actos de elección, durante toda la vida. La elección supone que uno siempre está dejando cosas para quedarse con lo que considera más importante. La dilección supone una elección y por lo tanto un sacrificio, aunque gozoso. Se sacrifican y ofrecen cosas, pero alegremente: "laetus obtuli universa" [1 Crónicas 29,17: 'ani beyósher lebabí hitnaddábti khol-'élleh]
El que deja cosas a cambio de permanecer en la amistad con Dios y crecer en ella, puede decir como David en su Bendición y testamento: "te he ofrecido de corazón todas estas cosas y ahora veo con regocijo que tu pueblo que está aquí también te ofrece alegremente sus dones" [1 Crónicas 29,17].
A esta elección gozosa se refiere Jesús con las parábolas de la Perla preciosa [Mateo 13,45] y del Tesoro escondido [Mateo 13,44], por el que se vende todo lo que uno tiene. La caridad de predilección hace fuertes y gozosos en la renuncia, que se convierte, más que en un sacrificio, en un buen negocio.
Me viene al pensamiento aquí el ejemplo del pequeño mártir cristero José Luis Sánchez del Río, de trece años, que le argumentaba a su mamacita: "nunca estuvo el cielo tan barato".
------------------------- Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001
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