Ungido contra Ungido
5 La persecución de un Elegido por Otro
La Piedra de escándalo de los de Emaús.
(La imagen:
José vendido como esclavo
por sus hermanos )
Lo que escandalizaba a los de Emaús no eran solamente los horrores de la Pasión globalmente considerados, sino el hecho de que Jesús de Nazareth, que para ellos era un hombre de Dios en quien habían cifrado sus esperanzas de salvación, había muerto a manos de "nuestro sumos sacerdotes y magistrados" (Lucas 24,19-21).
He aquí el camino escandaloso por donde el Mesías debía entrar en su gloria: El Mesías, el Ungido, el Elegido de Dios, tenía que morir a manos de otros Ungidos, jefes de su Pueblo, del pueblo elegido por Dios como pueblo de su predilección, entre todas las naciones. No es que fuera todo el pueblo, pero sí algunas de sus autoridades, que eran lo más selecto, lo más elegido entre lo elegido. Los príncipes y magistrados, eran, a falta de rey ungido, los ungidos del pueblo ungido.
El mismo hecho lo señala San Juan cuando dice: "Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron" (Juan 1,11).
Ungido contra ungido. Es el drama de Cristo. Y sin embargo es un aspecto que no suele señalarse a pesar de su importancia y sobre el que, por eso mismo, hemos querido llamar la atención mediante estas páginas.
5.2 Ungido contra Ungido
El sufrimiento de un ungido a manos de otro, las más de las veces en forma de persecución motivada por celos o por envidia, es un hecho frecuente en las páginas del Antiguo Testamento y, como veremos, continuará sucediendo en la historia de la Iglesia, desde su comienzo en el Colegio Apostólico. Me inclino a afirmar que pertenece a las estructuras constituyentes de la historia de la salvación, desde que, por acedia del diablo, entró la muerte en el mundo. Y entró, también en el arquetipo del Paraíso, para destrucción de ungido por ungido, ruina original brindada a Adán por mano de Eva y a ambos por una criatura enemiga.
Lo que se juega en el fondo del rechazo o la oposición de un Ungido contra otro, es la desobediencia a Dios, el rechazo a Dios. Caín se amarga contra Abel a causa de un sacrificio grato a Dios. En la raíz de su ceguera y envidia por el bien de su hermano, está su ceguera y envidia por la alegría de Dios, por el agrado de Dios en la ofrenda de su hermano.
Casi siempre hay una raíz irreligiosa en los rechazos que relata la Escritura: en el odio de Caín a Abel o la envidia de los hijos de Jacob contra José, en las murmuraciones y el intento de apedrear a Moisés; en el rechazo de los Jueces, en particular de Samuel; más tarde, en el rechazo de los profetas. "no es a ti a quien rechazan sino a mi, para que no reine sobre ellos" (1 Samuel 8,7).
En el fondo del drama del Ungido contra ungido, está el rechazo de la unción y del que unge: Dios. Lo que no se acepta es la elección, o sea la gracia: "Yo hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia"(Éxodo 33,19).
Jerusalén, la ciudad de donde debe salir la luz para las naciones (Isaías 2,3; 60,1) es la que mata a los profetas y a los que le son enviados (Mateo 23,37; Lucas 13,34). Pero es el dueño de la viña al que rechazan (Marcos 12,1-12) cuando rechazan a Jesús y a los suyos (Marcos 9,37.41).
La misma idea rige el gran discurso final de Mateo 25 a la que subyace el principio de identificación entre Cristo y sus discípulos en el sufrimiento; y la caridad o envidia respecto de ellos, como unción interior, aunque ignorada, que hace de los gentiles seres probos o réprobos, según su actitud ante los ungidos.
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