El argumento del Ungido contra ungido, pertenece a la esencia de aquella consolación pascual de los de Emaús y alimentaba el fuego que sentían arder en sus corazones mientras Jesús les iba explicando por el camino este misterio a la luz de las Escrituras, cuyo evidencia les abrasaba el corazón.
2 La Consolación que dan las Escrituras
Jesús resucitado les sale al paso en el camino a los discípulos de Emaús, escandalizados por el conflicto entre los príncipes del pueblo, ungidos de Dios, y Jesucristo, también ungido, como el Mesías.
Jesús los consuela mediante la explicación de las Sagradas Escrituras, demostrándoles que, según ellas: "Era necesario que el Ungido padeciera "estas cosas" y entrara así en su gloria" (Lucas 24,26-27.44-48).
Es este un primer ejemplo magistral y ejemplar, dado por Jesús mismo, de lo que en la tradición cristiana se conocerá como "el consuelo que dan las Escrituras":
"en efecto - dice San Pablo - todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza" (Romanos 15,4).
San Ignacio de Loyola, en la cuarta semana de sus Ejercicios Espirituales, invita al ejercitante que contempla los misterios de la resurrección del Señor, a que se detenga a contemplar "el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae" (EE 224 y 303).
El argumento del Ungido contra ungido, pertenece a la esencia de aquella consolación pascual de los de Emaús y alimentaba el fuego que sentían arder en sus corazones mientras Jesús les explicaba este misterio en las Escrituras.
Pretendo aventurarme a reconstruir aquí el posible contenido de aquella argumentación escriturística de Jesús resucitado, quien los consuela explicándoles lo que había en todas las Escrituras referente a sí mismo, y mostrándoles que, en ellas, se habla de la necesidad de que el justo no solamente padeciera, sino que padeciera estas cosas, algo así.
En esta "ley del sufrimiento" que va a transformarse en "evangelio del sufrimiento", hay dos facetas que merecen ser señaladas a la atención del ejercitante, pero también de todo cristiano: una es la purificación de los justos por medio de los sufrimientos, y el valor pedagógico de las pruebas y tribulaciones. Otra es una forma particular y específica de la tribulación: la persecución de un elegido a manos de otro elegido, el sufrimiento que un ungido infiere a otro ungido.
Vamos a ocuparnos en ésta y subsiguientes entradas, de exponer ambos aspectos.
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