A pedido de Edita y de otros amigos, voy a dedicar algunas entradas a los “sentidos bíblicos”. ¿Cuál es el sentido de un texto bíblico? ¿Es el que le da el lector? ¿O es el sentido que quiso darle y le dio el que lo escribió? ¿Quién es el que tiene la inspiración divina para entender lo que Dios quiere decir en un texto bíblico? ¿Basta con quedarse en lo que “el texto me dice a mí”? Ya con estas preguntas se sugieren las respuestas. Algunos pretenden que el lector tiene el Espíritu Santo y que por lo tanto entiende las Sagradas Escrituras por sí mismo y sin otra ayuda que la del Espíritu Santo, pues éste le hace entender lo que lee. Este es un error de Lutero y de muchos protestantes. Pero hoy se extiende también en muchos ambientes católicos interesados por el estudio de las Sagradas Escrituras, como son los grupos bíblicos. Por eso conviene despejar este error exponiendo la recta doctrina de la fe acerca de la interpretación de las Sagradas Escrituras.
Constitución Dei Verbum del Vaticano II La parte de la doctrina católica que se ocupa de la recta interpretación de la Sagrada Escritura se llama Hermenéutica. A ella le corresponde también una rama de la ciencia teológica que se conoce por el mismo nombre: Hermenéutica. La doctrina hermenéutica de la Iglesia católica acerca de la interpretación de la Sagrada Escritura está expuesta resumidamente en la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, en el numeral 12 que dice así:
Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura "Habiendo, pues, hablando Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
[ley del texto: momento exegético] Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
[ley del contexto: momento hermenéutico] Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios". [Dei Verbum 12]
Si leemos con atención este texto, veremos que despeja los errores acerca de la acción diversa que le toca al Espíritu Santo en el escritor sagrado y en el lector de la Sagrada Escritura. En ambos actúa el Espíritu Santo. Pero de diversa manera. Al Escritor sagrado, el Espíritu Santo le confiere un carisma: la Inspiración. Este carisma es exclusivo suyo, no lo tiene el lector. Por el carisma de la Inspiración el autor sagrado escribe todo y solamente lo que Dios quiere que escriba para hablarnos a través de sus escritos. En cambio, el lector de las Sagradas Escrituras, no tiene ni siempre ni necesariamente, la ciencia y las gracias necesarias para entender lo que dijo Dios a través del autor sagrado. El lector tiene que tener, primero que todo, la fe católica, que incluye la fe en que las Sagradas Escrituras no son palabra puramente humana, sino palabra de Dios en palabras humanas. Pero además, debe leer la Sagrada Escritura en gracia, con humildad, en el mismo Espíritu con que fue escrita. Atendiendo al contexto total: a) literario [toda la Sagrada Escritura]; b) histórico [la Tradición viva de toda la Iglesia] y c) de la doctrina de la fe [analogía de la fe].
La doctrina católica sobre el sentido divino de las Sagradas Escrituras dice que: quien - inspirado por Dios - dice todo y solamente lo que Dios quiere que diga es el escritor del texto [ = hagiógrafo],. Por eso, el lector de las Sagradas Escrituras, para saber lo que Dios quiere decir en ese texto, no puede conformarse con el sentido obvio, inmediato, que tiene para él. Tampoco la entiende si le adjudica o cuando le adjudica sentidos que a él se le ocurre que pueden tener, pero que no son acordes con la fe [sentidos acomodados] o que se refieren a realidades ajenas a la intención del autor inspirado [sentidos traslaticios: psicológicos, de autoayuda, puramente morales, etc.] En otras palabras: el lector no puede hacerse dueño del texto, ni usarlo para decir sus propias ideas. Como suele decirse “lo que este pasaje me dice a mí”. Debe averiguar lo que el autor inspirado quiso decir y dijo. Y para eso no puede desentenderse de lo que la Iglesia ha creído y entendido siempre.
“El gran desafío para aquellos de nosotros que queremos tomar las Sagradas Escrituras en serio, es dejar que nos enseñe sus categorías esenciales propias, y después, pensar nosotros con ellas, en lugar de pensar acerca de ellas” [Abraham Heschel]
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