Respuesta: -- ¡PUEDEN
EXPRESAR SU OBEDIENCIA FILIAL PRECISAMENTE ABSTENIÉNDOSE DE LA COMUNIÓN! Y ASÍ
PONERSE ANTE EL PADRE RECONOCIBLES COMO HIJOS VERDADEROS.
P. Horacio Bojorge
S.J. (Montevideo)
Para dar esta respuesta a aquella pregunta es necesario
aclarar los presupuestos bíblicos desde donde se puede decidir sobre esta
cuestión. Como dice el exegeta jesuita Juan de Maldonado (1533-1583): “No sería
menester explicación a no ser por la acalorada disputa que algunos traen sobre
ella. Porque la diversidad de explicaciones hace inabordable el texto bíblico cuyo
sentido es patente de suyo” (p. 61). Y también amonesta: “Nada tan impropio e
indigno de la majestad de las Sagradas Escrituras como el imprudente abuso del
ingenio en su exposición” (p. 62). Y también “No puedo disimular el enojo que
me causan estas sutilezas agudísimas, curiosas y temerarias en el interpretar
la Sagrada Escritura y quisiera contagiar a mi lector con mi enojo. Nada más
peligroso que condescender con la petulancia del ingenio” (p. 91). [Juan de
Maldonado Comentarios al Evangelio de San Juan, Citas según la edición
Biblioteca de Autores Católicos, Madrid 1954]
La pregunta no es, como al parecer en muchos casos se está
planteando, acerca de la opinión de unos hombres acerca de otros hombres, sino
de la opinión de Dios Padre mismo acerca de la situación de estos bautizados y
de si pueden acceder a comulgar en la santa misa.
En la discusión se echan de menos ciertos fundamentos
comunes en la interpretación bíblica, sin los cuales los mismos textos pueden
ser estirados en un sentido u otro mediante ingeniosas explicaciones,
alejándose del sentido obvio desde siempre para la Iglesia. Explicaciones que
en ciertos casos se vuelven contra el sentido general de la revelación bíblica
tal como la ha entendido durante dos
milenios la tradición y explicado el magisterio y han entendido y vivido los
santos pastores y fieles.
Por eso parece fundamental partir de la teología bíblica de la justicia y de quién es justo a los
ojos de Dios. Por lo que me atrevo a ofrecer este aporte como marco de
referencia o eje de coordenadas para ubicar la cuestión.
LA JUSTICIA FILIAL Y EL
REINO DE LOS CIELOS
1) "Porque os digo que, si vuestra justicia [la filial] no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mateo 5, 20).
Este texto muestra una relación entre la justicia filial y
el Reino de los Cielos. ¿Qué tipo de relación es? Se trata de una misma
realidad con dos nombres según se la considere desde distintos aspectos. Ambas
expresiones se refieren a la misma realidad: "la condición filial": el Reino se refiere al ser hijo (esse), la Justicia al obrar es
decir vivir como hijos (agere).
Jesucristo ha dicho antes “no he venido a abolir sino a dar
cumplimiento”; ahora explica que viene a dar cumplimiento a la ley y los
profetas ¿cómo? yendo más allá y excediéndolos. Es decir enseñando el camino de una justicia mayor, claramente excedentaria de la anterior. Por eso
siguen seis “habéis oído que se dijo... pero YO os digo”.
Pero ¿qué se entiende
por ser justo y por justicia?
Justicia
2) En las Sagradas Escrituras se le dice justo [tsadik,
dikaios] al hombre grato a Dios.
Quién le es grato lo
dice Dios. No lo dice, menos aún lo decide, el hombre. Es Dios quien
encuentra y declara justo al justo. No se trata, por lo tanto, de lo que puedan
juzgar u opinar los hombres acerca de alguien, menos aún de lo que el hombre pueda juzgar acerca de sí
mismo, sino de cómo lo considera Dios.
Para que sepamos lo que Dios considera grato a sus ojos y en
quién se complace y considera justo es necesaria una revelación del Señor. Sólo
el Hijo nos pudo revelar quién es grato al Padre por vivir como el Hijo, por
vivir como hijo.
3) San Pablo afirma "A mí lo que menos me importa es
ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí
mismo! Es cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo
justificado (dedikaiomai). Mi juez es el Señor" (1ª Cor 4,3-4).
4) El hombre vive, pues, ante el juicio de Dios. Él es su
creador y sólo Él es quien puede decir si vive como creatura según las diversas
manifestaciones y revelaciones de su voluntad en las diversas alianzas.
Una es la justicia [tsedakáh, dikaiosyne] de Adán y su Mujer
en el Paraíso. Otra la justicia pre-diluviana de Noé. Otra la justicia de
Abraham. Otra la de Moisés. Una la justicia de los escribas y fariseos, otra la
justicia filial proclamada por Jesucristo. De modo que – ¡nótese bien! – el
término ‘justicia’ no es unívoco en los distintos casos. En cada caso el hombre
resulta grato a Dios por un motivo y una situación histórica diversa. Y en cada
dispensación de Alianza, Antigua o Nueva, hay una revelación acerca de quién
resulta grato a los ojos de Dios, según su corazón y sus obras.
5) De Revelación en Revelación, de Alianza en Alianza, de
dispensación en dispensación y de ley en ley, se progresa hasta llegar a la
justicia filial: "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios
en el pasado a nuestros Padres; en estos últimos tiempos nos ha hablado por
medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo
todos los mundos" (Hebreos, 1,1-2). Al avance en la manifestación de Dios
y su voluntad corresponde un avance en la justicia de los que le son gratos,
hasta culminar en la justicia del Hijo, que es reflejo fiel de la justicia
divina.
De modo que al banquete de la Nueva Alianza corresponde una
justicia de la Nueva Alianza como condición para participar en él.
Carácter concreto y
personal de la justicia bíblica
6) En los textos bíblicos, el concepto de justicia es, pues, derivado de la contemplación de los
arquetipos de hombres justos concretos. Lo principal es el ejemplo de los
justos. Para los autores inspirados, es más importante el ejemplo concreto, el
arquetipo, que la idea abstracta. Por eso, la Sagrada Escritura nos brinda una
galería de hombres que Dios ha hallado y declarado justos, desde Abel hasta
Cristo. La reflexión sapiencial, sin despegarse de los arquetipos concretos que
le ofrecen el Pentateuco y los libros históricos y proféticos, reflexionará
sobre la justicia de los justos.
Justicia: escucha,
obediencia
7) La justicia bíblica es por lo tanto, en el hombre justo concreto y arquetípico, la
capacidad para abrirse a la revelación divina que ocurre por la Palabra y
comportarse religiosamente ante Dios, de manera que le sea grato. Cuando Dios
habla, el hombre es invitado a escuchar la Palabra con fe y a actuar en
consecuencia. "El justo vive en su fe" dice Habacuc (2,4 retomado por
Hebreos 10, 38 y Gálatas 3, 11: "El justo vive de fe").
Pablo expresa en otro lugar esta íntima relación entre fe y
vida-obediente que hace justos a los hijos: "Porque en él [en el
evangelio] se revela la justicia de Dios de fe en fe" (Romanos 1, 17)
8) De ahí las invitaciones a escuchar que son sinónimas de
invitaciones a obedecer: Abraham creyó y su fe le fue reputada por justicia
(Génesis 15, 6); después, Abraham obedeció cuando se dispuso a sacrificar a su
hijo (Génesis 22,12).
9) El pueblo de Dios es invitado a escuchar y obedecer
cumpliendo el decálogo: "Escucha Israel" (Deut. 6, 4).10) Es justo,
para Dios, el hombre que escucha la palabra de Dios y la cumple. Como le dice
Jesús a la mujer que proclamaba dichosos "el seno que te llevó y los
pechos que te amamantaron": "Bienaventurados más bien los que
escuchan la palabra de Dios y la guardan" (Lucas 11, 28). Enderezando la
alabanza de la mujer, Jesús proclama bienaventurada, justa, a su madre, por
haber escuchado, guardado en su Corazón y cumplido la Palabra que se le
dirigió.
La palabra de Jesús
es la palabra del Padre: Él mismo es el Verbo del Padre
11) En el Nuevo Testamento, o nueva Alianza, o Alianza filial por ser sellada en la sangre del
Hijo Único, Dios habla por medio de su Hijo - su Verbo hecho hombre - y somos
invitados a escucharlo, creerle y vivir según sus enseñanzas: "Este es mi
hijo amado, escuchadlo" (Marcos 9,7 y paralelos).
12) Escuchar la Palabra de Dios y obedecerle poniéndola en
práctica, es, según Jesús, la forma de entrar en parentesco con él, haciéndose
hijo con el Hijo: "Quien cumpla la voluntad de Dios [mi Padre], ése es mi
hermano, mi hermana y mi madre" (Marcos 3, 35; ver Mateo 12, 50; Lucas 8,
21).
13) Jesús habla solamente lo que le oye decir al Padre:
"El [Padre] que me ha enviado es veraz y lo que oigo de Él es lo que hablo
al mundo" (Juan 8, 26). "Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el
Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar" (Juan
12, 49)
14) Por lo tanto exige que sus palabras sean escuchadas y
cumplidas como Palabras del Padre: "Todo el que oiga estas palabras mías y
las ponga en práctica será como el hombre prudente que edificó su casa sobre
roca... el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica es como el
hombre insensato" (Mateo 7, 24-26)
Él es nuestra
justicia
15) A partir de Jesucristo, la justicia, es decir lo que
Dios mismo considera grato consiste en escuchar al Hijo que nos comunica la
voluntad de Dios como Padre amoroso y nos enseña, yendo adelante con su
ejemplo, a obedecerle gozosamente como hijos amorosos.
16) En esto consiste la justicia filial, a la que Jesús se refiere como "vuestra" justicia cuando habla a sus discípulos.
17) La nueva justicia filial está personificada en Jesucristo: perfecto arquetipo filial. Así lo
dice Pablo: "De él [de Dios Padre] os viene que estéis en Cristo Jesús, al
cual hizo Dios [Padre] para vosotros sabiduría, justicia, santificación y
redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe se gloríe en
el Señor" (1ª Cor. 1, 30-31).
18) Por eso los Apóstoles pueden referirse a Jesucristo como
el Justo: "vosotros rechazasteis al Santo y al Justo" (Hechos 3, 14)
VUESTRA JUSTICIA
19) Hemos llegado así a la plenitud de la revelación de la
voluntad de Dios y a la perfecta
justicia. La de su Hijo Jesucristo. "Y hubo una voz del cielo: 'Tú eres mi
hijo amado en ti me complazco' (Marcos 1, 11). "Y vino una voz desde la
nube: 'Este es mi hijo amado, en quien me complazco: escuchadlo" (Marcos
9, 7). “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23, 46)
20) Pablo enseña que el beneplácito
de Dios, o sea la voluntad de Dios, lo que agrada a Dios Padre de Jesucristo,
se ha revelado por Nuestro Señor Jesucristo y que ha elegido a los creyentes
desde antes de la creación del mundo, con un designio eterno:
"eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad" (Efesios 1, 5).
Hijos agradables al
Padre: La justicia filial
21) Todo el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7) puede
considerarse como una amplia descripción de cómo es y en qué consiste la vida filial, por lo tanto, la justicia filial. Lo que es grato al
Padre, para considerar que alguien vive
como hijo, conforme al modelo de su Hijo bien amado, en quien Él tiene toda su
complacencia.
22) Estamos pues invitados a la justicia filial. Esta es la
nueva y definitiva justicia, insuperable e insuperada a los ojos de Dios: ser
hijos como el Hijo, hijos en el Hijo: obedientes como el Hijo, glorificadores
del Padre como el Hijo, en todo semejantes a Cristo y al Padre: en la
perfección de la caridad, en la misericordia, en la santidad.
23) Veamos algunas características de esa justicia filial,
que ha de ser la nuestra si es que queremos ser gratos al Padre, viviendo como
el Hijo, viviendo como hijos.
24) A esta nueva justicia se ingresa por la re-generación,
la palingenesía: "Vosotros, los
que me habéis seguido en la regeneración" (Mateo 19, 28). Seguir a Jesús
no es simplemente aprender una doctrina, es seguirlo por el camino de la divina
regeneración. Su vida humana espeja temporalmente lo que es la generación
eterna. Y nos ofrece una participación en esa comunión de vida.
25) Así lo explica Jesús a Nicodemo: "Jesús le
respondió: En verdad, en verdad te digo, el que no nazca de nuevo y de lo alto,
no puede ver el Reino de
Dios"... "el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Juan
3, 3.5). Como se ve, para Juan el Reino
de Dios es también equivalente a la condición
filial. Del ser se sigue el obrar, y el obrar manifiesta al ser.
Por eso la admisión a la comunión eucarística exige un
actuar, una biografía determinada.
26) Hemos dicho que ésta es la justicia a la que Jesús
designa, hablando a sus discípulos, de vuestra
justicia: "Porque os digo que, si vuestra
justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
Reino de los Cielos" (Mateo 5, 20) "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis trato de hijos [misthós: la recompensa es el mismo trato
de hijos] de vuestro Padre que está en
los cielos" (Mateo 6, 1).
27) Esta justicia es motivo, es cierto, para que unos los
persigan, como anuncia la octava bienaventuranza (Mateo 5, 11), pero también es
motivo para que otros, viendo “vuestras
buenas obras”, es decir, las obras filiales,
las que el Padre les da a hacer, glorifiquen a vuestro Padre (Mateo 5, 16). La justicia filial y aún la gloria
filial, tienen por fin glorificar al Padre: Toda lengua proclame que Jesús es
Señor, para gloria de Dios Padre"
(Filip. 2, 11).
Justicia filial y
bienaventuranza.
Pareciera que la discusión sobre la admisión a la comunión
de los divorciados y vueltos a casar, agitara un asunto de la gloria humana de
ellos ante los hombres y no de la gloria del Padre.
28) Las bienaventuranzas son un retrato del Hijo, y de sus
discípulos, porque éstos aprenden del Hijo a vivir como Hijos. Son por lo
tanto, en alguna medida, el retrato hablado de la justicia filial.
29) La primera y la octava bienaventuranza, de manera
particular, proclaman que, quienes las viven ya están la posesión del Reino, es decir, ya son hijos, porque viven
la justicia filial, y porque son, por eso mismo, considerados justos por el
Padre: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mateo
5, 3); "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia la filial) porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mateo 5, 10). De ellos es, en presente, el Reino de los Cielos.
Justicia filial y
pobreza de espíritu
30) Ellos son pobres de espíritu, porque, recibiéndose
gratuitamente del Padre por generación continua y eterna, no son dueños de sí
mismos, todo lo reciben del Padre y lo reconocen como recibido, no
considerándose dueños de nada, sino reconociendo el dominio del Padre:
"¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte
como si no lo hubieras recibido?" (1ª Cor
4,7). Quien puede gloriarse y debe ser glorificado es el Padre, y tú le
has de dar la gloria a Él de quien todo lo recibes, pues te engendra y da la
vida, te inspira obras y palabras y en todo te precede con su gracia.
31) De ahí que los hijos viven teniéndolo todo, pero no
poseyendo nada (2ª Cor 6, 10). Todo es
suyo, menos ellos mismos, porque son de Cristo y Cristo tampoco se pertenece a
sí mismo, porque es de Dios (1ª Cor 3,
21-23). No hay motivo de gloria propia.
Persecución por causa de la justicia filial
32) Jesús y sus discípulos son perseguidos por causa de la
justicia filial. La están viviendo ya y están sufriendo la persecución que ella
acarrea. Por tanto son justos ya, a los ojos del Padre.
La octava Bienaventuranza anuda en sí, la persecución, el
Reino y la justicia filial.
De los que son como ellos, dice Jesús: "Vosotros sois
los que habéis permanecido conmigo en mis tribulaciones" (Lucas 22, 38).
"Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; (Juan 15,
20).
33) Esta Bienaventuranza, como se ve, anuda en sí la
justicia filial, la persecución y el Reino. Como dirán los apóstoles: "Es
necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de
Dios." (Hechos 14, 22).
La nueva justicia
filial supera la antigua y la lleva a su cumplimiento ¡excediéndola!
34) Jesús mismo distingue la justicia filial de otras formas
anteriores de justicia que él viene a superar llevándolas a su cumplimiento o
perfección: "Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de
los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mateo 5,
20).
35) Esta superación de una justicia por otra consistirá en
la participación en la perfección de la Caridad del Padre. Esta es la medida de
la nueva justicia: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial"
(Mateo 5, 48). Pero la excedentariedad
de la justicia filial la diferencia de todas las anteriores y no permite equipararlas
como si fueran ambas compatibles con la novedad de la justicia filial. Si la
nueva justicia no excede a la anterior, no introduce en el Reino, no introduce
en la dimensión filial.
36) Todo el pasaje entre los versículos 5, 20 a 48 repite
una y otra vez el contraste entre una justicia y otra dando ejemplos de cómo la
justicia filial debe superar a la de los escribas y fariseos: Habéis oído que
se dijo... pero yo os digo (Mateo 5, 21-22. 27-28. 31-32. 33-34. 38-39 43-44).
37) Parece que el común denominador de todos estos hechos
que Jesús enumera, es que la nueva justicia consiste en renunciar a lo que se
opone a la perfección de la caridad, al amor perfecto: la ira, la contumelia,
la lujuria, el divorcio, el juramento falso, la mentira, la violencia aún en
defensa propia, el rencor o la ira contra los enemigos. La nueva justicia se
realiza en los hijos por una más radical renuncia [las renuncias bautismales] a
todo lo que se opone al amor perfecto, en vistas a la divina regeneración y
filialización. Esto los hace gratos, justos, a los ojos del Padre.
La justicia filial:
vivir de cara al Padre como el Tú principal y recibirse de Él
38) "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa [misthós
= trato de hijos] de vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 6, 1).
En la sección que encabeza esta advertencia solícita del Hermano mayor, la
justicia filial se manifiesta en que el Tú principal para el discípulo, ha de
ser el Padre. Esto lo libera al justo
cristiano de la esclavitud de la opinión humana (la gloria que dan los hombres).
Ya lo vimos en Pablo 1ª Cor 4, 4)
39) Limosna, oración y ayuno son un trípode religioso y de
la piedad que conocen también el Islam y el Judaísmo. Lo característico del
cristiano es que realizando estas obras de piedad y religión de cara al Padre y
en lo secreto, es filializado, engendrado
en ellas.
40) A quien practique estas cosas de cara al Padre y en lo
secreto, el Padre "le dará de Sí" (apodósei). Prefiero traducir así este verbo que muchas versiones
traducen premiará o recompensará. Casi todas las versiones corrientes hacen
pensar en algo ajeno a la condición filial misma. El verbo apodósei, "dar de, o desde" me sugiere que lo que da el
Padre, es de Sí mismo, la vida, la perfección de la caridad, la misericordia,
la santidad, la conciencia filial misma. Ningún otro premio ni recompensa [misthós
= trato de hijo] que el mismo vínculo filial paterno y la misma vida divina
infundida y transformante de:1) la acción misericordiosa (eleemosyne) 2) de la intimidad
filial expresada en la oración (filial: el Padre nuestro) y 3) del dominio de las
pasiones (ayuno y renuncias bautismales).
Conclusiones
La esencia de la identidad filial está en la sujeción de la
voluntad propia al beneplácito del Padre. Los que llevan vida de hijos son los que sujetan su vida a esa voluntad
expresada en los mandamientos y las enseñanzas del Hijo. Hay bautizados que a
consecuencia de los tiempos de su ignorancia o rebeldía, son actualmente
rehenes de decisiones irreversibles y están en una situación contraria a la
voluntad del Padre. Las culpas pasadas los han dejado sujetos a penas entre las
cuales se cuenta el no acercarse a comulgar. Ellos, sin embargo, pueden
manifestar su deseo de sujetarse a la voluntad del Padre precisamente en eso
que pueden hacer: abstenerse de comulgar.
Unos hijos expresan su fidelidad y obediencia comulgando.
Los otros pueden expresar su obediencia filial, absteniéndose de comulgar para
complacer y glorificar al Padre en sus vidas y vivir como hijos en la
aceptación voluntaria, ¿y por qué no? gozosa
de esa pena.
Acude a mi pensamiento el pasaje de 1º Reyes, 3, 16-28, que
narra el juicio de Salomón en el caso de las dos prostitutas que reclamaban un
niño. Es la madre la que renuncia a tener el niño para que el niño viva.
Creo que Salomón reconocería al verdadero hijo en aquél que
renuncia a sentarse a la mesa y a comulgar por amor al Padre y a sus demás
hermanos, porque se reconoce excluido debido a su estado de vida actual en el
que vive como rehén de decisiones pasadas.
Es verdadero hijo el que en semejante situación, pone por
encima de la comunión litúrgica, el vínculo del hijo arrepentido ante su Padre
y se excluye a sí mismo por consideración al Padre y a sus demás hermanos. En
esa postergación de su propia voluntad a la del Padre, este tal se configura
con el Hijo en el Huerto. ¡Amor filial quiere el Padre y no comuniones! En
cambio, el que reclama para sí la "gloria pública" de la comunión, sin respetar el
criterio, la voluntad ni la gloria del Padre ¿está en comunión de actitud con el Hijo y puede, sin incurrir en
hipocresía, "comulgar", es decir tenerse por sí y ante sí como hijo obediente?
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