INSPIRACIÓN Y VERDAD DE
LA SAGRADA ESCRITURA
Algunas impresiones sobre el reciente documento de la
Pontificia
Comisión Bíblica[1]
I – Introducción
Que se reúnan diferentes e internacionales expertos en
Sagrada Escritura y que a lo largo de cinco años se dediquen a profundizar
alguno de los tantos problemas, que surgen sea a personas individuales o a
grupos y comunidades, para ofrecer finalmente, como resultado de tanto trabajo,
pistas de orientación, es un acontecimiento, del que nos venimos beneficiando,
especialmente desde que Pablo VI conformó la Pontificia Comisión Bíblica con
sus actuales estatutos postconciliares[2].
En
esta serie de válidos aportes se inscribe el reciente documento, sobre el cual
intentaremos ofrecer algunos comentarios.
2 – Principales temas
Como lo indica su título, la publicación consta de dos
partes fundamentales: 1º: Inspiración de la Biblia y 2º: su verdad: clásicos
temas para todo aquel que haya tenido que ofrecer el curso de Introducción
General a la Sagrada Escritura.
Como
capítulo conclusivo se proponen interesantes consideraciones sobre “La
interpretación de la Palabra de Dios y sus desafíos”, enfocando los problemas o
dificultades más salientes, que se plantean respecto al segundo tema: la verdad
de la Palabra de Dios, como ser: las discusiones actuales sobre la historicidad
de diferentes épocas en la “Historia salutis”(desde la época patriarcal hasta
los relatos pascuales), o perplejidades que surgen, por ejemplo, ante la
“violencia en la Biblia”, “plegarias de venganza” o “el estado social de la
mujer”.
Dado
que nos detendremos especialmente en algunos puntos de la primera sección
(Inspiración), es justo destacar las lúcidas visiones de conjunto y enjundiosos
compendios sobre los aportes específicos acerca de los Sinópticos, Juan,
Hechos, Pablo, Hebreos y Apocalipsis. Es también muy clarificador el desarrollo
del proceso de formación literaria y constitución del canon de ambos Testamentos
(Iª Parte, conclusión).
3 - La primera sección
Con todo, en la parte que indaga sobre lo más propio y
original de la Biblia: libro que tiene dos autores, siendo Dios el principal,
según el pobre entender de quien esto escribe, se dan procedimientos, que
pueden dar lugar a algún que otro cuestionamiento.
Ya en
el “Prefacio”, el Card. G. Müller anuncia que: “se debe constatar, ante todo
que raramente los escritos sagrados hablan directamente de inspiración (cf. 2 Tim 3, 16; 2 Pt 1, 20 – 21), pero muestran continuamente la relación entre sus
autores humanos y Dios y expresan en tal modo su proveniencia de parte de Dios”[3].
A lo
cual se puede comentar, que, ambos pasajes (2 Tim y 2 Pt) se refieren
obviamente al Antiguo Testamento, ya que todavía estaba en curso la composición
y compilación completa el Nuevo Testamento. Con todo, bien se podría haber
notado simultáneamente (no sólo a raíz de la historia del canon, como se
recordará efectivamente, mucho más adelante: p. 101), cómo 2 Pt ya colocaba a
la misma altura que “las otras Escrituras” a los escritos de Pablo: “En ellas
(cartas de Pablo) hay ciertas cuestiones difíciles de entender, que los
ignorantes e inestables tergiversan como
hacen con las demás Escrituras (resaltado por mí) para su propia perdición”
(ibid., 3, 16).
Con
todo, es verdad que faltan más testimonios explícitos que extiendan el carácter
de “Escritura inspirada” a gran parte del resto
en el Nuevo Testamento (Los cuatro Evangelios, Hechos, etc.).
Se
echa en falta, pues, en este documento, el recurso habitual en toda
Introducción General a la Sagrada Escritura, a la Tradición de la Iglesia, como
único criterio fundante del hecho de la inspiración de “toda” la Biblia. Paso,
que ha de suponerse establecido ya antes, en la Teología fundamental, dentro de
la cual ha de ubicarse el establecimiento del dato de la inspiración bíblica.
De lo contrario, no se evita la sospecha de “círculo vicioso”: demostrando la
autoridad de la Biblia por la misma Biblia[4].
4 – Cuestión de orden
Por otra parte, precisamente, al tratar más adelante,
detenida y muy claramente las dos citas, que expresamente afirman el carácter
inspirado de las Escrituras del Antiguo Testamento, se afirma expresamente:
“Para la relación entre el Antiguo Testamento y el testimonio apostólico es
importante el hecho – común a 2 Tm y
2 Pt – que los autores hablan de las
<Escrituras> después de haber aludido a la propia obra apostólica. Pablo
menciona antes su enseñanza y vida ejemplar (2 Tm 3, 10 – 11) y después el papel de las Escrituras (3, 16 – 17).
Pedro presenta su cualidad de testimonio ocular y auricular de la
transfiguración (2 Pt 1, 16 – 18) y
se refiere después a los antiguos profetas (1, 19 - 21). Ambos textos muestran que
para los cristianos el contexto inmediato para la lectura e interpretación de
las Escrituras inspiradas (del Antiguo Testamento) es el testimonio apostólico.
De allí se deduce que también éste último debe ser entendido como inspirado”[5].
Opinamos
que tales consideraciones, que ponen de relieve, la previa predicación o
tradición apostólica, deberían haber presidido toda la indagación y no verlas
ubicadas casi al final de la primera parte[6].
Por lo
mismo, se hace saber dos veces, que el término “inspiración” o palabras
similares, son extremamente raras, sobre todo en el Antiguo Testamento.
No
obstante, con mucha frecuencia, en los comentarios, en especial del Antiguo
Testamento, muy fácilmente se da el paso de la “proveniencia de algún escrito
por parte Dios” a su comunicación “inspirada” por el mismo Dios[7].
5 – Distinción de carismas
Ahora bien, ya considerando sólo racionalmente
situaciones análogas, no es lo mismo el contenido (noticia, mandato, reflexión,
etc.), que su expresión.
Tomemos,
por ejemplo, el caso de un embajador. Recibe de su nación un mensaje a
comunicar a otro país, pero después lo transmite con sus propias palabras. Por
cierto que el objetivo del envío “dimana” del rey, presidente o gobernante,
pero el modo de presentarlo es obra propia del enviado. Su(s) superior(es) no
es (son) “autor(es)” de la manera concreta en que ha sido formulada la misiva.
Análogamente
se ha distinguido siempre “la revelación” o procedencia de Dios de alguna
verdad u orden a ejecutar, de la manera concreta, con que es transmitida. Se
trata de dos carismas diferentes: la manifestación sobrenatural (contenido proveniente
de Dios) y su comunicación “inspirada”, o sea: compuesta no sólo con los
recursos humanos (intelectuales o prácticos), sino también con tal intervención
divina en la entrega del mensaje (oral = profetas o escrita: hagiógrafos), que
Dios mismo resulta ser autor, no ya sólo del mensaje, sino también de su
expresión.
6 – Ejemplos
Tratando de las “revelaciones privadas”[8],
nos recuerda A. Royo Marín: “Acontece con mucha frecuencia en tales
revelaciones que la actividad intelectual de quien las recibe, sus
conocimientos naturales y hasta sus preocupaciones teológicas o científicas
contribuyen poderosamente a la formación de ciertos detalles del cuadro,
episodio o discurso revelado, alterando su verdadero sentido o introduciendo
elementos humanos en mezcla con los divinos. Muchas veces estas alteraciones
son debidas indudablemente a los
editores y amanuenses o copistas. Y así
acontece, v. gr. que las revelaciones de Santa Catalina de Siena, dominica,
coinciden totalmente con la doctrina de Santo Tomás y las de la Venerable María
de Agreda, franciscana, favorezcan casi siempre la doctrina de Escoto”[9].
Tampoco
habrá quien niegue que un dogma definido, ya por un Concilio Ecuménico ya por
el Papa “ex cathedra”, “proviene de Dios”. Sin embargo, tan importante
pronunciamiento, no está “inspirado”, sigue siendo palabra de hombres y no de
Dios. Se trata de “otro carisma”, insigne por supuesto, ya que la expresión dogmática
está acompañada por la “asistencia que exime de errores”, mas no por la
“inspiración”.
Y
semejante distinción de procedimientos sobrenaturales no es observable sólo en
fenómenos postbíblicos, ya que la misma Escritura nos ofrece ejemplos al respecto.
Así,
el sueño de las siete vacas gordas y las flacas o las siete espigas lozanas y
las otras raquíticas le fue infundido por Dios al faraón (Gen 41,1 - 7), según
le explicará José (ibid., vv. 25 y 32). Sólo que tal “revelación” no estuvo
acompañada del juicio necesario para su interpretación. “Carisma” que, recibió,
en cambio y ejerció el ya citado José (ibid. vv. 26 – 33).
Lo
mismo dígase del sueño de Nabucodonosor sobre la gigantesca estatua con pies de
barro. Le fue “revelado” por Dios (ver: Dan 2, 28), pero sin la concomitancia
del don de su explicación, que, sí, se le concedió al joven Daniel (ibid., vv.
28 – 47). Sucedió otro tanto con el segundo sueño del mismo rey: (ibid., 4, 1 –
34; 5, 1 – 27).
Por
todo lo cual, parece igualmente poco pulida una afirmación como ésta: “La
inspiración presupone la revelación y está al servicio de la fiel transmisión
de la revelación en los libros de la Biblia”[10].
De
hecho no se ha de identificar “texto inspirado” con “revelado”, dado que se dan
multitud de observaciones, reflexiones,
narraciones, que no provienen de una manifestación divina, sino de la simple
observación humana. “Zarpamos de Tróade” (Hech 16, 11).”Dejó Atenas y se fue a
Corinto” (ibid., 18,1) y tantos otros
libros o pasajes bíblicos (Proverbios, Cantar, etc.), que son fruto de mera
percepción y experiencia común y corriente, sin necesidad de arcanas
comunicaciones divinas[11].
Lo
mismo dígase de esta otra sentencia: “La relación personal con el Señor Jesús,
vivida con una fe viva y consciente en su Persona, constituye el fundamento
basilar de esta <inspiración>, que vuelve a los apóstoles capaces de
comunicar, oralmente o por escrito, el mensaje de Jesús, que es la <Palabra
de Dios>”.
Parece
que la razón fundamental de “esta inspiración” no ha sido el mero “contacto
personal con el Señor Jesús”, aún “vivido con fe viva en su persona”, ya que, seguidores de Cristo,
como los discípulos de Emaús (Lc 24,13-34) experimentaron esa cercanía con el
Maestro y, no obstante, se hicieron una idea muy equivocada de su mesianismo (ibid.,
vv. 21- 24). Lo mismo dígase de Pedro, quien, “inspirado”, sin duda por Dios
(Mt 16, 17), acertó en la definición de la personalidad de su Maestro, pero
acto seguido, pese al largo “contacto personal” con ÉL, erró crasamente,
rechazando el camino del “Siervo sufriente”, con que Jesús identificaba su
mesianismo (ibid., vv. 22 – 23). Un
similar despiste encontramos en la pregunta que le hacen sus más íntimos a
Jesús, antes de la Ascención: “¿Es ahora cuando vas restaurar el reino de Israel?” (Hech 1,6).
Igualmente
parece poco seguro el siguiente aserto: “Comprobamos, pues, que el mensaje
central (<verdad>) y el modo de recibirlo para atestiguarlo
(<inspiración>) se condicionan mutuamente: se trata siempre de la más
intensa y personal comunión de vida con el Padre revelada por Jesús: comunión
de vida, que es la salvación”. De acuerdo, pero…¿se podrá decir lo mismo
respecto a Lucas o al autor de “Hebreos”, que de hecho no tuvieron tal comunión
cercana con Jesús?
Tampoco
queda clara la razón que se da para la “inspiración” de algunos textos
bíblicos, basada en que “no es raro el caso de que un escrito bíblico se apoye
sobre un texto inspirado anterior y participe de este modo de la misma
proveniencia de Dios”[12].
Si así
fuera, también Flavio Josefo, diversos apócrifos, todos los Santos Padres y
tantos teólogos participarían de la inspiración de los múltiples textos
bíblicos, sobre los cuales se apoyan.
Pero
aún hay más, porque el mismo documento pareciera admitir esta distinción de
dones divinos en un párrafo muy posterior, ya que, al encarar los escritos
paulinos, nos encontramos con esta advertencia: “El hecho que su Evangelio le haya sido revelado, no
garantiza automáticamente la corrección y fiabilidad de su transmisión” (resaltado
mío)[13].
De lo que se infiere, que por el solo hecho de haber recibido comunicaciones
sobrenaturales, no queda automáticamente garantizada la siguiente presentación
de las mismas como “inspirada por Dios”.
Parece
que la consideración de esta diferencia de dones divinos debería haber sido
tratada al principio. En cambio, como se vio en numerosos párrafos, se da la
impresión de que siempre están ligados el uno con el otro.
Por lo
cual, no deja de sentirse cierta incoherencia en los datos ofrecidos por el
documento. Insistimos en que una comprobación análoga a la que acabamos de
transcribir y más abarcativa de todos los libros bíblicos, debería haber
ocupado las primeras reflexiones de todo el estudio[14].
7 – Naturaleza de la Inspiración
Casi nada dedica el presente documento a la natural
pregunta sobre cómo una misma obra pueda tener dos autores, uno divino y otro
humano, siendo todas y cada una de sus partes debidas a ambos.
Sólo y
casi como de pasada, se puede leer:”La Dei
Verbum, n. 11 no especifica en los particulares cuál sea esta relación
entre los hombres y Dios, por más que en sus notas (18 – 20) remita a una
explicación tradicional basada sobre la causalidad principal e instrumental”[15].
Ahora
bien, en dichas tres notas de escritos pontificios hay referencia expresa a la
doctrina tomista de la instrumentalidad, como la mejor explicación del enlace
entre Dios, autor principal y los hagiógrafos como “instrumentos”,
analógicamente entendidos: no inertes, sino vivientes y usando sus propias
facultades intelectuales y volitivas. No se trata, pues de “una teoría” entre
tantas, vista la importancia, que le
concede el supremo magisterio papal.
Además,
que las notas no han de ser descuidadas, se lo puede corroborar, analógicamente,
comparando con las referidas a otro tema, que ofrece el mismo nº 11 de la DV. De este modo lo destaca C. Atkinson:
“La última pieza en el enredo interpretativo es el valor de las notas. Las
notas adicionadas al párrafo 11 fueron usadas para asegurar una interpretación
propia del texto como un todo, y en particular, la frase <aquella verdad que
Dios quiso poner en los escritos sagrados en vistas de la salvación>… La más
fuerte articulación del Magisterio de la inspiración plenaria con la
inerrancia, Providentissimus 20, está
referida por dos veces en esta nota. Así que parece razonable asumir que las
notas fueron elegidas para asegurar a los padres conciliares que la enseñanza
tradicional de la Iglesia sobre la inerrancia seguía siendo sostenida”[16].
Tal
menosprecio de las notas, respecto a la “instrumentalidad”, por otra parte,
tampoco es coherente, con la importancia que se
concede a las notas, respecto a otro problema: “Para valorizar esta
tesis[17],
la Dei Verbum, n. 11 cita, fuera de 2 Tim 3, 16 – 17 en la nota 21, el De Genesi ad litteram 2.9.20 y la Epistula 82,3 de San Agustín, el cual
excluye de la enseñanza bíblica todo aquello que no es útil a nuestra
salvación; y Sto. Tomás, basándose en la primera cita de San Agustín, dice en
el De Veritate q. 12,a. 2: Illa vero, quae ad salutem pertinere non
possunt, sunt extranea a materia prophetiae (sin embargo, las cosas que no
se relacionan con la salvación no pertenecen a la materia de la profecía)”[18].
No
deja uno de preguntarse, por qué aquí son tan importantes las citas, y no se
les brinda igual atención en las referentes a la “instrumentalidad”[19].
Finalmente,
no se sabe cómo, si no es por medio de la “instrumentalidad”, se podría
explicar la formulación misma del texto conciliar: DV,11:”Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que, obrando
Él en ellos y por ellos, escribieron
como verdaderos autores todo y sólo lo que Él quería”(destacado por mí). “Por ellos” podría entenderse, como que
el Señor se sirvió de emisarios, a los que encomendó un recado a transmitir, que después comunicaron
con sus propios modos de expresarse.
Pero,
añadiendo: “en ellos”, es claro que
se quiere insistir en que Dios no dejó de actuar en todo el siguiente proceso
de transmisión, llevado a cabo por los hagiógrafos. Así, al menos, lo entiende
P. Grelot: “La influencia de la encíclica Providentissimus
es nítidamente perceptible al fin de la frase. La idea de la causalidad instrumental (resaltado mío)
se encuentra expresada dos veces en términos tomados del lenguaje corriente:
<Dios ha usado (adhibuit) hombres…>; <obrando Él mismo en ellos y por
ellos>”[20].
Más
aún, el mismo texto, que comentamos (Ispirazione…,)
en párrafos posteriores ofrece una observación, que confirma el ver en ese “en
ellos”, la continuidad del actuar divino, tanto en la comunicación de un
contenido, como en su concreción
expresiva en sus instrumentos humanos y para nada inertes. En efecto, al
explicar el modo de expresarse de “Hebreos”, se comprueba lo siguiente: “Para
hablar de los mediadores, el autor utiliza una expresión curiosa, poco común:
Dios habló <en> los profetas, <en> el Hijo; normalmente se dice
<por medio de> (Mt 1, 22; 2, 15, etc.; Hech 28, 25). El autor podía tener
ante sus ojos la presencia activa de Dios mismo en sus mensajeros”[21].
Por consiguiente: no sólo en el comienzo del envío, entregando un mensaje, sino
acompañando todo el proceso de la misma comunicación divino – humana.
Por
todo lo expuesto, da la sensación de una apreciación bastante descuidada al
respecto, como la que leemos en la “Conclusión general”, que reza así: “Si, por
un lado se tiene la plena conciencia de que tales escritos han sido compuestos
por autores humanos, que los han marcado con la genialidad literaria de cada
uno, por otro lado, se les reconoce igualmente
una cualidad divina del todo especial, variamente atestiguada por
los textos sagrados y variadamente explicada por los teólogos en el curso de la historia” (resaltado
mío)[22].
Daría la impresión de que esas “variadas explicaciones
teológicas” fueran indiferentemente aceptables una u otra, sin mayor problema.
No se informa sobre el hecho histórico de que muchas de ellas deforman en vez
de aclarar y que algunas han sido rechazadas por el magisterio de la Iglesia.
Por
ejemplo, no es posible interpretar la colaboración de Dios con el autor humano
a la manera de un amanuense, que simplemente trascribe lo que se le dicta. Tal
función no hace del copista un “autor” literario, siendo así que, por el
contrario, Isaías, Amos, Lucas o Marcos,
etc. imprimieron su estilo, teología y tantos rasgos personales, sostenidos igualmente,
a lo largo de sus composiciones literarias, por el carisma de la inspiración, no
usados como meros títeres o herramientas inertes en manos de un artista.
La
“inspiración subsecuente” de L. Lessio fue censurada por la Academia de
Lovaina. La posición del beato Cardenal Newman, que reducía la inspiración a
“las cosas de fe y costumbres”, se vio
rechazada por el Vaticano I [23].
También fue criticada la tesis del Cardenal Franzelin, que atribuía a Dios sólo
“las ideas”, mientras que su formulación escrita, corría a cuenta de los
autores humanos.
Queda,
pues, la impresión de poco empeño puesto para dilucidar este punto, para nada
secundario.
8º - ¿Libros “inspirados” e “inspirantes”?
En varios párrafos del Documento en cuestión nos
encontramos con expresiones como la siguiente: “Esta estupenda intencionalidad
por parte de Dios, empapa de Dios los escritos que la expresan. Los vuelve
inspirados e inspirantes (resaltado
mío), o sea, capaces de iluminar y promover la inteligencia y la pasión de los
creyentes”[24].
Se
pregunta uno qué “pasión” podrá sentir quien lea los nueve primeros capítulos
de I Cron, con sus monótonas listas genealógicas. ¿Es muy “inspirante” el Levítico?
Acerca de tal libro escribía L. Alonso Schökel: “De todos los libros del A. T.
el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable…Menudas
prescripciones rituales arredran o aburren al lector de mejor voluntad. Hay
cristianos que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia y al llegar al
Levítico, desisten”[25].
Así y todo es “inspirado”.
Tal
importancia concedida al lector de la Biblia, hasta considerarlo como leyéndola
bajo inspiración del mismo Espíritu Santo, que la inspiró a sus autores,
proviene, ante todo, de las acentuaciones de la “Nueva Hermenéutica”, que
brinda una especial atención a los ecos, que todo escrito (o cualquier tipo de
obra de arte: música, pintura, escultura) despierta en sus lectores o
admiradores.
El
tema afloró repetidamente en dos simposios que se realizaron en Roma durante el
año 1999[26]. Pero,
en las discusiones de la primera de estas citadas jornadas de estudio, se
elevaron varias voces, advirtiendo el peligro de confusión, que provocaría el
admitir semejante innovación en el lenguaje teológico.
Así,
el grupo inglés de discusión propuso las siguientes reservas: “Uno de los
miembros sintió, de hecho, que …deberíamos, tal vez, disciplinarnos a nosotros
mismos, usando otro término en lugar de inspiración (para estos efectos en el
lector), que posee una cualificación teológica precisa”[27].
A. Vanhoye insistió en
que si se hablara de “inspiración del lector” se tendría que advertir que se lo hace analógicamente, pero sería mejor
reservar la inspiración a la acción de escribir[28].
Años después, el
profesor de Escritura de L’Institut Catholique de Paris, O. Artus[29],
ante esta moderna acentuación de la importancia del “lector”, alertaba no
menos: “La articulación entre una hermenéutica de la Escritura (sacando a luz
las condiciones de producción del texto, su teología)[30]
y una hermenéutica de la lectura[31],
tomando en cuenta los efectos del texto sobre sus diferentes lectores, sigue
siendo insuficiente y no se hace objeto de consenso: si una insistencia sobre
la sola cuestión histórica corre el riesgo de hacer aparecer el texto bíblico
como un simple archivo; el atolladero total sobre la cuestión de la historia
del texto, observado en numerosos estudios puramente sincrónicos[32],
cae en el peligro de otorgar al lector cierta omnipotencia en la interpretación
del texto bíblico”[33].
Ya, décadas antes de
esta extensión (a mi ver y el de muchos otros, indebida) del carisma de la
inspiración hasta los mismos lectores, se había expresado claramente I. De La
Potterie. Explicando DV, 12, 3,
acerca de la interpretación de la Escritura “con el mismo Espíritu con que ha
sido escrita”, advertía: “¿Cómo hay que entender la expresión <leer e interpretar la Sagrada Escritura
en el mismo Espíritu>? El Concilio ha vuelto a tomar la doctrina tradicional
de la inspiración, pero sin proponer una explicación teológica. El paralelismo
indicado en DV 12, 3 no
significa ciertamente, que el carisma de la inspiración, que tenía el
hagiógrafo se renueva en el lector y el intérprete de la Escritura (resaltado
mío). Pero si tienen <el mismo Espíritu>, es necesario que haya algo en
común en los tres, una profunda analogía en su modo de afrontar la Escritura.
Muchos Padres del Concilio, espontáneamente, han propuesto una explicación muy
simple de las palabras eodem Spiritu…interpretanda: significan que esta
lectura de la Sagrada Escritura, esta interpretación, debe ser hecha <a la
luz de la fe>. La fe del autor antiguo debe ser la fe del lector e
intérprete de hoy: esta misma fe debe
penetrar todo trabajo de interpretación”[34].
9º - Diversas inquietudes
A – Historicidad bíblica
Al encarar algunos “desafíos”, que se presentan a la
interpretación de la Biblia, el primero de todos se refiere a la historicidad
de los relatos sobre todo del Antiguo Testamento, pero no faltan atisbos de
estas dificultades también para el Nuevo Testamento.
En la
p. 188, por ejemplo nos encontramos con esta perspectiva: “Sin duda, cuando el
narrador o los narradores bíblicos describen las promesas divinas y la
respuesta de fe del patriarca Abraham (Gn 15, 1 – 6) no se remiten a hechos
cuya transmisión secular hubiera sido absolutamente segura. Es más bien la
propia experiencia de de fe que les ha permitido escribir en aquel modo en el
que han escrito, para exponer el significado
global de aquellos acontecimientos e invitar a sus connacionales a creer
en la potencia y la fidelidad de Dios, que concedió a ellos mismos y a sus
antepasados, con frecuencia, atraversar períodos históricos dramáticos. Más que
los hechos concretos cuenta la interpretación de los mismos, el sentido que de
ellos emerge de la relectura. En efecto, el significado de un período
histórico, que ha durado muchos siglos no puede ser comprendido y transcrito en
forma de narración teológica o de poema
hímnico si no es con el tiempo. Los escritores bíblicos han meditado,
con su fe viva en Dios, sobre la supervivencia de su pueblo a través de los
siglos, pese a tantos peligros morales y las tremendas catástrofes que ha
debido afrontar y sobre el papel que Dios y la fe en ÉL habían tenido para tal
supervivencia; de esto ellos han podido deducir que fue así también en los
comienzos de su historia. Por lo tanto no se debe leer Gen 15 como si se tratase de una crónica, sino como comportamiento
normativo querido por Dios, norma que los escritores bíblicos han vivido
radicalmente y que así han podido transmitir a su generación y a las futuras”.
Según
nuestra pobre apreciación, con semejante descripción se desdibuja bastante la
realidad de hechos demasiado importantes para una fe, que no se basa en sistemas filosóficos o
mitológicos, sino en el Dios, que intervino en la historia.
También se puede comprobar más claramente cómo
las noticias del Jesús histórico, no son filmaciones de sus andanzas o
grabaciones de sus enseñanzas. Pero se consiguen datos suficientes para
comprobar su realidad en este mundo.
Si las
narraciones sobre Abraham hubieran sido religiosamente fabuladas, para sostener
la fe de los cautivos regresados de Babilonia, ¿no había ni uno solo entre
ellos que sospechara de “pío fraude”? ¿Ninguno conocía la propia historia,
hasta el punto de dejarse engatusar todo un pueblo por historias nunca antes oídas,
por más que fueran vehículo de profundas orientaciones teológicas?
¿No se
podría haber acudido a serios investigadores, que ofrecen válidos argumentos
históricos y arqueológicos, capaces de fundamentar con seriedad la historia
patriarcal?[35].
Es lo
que hace, entre otros muchos, G. Boscolo, al apuntar que, “Los descubrimientos
arqueológicos han demostrado que las descripciones bíblicas referentes a los
patriarcas y su época son demasiado precisas para poder ser tenidas como
invenciones, o ser dejadas de lado como privadas de fundamento histórico. El
tipo de vida de los patriarcas descrito en el Génesis concuerda históricamente con lo que conocemos del modo de
vivir seminómade de los comienzos del IIº milenio y de lo cual tenemos ejemplos
en la Historia de Sinuhé y en la tablillas
de Mari, Nuzzi y Ebla” [36].
En
fin, se echa de menos un esfuerzo por no dar la impresión de que tales primeras
épocas del pueblo de Dios no contuvieran más que sagas y leyendas, con
profundos “theologoúmena”, no cabe duda, pero carentes de apoyo en la realidad
histórica.
Enseguida,
en la misma página 188, se acude a S. Pablo: “En breve, para valorar la verdad
de los relatos bíblicos antiguos, es preciso leerlos como fueron escritos y
fueron leídos por Pablo mismo: <Todas estas cosas les sucedieron a ellos (a
los israelitas) como ejemplo y han sido escritas para advertencia nuestra, de
nosotros para quienes ha llegado el fin de los tiempos” (I Cor 10,11)”. Entonces, si hemos de leer como Pablo, ¿se deberá
desvalorizar el verbo “suceder”, tomándolo únicamente como equivalente a: todas
estas cosas ”fueron teologizadas”?
B – El mismo tema en el Nuevo Testamento
Pasando a datos de los Evangelios, en las pp. 195 - 196,
se apunta lo siguiente: “Hay todavía diferencias notables entre los dos
relatos. Según Matero, María y José, antes del nacimiento de Jesús, habitan en
Belén y sólo después de la fuga a Egipto y a consecuencia de una especial
advertencia, van a Nazaret. Según Lucas, María y José habitan en Nazaret, el
censo los conduce a Belén y sin fuga a Egipto, vuelven a Nazaret. Es difícil
encontrar solución para tales diferencias”.
S.
Muñoz Iglesias[37] explica
sencillamete, que del texto se sigue solamente que la Sagrada Familia, habitaba
en una casa de Belén, cuando llegaron los magos.
C - La
mujer en S. Pablo
Se sabe, cómo, para ciertos feminismos, S. Pablo es el
prototipo bíblico del “misógino”. Nuestro documento responde muy acertadamente, explicando los
principales pasajes paulinos, que son sospechosos al respecto (Col 3, 18; Ef 5,
22 – 33; I Cor 11,5; 14, 33 – 35)[38].
Con
todo, no resulta satisfactorio del todo el enfoque, con que se encara I Tim 2,
11 - 15[39].
Juzga
nuestro documento que “es más difícil y menos defendible, si se lo entiende
como principio absoluto, el modo en que I
Tim 2, 11 – 15 justifica el estatuto inferior de la mujer, en el ámbito
social y eclesial”[40].
Y se
especifica que los reparos no vienen tanto de la situación social o eclesial,
en que se sitúa a la mujer, porque, “como en los casos precedentes: la
enseñanza y el gobierno estaban reservados en aquellos tiempos a los varones”[41].
Lo que suscita objeciones es el modo en que es justificada tal subordinación,
“o sea por medio de una interpretación problemática de los relatos de Gen 2 – 3; el orden de la creación (el
varón tiene un estatuto superior, porque creado antes que la mujer; cf. Gen 2, 18 – 24) y la caída de la mujer
en el Paraíso…Además no es compatible con 1
Cor 15, 21 – 22 y Rom 5, 12 – 21;[42]
refleja también una situación eclesial en la que era necesario encontrar
argumentos de autoridad para responder a las mujeres que se lamentaban por no
poder ejercitar los papeles ya indicados en las asambleas eclesiales. Se
muestra que esta lectura de Gen 2 – 3
está condicionada por las circunstancias del siglo primero”[43].
Pensamos
que puede darse otra perspectiva, que tomamos de M. Hauke[44].
Ante
todo, no hay lugar para la supuesta contradicción con I Cor 15, 21 – 22 y Rom
5, 12 – 21, dado que en dichos lugares Pablo está contraponiendo a los “dos
Adanes”, el primero, causante de pecado y muerte y el segundo, Cristo, redentor
del desastre desatado por el primero.
En
cambio, el propio Pablo se ha referido ya a la creación de Adán precedente
respecto a Eva, en I Cor 11, 3. 8. 12, tal como en nuestro texto de II Tim 2,
11 – 15. “Aún cuando de hecho…le
debiera corresponder al hombre una cierta superioridad debido a su origen y
posición anterior, sin embargo estos pensamientos no están lógicamente y necesariamente conectados entre sí: Cristo ha salido
del Padre y le está subordinado[45],
pero no le es inferior, dado que él posee la misma naturaleza divina[46].Una
auténtica, sumisión voluntaria se da sólo en naturalezas que ontológicamente se
encuentran en el mismo grado.
Por
más que en II Tim 2, 13 se expresara una cierta superioridad del varón, no sería esto necesariamente una visión
<anticristiana>. Ya que sin perjuicio del igual valor del ser personal,
es posible en el plano natural (que no es idéntico con la situación delante de
Dios) pueden darse hombres, como también situaciones vitales <valiosos> y
<menos valiosos>…En el ámbito cristiano
el matrimonio es bueno, pero la virginidad por el Reino de los cielos es
mejor[47];
no por eso el amor matrimonial es <inferior>”[48].
I Tim
2, 14 supone una más fuerte posibilidad de ser seducida por parte de la mujer,
que le impediría presentarse como conductora frente al varón. Se tiene en
cuenta la seducción por medio de la <serpiente>; que Adán no haya sido
seducido de este modo, no significa que él no haya pecado. Por lo mismo no es necesario
contraponer I Tim 2, 14 a Rom 5, 12, donde el pecado de Adán es visto como
decisivo, porque los contextos correspondientes de las frases son distintos[49].
Por otra parte, el pensamiento de la más fuerte seductibilidad de la mujer nos
sale al encuentro en Pablo, también en II Cor 11,3”[50].
Tampoco
se han de perder de vista las circunstancias histórico - culturales de agitación
especial, que se daba entre las mujeres, precisamente en Éfeso. Pablo alerta
sobre las “viudas jóvenes ociosas”, que “se acostumbran a ir de casa en casa:
con lo cual además de ociosas, se hacen también charlatanas y entrometidas,
hablando lo que no conviene” (I Tim 5, 13). Avisará no menos contra “los que se
introducen en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados,
arrastradas de pasiones de todo tipo, que siempre están aprendiendo y nunca
logran llegar al conocimiento de la verdad” (II Tim 3, 6 – 7).
Ni se
ha de perder de vista que Éfeso (al igual que Corinto[51])
era una ciudad céntrica en el Asia Menor, desde el punto de vista comercial,
político y religioso. Justamente en esta región estaba especialmente resaltada
la posición social de la mujer. En el ámbito cultual el liderazgo femenino
estaba particularmente exaltado por la veneración de Cibeles, por las
sacerdotisas de Demeter y las ceremonias mistéricas de Isis, que se habían
propuesto como programa la igualdad de derechos de la mujer. También las mujeres
asumían posiciones dirigentes en el culto de Dionisos, en cuyos ritos todos: iniciados
e iniciadas podían actuar mezcladamente. Muy notable para Éfeso era la
adoración de Artemisa, donde las sacerdotisas poseían la prioridad.
Este
trasfondo histórico, cultural y religioso explica las precauciones paulinas ante
posibles extralimitaciones femeninas, que intentarían trasladar las anteriores
costumbres paganas a las comunidades y asambleas cristianas. Una vez
desaparecidas semejantes y desmedidos reclamos de emancipación femenina, no
tienen aplicación aquellas paulinas llamadas de atención, así como la exigencia
del “velo” para profetizar (I Cor 11, 5 – 16)[52].
Por
otro lado, en las mismas “Pastorales” consta (como en Gal 3, 28 y I Cor 11),
que también suponen la igual dignidad de varones y mujeres en las asambleas de
culto cristianas. “Quiero, pues, que los varones oren en todo lugar, alzando
unas manos limpias, sin ira ni divisiones; de igual modo, las mujeres
convenientemente vestidas” (II Tim 8 – 9). “En estas líneas aparece claramente
que las mujeres en la oración de la liturgia cristiana están junto a los
varones. En cambio en el judaísmo, la mujer estaba dispensada de recitar
cotidianamente el shemá’, el “Escucha
Israel”, plegaria recitada por el fiel judío. Estaba dispensada por el hecho
que ella no constituía un sujeto cúltico jurídico. Hasta hoy en las sinagogas
está vigente la ley del quorum: el
rabí no puede comenzar una celebración si no se llega al quorum de diez varones. Pueden estar presentes nueve varones y mil
mujeres y, sin embargo, no se puede comenzar, dado que todavía no se llegó al quorum”[53].
No
menos aflora el aprecio de Pablo respecto a la capacidad docente de las
mujeres, en el ámbito familiar. “Evoco el recuerdo de tu (de Timoteo) fe
sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y
estoy seguro que también en ti” (II Tim 1, 5). Uniendo esta noticia con la que
sabemos por II Tim 3, 14 - 15, podemos vislumbrar cuánto Timoteo debe a la
educación, especialmente “bíblica”, recibida de estas mujeres, ya que el Apóstol allí lo exhorta: “Tú, en cambio, permanece en
lo que aprendiste y que desde niño conoces las Sagradas Letras”.
D – ¿Inspiración en los libros sagrados de otras
religiones?
En la P. 241 del documento, que se viene comentando,
después de indicar en Cristo su condición de “camino. Verdad y Vida” (Jn 14,6),
se observa que “esta esencial centralidad del misterio del Cristo no excluye,
más bien resalta las tradiciones antiguas, que, como afirma el mismo Cristo, hablan de ÉL (cf.
Jn 5, 39)…Cristo es, en su infinito misterio, el centro que ilumina toda la
Escritura”.
Pero,
inmediatamente sigue este párrafo: “Se abre aquí una perspectiva sobre el modo
de comprender la relación entre la Sagrada Escritura y las tradiciones
literarias de otras religiones. Una cuestión semejante es de apremiante
actualidad para el diálogo interreligioso”.
No se
ve la conexión, ya que en lo inmediatamente precedente, al hablar de
“tradiciones antiguas”, la referencia es a las Escrituras del pueblo elegido[54].
No hay allí la menor alusión a “la tradiciones literarias de otras religiones”.
De modo que el encadenamiento de ideas resulta bastante forzado.
Por lo
demás, ya a partir de la p. 229 nos encontramos en el ámbito de la CONCLUSIÓN GENERAL de todo el escrito,
en el cual no asomó para nada esta problemática. Se levanta, pues la pregunta
acerca de si las conclusiones no van más allá de las premisas.
Se
continúa considerando lo siguiente: “Su solución (del diálogo interreligioso)
no es por cierto fácil, porque se debe conjugar el principio irrenunciable de
la <unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia>
(como recita el título de la Declaración <Dominus Jesus> de la
Congregación para la Doctrina de la fe) con la justa apreciación de los tesoros
espirituales de otras religiones. El presente Documento (Ispirazione…) no ha explicitado las líneas, que, a partir de la misma Sagrada Escritura,
podrían ser sugeridas a la atención teológica pastoral de la Iglesia. Con todo
baste evocar la figura de Balaam (Nm24)
para evidenciar cómo la profecía (inspirada) no sea prerrogativa exclusiva del
pueblo de Dios y recordar cómo S. Pablo, en el discurso del Areópago, expresara
una adhesión convencida a las intuiciones e poetas y filósofos griegos (cf Hech 17, 28)”.
Creo
que no basta un recurso genérico a la “Dominus Jesus”, omitiendo recordar
específicamente su Nº 8: “Se propone también la hipótesis acerca del valor
inspirado de los textos sagrados de otras religiones. Ciertamente es necesario
reconocer que tales textos contienen elementos, gracias a los cuales gran
cantidad de personas a través de los siglos, han podido y todavía hoy pueden
alimentar y conservar su relación religiosa con Dios. Por lo cual, considerando
tanto los modos de acción como los preceptos y doctrinas de las otras
religiones, el Concilio Vaticano II – como se recordó antes – afirma que
<por más que disientan mucho de lo que ella (la Iglesia) profesa y enseña,
no pocas veces reflejan un fulgor de aquella Verdad que ilumina a todos los
hombres>.
Sin
embargo, la Tradición de la Iglesia, reserva la cualificación de textos
inspirados a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto
inspirados por el Espíritu Santo”[55].
La
relación de nuestro documento en cuanto al diálogo con posibles “revelaciones y
literatura inspirada” de otras religiones, hace recordar, al modo, con que fue
tratado este mismo tema por el jesuita, profesor del Pontificio Istituto
Biblico: P. Bovati[56].
“Todo lo
dicho precedentemente nos ayuda a decir algo también sobre la revelación de
Dios presente en tradiciones religiosas diversas de la hebraico – cristiana, o
sea en aquellas culturas que han producido libros sagrados, similares – por
ciertos aspectos – a nuestra Biblia. No es una tarea fácil una correcta
valoración del fenómeno hoy de apremiante actualidad”[57].
Parece
también que está lejos de ser un argumento convincente el recurso al caso de
Balaam, como apoyo bíblico para sostener la posibilidad de revelación o
inspiración en las religiones de los pueblos paganos. Porque el personaje no es
evocado por el hecho de doctrinas o escrituras religiosas de su pueblo (asirio:
Núm, 22, 5), sino por el milagro fuera de serie de un extranjero, además: enemigo jurado de Israel, al servicio de Balac
moabita, o sea: un individuo con
tantas razones de odio contra el pueblo elegido, que, pese a todo, lleva
a cabo lo diamentralmente opuesto a sus personales intenciones, bendiciendo por
cuatro veces al objeto mismo de sus insidias.
Después,
la adhesión paulina a las intuiciones de poetas y filósofos en el Areópago, no
implica necesidad alguna de considerarlas como “reveladas o inspiradas”. Basta
apreciar en ellas la “revelación” meramente obtenida de la consideración
inteligente del orden natural, tal como la describirá el mismo Pablo en Rom 1,
19 – 20.
Por lo
demás, que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento asuman leyes (de
Hammurabi, por ejemplo) o doctrinas religiosas del tesoro moral o cultural de
otros pueblos, no concede a estas obras o ideas la cualidad de haber recibido
previas revelaciones o inspiraciones por parte de Dios.
La Biblia se vale de noticias políticas,
históricas, de la ciencia de aquellos siglos u observaciones de la realidad
misma, lo cual no significa necesariamente que estos aportes hayan nacido del
estimulo inspirador de Dios.
En
otro párrafo se observa que “las semina
Verbi están esparcidas en el mundo, y no pueden por eso quedarse confinadas
sólo en el texto de la Biblia. La iglesia ha definido lo que tiene por
inspirado, pero no se ha pronunciado negativamente sobre todo el resto”[58].
Parece
que el arriba citado Nº 8 de la Dominus
Jesus rechaza claramente esta
apreciación.
10 – Epílogo
Las observaciones, que se acaban de formular, para nada
intentan devaluar el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica. En su
enorme mayoría de asuntos tratados aporta ricos y compendiosos análisis de
diversos asuntos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, soluciones
válidas a muchos problemas, que surgen en la lectura del pueblo fiel,
Sólo,
pues, se ha querido acercar algunas aclaraciones o puntos de vista diferentes,
que parece todavía están vigentes en la doctrina de la Iglesia acerca de sus Sagradas
Letras y que, por ejemplo, han sido tratados o bien con presentación poco
ordenada (apresurada identificación de los carismas de la revelación y la
consiguiente inspiración),o insinuada muy de paso (naturaleza de la
inspiración) y otros problemas, que podrían haber sido encarados con mayor
atención al magisterio de la iglesia y la “analogía fidei”(DV , 12).
Miguel
Antonio Barriola
NOTAS
[1] Ispirazione e verità della Sacra Scrittura – La parola che viene da Dio e
parla di Dio per salvare il mondo, Città del Vaticano (2014).
[4] El documento, que estudiamos, se
aparta nítidamente de esta impresión de círculo vicioso, al comenzar el tratado
sobre el canon bíblico: “Los libros que
hoy componen nuestras Sagradas Escrituras no se autocertifican como
<canónicos>. Su autoridad motivada en su inspiración, debe ser reconocida
y aceptada (como proveniente) de la comunidad, ya sea la sinagoga o la Iglesia”
(Ibid., pp. 101 – 102). Clara
precedencia, pues, de la tradición, que debería funcionar también, para
consolidar el “hecho” de la inspiración.
[6] Por otro lado, la “Conclusión
General” (Ibid., pp. 231 – 233),
ubica asimismo a la Tradición, como previo manantial de la misma Sgda.
Escritura (cosa, que se evitó advertir, en el texto mismo): “La comunidad creyente vive de una tradición: de hecho ella
se siente constituida por la escucha de la Palabra de Dios, puesta por escrito
en algunos libros, que han sido entregados como normativos, en cuanto llevan en
ellos mismos el sello de su autoridad.
Ésta estaba garantizada
ante todo por la autoridad de los escritores, que según una antigua y venerable
tradición, habían sido reconocidos como mandados por Dios y dotados del carisma
de la inspiración… De hecho la Iglesia, en el paciente y severo trabajo de
discernimiento que se prolongó a través de diversos siglos, siempre ha captado
que podía recibir como inspirado aquel escrito que estaba en consonancia con el
depósito de fe solida y fielmente custodiado por la comunidad creyente,
garantizado por aquellos que Dios había propuesto como pastores y guías de los
fieles. El Espíritu actuando en la Iglesia, con la fuerza de inteligencia, que
le es propia, facultaba a separar lo que era auténtica comunicación divina de
las formas engañosas o no suficientemente fundadoras. Así, en ciertos casos,
era rechazado un texto que llevaba el título de un hombre inspirado, mientras
que era acogido con veneración un escrito, que, no estando garantizado por la
firma de un autor reconocido, sin embargo mostraba su impronta inconfundible.
Con una extraordinaria percepción de la verdad de la Revelación, la Iglesia se
autoconstituye en el reconocimiento obediente de la Palabra de Dios de la cual
vive” (Ispirazione…, 231 y 232).
Por consiguiente,
primeramente: “escucha” (por predicación oral, celebraciones, etc.), o sea:
TRADICIÓN y sólo después “puestos por escrito”. Y también: “la autoridad de
algunos libros” garantizada por la autoridad de escritores, pero que ha debido
ser reconocida ANTES, por una “antigua y venerable tradición” (canon de libros
inspirados).
No menos, en la
audiencia concedida por el Papa Francisco , al final de estos trabajos, ahora
hechos públicos, había insistido en la misma precedencia de la Tradición
anterior a su consignación por escrito: “Las Sagradas Escrituras, como sabemos,
son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que
atestigua el acontecimiento de la revelación. La Palabra de Dios, por lo tanto,
precede y excede a la Biblia… es preciso
ubicarse en la corriente de la gran tradición, que, bajo la asistencia
del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos, como palabra dirigida por
Dios a su pueblo” (“Discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la
Pontificia Comisión Bíblica”, en: L’Osservatore
Romano – ed. española – 19/ IV / 2013, p. 3).
[7] “Será objetivo de nuestras
indagaciones en los textos de la Sagrada Escritura los indicios de la relación
entre los autores humanos y Dios, mostrando así la proveniencia divina de estos
libros, en otros términos su inspiración” (Ibid…,
p.18). “En consecuencia, el concepto amplio de revelación y el más específico
de su testificación por escrito
(inspiración) son vistos como un único proceso” (ibid., p. 19). “Todo Salmo es
testimonio de una relación viva y fuerte con Dios, y sobre esta base podemos
decir que proviene de Dios y es inspirado por Dios” (Ibid..., p. 34). ”Il Sal 50,
en el corazón del Salterio, retoma, entonces, los módulos proféticos; no sólo
hace hablar al Señor, sino que hace que
toda súplica y todo acto de alabanza sean interpretados como obediencia
al mandato divino. Por lo tanto, toda la
oración está <inspirada> por Dios” (Ibid…,
p. 37). “Esta estupenda intencionalidad por parte de Dios, empapa de Dios los
escritos que la expresan. Los vuelve inspirados e inspirantes, es decir,
capaces de iluminar y promover la inteligencia y la pasión de los creyentes” (Ibid…, p. 42). Es evidente que en todas
estas afirmaciones se pasa, sin más, de la proveniencia divina a la
inspiración, con que después son transmitidos los Sagrados Libros.
Se podría notar,
igualmente, que lo mismo podría decirse de “Los Salmos de Salomón” o de “Los
Himnos” de Qumrán.
[8] Posteriores al cierre definitivo de
la revelación pública, única obligatoria para todo creyente. Por eso, estas
“manifestaciones sobrenaturales, pero privadas” son libres de ser aceptadas,
aunque a veces sea “temerario” rechazar los comunicados posteriores de Dios, en
el curso de la historia de la Iglesia. Por ejemplo negar las apariciones de la
Virgen María en Guadalupe o Lourdes.
Se está refiriendo al
dogma de la Inmaculada Concepción, que no era admitido por Sto. Tomás (como
tampoco por S. Bernardo y S. Buenaventura), dado que todavía era materia
discutible en teología. Sólo fue dogma de fe en el siglo XIX, por definición
dogmática del beato Pío IX (“Ineffabilis Deus”: 8 / XII / 1854).
Así pensaba Sta.
Catalina:”El pecado original se dio en María porque ella procede de la masa de
Adán; no por obra del Espíritu Santo, sino del hombre. Como toda aquella masa
estaba podrida y corrompida, por eso no podía infundir en aquel alma materia no
corrompida, ni propiamente se podía purificar sino por la gracia del Espíritu
Santo. Esa gracia no la pudo recibir el cuerpo, sino el alma racional e intelectual.
Por eso María no pudo estar limpia de la mancha, sino después de estar el alma
infundida en el cuerpo. Esto se realizó por
reverencia al Verbo divino, que debía entrar en aquel receptáculo. Como
el horno consume la gota de agua en poco tiempo, así hizo el Espíritu Santo con
la mancha de pecado original, porque después de ser concebida fue
inmediatamente purificada del pecado y se le dio la gracia. Tú sabes, Señor,
que ésta es la verdad” (Oraciones y Soliloquios, cap. 16, en: Obras de Santa Catalina de Siena – Diálogo.
Oraciones y Soliloquios, Madrid – 1980 –).
En cuanto a que tal vez
se deban estas posturas a “editores o amanuenses”, difiere E. Carli, al
informar: “Los nuevos estudios de D. Jordan, Mandonnet, Dupré Theseider y P.
Laurenti, pero especialmente los de Valli y Del Conti, dan por resultado que la
copia vista y descrita por los discípulos es la misma del Epistolario, del Diálogo
y de las Oraciones: no hay ni deformación ni alteración sustanciales”
(“Caterina da Siena”, en: Enciclopedia
Cattolica, Città del Vaticano – 1949 – III, 1155).
Por otro lado, como
informa C. Ros: Benedicto XIV advirtió que “Santa Catalina, llevada de buena fe
se equivocó al asumir como dicho por la Virgen en sus contemplaciones y
visiones lo que oía a menudo en las predicaciones de la orden dominicana. Es
algo que ocurre a menudo a los que reciben visiones, que las ven mezcladas con
elementos de su propia mente de modo indiscernible, salvo en cosas esenciales”
(La Inmaculada en Sevilla, Ed.
Castillejo, Sevilla – 1994 – 153).
Al revés, la ya citada
Venerable María de Agreda, como se dijo, se presenta en sus visiones convencida
de la Inmaculada Concepción de María, tal como la defendían (con total acierto)
los teólogos de su familia religiosa franciscana. Pero no menos, también
respecto a esta mística española, se ha de notar: “De todos modos, no obstante
que no falten en la Mística Ciudad de Dios errores históricos, geográficos,
cronológicos, de lo cual resulta que la obra no contiene sólo
<revelaciones>, se le ha de reconocer su alto valor ascético y místico”
(F. Tinivella, “Agreda, María de”, en: Enciclopedia
Cattolica, Città del Vaticano – 1948 – I, col 571).
Ya Santa Teresa de Jesús
distinguía: “Una merced es dar el Señor la merced y otra es entender qué merced
es y qué gracia; otra es saber decirla y
dar a entender cómo es” (Vida, 17, en: Santa
Teresa de Jesús - Obras completas,
Madrid /Aguilar – 1951 – p. 93).
[11] El texto que estamos comentando,
quiere inspirarse en DV 11, de este modo: “<La inspiración> aparece en
cambio como la acción mediante la cual Dios habilita a ciertos hombres,
elegidos por él, para transmitir fielmente por escrito su revelación” (cf. DV, n. 11)” (Ibid..., p. 18). Sin embargo la formulación conciliar, no reduce la
inspiración a consignar por escrito “la revelación”, sino que simplemente
enseña: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres que
utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en
ellos y por ellos, escribieron como verdaderos autores todo y sólo lo que Dios quería”. Como se
puede observar, ni se menciona la revelación. Porque “todo y sólo lo que Dios
quería”, incluye, mezclados con revelaciones, datos y noticias recibidos por
mera experiencia humana, como las consignadas en nuestro texto.
[12] Ispirazione…, p.23.
[14] Hacia el final del presente documento, nos encontramos con esta
aclaración: ”La tarea de la Comisión Bíblica, solicitada a expresarse sobre tal
temática, no es la de ofrecer una doctrina de la inspiración, en concurrencia
con lo que se presenta habitualmente en los tratados de teología sistemática;
mediante este documento ella (la dicha “Comisión”) intenta mostrar cómo la
misma Sagrada Escritura indica la proveniencia divina de sus testimonios,
haciéndose así mensajera de la verdad de Dios. Nos situamos, por lo tanto en un
ámbito de fe: acogemos, en efecto, aquello que la Iglesia nos entrega como
Palabra de Dios, y de ella logramos elementos de comprensión, que favorezcan
una más madura recepción de tal herencia divina” (Ispirazione…, p. 230).
De acuerdo, pero aunque no se trate
de una competición con los tratados teológicos, ¿está de más pedir alguna “analogia fidei” (DV, 12), que, al menos evite fusionar (como se lo hace aquí con
frecuencia) los carismas de “proveniencia divina” o “revelación” de contenidos,
con el de “inspiración” en el acto de ponerlos por escrito? ¿No habría sido
conveniente señalar el problema de la conexión entre los “dos autores de este
libro excepcional, Dios y el hagiógrafo”? ¿No señala “la misma Sagrada
Escritura” hacia la “instrumentalidad”, al indicar repetidas veces, que el
Señor habla “por boca de los profetas” (I Rey 17, 24; II Cron 36, 21. 22; Esdr
1, 1; Lc 1, 70; Hech 1, 16; 3, 18. 21, 4, 25 y, sobre todo: II Pt 1, 20 – 21)?
[15] Ibid…, p. 17. Más adelante (Ibid…, p.
111) nos encontraremos con una frase similar: “La Constitución no entra en las
particularidades del modo de inspiración (cf. La Encíclica del Papa León XIII Providentissimus Deus)”.
[16] “The interpretation of Inspiration
and Inerrancy as a Hermeneutic for Catholic Exegesis” en: AA. VV, Letter
and Spirit – For the sake of our Salvation – The Truth and Humility of God’s
Word, Ohio – 2010 – pp. 221 y 223.
[17] Justamente, la que
acabamos de mentar sobre la “verdad bíblica, en lo referente a la salvación”.
[19] En: Ibid…, p. 92, casi de pasada, se asoma la verdad tradicional:”El
profeta es sólo instrumento de Dios”.
[20] “L’Inspiration de
l’Écriture et son interprétation” en: AA. VV. Vatican II – La Révélation divine, Paris (1968) II, 362. El mismo
Card. A. Bea (que estuvo al frente de la comisión mixta, que se ocupó de la
laboriosa redacción de la Dei Verbum
desde el comienzo hasta el final del
Vaticano II), explica lo que sigue:”Partamos de la idea de instrumento (resaltado mío) expresada en sustancia en nuestro texto
(conciliar) por más que la palabra misma no se encuentre en él… Las palabras
<Dios recurrió a los hombres…actuando en ellos y por ellos> demuestra
bien que así se expresa la idea de instrumentalidad”
(Dei Verbum – La Parole de Dieu et l’
humanité – Commentaires de la Constitution LA RÉVÉLATION DIVINE, Tours /
Éd. Mame – 1968 – p. 156).
Más recientemente,
después de haber pasado revista a las diferentes propuestas actuales de
explicación respecto a la interacción
divino – humana en la composición de la Biblia, M. J. Zia, concluye:
“Considerando las muchas teorías de la
inspiración bíblica, que han sido sugeridas por los autores aquí estudiados,
parece que la teoría de la causalidad instrumental, analógicamente entendida,
retiene todavía un privilegio como la mejor expresión del fenómeno de la
inspiración bíblica” (What are they
saying about Biblical Inspiration? , New York / Mahwah/ New Yersey – 2011 –
p. 84).
[26] Las actas del primero en:
Scrittura ispirata – Atti del Simposio
promosso dall’ Ateneo Pontificio <Regina Apostolorum> - Settembre 1999,
Città del Vaticano (2001). Las del segundo en: L’Interpretazione della Bibbia nella Chiesa – Atti del Simposio
promosso dalla Congregazione della Dottrina della Fede, Città del Vaticano
(2001). Ente los varios defensores del “Dios autor y lector de la Biblia” se
encontraba el jesuita argentino H. Simián – Yofré, profesor del Pontificium Institutum Biblicum de
Roma, con su aporte: “L’assimilazione di culture straniere nella S. Scrittura
(riflessione critica)” en: l’Interpretazione
della Bibbia…, p. 94.
[28] Ibid…, 295. Se podrían multiplicar las intervenciones del congreso disconformes
con tal extensión demasiado elástica del concepto y realidad de la inspiración
bíblica.
[30] Nos permitimos interrumpir
para subrayar, que se está refiriendo a las circunstancias del origen de una
obra: autor, época, etc.
[32] O sea: con prevalencia
del método estructuralista, que sólo atiende al texto como resultado final,
descuidando sus orígenes históricos (diacronía), imprescindibles también para
una recta exégesis.
[33] “Dei Verbum. L’exégèse
catholique entre critique historique et renouveau des sciences bibliques” en: Gregorianum 86 / 1 (2005) p. 87.
[34] “Interpretazione della
Sacra Scrittura nello Spirito in cui è stata scritta – DV 12, 3” en: a cura di
R. Latourelle, Vaticano II – Bilancio e
Prospettive – Venticinque anni dopo – 1962 – 1987, Assisi (1987) p. 229.
[35] Así, por ejemplo: K. A. Kitchen, “Founding Fathers or Fleeting
Phantoms – The Patriarchs” en: On the
reliability of the Old Testament, Michigan / Cambridge (2003) pp. 313 –
372.
[36] En la nota 14 anota: “Por
ejemplo; el uso de tener una esclava como concubina (Abraham y Agar); el uso de adoptar al hijo tenido de una esclava
(como hace Abraham con Ismael; la ley del
levirato por la cual se estaba obligado a
casarse con la mujer del hermano muerto sin hijos; la antigua ley
hititia vuelve comprensible la compraventa entre Abraham y los hititas de la
gruta funeraria de Macpela – Gen 23 - . Son algunos ejemplos que dan un color antiguo
a las narraciones bíblicas sobre los patriarcas” (“I Patriarchi” en su obra: La Bibbia nella storia - Introduzione
Generale alla Sacra Scrittura , Padova – 2008 – p. 54).
J. Sicré aporta
otros datos interesantes en favor de la veracidad histórica de las narraciones
patriarcales: “La manera de describir la religión patriarcal, tan distinta de
la religión oficial de la época en que se escribe (posterior en siglos y en la
que se habrían <inventado> los relatos de Abraham. Los patriarcas, que deberían
servir de modelos, no dan culto a Yahvé, sino a diversas manifestaciones del
dios supremo cananeo Ilu (El). Si las tradiciones son inventadas tampoco se
habría dado al protagonista el nombre de Abraham, que nunca más aparece en la
Biblia. Puestos a inventar el personaje,
habría sido más lógico un compuesto del nombre Yah (abreviatura de Yahvé). <Abraham no es ni rey, ni profeta ni
héroe legendario. Aparece como individuo y particularmente como antepasado,
como el padre. Su recuerdo se ha debido de transmitir por los que lo
consideraban su antepasado> (citando a W. Vogels, Abraham y su leyenda, p. 6, en la nota 6). Tomado de: Introducción al Antiguo Testamento,
Estella (2011) p. 380.
[37] Los Evangelios de la Infancia – Nacimiento e
infancia de Jesús en San Mateo,
Madrid (1999), p. 33, n.17.
[38] Ispirazione… , pp. 221 –
224.
[39] “Que la mujer aprenda
sosegadamente y con toda sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine
sobre el varón, sino que permanezca sosegada. Pues primero fue formado Adán; después
Eva. Además, Adán no fue engañado; en cambio, la mujer, habiendo sido engañada,
incurrió en transgresión, aunque se salvará por la maternidad, si permanece en
la fe, el amor y la santidad, junto con la modestia”.
[42] Pasajes – interrumpimos
el texto – en los que ni se nombra a Eva en la culpabilidad de original.
[44] “Das Lehrverbot in I Tim
2” en su obra: Das Problematik um das
Frauenpriestertum vor dem Hintergrund der Schöpfungs un Erlösunsordnung ,
Paderborn (1995) pp. 392 – 399.
[45] I Cor 11, 3.
[46] Ver Filip 2, 6.
[47] Mt 19, 12; I Cor 7, 38; DS 1810.
[49] En su nota 21, remite
Hauke a: C. Spicq, Les Épitres
Pastorales, Paris (1969) I, 381, del cual tomamos: “Aquí (Pablo) se atiene
sólo a la idea de engaño – seducción, ligada a la noción de pecado (Rom 7,11;
16, 18) especialmente el de la mujer…<No se dice que Adán no haya pecado,
sino que él no ha sido engañado; al contrario, la tara de Eva es de haberse
dejado seducir por la peor de las ilusiones; es porque ella era la más crédula
que la serpiente la hizo su cómplice” (SAN AGUSTÍN, Ciudad de Dios XIV, 11). He aquí por qué el Apóstol no puede
permitir a las mujeres tener autoridad sobre su marido y sobre todo de enseñar
la verdad en la Iglesia, especialmente en Éfeso, donde los doctrinarios
esotéricos tienen una adulona clientela femenina (I Tim 5, 13 ss.)”.
No menos el mismo
Spicq, advertirá: “Sea lo que sea, si advertimos la cultura intelectual de las
mujeres bajo el Imperio, de su actividad social, se su papel político y
religioso, se puede pensar que los argumentos del Apóstol no han convencido a
todas las efesinas; pero éste no les niega el acceso a la cátedra de la verdad
y al santuario, sino para abrirles bien grandes los caminos de la caridad y del
servicio…la más alta nobleza (I Tim 3, 11” (Ibid…, 382).
También habría que
tener en cuenta, que, si se da en la mujer esta mayor posibilidad de ser
seducida, no menos se puede ver en ella cierta superioridad, según las atinadas
reflexiones de Gertrud von Le Fort. Y quién sabe si por eso mismo fue tentada
primeramente por el gran tentador. Porque
se podría notar que por el hecho de que la primera en sucumbir a la serpiente
haya sido la mujer, no se sigue que el relator sagrado haya concebido su
escenificación, porque pensara que era ella “un ser más débil e influenciable”,
menor y casi de segunda categoría. Todo lo contrario, la idea de fondo sería:
“Corruptio optimi pessima”, como resumimos de la ya mentada G. von Le Fort: es
falso decir que Eva cayó por ser la más débil. La historia de la seducción
demuestra que fue la más fuerte, superior al hombre…Donde quiera ha sido
subyugada la mujer, no sucedió nunca por ser ella la más débil que el hombre,
sino por haber sido temida, conocida como más fuerte y con razón, porque desde el momento en que el
poder más fuerte no quiere ser abnegado, sino orgullo y autocracia, surge
necesariamente la catástrofe…Es cierto que la mujer no es el mal en sí y de por
sí - los ángeles caídos la preceden en el pecado, el demonio es masculino –
pero tiene en común con él la fuerza seductora…Lo mismo que el ángel caído es más
horroroso que el hombre caído, así también la mujer prevaricadora es más
terrible que el hombre prevaricador…La Medusa y las Erinias de la leyenda
antigua reflejan el horror que inspira la mujer transgresora…La mujer
prevaricadora está al comienzo de la historia y está también en el fin de la
historia. Por eso el Anticristo no ofrece una forma humana, sino la del
monstruo del abismo. Sobre él está sentada la gran prostituta, Babilonia,
“madre de las rameras” (Ap 17, 5), o sea: la quintaesencia del amor pervertido.
Sólo la mujer que ha traicionado su destino puede representar la absoluta
esterilidad del mundo, la esterilidad que necesariamente implica la muerte y
desolación (La mujer eterna, Madrid
– 1957 – pp. 26 – 29).
Comentamos, de
paso, que tales reacciones de exagerada ansia de emancipación feminista provocan
movimientos como “las mujeres autoconvocadas” en la Argentina o los grupos
“Femen” en Europa.
[50] Ibid…, p. 395. Explicitamos la cita: “Pero me temo que, lo mismo
que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes…”.
Hauke, en su nota 22, aclara: “Con lo cual no debe ir unida devaluación alguna de la mujer”.
[51] Donde las mujeres se
mostraban especialmente “avanzadas”, tanto que podían competir en los “juegos
ítsmicos”, en carreras con carros de
caballos, etc.
[52] Desapareció en la Cartago del siglo III, como consta por Tertuliano
(De virginibus velandis ,3; PL II, 940 – 941. De oratione , 3; PL I,
1295 – 1298), quien relata cómo las cristianas iban al templo con velo, que se quitaban
en el interior del recinto sagrado. No cumplían con la materialidad de la
prescripción paulina, pero su sentido se mantenía en esta recomendación del
apologista africano: “Yo te ruego, vela tu cabeza…tú haces correr peligro a
todas las edades. Revístete de la
armadura del pudor (destaque de mi parte), eleva en torno a ti un cerco de
modestia, oculta tu sexo detrás de un muro, que no deje escapar tus miradas, ni
penetrar las del otro” (De virginibus…,
16; PL II, 960).
[54] “Uds. estudian las
Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio
de mí” (Jn 5, 39)
[55] Esta problemática viene
siendo agitada especialmente por teólogos católicos de la India. En 1974 se
tuvo un seminario de estudios al respecto en Bangalore. Sus resultados fueron
publicados bajo la dirección de: D. D. Amalorpavadass, Research Seminar on Non – Biblical Scriptures, Bangalore, NBCLC
(1974). Desde entonces han ido apareciendo multitud de ensayos al respecto. Es
posible analizar los principales puntos en: R. J. Raja, “La Biblia y los Libros
Sagrados de las religiones no – cristianas” en: Actualidad pastoral, XXIX (1996) pp. 140 – 144. (En el mismo número
de la recién citada revista se puede encontrar una bien argumentada réplica por
parte de L.H. Rivas, “La inspiración de los libros no – bíblicos” a partir de
la p. 283). Uno de los últimos intentos fue el de I. Vempeny, S.J. “Non -
Biblical Scriptures” (en el simposio ya mencionado de 1999: Scrittura ispirata…, 211 – 232).
Pero, quien más
difundió el tema, y en forma bastante errónea, fue el jesuita belga: J. Dupuis,
presentándolo en varios artículos y ofreciendo una síntesis de sus posiciones
ya en 1991: Jesucristo al encuentro de las
religiones (Madrid). Su obra posterior y más
discutida fue: Toward a Christian
Theology of Religious Pluralism, New York (1997). Llegó a ser decano de Teología en la Pontificia
Universidad Gregoriana. Muchos de sus puntos de vista son expresamente criticados
por la Dominus Jesus.
Se ha de recordar también que la
Comisión Teológica Internacional había ya hecho advertencias similares en: Cristianismo y religiones de 1996.
[56] “Dio parla per mezzo dei profeti” en: P. Bovati – P. Basta, “Ci ha parlato per mezzo dei profeti –
Ermeneutica bíblica, Roma / Cinisello Balsamo / Milano (2012) pp. 73 – 74.
En la nota 60, del
artículo que venimos citando, apunta lo siguiente: “Piénsese en la publicación
de J. Dupuis, Toward a Christian Theology
of Religious Pluralism, New York 1997…que fue objeto de crítica por parte
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero que ha recibido consensos de
parte de importantes pastores y teólogos”. Siguen en este mismo artículo
idénticos pedidos de confirmación a los casos de Balaam y al discurso de Pablo
en el Areópago.
A la verdad que uno
se pregunta: por “importantes” que sean, ¿están tales pastores y teólogos por encima de la Congregación para
la Doctrina de la Fe? A la vez, ¿no ha recibido la Dominus Jesus no menor acogida y aprobación por parte de otros, también
prestigiosos, pastores y teólogos?
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