LUCAS
MÉDICO GRIEGO[1]
El
testimonio marianode un
hombre de ciencia y un sabio
Estimado visitante,
San Lucas es un evangelista
particularmente mariano porque el Espíritu Santo lo eligió para que nos
trasmitiera aquellos misterios de la infancia que involucran de manera especial
a la Santísima Virgen María.
Me ha parecido oportuno ofrecerte
una investigación sobre san Lucas. Es el resumen de un largo estudio académico
sobre san Lucas médico griego que emprendí, intrigado por su personalidad y su
espiritualidad, en mis años de estudio y de docencia.
La investigación me descubrió una
realidad insospechada y que me resultó fascinante, por lo que me ilusiona poder
compartirla contigo. Ahora la he resumido para publicarla en la quinta edición de "La Virgen María según los evangelistas" (Editorial Lumen, Buenos Aires)
INTRODUCCIÓN
1) Lucas ante la concepción
virginal
La mente moderna se inclina
a pensar que su escándalo ante el hecho de la concepción virginal de Cristo le
viene de su modernidad. La
realidad es otra. Por más ignorantes,
retrógradas y supersticiosas que se quiera pintar a las edades pasadas, la
generación humana sin intervención de varón, es tanto más inaceptable cuanto más
primitiva es la mente de un pueblo. La mente moderna no puede creer en la
concepción virginal porque, deslumbrada por lo que llama “ilustración” queda
ciega para las posibilidades del obrar divino. Pero a pesar de toda su soberbia
exaltación sobre los que fueron antes es todavía demasiado carnal, animal y
primitiva, porque aquellos a quienes considera “primitivos” saben doblegar sus
ideas ante los hechos.
Lucas, que quiere fundar la certeza de
Teófilo sobre una base firme, podría haber imitado a Marcos (a quien por otra
parte sigue escrupulosamente) y callar acerca de la infancia de Jesús. Pero no temió confrontar al que quería
confortar, con unos hechos en cierto sentido más pasmosos que el de la
Resurrección.
La Resurrección de Cristo la
compartirán los que creen en él. La
concepción virginal es un hecho único e irrepetible y que no comparte ni
compartirá ninguna otra mujer. Es además, y quizás por eso mismo, un hecho a
primera vista prescindible, puesto, que no parece reportar a nadie provecho
sensible alguno.
Para el racionalismo carnal, es lo
mismo que Jesús tuviera la nariz roma o aguileña, que haya sido concebido por
obra del Espíritu Santo o por obra de José.
Las peculiaridades individuales de Jesús le importan poco. Le interesa más bien su función, su
funcionalidad su utilidad y su aptitud para ser digerido y utilizado como una
idea. Si hay algún hecho o suceso
individual que contradice sus generalidades históricas o naturales, o sus
pronósticos, o que escapa al alcance de su instrumental verificador, ese hecho
debe ser eliminado en aras de sus prejuicios.
Lucas no quiso evadir este hecho, a
primera vista más apto para ahuyentar adeptos que para atraerlos. Si alguien
tenía derecho a elevarse contra la fe en la concepción virginal de Jesús, como
contra una extralimitación vejatoria del buen sentido y de la razón, como contra
una contradicción inaceptable de los datos de la ciencia y de la historia, era
Lucas.
Lucas puesto que era médico griego, fue
una de las figuras más cultas de la primera generación de cristianos venidos de
la gentilidad. Por formación médica, Lucas, estaba al tanto de los conocimientos
acerca de la anatomía y la fisiología de la generación humana y conoció casi
seguramente las observaciones sobre embriología de Aristóteles[2]. Pero sus conocimientos científicos
no fueron obstáculo para que reconociera la veracidad de los testigos que le
relataron hechos asombrosos por lo únicos y
extraordinarios.
Quiso el Espíritu Santo, que fuera
precisamente Lucas el médico quien quedara ante la posteridad de la
Iglesia y el Mundo, como el más claro y férvido expositor del misterio de la
concepción y el parto virginales. Supera
de lejos al escueto Mateo. N os dice lo
que no nos dijeron ni Marcos ni Juan.
Él es también el evangelista del
Corazón de María, donde ella guardaba los misterios de su Hijo, que meditamos en
el Rosario.
Lucas pintó un retrato de la Virgen
María. Había pues sobrados motivos para dedicarle este anexo en este librito
dedicado a María según los evangelistas.
2) La credibilidad de hechos
‘increíbles’
A los hijos de una época como la
nuestra, dominada por los prejuicios antirreligiosos de la Ilustración y el
ateísmo militantes, herederos de siglos de polémica racionalista y positivista
antievangélica, imbuidos de prejuicios histórico-críticos tanto más peligrosos
cuanto inconscientes, les puede resultar difícil entender que Lucas crea en los
misterios de la Infancia.
¿Cómo es posible que este médico
heredero de una formación científica de alto nivel – como se dirá más abajo –, y
que se propone precisamente certificarle a Teófilo de la firmeza de la doctrina
recibida, lo confronte de entrada con el evangelio de la infancia, cuajado de
hechos milagrosos como la concepción milagrosa de la anciana Isabel y la
concepción virginal de María?
¿Por qué motivo no calló Lucas estos
hechos tan escandalosos para una razón naturalista y positivista? ¿Por qué,
puesto que sigue tan escrupulosamente a Marcos, no se conformó con silenciar
esos misterios de la infancia, que sólo podían chocar a sus oyentes? El modelo
de Marcos lo hubiera autorizado a ello y habría facilitado la adhesión al
cristianismo de muchos gentiles, sobre todo los más ilustrados, evitándoles un
escollo y un escándalo en su adhesión a la fe.
Pero Lucas no sólo no silenció los
milagros de la concepción del Bautista y de Jesús, sino que se explayó en su
relato, superando la audacia de Mateo. Y
no hizo esto sólo con los milagros relativos al evangelio de la infancia.
A la lista de milagros evangélicos, ya
de suyo bastante escandalosa para los ilustrados de la época, se permitió
agregar milagros como el de la reanimación del hijo de la viuda de Naím (Luc
7,11-17), que sólo él narra entre todos los evangelistas, y como la resurrección
de Eutico (Hechos 20,7-9).
Lucas no era ni un crédulo, ni un
supersticioso. Era además bien consciente de que no podía sino chocar, con esos
relatos, a gentes venidas de un mundo capaz de tomar distancia crítica, y en el
que, las clases instruidas, estaban “de vuelta” de los mitos y las fábulas. Basta leer el “Credo” del pagano Plinio el
Viejo, o recordar el episodio de Pablo en el Areópago, para persuadirse de que
Lucas no podía hacerse ilusiones acerca del rechazo que necesariamente debía
suscitar con estos relatos entre los “ilustrados” de su
época.
Dice Plinio el Viejo, pagano romano
contemporáneo de Pablo y Lucas – prototipo de los ateos que Pablo fustiga en
Romanos 1, 18 –: “Considero que buscar la forma o la imagen de Dios es algo
propio de la tontería humana”. Para Plinio es vana fatiga que el hombre busque
saber algo de Dios. Todos sus esfuerzos lo han llevado a caer en creencias
ridículas: como divinizar las virtudes, pero lo que es peor, también las
pasiones, los vicios y las compulsiones. Lo único sensato es decir que “Dios”,
lo divino, es “que un mortal ayude al otro” ya que “es ridículo pensar que Dios
se inmiscuya en los asuntos humanos”. De ahí que se pueda considerar divino al
Emperador, máximo bienhechor de los hombres y providente gobernador del
mundo. La fe en una providencia divina
es, para él, simplemente una creencia inútil. Por lo cual Dios es, en último
término, “el nombre que damos al poder de la Naturaleza”[3].
Sin embargo, san Lucas no sólo no se
creyó dispensado de relatarlos, sino que consideró oportuno hacerlo para fundar
la fe de Teófilo, que era sin duda un cristiano culto y en contacto con el
ateísmo pagano, sobre un fundamento cierto.
Por lo tanto, sólo caben tres posibilidades:
1) Lucas fue un crédulo.
Lo cual nos parece
precisamente descartable por su formación médica.
2) Lucas quiso aprovecharse de la
credulidad de clases ignorantes.
Esta hipótesis parece
también descartable. Un médico de la
época no necesitaba, si era un hábil estafador, inscribirse en una secta
religiosa como la cristiana, para medrar consiguiendo honores y dinero. Si ese era el móvil de Lucas, no habría
elegido la causa de gente perseguida a muerte, ni se habría expuesto a los
peligros a los que se expuso, permaneciendo fiel a Pablo hasta en su última
prisión y condena a muerte. Esa no es
una conducta lógica para un charlatán que busca su propio provecho y medrar con
fábulas.
3) Lucas estuvo convencido de que lo
que relataban eran hechos realmente sucedidos, ante los cuales debían ceder los
preconceptos de cualquier orden. Y ésta
parece la única explicación coherente.
Su honestidad intelectual le impidió silenciar los hechos salvíficos,
porque estaba convencido de que la salvación venía precisamente a través de
ellos, y de la fe en ellos.
3) Un certificado de
defunción: Hechos 20, 7-9
“El primer día de la semana
(domingo) estando nosotros (Lucas estaba allí) reunidos para la fracción del
pan, Pablo, que pensaba marchar al día siguiente - de Tróade hacia Mileto -,
conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche. Había abundantes lámparas en la habitación
superior donde estábamos reunidos. Un
joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana; un profundo
sueño le iba dominando a medida que Pablo alargaba su discurso. Vencido por el sueño se cayó del tercer piso
abajo y fue recogido muerto” (Hechos 20, 7 -9)
Lucas recuerda la escena y el narra
con la vividez del testigo presencial.
Como médico, pudo comprobar
la muerte de Eutico. El joven cae de un tercer piso. Podemos calcular una altura
de entre siete y medio a doce metros, quizás unos nueve metros.[4]
La caída de un cuerpo desde esas alturas, normalmente es mortal. El sueño, y la flacidez muscular
consiguiente, así como la presumible falta de reacciones de defensa, parecen
factores que agravan las consecuencias de semejante caída. Lo cierto es que
Lucas, testigo presencial y médico declara que “fue recogido
muerto”.
Hipócrates, ya siglos antes, había
ofrecido en sus aforismos detallados síntomas indicadores de la muerte. El escrito hipocrático De las Enfermedades
Iº [5] distingue entre las enfermedades que
tienen una causa orgánica y las que se originan por causas exteriores: por
fatigas o heridas, caídas o por excesos de frío o calor. Acerca de los males producidos por heridas
observa que fatalmente producen la parálisis las heridas que seccionan los
grandes nervios o los tendones, especialmente los de la cadera y muslo. Fatalmente mortales son las heridas del
cerebro, la médula, el estómago, hígado, diafragma, vejiga, grandes arterias y
corazón.[6]
En tiempo de Lucas, por lo tanto, un
médico difícilmente se engañaba en la comprobación de la muerte. Lucas no se engañaba cuando afirmó que el
niño estaba muerto cuando lo levantaron.
Ya no había nada que hacer.
El mismo escrito hipocrático de las
Enfermedades advierte que cuando hay una conmoción cerebral se pierde el habla y
también la vista y el oído, y que las heridas del cerebro producen fiebre y
vómitos de bilis, parálisis, y que son fácilmente mortales. Con todo el médico puede ayudar a veces,
sobre todo cuando se trata de ayudar a los que están inconscientes, en cuyo caso
se ha de intervenir antes de que el paciente haya exhalado el alma.[7]
Lucas, después de haber comprobado
la muerte del niño, y que ya era tarde para intervenir, debió sorprenderse de
las palabras de Pablo: “Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándolo en sus brazos
dijo: No os inquietéis, pues su alma está en él” Subió luego, partió el
pan y comió; después platicó largo hasta el amanecer. Entonces se marchó. Trajeron al muchacho vivo y se consolaron no
poco” (Hechos 20,10-12).
Estamos pues ante el testimonio
impresionante de un médico que ha visto con sus ojos la reanimación de un
muerto[8].
I.- SAN LUCAS, MÉDICO
GRIEGO
Detengámonos un poco en
considerar los datos documentales acera de Lucas que se nos han conservado en
las fuentes cristianas, bíblicas o extra bíblicas. Son extremadamente pocos y
fragmentarios. Nos dejan con ganas de saber más acerca De él. Por eso acudiremos
más adelante a la historia de la medicina griega, para conjeturar algo más
acerca de él.
Empecemos el recorrido por
las fuentes cristianas no bíblicas. La más antigua semblanza de San Lucas que
conocemos nos dice lo siguiente:
“San Lucas fue de
nacionalidad sirio de Antioquia, médico de profesión, y habiendo sido primero
discípulo de los apóstoles, después acompañó a San Pablo hasta su martirio.
Sirvió al Señor sin tacha. Se mantuvo
célibe y no tuvo hijos.
Murió de ochenta y cuatro
años en Beocia lleno del Espíritu Santo. Cuando ya se habían escrito los
Evangelios de Mateo en Judea y de Marcos en Italia, este santo, movido por el
Espíritu Santo, escribió el suyo en Acaya, al principio del cual dice que ya se
han escrito otros, pero que tiene por muy necesario exponerles a los fieles
griegos de la gentilidad con todo rigor la tradición de la economía (del plan de
salvación), para que no sucumbieran a la atracción de las fábulas judías, ni se
apartaran de la verdad seducidos por las invenciones hueras de la
herejía.
“Por este motivo comenzó su
narración desde la concepción y el nacimiento de Juan (Bautista), con quien
comienza el Evangelio, precursor de Nuestro Señor Jesucristo y que estuvo
asociado a Él en la obra de la purificación evangélica, así como en la vía del
Bautismo del Espíritu y de la Pasión. Después, el mismo Lucas escribió los
Hechos de los Apóstoles”[9].
Esta breve noticia nos deja con
muchas preguntas ¿Qué pudo darle su origen, su educación y estudios médicos en
el mundo helenístico de su época? ¿Qué grado de disciplina y de rigor metódico
pudo tener la mente de este hombre? ¿Cómo calibrar el valor de su testimonio y
de su capacidad crítica ante el hecho cristiano y, sobre todo, ante milagros de
orden biológico como la concepción virginal de María por obra del Espíritu
Santo, del que san Lucas es testigo principal entre los
evangelistas?
4) Lucas era sirio de
Antioquia y de origen gentil
La filiación cultural griega
del autor del tercer Evangelio y de los Hechos es un hecho aceptado por quienes
han analizado su lengua y su estilo.
Lucas es el más helénico y clásico de los autores del Nuevo
Testamento.
Su vinculación con Antioquía
se deduce sobre todo de los Hechos de los Apóstoles. Allí Lucas se muestra particularmente al
tanto del desarrollo de los acontecimientos en esa ciudad. A partir de Hechos 16,10 la narración pasa
bruscamente a hacerse en primera persona del plural: “intentamos
inmediatamente pasa a Macedonia”.
Es la primera sección nosotros en los Hechos, y sugiere que el autor,
Lucas, se implica a sí mismo entre los actores.
En algunos códices antiguos[10], hay, ya en el capítulo 11,27, una
frase en primera persona, precisamente en relación con Antioquia:”bajaron
unos profetas de Jerusalén a Antioquia y había una gran alegría mientras
nosotros estábamos reunidos”.
Los datos indirectos de los Hechos
no significan naturalmente que Lucas sea nativo de Antioquia.[11]
Estrictamente, inducen a pensar que tuvo allí su primer y decisivo
contacto con el cristianismo. Lucas
sabe, por ejemplo, que allí fue donde los discípulos de Cristo empezaron a
llamarse “cristianos”. Su conversión
parece haber tenido lugar allí al encontrarse con los chipriotas y cirenenses
que, junto con otros cristianos de origen judío (entre los cuales sin duda
figuras apostólica de primera magnitud como Pedro), se dispersaron después de la
muerte de Esteban.
Lucas se encontró con el
cristianismo en Antioquia en una época de gran movilidad y facilidad de
comunicaciones, ello no implica necesariamente, pues, su origen antioqueno, pero
lo hace verosímil. Por lo menos es
probable que fuera nativo de Siria, provincia de la cual Antioquia era
capital.
5) Antioquia y
Tarso
¿Cómo la Antioquía donde vivió y
actuó Lucas? Antioquia, la vieja capital residencial de los Seléucidas, la
odiada Babilonia para el nacionalismo macabeo, fundada en el 301 a. C. por
Seleuco Nicator en memoria de su padre Antíoco, era en tiempos romanos la
residencia del procónsul de Siria.
A orillas del Orontes, cerca
del mar, sobre la encrucijada de todas las rutas más importantes del Asia, era
un ganglio central de la administración imperial y del comercio. Las ruinas de una muralla romana y de sus
defensas dan testimonio, aún hoy, de la importancia que tuvo. Su muralla tenía un perímetro de unos 20
kilómetros, estaba rodeada por un foso y reforzada por 360 torreones de hasta 25
metros de altura.
¿Y Tarso, la ciudad natal de san
Pablo? Tarso quedaba a unos doscientos o kilómetros por la excelente calzada
romana, en la vecina provincia de Cilicia. El viaje por mar era un atajo que
acortaba notablemente la distancia y la seguridad del viajero. La distancia por
mar entre Antioquia y Tarso no es mucho mayor de la que separa Montevideo de
Buenos Aires.
Si Antioquia era la ciudad
administrativa y comercial, Tarso era la capital universitaria de Cilicia. Su fama cultural rivalizaba en el mundo de la
época con Alejandría. Sus escuelas eran consideradas incluso superiores a las de
Atenas.
Lucas no tuvo que ir lejos a buscar
su Alma Mater. Lo más probable es que Lucas haya estudiado medicina en
Tarso sede de una escuela médica prestigiosísima. Se ha afirmado que en ningún otro sitio del
Asia Menor podía obtener una mejor educación, pues al decir de Estrabón, allí se
ofrecía y aprendía una formación intelectual y humana completa : filosofían
kai ten allen paideian egkuklíon hápasan [12].
A juzgar por la excelente formación
y educación de que gozaron Lucas y Pablo, es probable que ambos fueran de
familias pudientes. Además, en dos ciudades provincianas y vecinas como
aquéllas, donde la población no alcanzaba cifras exageradas existía la
posibilidad de que Lucas y Pablo, o sus respectivas familias, se conociesen de
antemano.
6) Lucas
Sirio
La afirmación del Prólogo
marcionita de que Lucas fue “sirio” de Antioquia, puede entenderse en dos
sentidos. Primero como una simple
referencia geográfica a la Provincia natal.
O bien como una referencia étnica: griega, siria o judía. En último término, la etnia no era, en este
caso, un factor decisivo desde el punto de vista cultural. No era empero indiferente para facilitar un
contacto del Lucas sirio con el judaísmo, y dentro de él con el movimiento
cristiano. La procedencia étnica siria
explicaría muy bien el alto nivel de cultura griega de Lucas y al mismo tiempo
su familiaridad con el mundo semítico.
Quien observa su obra escrita y al mismo tiempo su misión providencial en
la difusión de un evangelio de origen hebreo en el mundo helénico, se inclina
fácilmente a admitir que Lucas perteneció a la etnia Siria. Antioquia era, como tantas otras ciudades de
la región un crisol cultural donde lo griego y lo semítico convivían y se
combinaban.
7) Lucas en el Nuevo
Testamento
Lucas es nombrado en Colosenses
4,10.14; Filemón 24 y 2ª Timoteo 4,11[13], siempre en compañía de Marcos y
acompañando a Pablo en su primera y segunda cautividad.
Pablo nos dice de Lucas que es “su médico muy
querido”, y su colaborador en la obra evangélica. No hay indicios de que fuera su compañero de
prisión, pero es el único que no lo abandona en su segunda cautividad, cuando
todos lo han hecho. El texto de
Colosenses parece colocar a Lucas aparte del grupo “de los de la circuncisión” y
por lo tanto entre los cristianos de origen gentil. Pudo ser prosélito judío antes de su
conversión por su conocimiento de temas judaicos y los frecuentes hebraísmos de
sus escritos. Es el único evangelista de origen gentil. Era uno de los pocos predicadores evangélicos
que gozaba de una educación global, filosófica y científica. En efecto, como
vamos a ver en seguida, la medicina griega era más que lo que es hoy. Hoy se ha
reducido a una mera profesión. En ese entonces era una concepción global de la
vida humana, de carácter a la vez filosófico y científico, con una visión global
y unitaria del conocimiento y de la verdad y que apuntaba a la excelencia humana
en todos los aspectos.
8) Lucas como médico de
formación griega
¿Qué sabía Lucas como médico griego? Es este un capítulo
estancado de los estudios lucanos[14]. Si nos atuviéramos al estado
actual de los mismos, el análisis del vocabulario y del estilo de Lucas
parecería ser un camino definitivamente descartado para darnos a conocer lo que
fue Lucas como médico griego.
La causa del subdesarrollo de este
importante capítulo de los estudios se debe en gran parte al atraso de las
investigaciones sobre la Historia de la Medicina, y en particular de su capítulo
sobre la medicina griega. Pero no obstante eso, lo que sabemos de la medicina en
su tiempo es suficiente para asombrarnos de todo lo que nos puede informar
acerca de lo que sabía un médico griego como Lucas.
Los historiadores de la
medicina griega han chocado en dos escollos fundamentales. Por un lado han debido trabajar careciendo de
buenas ediciones críticas de los escritos médicos griegos aun existentes, que
constituyen una masa formidable y de la cual una buena parte continua aun
inédita.
Por otro lado, el erudito
Werner Jaeger nos da información que nos ilumina acerca de lo que con toda
seguridad fue también Lucas. Jaeger nos dice lo siguiente: “Las conocidas
obras sobre historia de la medicina de Hecker, Sprengel, Rosenbaum y otros
denotan una misma estrechez de horizontes al enfocar la posición que la medicina
ocupa dentro del conjunto de la cultura griega no como un problema sino
considerando a ésta simplemente como una profesión. Las investigaciones filológicas sobre la
historia de la medicina siguen en su mayor parte las huellas de esos
autores”.[15]
El médico griego, prosigue notando
este autor, era más que un mero profesional como lo entendemos hoy en nuestra
cultura. ¡Era mucho
más!
”Era el representante de una
cultura especial, del más alto refinamiento metódico y, al propio tiempo, la
encarnación de una ética profesional ejemplar por la proyección del saber sobre
un fin ético de carácter práctico, la cual por tanto, se invoca constantemente
para inspirar confianza en la fecundidad creadora del saber teórico en cuanto a
la construcción de la vida humana. Sin exageración puede afirmarse que la
ciencia ética de Sócrates, que ocupa el lugar central en los diálogos de Platón,
habría sido inconcebible sin el procedimiento de la medicina. De todas las ciencias humanas entonces
conocidas, incluyendo la matemática y la física, la medicina es la más afín a la
ciencia ética de Sócrates. Sin embargo,
la medicina griega no merece ser tenida en cuenta solamente como antecedente de
la filosofía socrática, platónica y aristotélica en la historia del espíritu,
sino además porque por vez primera la ciencia médica, bajo la forma que entonces
revestía, traspasa los linderos de una simple profesión para convertirse en una
fuerza cultural de primer orden en la vida del pueblo griego. A partir de entonces, la medicina va
convirtiéndose más y más, aunque no sin disputa, en parte integrante de la
cultura general (enkúklios paidéia). En
la cultura moderna no llegará a recobrar nunca este lugar. La medicina de nuestros días, fruto del
renacimiento de la literatura médica de la Antigüedad clásica en la época del
humanismo, a pesar de hallarse tan desarrollada es, por su especialización,
rigurosamente profesional; algo completamente distinto de la ciencia médica
antigua”.[16]
¡Ahora tenemos un punto de
apoyo sólido para imaginarnos la personalidad de ese Lucas que no abandona a
Pablo cuando todos lo abandonan! ¡El que se acerca a María para escucharla! ¡El
sabio que ama la verdad y la busca en su contacto con los hechos y las personas!
Un hombre distinguido y cuya distinción humana ha sido coronada por la gracia de
Cristo.
Este es el motivo por el cual
habíamos buscado en vano obras que ofreciesen una consideración complexiva de la
personalidad médica de San Lucas sobre una base más amplia que los indicios
filológicos orientados a detectar un lenguaje técnico médico en su evangelio y
el libro de los Hechos. Esta pista era demasiado estrecha – por no decir obtusa
-, y estaba metódicamente viciada porque transponía presupuestos y conceptos
actuales de lo que es el lenguaje médico a unas circunstancias culturales muy
diversas.
Entonces se me abrió el camino para
buscar en otra dirección. En la dirección de las obras de medicina
contemporáneas de Lucas. Porque mientras que es abundantísima la literatura que
compara el prólogo del Evangelio de Lucas con los prólogos de los historiadores
clásicos griegos,[17] no conocía ningún estudio detallado
que explorase sus semejanzas, en primer lugar verbales, pero sobre todo
mentales, con los prólogos de las obras médicas y que explorase las posibles
semejanzas gnoseológicas y criteriológicas, que subyacen, por supuesto, también
en el vocabulario.
Nos referimos a los recaudos
metódicos que aseguran la certeza (=asfáleia) del conocimiento, tales como el
valor y los límites que se reconocen a las autoridades (los maestros, los
sabios), a la observación rigurosa de la realidad (=akribía), al reconocimiento
de lo absurdo y descartable (=átopon) o bien otras categorías del pensamiento
crítico, que tocan a la verdad y la certeza.
Las obras médicas, tanto o más que las filosóficas abundan en esta suerte
de consideraciones metódicas, programáticas para el científico, y que la
medicina griega había heredado de sus contactos nativos con la filosofía. [18]
9) La finalidad del díptico
Evangelio-Hechos: La Certeza (asfáleia)
La obra de Lucas nos da una punta de
la madeja para asomarnos a sus principios metodológicos y para compararlos con
los de las obras de médicos griegos. El Prólogo de su Evangelio encierra como en
germen toda una teología, pero también un programa metódico con una intención
apologético que nos instruye acerca de las exigencias intelectuales del
destinatario: Teófilo.
En su prólogo, Lucas declara el fin
que se propone; los medios de los que piensa valerse para lograrlo; se sitúa a
sí mismo y a su método en relación con su destinatario y con sus fuentes,
garantizando que su originalidad no está en apartarse de los orígenes sino en
permanecer fiel a ellos: “para que reconozcas, excelentísimo Teófilo, la
certeza (asfáleia) de las enseñanzas con que has sido
instruido”.
Los Hechos de los Apóstoles nos
muestran un ejemplo de esas enseñanzas o palabras (logoi) pre bautismales
puestas en práctica al impartirlas a los gentiles. Hechos 10,37-43 nos ilustra acerca de la
naturaleza y contenido de estas enseñanzas.
Ellas están íntima relación con lo que el prólogo de Lucas califica de
“los hechos que se han consumado entre nosotros”, y que han sido objeto de
narración por parte de otros, según la tradición de los que desde un principio
fueron testigos oculares y luego ministros del Logos.
La finalidad que tiene Lucas es
mostrar a Teófilo la certeza, el carácter objetivo de lo que ya conoce
por haber sido instruido. El ministerio
de Lucas como teólogo puede definirse como un servicio a la credibilidad, a la
certeza, firmeza o solidez del mensaje cristiano. Pero no apunta a ello en un
nivel doctrinal, que pudiera separarse de su base en los hechos de la revelación
histórica de Dios. Su re-proposición de los Hechos y Dichos del Señor
(Evangelio) y de los Hechos y dichos de los Apóstoles, ministros de su logos o Evangelio, sólo se
justifica a sus ojos en cuanto puede agregar algo a lo que ya otros han
emprendido antes que él narrando el Evangelio, es decir de “los hechos sucedidos
entre nosotros”[19].
Lo que puede agregar a lo que
Teófilo ha recibido, no está tanto en el contenido de las palabras o enseñanzas
tradicionales y usuales en la Iglesia, no está sólo en el contenido doctrinal
(contra la heterodoxia), cuanto en un plano mucho más profundo y fundamental, en
la apología de la objetividad de los hechos (contra la
duda).
10) Asfáleia,
certeza
La palabra griega asfáleia,
que algunos traducen verdad, y que el Concilio Vaticano II retoma
(“veritatem”) [20] citando el prólogo de Lucas, la
explica el mismo Concilio, poniéndola entre comillas para que se la entienda en
el sentido del original griego, como “firmeza”, “certeza”.
La certeza es aquella cualidad del
conocimiento por la cual se excluye el temor de equivocarse. Un juicio es cierto, cuando se afirma como
verdadero, es decir como adecuado a la realidad, sin temor de que pueda ser
falso. El temor de equivocarse transforma la certeza en mera opinión. Los
distintos grados y formas de conocimiento: sensorial, intelectual, matemático,
histórico, moral, interpersonal, etc., dan lugar a diversas clases y formas de
certeza, según sea posible al hombre alcanzar los distintos grados de la
realidad con mayor o menor grado de seguridad y exclusión de la posibilidad de
errar.
El conocimiento científico aspira
precisamente a la certeza. Una es la
certeza de la filosofía, otra la de las matemáticas, otra la de las ciencias
naturales, otra la de las ciencias humanas, como la historia, otra la de la fe y
la teología.
Lucas, obviamente, no inventa la palabra. La encuentra en el griego clásico y tardío y
en la traducción de los LXX. En la lengua griega, asfáleia deriva del
verbo sfállo cuyo sentido primitivo es “hacer resbalar” de donde derivan
otras significaciones como “hacer caer”, “abatir”. “volcar”, “hacer caer en error”, engañar y
engañarse, y toda clase de “fallas y fallos”, morales, militares, o filosóficos:
fallos en la búsqueda caída o error o engaño.
Con esta palabra culmina, como en su cúspide y su meta, el prólogo del
Evangelio de Lucas.
“Ya que muchos pusieron mano
(a la tarea de) coordinar la narración de los hechos consumados, entre nosotros
hechos, tal como nos los transmitieron los que desde el principio vieron con sus
propios ojos y fueron servidores (ministros) de la Palabra (Evangelio); he resuelto yo también,
habiendo investigado de nuevo el origen de todos, escribírtelas rigurosamente
ordenadamente excelentísimo Teófilo para que reconozcas, de las enseñanzas que
has recibido, la certeza”[21].
II.-
SAN LUCAS Y EL UNIVERSO MENTAL DE LA MEDICINA GRIEGA
No recuerdo ya cómo, durante mis
búsquedas de obras escritas de medicina griega, el Señor puso entre mis manos el
Prólogo a la obra Materia Medica de Pedanios Dioscórides un médico sirio
y coetáneo de Lucas. Quedé impactado por los paralelismos con los principios
metódicos aplicados por Lucas en su obra evangélica. Compárese ese prólogo del Evangelio según
Lucas con los siguientes pasajes del Prefacio de Materia
Medica:
“Dado que muchos no
solamente de los antiguos, empero también de los autores modernos, hayan escrito
acerca de la composición, virtud y prueba de las cosas medicinales, Oh amicísimo
Ario, todavía procuraré darte a entender, que no en balde o sin razón alguna, me
moví yo a tratar semejantemente de este mismo negocio, visto que algunos de
ellos ninguna cosa acabaron, y otros, aunque escribieron mucho, fue de cosas
oídas […] tratando muy de corrida la virtud y prueba de los remedios, no
regularon con la experiencia sus efectos y propiedades […] erraron también en el
orden […] No juzgues por el lenguaje el valor de nuestra fatiga [en investigar
experimentalmente] sino por la experiencia y solicitud con que trato las cosas
subjectas […] de las cuales habiendo visto muchas con mis propios ojos
diligentísimamente y alcanzando otras de la historia cierta y cónsona a todos, y
finalmente habiendo entendido algunas por la narración que me hicieron los
habitantes de los lugares donde esas hierbas nacen, después de haber sido por mí
interrogados curiosamente, procuraré escribir por orden diverso del que
siguieron los otros las especies y virtudes de todas ellas” [22]
Es evidente que Lucas y
Pedanios Dioscórides aplican los mismos principios metódicos científicos,
experimentales, críticos. Ahora bien, Pedanios Dioscórides fue,
como queda dicho, contemporáneo de Lucas.
Vivió entre los años 40-90 d.C. aproximadamente. Fue médico de formación griega y visiblemente
emparentado con la escuela empírica, de la que me ocuparé luego. Acompañó a las
Legiones Romanas viajando por Italia, Galia, España, Alemania y Grecia. Conoció, como Lucas al acompañar a Pablo,
todo el Imperio. En sus viajes recogió
un caudal enorme de observaciones botánicas, zoológicas y mineralógicas
desde su punto de vista médico y considerándolas sobre todo por su utilidad
medicinal.
Se sabe poco acerca de su
vida, pero lo suficiente para asegurarnos de que por origen y cultura, lo que
sabemos de su mentalidad crítica y científica, es aplicable a la mente de su
contemporáneo y probablemente compatriota y quizás hasta condiscípulo, Lucas. De
este modo podemos avanzar en el conocimiento de Lucas más allá de la escueta
noticia inicial del prólogo anti marcionita.
Se sabe que Dioscórides
nació en Anazarbas, una ciudad de la montaña de Cilicia, no lejos de la
ruta romana que unía por tierra Antioquia con Tarso, la ciudad nativa de san
Pablo, y prácticamente equidistante de ambas ciudades. Por lo tanto él y Lucas
proceden de regiones vecinas a los grandes centros de Antioquía y Tarso.
Es obvio suponer que tanto
Dioscórides como Lucas debieron formarse en la escuela médica en Tarso. Los datos biográficos de Dioscórides nos han
llegado por el prólogo de su propia obra: Materia Médica, que nos ofrece
rápidas referencias acerca de sus inclinaciones, sus viajes, su época y sus
observaciones. Su obra la dedicó a su
amigo Areios, un asclepídeo protegido de Laecanius Bassus, que según Tácito
fuera Cónsul romano en el año 64 a. C., el mismo año del incendio de Roma, del
comienzo de la persecución de parte del Imperio contra los cristianos y que
señala el comienzo del período en que pudo Lucas redactar su Evangelio. Dioscórides sirvió como cirujano militar
durante el imperio de Nerón (54-68 c. C.) lo que lo hace también contemporáneo
de Plinio el Viejo, con cuyo espíritu enciclopédico y sus intereses medicinales
tiene muchísimos rasgos comunes.[23]
11) El prefacio de la
Materia Médica de Dioscórides
El prefacio de Dioscórides a
su libro Materia Médica es un escrito científico contemporáneo del
Evangelio de Lucas. Comparado con el prólogo de Lucas, demuestra, como se habrá
podido apreciar por la muestra aducida más arriba, analogías en sus principios
metódicos, empíricos, pues ambos se precian de una investigación minuciosa y de
la exposición sistemática y ordenada y de su método experimental siempre que es
posible o, en su defecto, de la evaluación de los testimonios. Dioscórides
enfatiza –como Lucas- que ha sido cuidadoso y metódico como sus
predecesores. A diferencia de Lucas, ha
tenido motivos para inculpar a algunos de haber cometido errores unas veces y de
haber hablado de oídas a otras.
Pero tanto él como Lucas
coinciden en recomendarse a sí mismos y a lo que dicen por haberlo comprobado,
en todo lo posible, experimentalmente y por sí mismos. El principal criterio de certeza es para
ellos la evidencia inmediata de las cosas, o el testimonio de los que la han
tenido y resultan dignos de confianza.
Dioscórides insiste en que
ha investigado la materia con toda diligencia y por propia experiencia, o en que
ha seguido el relato de aquellos autores, dignos de crédito, por haber relatado
de las cosas sin contradecirse. Él, con la finalidad de saber la verdad con
certeza, considera que es una virtud propia de su tratamiento de la materia, el
haberla ordenado y sistematizado. Rasgo
de aprecio por el orden que también encontramos en Lucas.
12) Módulos
metódicos
Hemos comparado el prólogo de san
Lucas al Evangelio con el Prefacio de Dioscórides a su obra Materia
Médica, porque, siendo obra de un médico griego coetáneo y compatriota de
Lucas muestra un asombroso paralelismo de criterios con el ideal metódico de san
Lucas. De hecho, los módulos metódicos que reflejan los prólogos de ambos a sus
obras, coinciden en la recomendación de un mismo método de investigación y con
el mismo propósito de ofrecer una información objetiva, verdadera y segura,
sobre sus respectivos asuntos.
No es aventurado suponer que esos
principios, métodos y fines eran los comunes exigidos por el espíritu de las
tres academias griegas más afamadas: Alejandría, Tarso y Atenas. Más
probablemente la de Tarso de Cilicia, donde Lucas y Dioscórides pudieron recibir
los mismos principios y métodos de pensamiento.
Esos ideales científicos tienen
antecedentes muy remotos en el tiempo y es posible rastrearlos en otros de sus
contemporáneos como el romano Plinio el Viejo, el cual, en el prefacio epistolar
al Emperador Tito, dedicándole su Historia Natural, alaba la buena costumbre de
citar a los autores de donde se toma la información que uno no ha podido recabar
por sí mismo. Cada capítulo de su obra va acompañado de la lista de
autores[24].
Y remontándonos más hacia
atrás, parecidos principios y aspiración a la verdad y la certeza, se encuentran
ya en Aristóteles[25] y en el padre de le medicina
griega: Hipócrates.[26]
La originalidad teológica de
Lucas está en haber reclamado para los Hechos que “se han consumado entre
nosotros”, avalados por multitud de testigos fidedignos, y por su propia
experiencia más tarde, la consistencia histórica y la densidad realísima, la
objetividad y asimismo la eficacia salutífera comprobable. Esto los hacía
susceptibles de ser tratados con el instrumental metódico más riguroso de que
disponía el espíritu filosófico y científico del mundo
griego.
13) Lucas y el trípode
Empírico
Los orígenes de la medicina
griega, como los de la medicina egipcia y babilónica están marcados por el
predomino de un empirismo práctico craso, pero que subraya fuertemente el
carácter experimental y pragmático del arte de curar.
“Era costumbre antes de
Hipócrates que todos aquellos que se habían curado de alguna enfermedad,
escribieran en el Templo de Esculapio (o del respectivo dios de la salud) el
remedio que les había resultado eficaz, a fin de que pudiera ser útil a quienes
se encontraban en igual situación”.[27]
Hipócrates fue el primer
gran sistematizador inteligente de esta masa casuística y unió a sus dotes de
observación el genio crítico y un método rudimentario pero germinalmente
riguroso, tomado de los filósofos y de la sabiduría tradicional que encontró en
el hogar de Asclepios, el dios de la salud.
La Historia de la medicina
griega se caracteriza por la tensión constante entre los dogmáticos y los
empíricos, o sea entre médicos que privilegian la vía deductiva inspirándose en
teorías y doctrinas filosóficas acerca de la naturaleza, y otros que privilegian
la sistematización de las observaciones.
En Aristóteles la medicina griega alcanza un raro equilibrio, pronto
perdido por sus discípulos, entre el poder de observar y el genio sistematizador
y crítico-deductivo. Más tarde, Galeno
considerará que Aristóteles no hizo sino comentar la filosofía médica de
Hipócrates.[28] Los aforismos de Hipócrates, una
colección de 400 observaciones de síntomas interpretativos, eran “el catecismo”
de cualquier aspirante a médico.
Hipócrates enseñaba a
excluir lo accidental, de la observación comparada de los síntomas y de la
repetición de hechos, y a reunir finalmente la multiplicidad y variabilidad de
las manifestaciones, en una visión unitaria, agrupándolos en una ley médica.[29]
Hubiera bastado este
precedente metódico para formar una cabeza capaz de hacer teología como Lucas, a
partir de síntomas y hechos concretos, y sin prisas para deducir leyes
abstractas, ni en erigir en ideal de salud un determinado concepto a priori, ni
de descartar la posibilidad de los hechos milagrosos experimentados oponiéndoles
una imposibilidad teórica.
Después de las conquistas de
Alejandro, la medicina griega se había seguido enriqueciendo. Hay que citar por un lado el aporte de genios
metódicos cómo Aristóteles, que le ofrecían sistematizaciones doctrinales de sus
observaciones de la Naturaleza, tales como la doctrina de los elementos, de los
humores, los temperamentos y la constitución somática o fisonomía, los átomos,
los sentidos la respiración, la embriología y generación, etc. Estaba por otro lado el contacto enriquecedor
con otras culturas, como la egipcia, depositaria de una rica ciencia
anatómica.
14) La Escuela
Empírica
No es por casualidad que
fuese en Alejandría de Egipto donde surgió y floreció la Escuela de la medicina
empírica. Esta escuela canonizó y
desarrolló los métodos de observación directa del cuerpo humano e introdujo, a
gran escala, los ensayos, los experimentos, las biopsias, autopsias y hasta las
vivisecciones de seres humanos.
Al médico se le exigía no
sólo la sencilla observación de cada enfermedad, sus causas y la acción de las
medicinas, sino también la consideración de otras circunstancias, tales
como la constitución de cada enfermo,
las diversidades circunstanciales de climas, lugares, momentos, y la
jerarquización critica de los síntomas.
Bajo el mecenazgo de los
Ptolomeos surgieron grandes médicos que se aprovecharon de los conocimientos de
anatomía interna que había acumulado en Egipto la antigua costumbre de la
disección y embalsamamiento de los cadáveres.
Hay antiguos testimonios de
que, por esa época, no se retrocedió ante la idea de llevar a cabo vivisecciones
de criminales condenados a muerte[30]. Estos cobayos humanos, les
eran facilitados a los estudiosos merced al favor de los reyes, interesados en
el avance de esos estudios. Dentro de las grandes escuelas Alejandrinas, la
Escuela Empírica, erige la experiencia práctica como la única que debe
dirigir el estudio de la medicina.
Se considera a Serófilo,
como cabeza de la corriente empírica, y a Erasístrato como cabeza de la escuela
dogmática[31]. Su empirismo se fundó en la cruel
práctica de las vivisecciones humanas. Tertuliano se hace eco de la noticia
según la cual Serófilo había practicado unas seiscientas vivisecciones de
criminales: “Aquel médico o mejor dicho destripador (lanius), que disecó
vivos a seiscientos para escrutar la naturaleza y que para conocer al hombre lo
odió…...”.
Otro médico, Herófilo de
Calcedonia trabajó en Alejandría hacia el año 285 antes de Cristo. Entre otros
trabajos experimentales de anatomía y fisiología humana, hizo la disección del
ojo, describiendo a la maravilla la retina y el nervio óptico. Sus disecciones de la masa encefálica le
permitieron describir el cerebro, el cerebelo y las meninges, bautizó el tórculo
de Herófilo (confluencia de senos sanguíneos en la duramadre o membrana exterior
del cerebro) y dio al encéfalo el honor de ser el asiento de la mente y sus
facultades. Distinguió los nervios
sensitivos de los motores y los de terminación cerebral o medular. Diferenció las arterias de las venas y dio,
diecinueve siglos antes de Harvey, una descripción de la circulación sanguínea
entre el corazón y los tejidos. Disecó y
describió los órganos de la reproducción masculina y femenina, y otros órganos
internos como el hígado y el páncreas, bautizó el duodeno con su nombre
actual. Fundó además el estudio del
pulso y su medición y según Plinio aplicó a él la notación musical.
15) El trípode
empírico
Es en esta corriente médica
donde se inscribe Glauquias[32], hacia el año 180 a.C. Este médico
designó con el nombre de Trípode Empírico la trilogía metódica que
constituyó el credo de la escuela empírica.
El trípode Empírico reposa
sobre tres principios:
1) La observación propia
(autopsia), que por la suma de todas las observaciones aisladas llega a
convertirse en experiencia;
2) la tradición histórica de
los hechos de experiencia de los médicos más antiguos;
3) la analogía como
principio que permite sacar conclusiones deducidas de lo que diversos casos
tienen de común, cuando sobrevienen casos o enfermedades desconocidas y fracasen
los métodos anteriores.
Basta una somera comparación
con el Prólogo de Lucas para encontrar claros equivalentes de la observación
propia de Lucas[33], la observación propia de los
apóstoles y su transmisión por tradición.[34]
En cuanto al tercer
principio, el de analogía, es muy semejante al que domina en las mutuas
relaciones entre ambas partes del díptico lucano Evangelio = Hechos, Vida de
Cristo = Vida de los Apóstoles = Vida de la Iglesia.[35]
16) Lucas y la Medicina
Pneumática
Los exegetas están de
acuerdo en reconocer que Lucas es de un modo particular el evangelista del
Espíritu Santo.[36]
El Espíritu Santo es evidentemente
un fruto de la religión de Israel. Pero
para Lucas esta realidad religiosa se revela plenamente en Jesús y en su
iglesia.
En el mundo griego precristiano,
había ya un pensamiento y una reflexión e investigación sobre el Pneuma o
Espíritu. Para Aristóteles, el Pneuma es un instrumento, o fuerza, de la
Naturaleza; tiene múltiples funciones instrumentales en los fenómenos naturales,
presente en los hechos biológicos[37], tiene una naturaleza sutilísima y
por eso desarrolla la máxima fuerza y velocidad en los fenómenos climáticos[38]; telúricos, el pneuma es causa de
los movimientos de la Tierra[39]; está en relación con el rayo, se
manifiesta antes y después del mismo, aviva el fuego y lo convierte en llama, es
invisible, pero se manifiesta en humo o vapor, es más poderoso que el elemento
agua, está en ella y contenido en el mar además de manifestarse en la fuerzas
cósmicas desempeña un rol decisivo en el mundo de las fuerzas biológicas y los
fenómenos vitales más importantes; por ejemplo en la generación animal[40], en la respiración, la tos, etc.
Basta recorrer un índice analítico
de sus obras[41] para darse una idea de lo que es
para Aristóteles el Pneuma o Espíritu, y para mostrarnos un sugestivo
paralelismo con el Rúaj hebreo. Ambos
términos encierran la más amplia gama de significaciones, desde la más sublimes
a la más pedestres: el viento, el aliento, la respiración el estornudo, la tos,
etc. En el Neuma aristotélico y griego
no se encontrará por supuesto los contenidos propios de la teología Israelita,
pero ocupa un lugar equivalente como fuerza de la Naturaleza. En el mundo hebreo
“el rúaj” (masculino) es la fuerza natural, creada, mientras que “la rúaj”
(femenino) es el espíritu divino que actúa también en el mundo[42].
Precisamente en los años en que se
comenzaba a extender el cristianismo llegaba a su apogeo y florecimiento esta
escuela de la medicina griega conocida como la Escuela Pneumática. Su máximo exponente, Ateneo de Attaleia, otro
contemporáneo de Lucas, ejerció activamente entre los años 41-54 d. C. Las
raíces de su escuela pueden buscarse en épocas anteriores, pues llega a Roma
durante el gobierno del emperador Claudio y cuenta con numerosos
representantes.
El nombre de escuela Pneumática, viene del
importante papel que esta escuela atribuye al “Pneuma” en la fisiología y la
patología, aun cuando muy pronto adopta una tendencia ecléctica en la elección y
combinación de diferentes orientaciones médicas, característico rasgo de la
medicina de la época.
Esta escuela parece haber estado bajo el
influjo del estoicismo.[43]
Para ella el origen de la vida es algo así como un soplo, “el pneuma”[44], el alma no sólo del individuo sino
del mundo, que todo lo penetra, todo lo une, todo lo anima y representa asimismo
el elemento activo de las cuatro cualidades fundamentales: fuego, agua, tierra y
aire.
En el hombre, el pneuma, tomado de
la naturaleza, es innato y tiene su centro en el corazón. Con el aire respirado va llegando
constantemente al cuerpo nuevo aire, que es asimilado por el pneuma innato.
Con los filósofos estoicos,
distinguen los médicos de esta escuela tres grados de pneuma:
1) en su forma más simple,
representa la fuerza que mantiene unido el cuerpo;
2) en un grado medio es la fuerza
que permite la reproducción y el crecimiento;
3) y en su grado más elevado
constituye el substrato de la vida y de las funciones psíquicas.
La completa supresión del pneuma es
causa de la muerte. Esta teoría se
extiende hasta los más sutiles detalles de fisiología y patología. Las
observaciones que ponen en relación los estados anímicos, las pasiones y las
alteraciones orgánicas con la respiración y con alteraciones de la misma como
son el sollozo, la risa, el estornudo, la tos, el grito de dolor, etc., son
naturalmente antiquísimos.[45]
Esta escuela corona esas ideas que tenía la Antigüedad acerca de la
importancia del aire inspirado como principio vital y de los órganos de la
respiración (pulmones y garganta y nariz) como espejos físicos del
alma.
En la cultura hebrea se observa la
misma asociación entre los conceptos de alma y garganta coincidentes en el uso
del vocablo néfesh.[46]
Muchas de estas ideas han sido reconocidas por la medicina
psico-somática, el Yoga, etc.
Se comprendería mal a Lucas si se
pensara que ofrece a su lector de origen griego-gentil una reducción de
los Hechos cristianos y del Espíritu Santo a las teorías o doctrinas paganas,
para hacérselas aceptables. Pero no hay
dificultad en aceptar, por el contrario, que Lucas defendió la certeza de los
hechos, mostrando que eran coherentes y compatibles con lo mejor del pensamiento
griego, y que, como Pablo en el Areópago, afirmara que venía a anunciar a un
Espíritu de Dios de quien habían hablado antes los poetas y sabios del mundo
helénico sin conocer plenamente su realidad, ahora revelada por Dios en Cristo.
Ni siquiera de esto puede decirse
que Lucas haya inventado un camino totalmente nuevo. El método que practicó la apologética y el
proselitismo judío en la diáspora gentil era semejante. De ellos dan testimonio las obras de Filón y
de Flavio Josefo.[47]
Sólo que en Lucas, como en
Pablo – y sobre todo a partir de la experiencia del Areópago—los hechos,
como son la Pasión y la Resurrección, la Vida de Cristo y la experiencia de la
Iglesia, se convierten en la piedra de toque que mide toda idea y toda
doctrina.[48]
Ambos, Lucas y Pablo, proceden tomando términos familiares al mundo del
pensamiento griego (y en el caso de Lucas parece que toma los comunes al orden
médico) y tratan de cargarlos del nuevo sentido que deriva de los hechos de la
revelación cristiana.
¿El Pneuma sería una de esas
categorías? Tanto Pablo como Lucas están
inmersos en un mundo cultural en el cual se viene gestando una simbiosis secular
entre lo helénico y lo semítico[49].
Clemente de Alejandría y otros padres no rechazaron los frutos del
pensamiento racional griego, sino que lo vieron como primicias de una luz que
brillaría plenamente con los hechos históricos de la revelación cristiana y la
infusión del Espíritu Santo en la historia. Ejemplo de esto mismo, ya en Pablo y
Lucas se ve en los hechos que siguen.
17) Lucas y las categorías
de salvación (sotería) y salud (hugiéia)
Aristóteles distinguía entre la sotería (que es la salud en cuanto
se opone a la muerte y destrucción) y la hugiéia (en cuanto opuesta a la
enfermedad).[50]
El concepto de salud griego era muy
amplio, y al mismo tiempo que pesaban en él las convicciones comunes que tiene
el hombre acerca de lo que es estar sano, había sido objeto de la más grande
concentración de reflexión filosófica.
En todo caso, ciertamente, el
médico-griego, se manejaba con un ideal mucho más complejo que el de un médico
actual, acerca de lo que es la salud, la felicidad y el bienestar del
hombre. Ese concepto no era como nuestro
concepto de la mera higiene y salud física, etc. Por el contrario, estaba muy
próximo a los ideales de la plenitud del hombre según la cultura griega, como lo
ha descrito W. Jaeger en Paideia, y era inseparable de los ideales éticos
y espirituales.
Las corrientes cínica, hedonista,
epicúrea, estoica, eran sistemas filosóficos de impostación vital, que calificaban al mismo
tiempo que una doctrina y un modo de vivir. Algo así como lo que, en el decir
bíblico es “el camino”, o el Tao sapiencial chino, o el way of life
moderno (si es que podemos considerarlo sapiencial).
Cada una de ellas se enfrentaba a los
goces y dolores de la vida, a la salud y a la enfermedad, a la vida y al a
muerte de manera diversa. Y cada una de
ella pedía a la medicina algo distinto.
La leyenda negra acerca de los
médicos griegos, como suele suceder, salpicaba y desacreditaba la ciencia médica
griega en sí. De esa leyenda se hace amplio eco Plinio invocando un testimonio
tan antiguo como el de Catón. La crítica de Catón tiene su raíz en esa conexión
entre el arte médico y los ideales de vida.
Más que un rechazo de la medicina griega, es un rechazo de ciertos
médicos griegos y de ciertas prácticas difundidas por éstos en el mundo romano
que amenazaban corromper el tradicionalmente austero régimen de vida de la
nobleza de la Urbs.
Plinio ridiculiza la volubilidad de
las modas médicas, la charlatanería, los elevadísimos honorarios con que Ciertos
médicos se enriquecían a costa de los gobernantes. Arcagathos, hijo de Lisanias,
había venido a Roma desde el Peloponeso y se hizo tristemente famoso por sus
cauterios y otras crueldades, hasta merecer el apodo de Vulnerario. Plinio recuerda las palabras de Catón, según
el cual los médicos griegos se habían juramentado para exterminar con su arte
médica al pueblo romano, que ellos llamaban bárbaro. Catón le prohibió a su hijo todo tratar con
ellos durante su estadía en Grecia; “cuya cultura hay que mirar pero no
aprender” pues “si esta nación revoltosa y malvada nos trae sus conocimientos,
diseminará su corrupción entre nosotros, y peor aún si nos envía sus
médicos”.
Ciertamente nuestro Lucas estuvo en
las antípodas de estos pícaros que son el lado sombrío de la medicina griega.
Que haya habido desviaciones decadentes de la medicina griega, no quita que ella
estaba y estuvo al servicio de una imagen muy rica y compleja de lo que es el
hombre sano y pleno. Vamos a ofrecer aquí in extenso la descripción de W.
Jaeger, porque permitirá calibrar mejor el nuevo ideal de sotería e
higieia que proponen los escritos paulinos y lucanos, y nos pueden
bosquejar una imagen de Lucas, “médico querido”[51], como lo llama san
Pablo.
“El ejemplo de la cultura física
médica – escribe Jaeger -- revela precisamente que la polis griega era, aún bajo
su forma democrática, una aristocracia social, y así se explica en gran
parte el alto nivel de cultura media logrado en esta sociedad. Dentro del marco de este estilo de vida de
Grecia no encajaría ninguno de los grandes tipos de la vida profesional de
nuestro tiempo, ni el comerciante ni el político, el sabio, el obrero ni el
campesino. En la medida en que estos
tipos existían ya entonces se salían también de él. Se comprende, en cambio, que la filosofía
socrática y el arte polémico de los sofistas surgiesen precisamente en aquellas
palestras. Sería equivocado pensar que
los kaloi kagathoi (los hermosos buenos) se pasaban el día entero en el
gimnasio, friccionándose y haciendo ejercicios, depilándose, cubriéndose de
arena y volviendo a lavarse, entregados a una actividad que convertía hasta el
agón libre en una febril afán deportivo.
“Platón combina las tres virtudes
físicas de la salud, la fuerza y la belleza con las virtudes del alma, la
piedad, la valentía, la moderación y la justicia, en una unidad armónica. […] La medicina griega es al mismo tiempo la
raíz y el fruto de esta concepción del mundo que constituye su punto de mira
constante, y esta es, pese a toda la individualidad espiritual del hombre y de
su estirpe, la concepción común al helenismo clásico. Si la medicina pudo conquistar una posición
tan representativa dentro del conjunto de la cultura griega, fue porque supo
proclamar en el campo más próximo a la experiencia inmediata del hombre la
vigencia inviolable de esta idea fundamental del alma griega. En este sentido elevado, podemos decir que el
ideal helénico de la cultura humana era el ideal del hombre sano”.[52]
En Pablo debieron conjugarse lo que
Jaeger describe como el ideal de Platón la combinación de las tres virtudes
físicas de la salud (el médico), la fuerza (el carácter y la fortaleza del
Espíritu) y la belleza (el hombre de letras y el pintor) con las virtudes del
alma, la piedad, la valentía, la moderación y la justicia, en una unidad
armónica. La medicina griega que
practicó es al mismo tiempo la raíz y el fruto de esta concepción del mundo que
constituye su punto de mira constante”.
Con este bagaje humano de los ideales
griegos superiores, que acaba de describirnos Jaeger, llegó investido nuestro
Lucas a la fe en Cristo y a la comunidad de la salvación. Una salvación que
superaba todo lo atisbado por los sabios griegos.
18) Jesús el Salvador o
soter
Para san Lucas, Cristo es “el Salvador”. El padre Lagrange observa, en su
comentario al evangelio de Lucas, que la expectativa de un hombre salvador, de
un Soter, estaba muy extendida en tiempos de Cristo y que es sobre el trasfondo
de esta expectativa que el Evangelio de Lucas debe mirarse y puede resumirse en
una sola frase: “Jesucristo es el Salvador, el soter”[53].
La acentuación de la función
salvadora y sanadora (medicinal) de Cristo, es un rasgo característico de la fe
vivida por Lucas y Pablo. Esto puede explicarse perfectamente como un énfasis
pastoral aconsejado por el mundo mental de sus destinatarios al que ellos dos
también pertenecían. Pocas categorías
como las de Salvación y Salud, gozaban de un prestigio tan amplio, extendido y
arraigado en el mundo helénico.[54]
En las cartas pastorales de San
Pablo sobre todo, junto a una concentración del uso de estas palabras, se
encuentra coexistiendo una mayor frecuencia de palabras también propias de
Lucas: hygiés, hygiainen. Así por
ejemplo, se dice de la doctrina, que es sana o salutífera.[55] Ciertas comparaciones del apóstol
con un arquitecto, pueden hacer pensar también en la semejanza común en el mundo
griego entre el oficio de médico y el de arquitecto.[56]
También otras categorías teológicas
paulinas (como el Kairós) pueden haber sido tópicos frecuentes en la
comunicación con Lucas, pues están presentes en los escritos de ambos.
Recordemos aquí la doctrina del Cuerpo de Cristo, los miembros y la cabeza.
Pablo y Lucas proponen el evangelio
al mundo mediterráneo como una nueva experiencia de Sotería, pero que
quiebra los moldes de las ideas recibidas y las excede. Es precisamente ese el punto del escándalo en
el Sermón de Pablo en el Areópago (Hechos 17,16-34). La Sotería cristiana incluye la
Resurrección, y eso era inaceptable para los casilleros mentales de su
auditorio[57].
El lenguaje cristiano chocaba no sólo con los lugares comunes del
pensamiento estoico-griego, sino también con los de la teología judía. Pablo y Lucas, en diálogo con ambos, corregía
y los sometía a reinterpretación.
III.- SAN LUCAS MEDICO GRIEGO ANTE LOS
MILAGROS BIOLÓGICOS
Teniendo en cuenta la teología de la inspiración[58] no podemos despreciar ningún
aspecto de la eventual formación previa del autor humano inspirado. El Espíritu
Santo se vale de todas sus potencias y cualidades, naturales y adquiridas, para
expresarse mediante ellas.
Cuando elige a Lucas, médico griego,
dotado, como hemos visto, de una cultura vastísima, el Espíritu Santo está
consagrando e inspirando lo mejor que la ciencia de la época había conferido a
Lucas. Por Lucas es asumida una
tradición científica armónicamente engarzada en una visión filosófica y
sapiencial, en una “enseñanza global”[59] rica en conocimientos, exigente en
su aspiración a la verdad objetiva, al mismo tiempo que de elevadas miras
éticas.
Cuando el Espíritu Santo llama a
Lucas a la fe y lo agracia con la inspiración para escribir el Evangelio, pone
al servicio del Evangelio y de su difusión en el mundo griego gentil toda esa
riqueza de ciencia y rigor mental, todo el apetito de verdad y de luz del alma
griega. Es a Teófilo, que en su persona
representa a todos los cristianos provenientes de ese mundo cultural, a quien
Lucas quiere mostrarles la firmeza y veracidad del mensaje
cristiano.
El médico Lucas, al convertirse al
cristianismo, no lo hizo como quien abandona su condición médica[60] sino como quien ha recibido de
Dios, junto con su nueva fe, algo que lo plenifica en su condición y la lleva a
su plenitud.
En Cristo médico, Lucas médico pudo
descubrir la verdadera y suprema dimensión de la medicina y la revelación de la
suprema Salud, la suprema Salvación y del supremo Salvador, todo al mismo
tiempo.
Pudo comprender también cómo y por
qué la estructura última de la enfermedad y la muerte es el pecado. Más allá de los límites que se les habían
impuesto a los ideales médicos hipocráticos, la Resurrección se presentaba como
un hecho que redimensionaba dichos ideales.
Si Lucas traía tales exigencias
mentales al acercarse al cristianismo, parece obvio que no se hizo cristiano sin
haber logrado una evidencia de hechos, una evidencia tal que superaba en fuerza
los a priori doctrinarios.
A la luz de lo expuesto hasta aquí,
es posible releer el Prólogo a su Evangelio sopesándolo como un programa
metódico, que enumera las garantías epistemológicas y críticas sobre las cuales
reposa la certeza del autor y ha de poder reposar la de Teófilo, su
destinatario.
19) El Prólogo del Evangelio
como programa metódico
En su Prólogo Lucas-griego
se define a sí mismo ante Teófilo-griego y en contraste con los intentos
anteriores no-griegos. Lo hace con este
participio perfecto del verbo parakoloutheo: seguir a alguien, investigar
una cosa. En el tiempo perfecto, que
expresa una acción terminada: investigué y sé, tener averiguado. Y esta cualidad y actitud de espíritu se
define aún más mediante lo que sigue, dándonos una pintura de la disciplina del
espíritu griego en busca de la evidencia, amante de la luz sobre las cosas y de
límites claros.
Lucas ha investigado para escribir,
pero sin duda lo había hecho ya antes, simplemente para creer. Y por eso dice que investigó “ánothen” que
quiere decir desde arriba, desde el principio y equivale al evangélico
“aparjés”, también desde el principio, desde el comienzo. Pero “anothen” – ambivalentemente—significa
también: de nuevo, otra vez.
Lucas ha investigado de nuevo, otra
vez, los hechos (prágmata) consumados, y también la tradición (parádosis) y el
modo (kathós) con que fue narrada. Lo
investigó –sigue insistiendo—todo (pasin) y desde el
principio.
Pero el espíritu griego pide
más. Y por eso Lucas continúa definiendo
su investigación, que abarca todos los hechos consumados y todo lo atinente a su
trasmisión y desde el principio de los hechos consumados. Y lo que agrega se
refiere a la calidad de su investigación: akribós = minuciosamente,
cuidadosamente, escrupulosamente, atentamente, rigurosamente, con trabajo, con
seguridad.
Esta acumulación de garantías sobre
el conocimiento que Lucas tiene de los hechos consumados y narrados, y que ha
recibido de los testigos oculares y ministros del Logos, va encaminada a
garantizar y asegurar la “asfáleia”, la certeza, firmeza, seguridad,
infalibilidad, que Teófilo debe reconocer en las enseñanzas que ha
recibido.
Lucas agrega a estas cualidades
suyas como investigador enterado y digno de crédito, otra cualidad que lo toca
como escritor: va a escribir kathexés.
Este adverbio que cualifica la acción de escribir, deriva del verbo
éjomai que aparece en otros lugares de sus escritos (Luc 8,1, Hechos
3,24; 18,23). La palabra kathexés
expresa su voluntad de escribir según un orden. No el de la sucesión cronológica de los
hechos, como lo haría un historiador pagano.
El orden que Lucas sigue escrupulosamente resulta coincidente con el de
Marcos.[61]
Su modo de acceder al orden de los
hechos, es a través de los testigos autorizados de los mismos. Y aquí es donde nos encontramos a la Virgen
María como testigo principal y fuente del evangelio de la Infancia. Muchos han
notado el respeto, la delicadeza, la atención, la deferencia que Lucas depara a
las mujeres en la Iglesia, las mujeres salvadas, rescatadas. Él también buscó el
testimonio de la mujer. Y la primer testigo fue la Virgen María.
Lucas se permite en su
evangelio alteraciones del orden que ha encontrado en los evangelios de Marcos o
Mateo, como por ejemplo cuando se permite insertar su propio evangelio de la
infancia, es porque imita también en esto a Marcos o a Mateo, pero también
porque su investigación de testigos, en particular de María, lo ha llevado más
allá que a los demás.
[1] Este anexo es resumen
de una ponencia en la IV Semana de Teología del Instituto Teológico del Uruguay.
Luego, con agregados sustanciales, en el Libro Anual de dicho Instituto (1977)
págs. 70-96. Y se republicó en Revista Bíblica (Argentina), XL nº 170 (1978/4)
pp.217-244) Se ha publicado también, en diecinueve entregas, a partir del 5 de
noviembre de 2010, en el Blog: www.tomaylee-sagradasescrituras.blogspot.com
Sobre la persona de Lucas, entre otros he consultado: ALFRED PLUMMER
Gospel According to S. Luke (Edinburg 1896-1964, International Critical
Commentary) pp.XVIII-XXII; M. J. LAGRANGE, Évangile selon Saint Luc
(Paris 1921, Études Bibliques), pp. 139-141; L. CERFAUX et J. CAMBIER, Art.:
Luc, Dictionnaire de la Bible Supplément. Parìs 1957, Vol. V, Cols.
546-552; JUAN LEAL, La Sagrada Escritura.
Nuevo Testamento I. Evangelios 2, (BAC, Madrid 1973 3ª) pp. 3-8.
Estas obras se citan en adelante por sólo el apellido del autor, en mayúscula,
seguido de o.c. y número de página.
[2] Aristóteles, nos ha
dejado descripciones válidas hasta hoy del desarrollo del embrión de las aves y
comparaciones con el de los vivíparos, notando las semejanzas de las primeras
etapas.
El tema de la reproducción en los animales, lo desarrolló sobre todo en
el libro De Animalibus Historiae. LOCY, o.c.pp.29ss. ofrece una elogiosa
reseña de sus conocimientos de embriología, contenidos también en sus libros
De partibus Animalium y De generatione animalium. Locy cita autores modernos como Lewes y Lones
en cuya opinión, el De Generatione de Aristóteles es una obra maestra, no
igualada en la Antigüedad y que supera a algunas modernas por sus análisis a la
vez detallados y completos y por sus intuiciones
especulativas.
[3] Hist. Nat., Lib. II,
cap. IV
[4] Las casas populares y
de la burguesía, que tenían hasta tres o cuatro pisos y han sido excavadas en
Ostia podían alcanzar hasta 18 metros de altura. Los autores antiguos hablan de escaleras
interminables a pisos altísimos (Marcial I, 117, V, 7; VII, 20 según U.E. PAOLI,
Urbs. La vida en la antigua Roma
(Barcelona 1956) p.70). Bajo Augusto se
prohibió en Roma la construcción de casas de más de 21 metros de alto, de cinco
o seis pisos. (véase J. GUILLÉN Urbs Roma (Salamanca 1977)
Vol. I, pp. 76-77. Aunque estos datos se
refieren a la construcción en Roma, es sabido que la arquitectura romana había
tomado los moldes del mundo griego desde el siglo I a. C. (GUILLÉN o.c. p
60). No es exagerado poner cuatro metros para el primer piso y tres para los
siguientes.
[5] Tó Próton peri
Nouson. Usamos la edición crítica de R. Wittern, Die hippokratische Schrift
De Morbis I (G. Oms Verlag, Hildesheim – NY
1974)
[6]
Ver Tó Próton peri Nouson, Ed. Wittern Nª 3, p.7; Ed. Litré Nº 144. Estas
observaciones son del siglo V a. C. y ya hemos visto qué progresos había hecho
desde entonces la medicina que aprendió Lucas.
[7]
O.c., Wittern Nos. 4-5, pp 11-13; Littré 147-148.
[8] Lucas también se hace
eco de la reanimación de la hija de Jairo, que encontró narrada por Marcos y
Mateo. Lucas agrega la del hijo de la
viuda de Naím (Luc 7,11-17) y es el único evangelista que lo narra. Ver Luc
8,40-65; Mt 9,18-26; Mc 5,35-43. Hay una distancia cualitativa entre estas
reanimaciones de muertos y la Resurrección de Jesús. No son lo mismo. Pero tanto unas como otras
son hechos sobre los cuales, el médico Lucas, fundó su convicción acerca del
poder vivificante del Espíritu de Dios. Tanto en la perspectiva pagana como en
la de la fe, el médico no da la vida, ni puede devolverla, ni hace otra cosa,
cuando cura, que colaborar con una fuerza: la Naturaleza (sola o con el
Espíritu), que es el agente de la curación.
[9] El texto proviene del
así llamado Prólogo anti marcionita, que se halla en manuscritos de la
versión bíblica Vetus Latina y se remonta posiblemente a los años 160-180 dC.
Este es el retrato más antiguo y más completo de San Lucas de que se pueda
disponer hasta hoy. Ver textos griego y latino en LAGRANGE, o.c. XIV-XVII;
Dictionnaire de la Bible Supplément Vol 5. Col.
547
[10] D, Bezae, Cantabrigense
o de Cambridge
[11] EUSEBIO, Hist. Eccl.
III, IV, 6 y III, XXIV, 15 y JERÓNIMO DE Vir III. VII, lo dan por antioqueno.
Enseñanzas de la Iglesia y las declaraciones de la Pontificia Comisión Bíblica
sobre San Lucas, en CABA y los números allí citados del Enchiridion
Biblicum...
[12] Sobre la vida
intelectual de Tarso véase una vivida pintura en Filostrato, Vida de Apolonio de
Tyana (cfr. Nelson) y sobre su fama en comparación con Alejandría y Atenas véase
Estrabón XIV, 5,13 Ver PLUMMER, o.c .XXI: De la relación entre la formación
médica y la cultura general o enciclopédica (paidéian enkuklion) nos
volvemos a ocupar más adelante a la luz de los estudios de Werner Jaeger. Sobre la Silicia y Tarso: Plinio, Hist. Nat
V, 27.
[13] Véase 2ª Timoteo
4,11
[14] Desde las obras de
Hobart y Harnack y de la impugnación de su método argumental por parte de
Cadbury, no se han intentado nuevos caminos. La bibliografía sobre el tema es
escasa y relativamente antigua, como verse en CERFAUX-CAMBIER, Dictionnaire
de la Bible Supplément V, cols. 576-577 y en LAGRANGE, o.c. CXXV-CXXVII. Las
obras principales siguen siendo las de W. K. HOBART The Medical Language of
St. Luke (Dublín 1882); A. HARNACK, Lucas der Arzt (Leipzig 1906); a
favor de la condición médica de Lucas H. J. CADBURY, The Style and Literary
Method of Luke (Cambridge 1919) que rechaza la fuerza probativa de los
argumentos tomados del lenguaje de Lucas.
Véase también Una notable cantidad de información, también bibliográfica,
sobre el tema en EURICO BRANCO RIBEIRO, Medico, Pintor e Santo (4 Vols), Río de
Janeiro 1969-1971, Sâo Paulo 1974. (Vols I-III Distr. Record, Río; Vol. IV, Ed.
Martins, Sao Paulo)
[15] W. JAEGER,
Paideia Los ideales de la Cultura Griega. Usamos y citamos la Trad. Castellana, Fondo
de Cultura Económica, México 1945, sobre la 2ª ed. Alemana. El lugar citado:
Vol. III, p 11, pertenece al cap. I, del libro IV: La Medicina Griega como
Paideia.
[16]
W. JAEGER, Lugar citado
[17]
Véase HEINZ SCHÜRMANN, Das Lukas- Evangelium (Herders Theol, Komm z. N.T.
Freiburg 1969) pp. 1-17.
[18] Sobre las conexiones
entre la filosofía natural y la ciencia médica véase por ejemplo Aristóteles,
De Respiratione, Cap. XXI fin: “los médicos hacen referencia a los
principios de la física, y los físicos a los principios de la medicina”; De
Sensu et Sensibili, Cap.: I, al comienzo, donde trata de por qué se deben
considerar las causas de la salud y la enfermedad. Sobre el influjo de la Filosofía en la
Medicina griega: además de WERNER JAEGER, véase PAUL DIEPGEN, Historia de la
Medicina (Labor, Barcelona 1925)
[19] Lucas 1,1
[20]
Const. Dei Verbum del Vaticano II, nª 19. Véase el comentario de
LUIS ALONSO SCHÖCKEL (y otros) a la Dei Verbum (BAC, Madrid 1969) pág.613,
Esquema II-III, p. 41
[21] Lucas 1,
1-4
[22] El texto castellano del Prefacio de
Dioscórides, en la traducción del Doctor Andrés de Laguna (1555), lo hemos
tomado de la edición facsimilar (Ed. Instituto de España, Madrid
1968)
[23] Por Dioscórides y su
obra, consultamos: WILLIAM A. LOCY, The Story of Biology (Garden City,
New York 1925). Locy reproduce un retrato de Dioscórides según el manuscrito
Julia Anicia y observa que “es probablemente una semejanza auténtica”. Son comunes los retratos de personas en esa
época y no hay que asombrarse de que Lucas haya hecho uno de la Virgen María.
Entre los médicos y botánicos era por otra parte muy cultivada la destreza en el
dibujo.
[24] Plinio, Hist. Nat.
(Ed Lacombe, París 1775, Vol I, p. 35ss. “fateri per quos profeceris,
non ut plerique ex iis quios attigi fecerunt.
Scite enim conferentem me auctores, deprehendisse a juratissims et
proximis veteres transcriptos ad verbum neque nominatos.”
[25] Un claro exponente del
método de la discusión crítica de las opiniones de otros autores, puede verse
en: De Xenophane (Melisso) Zenone et Gorgias. Sobre la doctrina de la Ciencia y la Certeza
véase Analíticos Posteriores. Una
buena síntesis de su doctrina de la ciencia la ofrece: ISMAEL QUILES,
Aristóteles, Vida, Escritos, Doctrina (Bs. AS. 1945). El punto de partida
de la ciencia es la observación de los hechos individuales por un lado y los
principios no demostrables.
[26] Véase DIEPGEN pp.
62-70. Un buen ejemplo del ideal científico hipocrático es el Proemio del
Escrito De Morbis II, (Ed. Wittern, Hildesheim-NY. 1974, Olms
Verlag, pp.2-3: “Quien desee investigar correctamente en materia de curación, y
preguntado responder correctamente, debe considerar primero de dónde provienen
todas las enfermedades humanas”. Entre
las Historias de la Medicina más recientes: PEDRO LAÍN ENTRALGO, Historia
Universal de la Medicina, Edit. Salat (UNESCO 1972) Vol. III,
p.15ss.
[27] Plinio, Hist. Nat.
Lib. XXIX, cap. I. Hipócrates, Véase: PEDRO LAÍN ENTRALGO, La Medicina
Hipocrática, Madrid 1970; E.J. EDELSTEIN - L. EDELSTEIN, Asclepius A Collection and Interpretations
of the Testimonies, Baltimore, John Hopkins Press 1945
(2Vols.)
[28] GALENO, De Facult... Nat., Lib, I, Method. Medendi I, cap. 2.
[29]
DIEPGEN, o.c., p.69. El primer aforismo
hipocrático: “la vida es corta, el arte largo, la ocasión fugitiva, la
experiencia falaz, el juicio dificultoso. No basta que el médico haga de su
parte lo que debe”, apunta por un lado a las dos reglas de oro de la terapéutica
hipocrática y por otro a su programa ético, tanto o más importante que el
noético. Las reglas de oro son: 1) que la verdadera curación de la enfermedad la
produce la Naturaleza, 2) que el médico es un instrumento y colaborador de ella,
y por lo tanto debe conocerla para colaborar con ella y no obstruir su
acción. El principio ético fundamental:
“El amor a los hombres, es el origen del arte médico
verdadero”.
[30] Véase el testimonio de
Celso, De Artibus I, 4 y el reproche violento de Tertuliano en De
Anim. Cap. X. (Ver DIEPGEN, o. c., pp. 81-86.105; GARRISON , A History of
Medicine, Filadelfia 1929,p.153)
[31] Serófilo, dice Plinio,
fue también un gran botánico (Hist. Nat. Li. XXV, cap. 2)
por lo que se comprueba que la botánica, con fines medicinales, era también
materia que debían dominar los médicos griegos.
[32] De él sólo se sabe lo
que dice Cornelio Celso en el Prefacio de su obra,
[33] Luc 1,3:
parekolouthékoti anoten pasin akribós kathexés: habiendo investigado todo
desde el comienzo, rigurosamente y por su orden.
[34] Los Apóstoles son para
Lucas en el Prólogo (1,2) los que vieron por sus propios ojos (autoptai)
desde el principio (aparjés) y nos transmitieron. La palabra griega
autoptai testigos oculares está obviamente emparentada con nuestra
palabra autopsia...
[35] Sobre el método
concreto que tiene Lucas para trasmitir la doctrina a través de los hechos
históricos, véase ERNST HAENCHEN, Die Apostelgeshichte, Göttingen 1968,
pp. 95-99. Si leemos el díptico lucano a la luz del incendio de Roma y la
persecución oficial del Imperio contra los cristianos, se puede entender como
una consoladora Ley de la expansión del cristianismo a través de la
persecución. La escena de los discípulos
de Emaús es programática. Y el escándalo
de los cristianos de origen gentil al verse víctimas de la persecución de la
autoridad Imperial, tiene allí una clave histórica de interpretación, que se
refuerza con la espina dorsal de los Hechos, narración de una serie de rechazos
y persecuciones que no sólo jalonan la expansión cristiana, sino que
precisamente constituyen su substancia, la propulsan y le dan su
vectorialidad.
[36] Véase CABA, o. c., pp.
305-306; LEAL, O.c. pp. 14-15; FEINE-BEHM-KUMMEL, O.c: pp. 90-91;
J. BORREMANS, L’ Esprit Saint dans la catechèse évangelique de Luc en
Lumen Vitae XXV (1970) 103-122. En este
artículo se subraya que para Lucas, el Espíritu Santo es un hecho de experiencia
actual del creyente en la iglesia. La
presencia operante el Espíritu de Jesús se manifiesta en tres rasgos acentuados
por la Cristología de Lucas: 1) Jesús profeta
la continuidad con el ciclo de Elías-Eliseo que explica el segundo rasgo
de 2) Jesús-Soter o salvador de la
muerte y el de 3) Jesús-Kyrios, Señor o
Supremo bienhechor del hombre.
[37]
De
Animalium Generatione Lib. V, cap. VIII al
fin
[38] Metereol. Lib.
II, Cap. VIII
[39]
Ibíd.
[40]
De
Animalium Generatione. Lib. II Cap.
I
[41] Véase el índice a la
Opera Omnia de Aristóteles, Ed. Firmin-Didot, París 1930, voz;
Spiritus
[42] Véase ALBERTO IBÁÑEZ,
Rúaj Santa, Editorial Convivencias con Dios.
[43] Véase DIEPGEN, o.c.,
pp. 103-105. Véase E. ELORDUY, El Estoicismo. (Madrid, Gredos 1972), Vol., I, pp.
121-122.
[44] ELORDUY ha señalado los
contactos de la Stoa con la revelación bíblica que pone el origen de la vida
humana en un soplo o neshamáh de Dios en la nariz de Adán Gen
2,7.
[45] Es interesante
recordar aquí los enigmas que plantea Aristóteles en Problematum, Sect.
33,6-10 (Acerca de la Nariz) relativos al estornudo, el sollozo y el
eructo. Aristóteles somete a
interrogación crítica la convicción corriente de que el estornudo es de carácter
sagrado. Ya en Hipócrates
(Aforismos, Secc. V, Af. 35 y 49) se observa el efecto del estornudo en
los partos y abortos. Plinio, Hist.
Nat. Lib. VII, Cap. VI, discutiendo el tema de la concepción y generación
del hombre recoge observaciones comunes en la época sobre el influjo de la
respiración de la parturienta sobre el parto (Véase Aristóteles, Hist.
Anim. Lib. VII, cap. V).
[46] Véase: H. W. WOLFF,
Antropología del Antiguo Testamento (Salamanca 1975) Cap. 2: Napash,
el Hombre necesitado; Cap. 4: Rúaj, El hombre fortalecido, y allí la
correspondiente bibliografía fundamental.
[47] Cuando Flavio Josefo
quiere que su lector gentil se haga una idea de lo que puede ser el partido
fariseo, no vacila en compararlo con la filosofía estoica (Vida II, 7;
Contra Apion II, 167 ss.) donde compara a Moisés con los filósofos
griegos. La idea de que los filósofos griegos son tributarios de la Biblia es un
lugar común de la apologética judeo-alejandrina desde el período de los
Ptolomeos. Ya Artapanos afirmaba que Orfeo fue discípulo de Moisés. Según Filón, Moisés habría inspirado a
Heraclio y a los estoicos; según Aristóbulo le serían deudores también Homero,
Hesíodo, Pitágoras, Sócrates y Platón.
[48] Cfr. BERTIL GERTNER,
The Areopagus Speech and Natural Revelation Copenhagen-Uppsala 1955 (Acta
Seminarii Neotestametnici Uppsaliensis XXI) en especial pp. 26ss donde trata de
la historiografía de Lucas. También
interesa la discusión de Gertner acerca del grado de asimilación y adaptación de
Pablo y su mensaje frente al mundo gentil (o.c. cap. IV). Sus oyentes en el Areópago califican a Pablo
de “spermologos” [pájaro que picotea granos, gorrión] aludiendo a que picotea y
siembra ideas extrañas. Vendría a ser una acusación equivalente a nuestro
“divagador”. Los oyentes sintieron que les hablaba en un lenguaje familiar, pero
al mismo tiempo les decía algo nuevo y extraño.
[49] Algunos autores y obras
han intentado rehacer las peripecias de esos complicados procesos: M. POHLENZ,
Stoa and Semitismos Neue Jahrb. für Wiss. und Jugendbildung 2, 1926,268;
A. ORBE, Estudios Valentinianos, Roma 1956-1966; E. ELORDUY-J. PÉREZ
ALONSO, El Estoicismo, Madrid 1972.
Véase en esta última obra la caracterización estoica del pneuma:
ektikón, fusikón y psujikón; así como sus relaciones con el logos
estoico (pp. 122 y 102 resp). Este
panorama del trasfondo cultural es imprescindible para dar relieve y perspectiva
a todo análisis filológico.
[50] La sotería como
opuesta a la fthorá (perdición, corrupción) es para Aristóteles una
categoría del orden social y politico (Política, Lib. V, Cap., VII). No hay que extrañarse que fuera epíteto de
algunos emperadores como Antíoco I Soter (280-261 a. C) y luego una
cualidad de todo emperador como virtud propia de un buen gobernante. La hugiéia y sus derivados, están más
próximos a la esfera biológica e individual, como opuesta a la enfermedad
(nosos). Ver Categoriae IX,
VIII; Metaph. VII, V. Sobre la distinción entre bíos-zoé,
véase ELORDUY-PÉREZ ALONSO, o.c. I, 17-18.
[51] Colosenses 4,
14
[52] W. JAEGER,
Paideia, Vol. III, pp.62-63
[53] LAGRANGE, o.c., p.
XLIII. Sobre la importancia de la Salvación-Sotería y de Cristo-Soter en la
visión de fe de Lucas y de Pablo, podrá verse: W FOERSTER, Art. Sózo,
Soteria, Soter y Soterios en Theol.
Wörterbuch zum Neuen Testament (Kittel) Vol. VII, págs. 966-1024. El hecho de la preferencia de Lucas por el
Cristo salvador, es un hecho comúnmente reconocido.
[54] Véase OSCAR BRONEER, The Apostle Paul and the Isthmian Games.
The
Biblical Archaeologist Reader, 2 (Ed. por D. N. Freedman y E.F. Campbell)
Anchor, N.Y. 1964, 393-420, que ilustra el medio de la predicación de Pablo en
Corinto en el macro de los grandes festivales
paganos.
[55] I Tim 1,10; 6,3; 2 Tim
1,13; 4,3; Tít. 1,9; 1,13; 2,1-3,8.
[56] “Según la gracia de
Dios que me ha sido dada. Como sabio
arquitecto puse el cimiento” (Icor3.10).
Véase la comparación del médico con el arquitecto y con el gimnasta en
Aristóteles, Topicorum Lib. V cap. VII.
[57] Aún hoy, como observa
acertadamente Elorduy: “Muchas de las dificultades que surgen en la lectura de
los autores sagrados y profanos, dependen del realismo arameo de los conceptos
empleados, que chocan con nuestro lenguaje convencionalista” o.c. I,
20
[58] Constitución Dei Verbum
11-13
[59] A la que, como dice
Jaeger, los griegos llamaron enkuklíon paideia
la
educación global, cabal,
completa
[60] Ya se ha dicho que no
se la concebía entonces como una profesión al estilo actual.
[61] “Mi fase ängstlicher
Sorgfalt” (con un cuidado casi angustioso) dice SCHÜRMANN,
o.c..
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