1. Modifica la psicología de la mujer
De hecho el motivo que impulsa a usar ropa masculina es
siempre la imitación, más aún la
competencia con aquél que es tenido por más
fuerte, más desenvuelto y más independiente.
Este motivo manifiesta claramente que el uso de prendas de
vestir masculinas es el medio sensible para poner en acto una inclinación
mental de una mujer a ser “como un varón”.
En segundo lugar, desde que el
mundo es mundo, el vestido exige, impone y condiciona gestos, actitudes,
posturas; y llega, desde lo externo, a imponer una determinada contextura psicológica.
No se pierda de vista, además,
que la ropa masculina endosada por la mujer oculta en mayor o menor medida un
rechazo habitual de aquélla femineidad que a ella le parece inferioridad,
siendo así que es solamente diversidad. La contaminación de la estructura
psicológica resulta evidente.
Estas razones, que conllevan
otras, son suficientes para advertir las deformaciones a las que empuja la ropa
de varón a la psicología de la mujer.
2. Tiende a enrarecer las relaciones entre la mujer y el varón
Efectivamente, las relaciones entre ambos sexos cuando se
van desarrollando con el avance de la edad, son gobernadas por un instinto de
atracción mutua. La base esencial de esta atracción es la diversidad
entre los dos sexos que hace posible una mutua complementación.
Si esta diversidad se hace
menos evidente porque es eliminado uno de sus signos exteriores más visibles, y
porque la estructura sicológica normal se ha debilitado, lo que resulta es la
alteración de un dato fundamental de la relación.
Pero hay más. El despertar de la
atracción mutua va precedido, natural y cronológicamente por el pudor, que
frena, impone respeto, tiende a trasladar a un plano de estima y de saludable
temor, todo lo que el instinto empujaría a hacer sin control.
El trastrocamiento del vestido,
al esfumar la diversidad, esfuma el límite y libera el incentivo que la prohibición
retenía. Aplanando las distinciones, tiende a derribar la defensa misma que
constituye el pudor. Al menos la amortigua o retarda. Sin el freno del pudor
las relaciones entre el hombre y la mujer sufren el peso que los rebaja hacia
la sensualidad, atropellando el gobierno de las relaciones por actitudes de respeto
y estima.
La experiencia dice que cuando la
mujer se asimila al hombre, se atenúan sus defensas y se acentúa su debilidad.
[Nota del traductor: Al buscar imágenes para ilustrar este entrada, descubro el hecho de la feminización de la prenda masculina, que ha tenido lugar y le ha quitado al pantalón su exclusividad cultural. Esa prenda, antes exclusivamente masculina, ha perdido su expresividad de lo masculino y su inequívoca vectorialidad hacia el varón. Ha tenido lugar una ambigúación o más aún una feminización de su sentido. Ha tenido lugar una especie de usurpación de un signo específicamente varonil. Parecería un caso particular de una babelización semiológica, una moderna confusión de las lenguas, o babelización de los lenguajes]
3. Lesiona fácilmente la dignidad materna ante los hijos
Todos los hijos tienen instintivamente un sentido de la dignidad
y del decoro de su madre. El análisis de la crisis interna inicial que padece
el niño cuando despierta a la vida y aún antes de llegar a la adolescencia, revela
cuánto importa en ello el sentir de la madre. Los niños son delicadísimos al
respecto. Los adultos, generalmente, han olvidado todo esto y han perdido el
gusto de ello.
Haría bien acordarse de las austeras
exigencias instintivas que tienen los niños respecto de la propia madre, y las reacciones
profundas y hasta terribles a las que dan lugar la comprobación decepcionante
de la mala conducta de la madre. Estos primeros dramas de la infancia y la
juventud acarrean muchas y malas consecuencias para su vida futura.
El niño no conoce la definición
del exhibicionismo, de la frivolidad o la infidelidad, pero está dotado de un sexto
sentido instintivo para intuir todas estas cosas, sufrir por ellas, y quedar
terriblemente herido en su alma por ellas.
III. TAL USO, A LA LARGA, DEBILITA EL ORDEN HUMANO
Pensemos seriamente sobre la importancia de todo lo antes
expuesto aún cuando la vista de la mujer vestida con ropa masculina no provoque
inmediatamente las mismas reacciones de desconcierto que provocan otros actos
gravemente escandalosos.
1. Un daño fundamental que puede resultar irreparable
La alteración de la sicología femenina comporta un daño fundamental
e irreparable a largo plazo: para la familia, para la fidelidad conyugal, para
los afectos humanos y para la sociedad humana.
Los efectos de vestir ropa inadecuada
no se ven todos en el corto plazo. Pero es imperioso pensar en aquello que está
siendo lenta e insidiosamente debilitado, en lo que se ablanda, se deteriora y
se corrompe.
2. Lo que se puede perder
¿Acaso es posible pensar en una satisfactoria reciprocidad
en el ámbito conyugal si se cambia la psicología de la mujer?
¿Se puede concebir como posible
una educación de los hijos, tarea delicadísima en su gestión, tejida de
imponderables en los que la intuición de la madre y su instinto tienen el rol
más importante en las edades más tiernas?
¿Qué podrán darles a sus hijos estas
mujeres que se pusieron los pantalones durante tanto tiempo, más para competir
con los hombres que en función de ser ellas mismas?
3. El testimonio del género humano
Nos preguntamos ¿por qué es que desde que el
hombre es hombre – o más bien, desde que se civilizó y está en camino – en todo
tiempo y lugar ha procedido irresistiblemente a señalar visiblemente la diferencia
en la función propia de cada sexo mediante un vestido diverso? ¿No tenemos aquí
un serio testimonio de un consenso de toda la humanidad y de una común
intuición acerca de una verdad y de una ley que le está por encima?
En resumen, que las mujeres lleven
vestimenta de varón, debe ser considerado como un comportamiento que, a la larga,
es desintegrador de la buena ordenación de lo humano.
IV. ALERTA A TODOS LOS RESPONSABLES
La consecuencia lógica de todo lo expuesto es que se instale
en todos los responsables un estado de alerta verdadera y propia, seria y
urgente.
1. Formarse una conciencia clara y consecuente
Nos dirigimos una grave advertencia a los párrocos, a los sacerdotes
y sobre todo a los confesores, a los asesores de toda clase de asociaciones, a
los religiosos, a las religiosas, y sobre todo a las religiosas que se ocupan
de la enseñanza.
Los invitamos a formarse una
conciencia bien clara y consecuente respecto de este asunto. Es esta conciencia
lo que importa. Ella les sugerirá lo que conviene en el momento oportuno. Pero
una conciencia que no se resigne como ante un cambio inexorable, como si estuviésemos
ante una evolución natural de los hombres, etc.
2. Las líneas sustanciales de la naturaleza y de la ley
eterna no cambian
El hombre dará muchas vueltas, porque Dios le ha dejado un
amplio “margen de maniobra”, pero los lineamientos sustanciales de la ley
eterna no han variado, no cambian ni cambiarán jamás. Hay límites que se pueden
transgredir cuanto se pueda creer posible hacerlo, pero la transgresión tiene
como consecuencia la muerte. Hay límites que se puede ridiculizar o tomar a la
ligera mediante vanas elucubraciones filosóficas, pero cuya trasgresión suscita
una conspiración de los hechos y de la naturaleza contra sus violadores. La
historia ha enseñado hasta la saciedad, con terribles evidencias en la vida de
los pueblos, que la respuesta a las transgresiones de los límites “humanos”
tienen, tarde o temprano, catastróficas consecuencias.
3. Las violaciones de las “fronteras de Dios” tienen
funestas consecuencias.
Desde la dialéctica de Hegel en adelante, nos han
acostumbrado a escuchar auténticos “cuentos”. Muchos, a fuerza de oírlos
repetir, terminan por creérselos y aceptarlos, aunque más no sea que
pasivamente. Pero la verdad es que la naturaleza y la verdad y en ella la Ley siguen
su camino impertérritas y se llevan por delante a los ingenuos que se tragan,
sin demostraciones fehacientes, esos cuentos que prometen grandes y radicales
mutaciones de la fisonomía de lo humano.
Las consecuencias de tales
violaciones no son, de ningún modo, una nueva situación de equilibrio [como el
sacrificado en aras del cuento], sino más bien los desórdenes, las
inestabilidades dañinas, la horrendas arideces de las almas, un aumento asombroso
de la falta de humanidad, el ser despojados de la más elemental posibilidad de
esperar el ocaso de la injusticia, la tristeza y el menosprecio. Sobre las
ruinas de las normas eternas se amontonan las familias fracturadas, las vidas
interrumpidas, los fuegos del hogar apagados, los ancianos relegados, los hijos
degenerados y – finalmente – la desesperación y los suicidios.
Estos hechos atestiguan que “los
lineamientos de Dios” resisten y no admiten adaptaciones a los delirios de los
soñadores tenidos erróneamente por filósofos.
V. CÓMO DEBEN COMPORTARSE LOS RESPONSABLES DE LAS ALMAS
1. Equilibrio y firmeza de principios
Hemos dicho que a aquellos a los que va dirigida esta
Notificación, se los invita a formarse una clara conciencia de alerta ante el
problema que hemos señalado.
Ellos saben lo que deben de
decir, comenzando con las niñas desde el regazo materno.
Ellos saben
que deberán moderar su tolerancia de forma habitual sin exagerar la cosa o
volverse fanáticos, ellos.
Ellos saben que no deben jamás
incurrir en la debilidad de dar lugar a que se crea que condescienden con un
modo de vestir decadente y que compromete la entera moralidad de las
instituciones (familiares y sociales).
Ellos, los sacerdotes, saben que
sus enseñanzas en el confesonario deben ser claras y perentorias, aunque no
llegue a considerar por sí mismo culpa grave el vestirse con ropas propias de
un varón.
Todos harán bien en reflexionar
en la necesidad de directivas, reforzadas en todas las formas por las buenas
voluntades y las mentes iluminadas, para oponer un verdadero dique de
contención.
2. Hacerse aliados a los hombres del arte, la prensa y el
artesanado
Los responsables del bien de las almas sea cualquiera el
título de su responsabilidad sobre ellas, comprenden cuán útil sea tener
aliados en esta defensa en el campo del arte, de la prensa y del artesanado.
Las orientaciones que dan las Casas de modas de sus geniales inspiradores, de
la industria de la vestimenta, tiene, en todo este asunto una importancia
decisiva.
La
convergencia del sentido artístico, del refinamiento y del buen gusto, puede
encontrar soluciones convenientes y a la vez dignas para la vestimenta de la
mujer que debe andar en motoneta o dedicarse a ciertos deportes o trabajos. Lo
importante es salvar con la modestia el sentido moral de la femineidad, aquélla
femineidad por la cual, los niños sobre todo, podrán seguir reconociendo el
rostro de la madre.
3. Las experiencias contingentes deben ceder ante los
grandes valores a ser salvados.
Es innegable que la vida moderna pone problemas y conlleva
exigencias diversos que los de los tiempos de nuestros abuelos. Pero también es
innegable que hay valores que han de ser salvados, y que son mucho más
necesarios que las experiencias circunstanciales y que no por nada existe la
inteligencia, el buen sentido, el buen gusto, para resolver de manera digna y
aceptable los problemas que se van presentando.
Opongámonos
por caridad el aplastamiento del género humano perpetrado al atentar contra las
diferencias sobre las cuales se apoya la complementariedad de las funciones de
varón y la mujer.
Cuando se
ve a una mujer vestida de pantalones, hay que pensar no sólo en ella sino en la
humanidad entera. Pensar en lo que sucederá cuando las mujeres se hayan
masculinizado del todo. A nadie beneficiará promover para el futuro la era de
la indefinición, del equívoco, de lo incompleto y – en definitiva – de los
monstruos.
Esta carta
nuestra no va dirigida al público sino a los responsables de las almas, de la
educación católica, de la vida asociacional católica. Cumplan con su deber y no
sea como centinelas adormecidos ante las infiltraciones del mal.
+Giuseppe
Cardinal Siri Arzobispo de Génova
A proposito del costume maschile della donna
Texto
italiano tomado de:
http://www.traditio.it/FAM-CIV/2010/agosto/4/Siri%20G.%20Cardinale%20%20lettera%2012.06.1960%20uso%20pantaloni%20da%20parte%20delle%20donne.pdf
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