1.10 Go'el.- La epifanía típicamente bíblica
Es esta perspectiva específicamente bíblica la que aspiramos que sea el objeto de nuestro estudio de Cultura bíblica. Y a eso apunta el tema que hemos elegido: El Dios Pariente.
Como ha observado Mircea Eliade, el Dios bíblico, llámese 'El-Shaddái o Y', es también un dios uránico, como lo es el Ba'al cananeo, su principal rival histórico en la diatriba profética. Sus rasgos uránicos: montañeros, solares, de señorío sobre el poder de los elementos, son frecuentemente acentuados en los textos bíblicos, y sin embargo, no son exclusivos, ni los más importantes y decisivos ni los más característicos suyos.
Y' manifiesta su poder en la tormenta; el trueno es su voz, y al rayo se le llama "el fuego" o "las flechas" de Y' (Sal 18,15). También se refiere al rayo la espada de fuego de los ángeles guardianes de las puertas del paraíso, luego de la caída Gn 3,24.
El Señor de Israel, cuando transmite las leyes a Moisés, se anuncia por "el trueno, el rayo y una humareda densa" (Ex 19,16). "La montaña del Sinaí estaba envuelta en humo porque Yahvé había bajado en medio del fuego..." (Ex 19,18).
Débora recuerda, llena de temor religioso, cómo "tembló la tierra, se agitaron los cielos y se fundieron en agua las nubes" al paso del Señor (Jue 5,4).
Y' advierte su llegada a Elías por una "gran tempestad que rompía los montes y hendía las rocas: el Señor no estaba en la tempestad. Después de la tempestad hubo un terremoto: el Señor no estaba en aquel terremoto. Y después del terremoto, un fuego: el Señor tampoco estaba en aquel fuego, y tras el fuego, un murmullo dulce y leve" (1Re 19,11s).
Cuando Elías suplica al Señor que se muestre y que confunda a los sacerdotes de Ba'al, el fuego del Señor cae sobre los holocaustos del profeta (1Re 18,38).
La zarza ardiendo del episodio de Moisés (Ex 3), la columna de fuego y las nubes que conducían a los israelitas en el desierto son epifanías yahvistas. Y la alianza de Y' con la descendencia de Noé, que se salvó del diluvio, se manifiesta por un arco iris: "He puesto mi arco iris en la nube y él servirá de señal de alianza entre yo y la tierra" (Gn 9,13).
Igualmente pertenecen a la simbología uránica las nubes que manifiestan y ocultan la presencia divina en el desierto y en el Templo. La Shekhináh del Santuario y las nubes sobre las que viene caminando el misterioso Hijo del Hombre de la visión de Daniel 7.
Esas hierofanías celestes y atmosféricas manifiestan ante todo el "poder" de Y', cosa que no ocurre en las demás divinidades de la tormenta: "Dios es grande por su poder. ¿Quién podrá enseñar como él?" (Job 36,22). "Empuña el relámpago con la mano...se anuncia por el estrépito de un trueno...(ante este espectáculo) mi corazón tiembla, salta fuera de su sitio. ¡Oíd! ¡Oíd el retumbar de su voz, el trueno que sale de su boca! Lo hace rodar por toda la extensión de su cielo, y su rayo brilla hasta los confines de la tierra. No retiene al relámpago en cuanto suena su voz. Dios truena con su voz de manera maravillosa..." (Job 36,32-33); 37,1-4).
El Señor es el único y verdadero dueño del cosmos. Puede hacerlo todo, aniquilarlo todo. Su "poder" es absoluto; por eso tampoco su libertad conoce límites. Soberano indiscutido, mide su misericordia o su cólera a su antojo, y esa libertad absoluta del Señor es la revelación más contundente de su trascendencia y de su absoluta autonomía; porque "nada ata" al Señor, nada le obliga, ni siquiera las buenas obras y el respeto de sus leyes.
De esta intuición del "poder" de Dios como única realidad absoluta, - observa Mircea Eliade - parten todas las místicas y todas las especulaciones ulteriores en torno a la libertad del hombre y a las posibilidades de su salvación por el respeto de las leyes y por una moral rigurosa. Nadie es "inocente" ante Dios. Y' ha concertado una "alianza" con su pueblo, pero su soberanía le permite anularla en cualquier momento. Si no lo hace, no es en virtud de la fuerza vinculante de la "alianza" (nada puede "ligar" a Dios, ni siquiera sus propias promesas), sino por su bondad infinita [es decir por su fidelidad a sí mismo, que en otras palabras es su justicia y brilla en su misericordia: jésed].
Y' aparece en toda la historia religiosa de Israel como Dios del cielo y de la tormenta, creador y todopoderoso, soberano absoluto y "Señor de los Ejércitos", apoyo de los reyes del linaje de David, autor de todas las normas y de todas las leyes que permiten que la vida continúe sobre la tierra.
La "ley", cualquiera sea su forma, encuentra su fundamento y su justificación en la revelación de Yahvé. Pero a diferencia de los demás dioses supremos,que no pueden actuar en contra de las leyes. Zeus que no puede librar a Sarpedón de la muerte (Ilíada, XVI, 477ss). Y' conserva su libertad absoluta" [Hasta reproducimos el pensamiento de Mircea Eliade en: Tratado de Historia de las Religiones (Traité d'Histoire des Religions - Payot, Paris 1964), T.I. págs. 123-124; citamos por la Trad. cast.: Cristiandad, Madrid 1974].
Y sin embargo, - nos toca ahora agregar a nosotros - ni su poder, ni su libertad, pueden decirse sus atributos característicos o fontales.
Lo característico del Dios bíblico es ser un Dios de Alianza, o sea un Dios que se vincula por amistades y compromisos con hombres y se comporta como El Dios Pariente, o el Dios de los Patriarcas. El ámbito privilegiado de su epifanía es el de lo interpersonal. El vínculo entre las personas. Y el más privilegiado entre todos los vínculos creados: el vínculo esponsal entre varón y mujer
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