y que el Concilio Vaticano II retoma citando el prólogo de Lucas (veritatem) la explica el mismo Concilio, poniéndola entre comillas para que se la entienda en el sentido del original griego, como firmeza, certeza, seguridad, confiabilidad.
La certeza es aquella cualidad del conocimiento por la cual se excluye el temor de equivocarse. Un juicio es cierto, cuando se afirma como verdadero, es decir como adecuado a la realidad, sin temor que pueda ser falso. El temor de equivocarse transforma la certeza en mera opinión.
Los distintos grados formas de conocimiento, sensorial, intelectual, matemático, histórico, moral, interpersonal, etc., dan lugar a diversas clases y formas de certeza, según sea posible al hombre alcanzar los distintos grados de la realidad con mayor o menor grado de seguridad y exclusión de la posibilidad de errar. El conocimiento científico aspira precisamente a la certeza. Una es la certeza de la filosofía, otra la de las ciencias naturales, otra la de las ciencias humanas, otra la de la fe y la teología.
Lucas no inventa la palabra. La encuentra en el griego clásico y tardío y en la traducción de los LXX. En la lengua griega asfáleia deriva del verbo sfállo cuyo sentido primitivo es hacer resbalar de donde derivan otras significaciones como hacer caer, abatir, volcar, hacer caer en error, y toda clase de fallas y fallos, morales, militares, o filosóficos: fallos en la búsqueda de la verdad. Por medio de la alfa privativa: a-sfáleia, sugiere la negación de caída o error o engaños. Con esta palabra culmina, como en su cúspide y su meta el prólogo del Evangelio de Lucas.
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