EL JUICIO DE LAS NACIONES EN MATEO 25, 31-46 (9 de 9)
Una interpretación del Juicio en Mateo 25, 31ss que apareja la crisis del sentido misionero
De esta interpretación gnóstica de Mateo 25,31-46 y la salvación por las obras, se sigue lógicamente una falta de celo misionero, evangelizador y sacerdotal opuesta a lo que piden tanto Nuestro Señor Jesucristo, como la Iglesia empeñada en la nueva evangelización y, si vamos a los documentos, de manera especialmente dramática y urgente la Redemptoris Missio. Si los hombres se salvan sin Cristo y sólo por las obras de solidaridad humana: ¿para qué la misión?
La difusión de esta interpretación, y de la visión idealista y moderna a la que sirve, en las escuelas teológicas católicas es una de las causas del enfriamiento del celo misionero en órdenes y congregaciones religiosas otrora pioneras de la misión católica ad gentes.
El mismo Juan Luis Segundo comprobaba estos efectos de su planteo eclesiológico y soteriológico: "Se ha dicho con frecuencia que lo visto hasta aquí o, si se quiere, ese mismo cambio de imagen a que aludimos al fin del capítulo anterior atenta contra la idea y el valor de una iglesia misionera.
Sucede con cierta frecuencia que cristianos habituados y, lo que es más, jóvenes, al reflexionar por primera vez en la función de la Iglesia en el mundo, con todas sus dimensiones cósmicas, como signo universal de salvación, en lugar de avenirse con entusiasmo a la tarea que esas perspectivas señalan, experimentan una curiosa sensación de alivio interesado: '(Entonces no era tan necesario como decían...!' Paradójicamente, en el momento de percibir toda la significación de los elementos que constituyen la vida de la Iglesia, baja en algunos el tono de interés que le prestan, y hasta se produce a veces una crisis sacramental y dogmática". (Cita tomada de su libro "Teología abierta para el laico adulto I, Esa comunidad llamada Iglesia", Ed. Lohlé, Buenos Aires 1968, p. 81. En todo el capítulo tercero: "Frente a una crisis de la idea de misión" Juan Luis Segundo ensaya infructuosamente responder a esta objeción)
Juan Luis Segundo afirma que ha ofrecido todas las dimensiones y toda la significación de la eclesiología y considera que es una paradoja que sucedan esos fenónemos después de su enseñanza. No es así. Ni su presentación eclesiológica es completa, ni sus no deseados efectos son una paradoja, sino la consecuencia lógica y previsible. Es lo que sucede cuando se pasa de la fe a la gnosis, de la caridad a la filantropía y de la esperanza en la vida eterna a una esperanza intramundana; cuando Jesús se convierte en una idea, y su mandato "Id y haced discípulos a todas las gentes", pierde urgencia y sentido. Después de todo es bien poco lo que el cristiano puede enseñar a la sociedad en la óptica de las ideologías cristianas a lo Juan Luis Segundo.
El envío misionero real emerge de la comunión amorosa y del misterio del amor divino autorrevelado en el Hijo hecho hombre. Y el envío misionero incluye, además del conocimiento de Dios (y no sólo de un saber vago acerca del "sentido"), lo que ese ser discípulos significa: el bautismo, que es sumergir en la comunión trinitaria y eclesial, y la enseñanza de 'guardar todo lo que os he mandado'.
Además, todo eso sucede en su Presencia continua y activa, siempre intrahistórica y comunional: 'Y yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo' (Mateo 28,18-20). O sea hasta que tenga lugar la escena de Mateo 25,31-46; con la que Mateo 28,18-20 está íntimamente ligado. No es nada extraño que todos los que como Juan Luis Segundo, no lo han comprendido, tampoco sepan explicarlo cabalmente.
¿Cómo vamos a ser uno con Jesús al fin de los tiempos si no hemos sido uno con él en la historia, que es el tiempo de la misión? Y ¿de qué lado quedarán, el día del juicio, Kant y los que como él hayan considerado superflua la fe de los hermanitos más pequeños de Jesús y no sólo no los hayan recibido, sino que los haya considerado una laya de gentecilla supersticiosa, incapaz de guiarse por los claros y suficientes imperativos de la razón y la moral universal?
¿No es esa, precisamente, la ideología que justifica y en cuyo nombre se practica durante los últimos siglos la persecución cultural de los católicos, fuera y a veces hasta dentro de la Iglesia?
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