DESVIACIONES MODERNAS EN LA INTERPRETACIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS (4 de 8)
Hay un hecho que me ha ocupado a lo largo de mi vida sacerdotal y que me sigue provocando a pensar y sobre todo a discernir. Ese hecho es la coexistencia de, por un lado, una normativa eclesial muy clara sobre la hermenéutica bíblica, normada desde León XIII en adelante por varias encíclicas pontificias y finalmente en el Concilio Vaticano II por la Constitución Dei Verbum y particularmente su número 12, y por otro lado las desviaciones en la interpretación de las Sagradas Escrituras que proliferan en nuestros tiempos a pesar de la normativa eclesial.
Me he ocupado por escrito, en mi vida, por lo menos en seis principales oportunidades, de la Dei Verbum como norma de la hermenéutica católica y de los errores hermenéuticos contemporáneos, principalmente del abuso del sentido acomodado, que no es sentido propiamente bíblico, sino un sentido que el lector atribuye arbitrariamente al texto bíblico. No es el sentido que ese texto tiene por inspiración divina, sino por una inspiración humana privada, que sin embargo se reviste abusivamente de la autoridad del texto inspirado.
Éxodo y Liberación El primer escrito que recuerdo haber dedicado al tema, fue un breve artículo titulado: Éxodo y Liberación publicado en la revista Víspera en diciembre de 1970. [Éxodo y Liberación, en: Víspera (Montevideo) (Oct.-Dic. 1970) Nº 19-20, pp. 33-37]
En él cuestionaba el uso acomodado y extra-bíblico que autores como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Juan Luis Segundo y otros, hacían del relato del Éxodo, para usarlo como paradigma de la liberación social y política a la que ellos se referían con un enfoque a-religioso no sólo ajeno, sino contrario, al sentido literal y sobre todo tipológico del relato.
Yo señalaba allí que el fin último que, según el relato bíblico, mueve a Dios para obrar la liberación del pueblo es de orden cultual explícitamente religioso, ni social, ni económico ni político: “deja salir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto” [Éxodo 7, 16; 8, 16. 21-23; 9, 1.13; 10, 7-9].
“El Éxodo - escribí entonces -, es liberación, no sólo - ni tanto -, porque libra de la esclavitud y saca de Egipto, sino – y principalmente – porque es la etapa previa e imprescindible para entrar en una tierra donde sea posible dar culto a Dios, y sólo a Él, no sólo en y por el culto, sino mediante toda la vida, en la observancia de sus preceptos, o sea, habitando en el País de Dios según el beneplácito de Dios”. Sólo allí, en el término, culmina la libertad. No en la pura salida de Egipto. Los teólogos de la liberación se desentendían de este término “ad quem” religioso y cultual de la gesta liberadora de Egipto.
Llamé la atención, en aquél breve escrito, sobre el hecho de que, en hebreo, la palabra avodáh significa tanto la esclavitud en Egipto como el cultivo de la Tierra santa y también el culto a Dios.
Avodáh es culto, cultura y cultivo. Y diría que por ese orden y de forma inescindible.
El culto es la fuente de la cultura y la cultura gobierna la relación del hombre con la Tierra prometida como don de Dios, y las demás relaciones de la vida familiar, social y política.
Invocaba en aquel artículo el comentario al Libro del Éxodo del afamado exegeta francés Georges Auzou titulado significativamente: “De la esclavitud al culto” [Georges Auzou, De la Servitude au Service (Col. Connaissance de la Bible 3) Ed. de L’Orante, Paris 1961; La traducción castellana existente tradujo infelizmente: De la servidumbre al servicio (Colección Actualidad Bíblica 2) Ediciones Fax, Madrid 1979] La seria exégesis de Auzou muestra que Dios es, en el relato bíblico, el autor tanto del éx-odos de Egipto cuanto del eis-odos en la Tierra prometida. Dios saca de Egipto con la finalidad de introducir en la Tierra donde se le rendirá culto, - no sólo en el Templo -, en las grandes fiestas, sino con toda la vida que en esas grandes fiestas se celebra.
Dios es el agente soberano y omnipresente de todo el relato liberador, donde la salida de Egipto es lo de menos en comparación con la meta. Y eso se ve principalmente en el fragmento Éxodo 6,2-8. Dios comienza hablando de la situación en que se encuentra el pueblo, sigue prometiendo que los librará y castigará a sus opresores, continúa manifestando su intención de hacer alianza con los hijos de sus amigos los patriarcas, con todo lo cual se hará manifiesta su gloria, por medio de una revelación más perfecta de su nombre: Yahwé: El que es, el que está, el que está a favor de los suyos, el que obra a favor de los suyos. Conocido ahora por su verdadero nombre, el mismo Dios que los libró de Egipto, los introducirá en la Tierra que había prometido.
Después de asentar esto, continuaba el desarrollo lógico de mi escrito mostrando que, “Si los temas del Éxodo (y de la posesión de la Tierra, etc.) tienen algo que decir para el cristiano de hoy, ese algo se debe interpretar a través de Cristo”. Y apoyaba esta afirmación en el siguiente argumento, tomado del número 16 de la Dei Verbum: “Dios es el autor de ambos testamentos, de modo que el Antiguo encubriera el nuevo y el Nuevo descubriera el Antiguo”. El Nuevo Testamento y la liberación que trae Cristo es la que arroja luz sobre el sentido de la liberación del Éxodo de Egipto y la Entrada en la Tierra.
Por eso, proseguía argumentando “La fundamentación bíblica de una teología de la liberación debe tener en cuenta, al acudir al Antiguo Testamento, la trasposición cristológica y esjatológica de los temas veterotestamentarios que ha tenido lugar en el Nuevo Testamento”. Y objetaba a estos autores que: “Retroceder al Éxodo saltándose a Cristo, equivaldría a cerrarse las puertas a la comprensión de la auténtica liberación del cristianismo y del hombre”. Y que “Por tanto, la pregunta central que debe plantearse una teología de la liberación es acerca de la índole de la libertad que ofrece Cristo. Un salto hacia el Éxodo, omitiendo esta pregunta, equivaldría a una regresión, a una vuelta al pasado que no está lejana de las estructuras y procedimientos de la mentalidad y el pensamiento mítico”. Es decir, al mito del eterno retorno.
Y continuando con las correcciones hermenéuticas, agregaba, invocando las normas de la Dei Verbum en su número 12: “El principio hermenéutico de la totalidad, exige que consideremos los temas del Éxodo como un momento de una historia. La teología de la liberación no puede desentenderse – si quiere argumentar desde la Escritura – del “para qué” y del “hacia Donde” de una liberación”. A lo que agregaba que: “El principio de unidad de ambos testamentos impide a su vez un salto mítico a los orígenes y a la esperanza de su retorno, y nos enfrenta a la tarea de desentrañar las implicaciones actuales de la libertad cristiana. Este principio de la unidad de la historia, de su linearidad y no ciclicidad, plantea a la teología de la liberación una pregunta doblemente difícil: ¿cómo libera Cristo? Y ¿cómo [y de qué] nos libera Cristo hoy? Es obvio que para la teología de la liberación, la libertad de los hijos por ser hijos es algo carente de significación y de importancia y a eso aludía mi pregunta.
Llegando ya a la conclusión del artículo lo cerraba con una serie de interrogantes que en realidad cuestionaban la hermenéutica bíblica del discurso liberacionista: “La consideración combinada de ambos principios [hermenéuticos] coloca a la teología entre otras preguntas igualmente serias: ¿Cuál es el papel de las realidades terrenas en la economía de salvación-liberación cristiana? Parece claro que en el cristianismo, la salvación ya no está vinculada a un lugar geográfico: Palestina. Pero ¿qué significa esta desvinculación?”
Y después de plantear algunas preguntas más, concluía con un cuestionamiento a fondo de la acomodación del Éxodo al programa político liberacionista, diciendo: “Si bien estas son las preguntas finales de este trabajo, no son las preguntas últimas. Nos quedan todavía algunas preguntas que tocan las raíces mismas del esfuerzo teológico al que hemos deseado hacer un aporte: ¿cuál es la auto comprensión del hombre que hoy en día busca elaborar una teología de la liberación [y fundamentarla bíblicamente]? ¿Por qué echa tan espontáneamente mano de los temas del Éxodo? ¿Por qué se siente más inclinado a ellos que a los temas del Exilio, por ejemplo? ¿Por qué Egipto y no Babilonia? ¿Por qué el Faraón y no Nabucodonosor? Aunque no sean estas las preguntas que suele plantear el hombre de hoy a la Biblia, bien pudieran ser las preguntas que la Biblia le plantee al hombre de hoy… o que le pueda plantear si éste se deja interpelar por ella”.
En efecto ¿por qué no pensar que la situación de injusticia social y económica se debe a haberse apartado de Dios y haberse vuelto a los ídolos y desoído a los profetas? ¿Por qué no pensar que la liberación debía obtenerse por la conversión y la vuelta al Padre, fuente de aquella libertad de la que nacen todas las demás libertades y sin la cual perecen todas sustituidas por todas las esclavitudes? ¿Estamos ante un pueblo inocente y oprimido injustamente, o estamos ante un pueblo apóstata que se ha precipitado a sí mismo en la esclavitud al apartarse del Padre?
Sobre este articulillo se cernió un gran silencio. Pienso que produjo incomodidad. No se podía admitirlo al diálogo sin evidenciar que los planteos liberacionistas se desentendían tanto de una exegesis seria del Antiguo Testamento, cuanto de su sentido tipológica (contenido en su sentido literal y por lo tanto inspirado por Dios).
Dios mismo nos ha revelado que la esclavitud de Egipto es figura del pecado, el paso por el mar rojo lo es del bautismo, y la Tierra Prometida es tipo del Padre en la patria celestial.
La acedia de estos liberacionistas por esta referencia a la verdad tipológica contenida en la Sagrada Escritura era tan grande; y la censura previa impuesta al pensamiento y a la explicitación de la doctrina cristiana eran tan violenta; que de haber osado plantearlo yo más blanco sobre negro, se habría bajado también la cortina con un “te oiremos otro día” como a San Pablo en el Areópago. A pesar de mi comedimiento, sin embargo, el artículo no mereció ni esa respuesta, sino solamente el silencio. [Continuaré]
No hay comentarios:
Publicar un comentario