martes, 2 de diciembre de 2014

INSPIRACIÓN Y VERDAD DE LA ESCRITURA
Dr. Miguel Barriola



INSPIRACIÓN Y VERDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA
        Algunas impresiones sobre el reciente documento de la
                         Pontificia Comisión Bíblica[1]


        I – Introducción
        Que se reúnan diferentes e internacionales expertos en Sagrada Escritura y que a lo largo de cinco años se dediquen a profundizar alguno de los tantos problemas, que surgen sea a personas individuales o a grupos y comunidades, para ofrecer finalmente, como resultado de tanto trabajo, pistas de orientación, es un acontecimiento, del que nos venimos beneficiando, especialmente desde que Pablo VI conformó la Pontificia Comisión Bíblica con sus actuales estatutos postconciliares[2].
        En esta serie de válidos aportes se inscribe el reciente documento, sobre el cual intentaremos ofrecer algunos comentarios.
        2 – Principales temas
        Como lo indica su título, la publicación consta de dos partes fundamentales: 1º: Inspiración de la Biblia y 2º: su verdad: clásicos temas para todo aquel que haya tenido que ofrecer el curso de Introducción General a la Sagrada Escritura.
        Como capítulo conclusivo se proponen interesantes consideraciones sobre “La interpretación de la Palabra de Dios y sus desafíos”, enfocando los problemas o dificultades más salientes, que se plantean respecto al segundo tema: la verdad de la Palabra de Dios, como ser: las discusiones actuales sobre la historicidad de diferentes épocas en la “Historia salutis”(desde la época patriarcal hasta los relatos pascuales), o perplejidades que surgen, por ejemplo, ante la “violencia en la Biblia”, “plegarias de venganza” o “el estado social de la mujer”.
        Dado que nos detendremos especialmente en algunos puntos de la primera sección (Inspiración), es justo destacar las lúcidas visiones de conjunto y enjundiosos compendios sobre los aportes específicos acerca de los Sinópticos, Juan, Hechos, Pablo, Hebreos y Apocalipsis. Es también muy clarificador el desarrollo del proceso de formación literaria y constitución del canon de ambos Testamentos (Iª Parte, conclusión).
        3 - La primera sección
        Con todo, en la parte que indaga sobre lo más propio y original de la Biblia: libro que tiene dos autores, siendo Dios el principal, según el pobre entender de quien esto escribe, se dan procedimientos, que pueden dar lugar a algún que otro cuestionamiento.
        Ya en el “Prefacio”, el Card. G. Müller anuncia que: “se debe constatar, ante todo que raramente los escritos sagrados hablan directamente de inspiración (cf. 2 Tim 3, 16; 2 Pt 1, 20 – 21), pero muestran continuamente la relación entre sus autores humanos y Dios y expresan en tal modo su proveniencia de parte de Dios”[3].
        A lo cual se puede comentar, que, ambos pasajes (2 Tim y 2 Pt) se refieren obviamente al Antiguo Testamento, ya que todavía estaba en curso la composición y compilación completa el Nuevo Testamento. Con todo, bien se podría haber notado simultáneamente (no sólo a raíz de la historia del canon, como se recordará efectivamente, mucho más adelante: p. 101), cómo 2 Pt ya colocaba a la misma altura que “las otras Escrituras” a los escritos de Pablo: “En ellas (cartas de Pablo) hay ciertas cuestiones difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tergiversan como hacen con las demás Escrituras (resaltado por mí) para su propia perdición” (ibid., 3, 16).
        Con todo, es verdad que faltan más testimonios explícitos que extiendan el carácter de “Escritura inspirada” a gran parte del resto  en el Nuevo Testamento (Los cuatro Evangelios, Hechos, etc.).
        Se echa en falta, pues, en este documento, el recurso habitual en toda Introducción General a la Sagrada Escritura, a la Tradición de la Iglesia, como único criterio fundante del hecho de la inspiración de “toda” la Biblia. Paso, que ha de suponerse establecido ya antes, en la Teología fundamental, dentro de la cual ha de ubicarse el establecimiento del dato de la inspiración bíblica. De lo contrario, no se evita la sospecha de “círculo vicioso”: demostrando la autoridad de la Biblia por la misma Biblia[4].
        4 – Cuestión de orden
        Por otra parte, precisamente, al tratar más adelante, detenida y muy claramente las dos citas, que expresamente afirman el carácter inspirado de las Escrituras del Antiguo Testamento, se afirma expresamente: “Para la relación entre el Antiguo Testamento y el testimonio apostólico es importante el hecho – común a 2 Tm y 2 Pt – que los autores hablan de las <Escrituras> después de haber aludido a la propia obra apostólica. Pablo menciona antes su enseñanza y vida ejemplar (2 Tm 3, 10 – 11) y después el papel de las Escrituras (3, 16 – 17). Pedro presenta su cualidad de testimonio ocular y auricular de la transfiguración (2 Pt 1, 16 – 18) y se refiere después a los antiguos profetas (1, 19 - 21). Ambos textos muestran que para los cristianos el contexto inmediato para la lectura e interpretación de las Escrituras inspiradas (del Antiguo Testamento) es el testimonio apostólico. De allí se deduce que también éste último debe ser entendido como inspirado”[5].
        Opinamos que tales consideraciones, que ponen de relieve, la previa predicación o tradición apostólica, deberían haber presidido toda la indagación y no verlas ubicadas casi al final de la primera parte[6].  
        Por lo mismo, se hace saber dos veces, que el término “inspiración” o palabras similares, son extremamente raras, sobre todo en el Antiguo Testamento.
        No obstante, con mucha frecuencia, en los comentarios, en especial del Antiguo Testamento, muy fácilmente se da el paso de la “proveniencia de algún escrito por parte Dios” a su comunicación “inspirada” por el mismo Dios[7].
        5 – Distinción de carismas
        Ahora bien, ya considerando sólo racionalmente situaciones análogas, no es lo mismo el contenido (noticia, mandato, reflexión, etc.), que su expresión.
        Tomemos, por ejemplo, el caso de un embajador. Recibe de su nación un mensaje a comunicar a otro país, pero después lo transmite con sus propias palabras. Por cierto que el objetivo del envío “dimana” del rey, presidente o gobernante, pero el modo de presentarlo es obra propia del enviado. Su(s) superior(es) no es (son) “autor(es)” de la manera concreta en que ha sido formulada la misiva.
        Análogamente se ha distinguido siempre “la revelación” o procedencia de Dios de alguna verdad u orden a ejecutar, de la manera concreta, con que es transmitida. Se trata de dos carismas diferentes: la manifestación sobrenatural (contenido proveniente de Dios) y su comunicación “inspirada”, o sea: compuesta no sólo con los recursos humanos (intelectuales o prácticos), sino también con tal intervención divina en la entrega del mensaje (oral = profetas o escrita: hagiógrafos), que Dios mismo resulta ser autor, no ya sólo del mensaje, sino también de su expresión.
        6 – Ejemplos
        Tratando de las “revelaciones privadas”[8], nos recuerda A. Royo Marín: “Acontece con mucha frecuencia en tales revelaciones que la actividad intelectual de quien las recibe, sus conocimientos naturales y hasta sus preocupaciones teológicas o científicas contribuyen poderosamente a la formación de ciertos detalles del cuadro, episodio o discurso revelado, alterando su verdadero sentido o introduciendo elementos humanos en mezcla con los divinos. Muchas veces estas alteraciones son debidas  indudablemente a los editores y amanuenses o copistas. Y así  acontece, v. gr. que las revelaciones de Santa Catalina de Siena, dominica, coinciden totalmente con la doctrina de Santo Tomás y las de la Venerable María de Agreda, franciscana, favorezcan casi siempre la doctrina de Escoto”[9].
        Tampoco habrá quien niegue que un dogma definido, ya por un Concilio Ecuménico ya por el Papa “ex cathedra”, “proviene de Dios”. Sin embargo, tan importante pronunciamiento, no está “inspirado”, sigue siendo palabra de hombres y no de Dios. Se trata de “otro carisma”, insigne por supuesto, ya que la expresión dogmática está acompañada por la “asistencia que exime de errores”, mas no por la “inspiración”.
        Y semejante distinción de procedimientos sobrenaturales no es observable sólo en fenómenos postbíblicos, ya que la misma Escritura nos ofrece ejemplos al  respecto.
        Así, el sueño de las siete vacas gordas y las flacas o las siete espigas lozanas y las otras raquíticas le fue infundido por Dios al faraón (Gen 41,1 - 7), según le explicará José (ibid., vv. 25 y 32). Sólo que tal “revelación” no estuvo acompañada del juicio necesario para su interpretación. “Carisma” que, recibió, en cambio y ejerció el ya citado José (ibid. vv. 26 – 33).
        Lo mismo dígase del sueño de Nabucodonosor sobre la gigantesca estatua con pies de barro. Le fue “revelado” por Dios (ver: Dan 2, 28), pero sin la concomitancia del don de su explicación, que, sí, se le concedió al joven Daniel (ibid., vv. 28 – 47). Sucedió otro tanto con el segundo sueño del mismo rey: (ibid., 4, 1 – 34; 5, 1 – 27).
        Por todo lo cual, parece igualmente poco pulida una afirmación como ésta: “La inspiración presupone la revelación y está al servicio de la fiel transmisión de la revelación en los libros de la Biblia”[10].
        De hecho no se ha de identificar “texto inspirado” con “revelado”, dado que se dan multitud de observaciones,  reflexiones, narraciones, que no provienen de una manifestación divina, sino de la simple observación humana. “Zarpamos de Tróade” (Hech 16, 11).”Dejó Atenas y se fue a Corinto” (ibid., 18,1) y  tantos otros libros o pasajes bíblicos (Proverbios, Cantar, etc.), que son fruto de mera percepción y experiencia común y corriente, sin necesidad de arcanas comunicaciones divinas[11].
        Lo mismo dígase de esta otra sentencia: “La relación personal con el Señor Jesús, vivida con una fe viva y consciente en su Persona, constituye el fundamento basilar de esta <inspiración>, que vuelve a los apóstoles capaces de comunicar, oralmente o por escrito, el mensaje de Jesús, que es la <Palabra de Dios>”.
        Parece que la razón fundamental de “esta inspiración” no ha sido el mero “contacto personal con el Señor Jesús”, aún “vivido con fe viva en  su persona”, ya que, seguidores de Cristo, como los discípulos de Emaús (Lc 24,13-34) experimentaron esa cercanía con el Maestro y, no obstante, se hicieron una idea muy equivocada de su mesianismo (ibid., vv. 21- 24). Lo mismo dígase de Pedro, quien, “inspirado”, sin duda por Dios (Mt 16, 17), acertó en la definición de la personalidad de su Maestro, pero acto seguido, pese al largo “contacto personal” con ÉL, erró crasamente, rechazando el camino del “Siervo sufriente”, con que Jesús identificaba su mesianismo (ibid., vv. 22 – 23).  Un similar despiste encontramos en la pregunta que le hacen sus más íntimos a Jesús, antes de la Ascención: “¿Es ahora cuando vas  restaurar el reino de Israel?” (Hech 1,6).
        Igualmente parece poco seguro el siguiente aserto: “Comprobamos, pues, que el mensaje central (<verdad>) y el modo de recibirlo para atestiguarlo (<inspiración>) se condicionan mutuamente: se trata siempre de la más intensa y personal comunión de vida con el Padre revelada por Jesús: comunión de vida, que es la salvación”. De acuerdo, pero…¿se podrá decir lo mismo respecto a Lucas o al autor de “Hebreos”, que de hecho no tuvieron tal comunión cercana con Jesús?
        Tampoco queda clara la razón que se da para la “inspiración” de algunos textos bíblicos, basada en que “no es raro el caso de que un escrito bíblico se apoye sobre un texto inspirado anterior y participe de este modo de la misma proveniencia de Dios”[12].
        Si así fuera, también Flavio Josefo, diversos apócrifos, todos los Santos Padres y tantos teólogos participarían de la inspiración de los múltiples textos bíblicos, sobre los cuales se apoyan.
        Pero aún hay más, porque el mismo documento pareciera admitir esta distinción de dones divinos en un párrafo muy posterior, ya que, al encarar los escritos paulinos, nos encontramos con esta advertencia: “El hecho que su Evangelio le haya sido revelado, no garantiza automáticamente la corrección y fiabilidad de su transmisión” (resaltado mío)[13]. De lo que se infiere, que por el solo hecho de haber recibido comunicaciones sobrenaturales, no queda automáticamente garantizada la siguiente presentación de las mismas como “inspirada por Dios”.
        Parece que la consideración de esta diferencia de dones divinos debería haber sido tratada al principio. En cambio, como se vio en numerosos párrafos, se da la impresión de que siempre están ligados el uno con el otro.
        Por lo cual, no deja de sentirse cierta incoherencia en los datos ofrecidos por el documento. Insistimos en que una comprobación análoga a la que acabamos de transcribir y más abarcativa de todos los libros bíblicos, debería haber ocupado las primeras reflexiones de todo el estudio[14].
        7 – Naturaleza de la Inspiración
        Casi nada dedica el presente documento a la natural pregunta sobre cómo una misma obra pueda tener dos autores, uno divino y otro humano, siendo todas y cada una de sus partes debidas a ambos.
        Sólo y casi como de pasada, se puede leer:”La Dei Verbum, n. 11 no especifica en los particulares cuál sea esta relación entre los hombres y Dios, por más que en sus notas (18 – 20) remita a una explicación tradicional basada sobre la causalidad principal e instrumental”[15].
        Ahora bien, en dichas tres notas de escritos pontificios hay referencia expresa a la doctrina tomista de la instrumentalidad, como la mejor explicación del enlace entre Dios, autor principal y los hagiógrafos como “instrumentos”, analógicamente entendidos: no inertes, sino vivientes y usando sus propias facultades intelectuales y volitivas. No se trata, pues de “una teoría” entre tantas,  vista la importancia, que le concede el supremo magisterio papal.
        Además, que las notas no han de ser descuidadas, se lo puede corroborar, analógicamente, comparando con las referidas a otro tema, que ofrece el mismo nº 11 de la DV. De este modo lo destaca C. Atkinson: “La última pieza en el enredo interpretativo es el valor de las notas. Las notas adicionadas al párrafo 11 fueron usadas para asegurar una interpretación propia del texto como un todo, y en particular, la frase <aquella verdad que Dios quiso poner en los escritos sagrados en vistas de la salvación>… La más fuerte articulación del Magisterio de la inspiración plenaria con la inerrancia, Providentissimus 20, está referida por dos veces en esta nota. Así que parece razonable asumir que las notas fueron elegidas para asegurar a los padres conciliares que la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la inerrancia seguía siendo sostenida”[16].
        Tal menosprecio de las notas, respecto a la “instrumentalidad”, por otra parte, tampoco es coherente, con la importancia que se  concede a las notas, respecto a otro problema: “Para valorizar esta tesis[17], la Dei Verbum, n. 11 cita, fuera de 2 Tim 3, 16 – 17 en la nota 21, el De Genesi ad litteram 2.9.20 y la Epistula 82,3 de San Agustín, el cual excluye de la enseñanza bíblica todo aquello que no es útil a nuestra salvación; y Sto. Tomás, basándose en la primera cita de San Agustín, dice en el De Veritate q. 12,a. 2: Illa vero, quae ad salutem pertinere non possunt, sunt extranea a materia prophetiae (sin embargo, las cosas que no se relacionan con la salvación no pertenecen a la materia de la profecía)”[18].
        No deja uno de preguntarse, por qué aquí son tan importantes las citas, y no se les brinda igual atención en las  referentes a la “instrumentalidad”[19].
        Finalmente, no se sabe cómo, si no es por medio de la “instrumentalidad”, se podría explicar la formulación misma del texto conciliar: DV,11:”Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que, obrando Él en ellos y por ellos, escribieron como verdaderos autores todo y sólo lo que Él quería”(destacado por mí). “Por ellos” podría entenderse, como que el Señor se sirvió de emisarios, a los que encomendó un  recado a transmitir, que después comunicaron con sus propios modos de expresarse.
        Pero, añadiendo: “en ellos”, es claro que se quiere insistir en que Dios no dejó de actuar en todo el siguiente proceso de transmisión, llevado a cabo por los hagiógrafos. Así, al menos, lo entiende P. Grelot: “La influencia de la encíclica Providentissimus es nítidamente perceptible al fin de la frase. La idea de la causalidad instrumental (resaltado mío) se encuentra expresada dos veces en términos tomados del lenguaje corriente: <Dios ha usado (adhibuit) hombres…>; <obrando Él mismo en ellos y por ellos>”[20].
        Más aún, el mismo texto, que comentamos (Ispirazione…,) en párrafos posteriores ofrece una observación, que confirma el ver en ese “en ellos”, la continuidad del actuar divino, tanto en la comunicación de un contenido,  como en su concreción expresiva en sus instrumentos humanos y para nada inertes. En efecto, al explicar el modo de expresarse de “Hebreos”, se comprueba lo siguiente: “Para hablar de los mediadores, el autor utiliza una expresión curiosa, poco común: Dios habló <en> los profetas, <en> el Hijo; normalmente se dice <por medio de> (Mt 1, 22; 2, 15, etc.; Hech 28, 25). El autor podía tener ante sus ojos la presencia activa de Dios mismo en sus mensajeros”[21]. Por consiguiente: no sólo en el comienzo del envío, entregando un mensaje, sino acompañando todo el proceso de la misma comunicación divino – humana.
        Por todo lo expuesto, da la sensación de una apreciación bastante descuidada al respecto, como la que leemos en la “Conclusión general”, que reza así: “Si, por un lado se tiene la plena conciencia de que tales escritos han sido compuestos por autores humanos, que los han marcado con la genialidad literaria de cada uno, por otro lado, se les reconoce igualmente  una cualidad divina del todo especial, variamente atestiguada por los  textos sagrados y variadamente explicada por los teólogos en el curso de la historia” (resaltado mío)[22].
        Daría la impresión de que esas “variadas explicaciones teológicas” fueran indiferentemente aceptables una u otra, sin mayor problema. No se informa sobre el hecho histórico de que muchas de ellas deforman en vez de aclarar y que algunas han sido rechazadas por el magisterio de la Iglesia.
        Por ejemplo, no es posible interpretar la colaboración de Dios con el autor humano a la manera de un amanuense, que simplemente trascribe lo que se le dicta. Tal función no hace del copista un “autor” literario, siendo así que, por el contrario,  Isaías, Amos, Lucas o Marcos, etc. imprimieron su estilo, teología y tantos rasgos personales, sostenidos igualmente, a lo largo de sus composiciones literarias, por el carisma de la inspiración, no usados como meros títeres o herramientas inertes en manos de un artista.
        La “inspiración subsecuente” de L. Lessio fue censurada por la Academia de Lovaina. La posición del beato Cardenal Newman, que reducía la inspiración a “las cosas de fe y costumbres”,  se vio rechazada por el Vaticano I [23]. También fue criticada la tesis del Cardenal Franzelin, que atribuía a Dios sólo “las ideas”, mientras que su formulación escrita, corría a cuenta de los autores humanos.
        Queda, pues, la impresión de poco empeño puesto para dilucidar este punto, para nada secundario.       
        8º - ¿Libros “inspirados” e “inspirantes”?
        En varios párrafos del Documento en cuestión nos encontramos con expresiones como la siguiente: “Esta estupenda intencionalidad por parte de Dios, empapa de Dios los escritos que la expresan. Los vuelve inspirados e inspirantes (resaltado mío), o sea, capaces de iluminar y promover la inteligencia y la pasión de los creyentes”[24].
        Se pregunta uno qué “pasión” podrá sentir quien lea los nueve primeros capítulos de I Cron, con sus monótonas listas genealógicas. ¿Es muy “inspirante” el Levítico? Acerca de tal libro escribía L. Alonso Schökel: “De todos los libros del A. T. el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable…Menudas prescripciones rituales arredran o aburren al lector de mejor voluntad. Hay cristianos que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia y al llegar al Levítico, desisten”[25]. Así y todo es “inspirado”.
        Tal importancia concedida al lector de la Biblia, hasta considerarlo como leyéndola bajo inspiración del mismo Espíritu Santo, que la inspiró a sus autores, proviene, ante todo, de las acentuaciones de la “Nueva Hermenéutica”, que brinda una especial atención a los ecos, que todo escrito (o cualquier tipo de obra de arte: música, pintura, escultura) despierta en sus lectores o admiradores.
        El tema afloró repetidamente en dos simposios que se realizaron en Roma durante el año 1999[26]. Pero, en las discusiones de la primera de estas citadas jornadas de estudio, se elevaron varias voces, advirtiendo el peligro de confusión, que provocaría el admitir semejante innovación en el lenguaje teológico.
        Así, el grupo inglés de discusión propuso las siguientes reservas: “Uno de los miembros sintió, de hecho, que …deberíamos, tal vez, disciplinarnos a nosotros mismos, usando otro término en lugar de inspiración (para estos efectos en el lector), que posee una cualificación teológica precisa”[27].
A. Vanhoye insistió en que si se hablara de “inspiración del lector” se tendría que advertir que  se lo hace analógicamente, pero sería mejor reservar la inspiración a la acción de escribir[28].
Años después, el profesor de Escritura de L’Institut Catholique de Paris, O. Artus[29], ante esta moderna acentuación de la importancia del “lector”, alertaba no menos: “La articulación entre una hermenéutica de la Escritura (sacando a luz las condiciones de producción del texto, su teología)[30] y una hermenéutica de la lectura[31], tomando en cuenta los efectos del texto sobre sus diferentes lectores, sigue siendo insuficiente y no se hace objeto de consenso: si una insistencia sobre la sola cuestión histórica corre el riesgo de hacer aparecer el texto bíblico como un simple archivo; el atolladero total sobre la cuestión de la historia del texto, observado en numerosos estudios puramente sincrónicos[32], cae en el peligro de otorgar al lector cierta omnipotencia en la interpretación del texto bíblico”[33].
Ya, décadas antes de esta extensión (a mi ver y el de muchos otros, indebida) del carisma de la inspiración hasta los mismos lectores, se había expresado claramente I. De La Potterie. Explicando DV, 12, 3, acerca de la interpretación de la Escritura “con el mismo Espíritu con que ha sido escrita”, advertía: “¿Cómo hay que entender la expresión <leer e interpretar la Sagrada Escritura en el mismo Espíritu>? El Concilio ha vuelto a tomar la doctrina tradicional de la inspiración, pero sin proponer una explicación teológica. El paralelismo indicado en DV 12, 3  no significa ciertamente, que el carisma de la inspiración, que tenía el hagiógrafo se renueva en el lector y el intérprete de la Escritura (resaltado mío). Pero si tienen <el mismo Espíritu>, es necesario que haya algo en común en los tres, una profunda analogía en su modo de afrontar la Escritura. Muchos Padres del Concilio, espontáneamente, han propuesto una explicación muy simple de las palabras eodem Spirituinterpretanda: significan que esta lectura de la Sagrada Escritura, esta interpretación, debe ser hecha <a la luz de la fe>. La fe del autor antiguo debe ser la fe del lector e intérprete de hoy: esta misma fe debe penetrar todo trabajo de interpretación”[34]. 
        9º - Diversas inquietudes
        A – Historicidad bíblica
        Al encarar algunos “desafíos”, que se presentan a la interpretación de la Biblia, el primero de todos se refiere a la historicidad de los relatos sobre todo del Antiguo Testamento, pero no faltan atisbos de estas dificultades también para el Nuevo Testamento.
        En la p. 188, por ejemplo nos encontramos con esta perspectiva: “Sin duda, cuando el narrador o los narradores bíblicos describen las promesas divinas y la respuesta de fe del patriarca Abraham (Gn 15, 1 – 6) no se remiten a hechos cuya transmisión secular hubiera sido absolutamente segura. Es más bien la propia experiencia de de fe que les ha permitido escribir en aquel modo en el que han escrito, para exponer el significado  global de aquellos acontecimientos e invitar a sus connacionales a creer en la potencia y la fidelidad de Dios, que concedió a ellos mismos y a sus antepasados, con frecuencia, atraversar períodos históricos dramáticos. Más que los hechos concretos cuenta la interpretación de los mismos, el sentido que de ellos emerge de la relectura. En efecto, el significado de un período histórico, que ha durado muchos siglos no puede ser comprendido y transcrito en forma de narración teológica o de poema  hímnico si no es con el tiempo. Los escritores bíblicos han meditado, con su fe viva en Dios, sobre la supervivencia de su pueblo a través de los siglos, pese a tantos peligros morales y las tremendas catástrofes que ha debido afrontar y sobre el papel que Dios y la fe en ÉL habían tenido para tal supervivencia; de esto ellos han podido deducir que fue así también en los comienzos de su historia. Por lo tanto no se debe leer Gen 15 como si se tratase de una crónica, sino como comportamiento normativo querido por Dios, norma que los escritores bíblicos han vivido radicalmente y que así han podido transmitir a su generación y a las futuras”.
        Según nuestra pobre apreciación, con semejante descripción se desdibuja bastante la realidad de hechos demasiado importantes para una fe,  que no se basa en sistemas filosóficos o mitológicos, sino en el Dios, que intervino en la historia.
         También se puede comprobar más claramente cómo las noticias del Jesús histórico, no son filmaciones de sus andanzas o grabaciones de sus enseñanzas. Pero se consiguen datos suficientes para comprobar su realidad en este mundo.
        Si las narraciones sobre Abraham hubieran sido religiosamente fabuladas, para sostener la fe de los cautivos regresados de Babilonia, ¿no había ni uno solo entre ellos que sospechara de “pío fraude”? ¿Ninguno conocía la propia historia, hasta el punto de dejarse engatusar todo un pueblo por historias nunca antes oídas, por más que fueran vehículo de profundas orientaciones teológicas?
        ¿No se podría haber acudido a serios investigadores, que ofrecen válidos argumentos históricos y arqueológicos, capaces de fundamentar con seriedad la historia patriarcal?[35].
        Es lo que hace, entre otros muchos, G. Boscolo, al  apuntar que, “Los descubrimientos arqueológicos han demostrado que las descripciones bíblicas referentes a los patriarcas y su época son demasiado precisas para poder ser tenidas como invenciones, o ser dejadas de lado como privadas de fundamento histórico. El tipo de vida de los patriarcas descrito en el Génesis concuerda históricamente con lo que conocemos del modo de vivir seminómade de los comienzos del IIº milenio y de lo cual tenemos ejemplos en la Historia de Sinuhé y en la tablillas de Mari, Nuzzi y Ebla” [36].
        En fin, se echa de menos un esfuerzo por no dar la impresión de que tales primeras épocas del pueblo de Dios no contuvieran más que sagas y leyendas, con profundos “theologoúmena”, no cabe duda, pero carentes de apoyo en la realidad histórica.
        Enseguida, en la misma página 188, se acude a S. Pablo: “En breve, para valorar la verdad de los relatos bíblicos antiguos, es preciso leerlos como fueron escritos y fueron leídos por Pablo mismo: <Todas estas cosas les sucedieron a ellos (a los israelitas) como ejemplo y han sido escritas para advertencia nuestra, de nosotros para quienes ha llegado el fin de los tiempos” (I Cor 10,11)”. Entonces, si hemos de leer como Pablo, ¿se deberá desvalorizar el verbo “suceder”, tomándolo únicamente como equivalente a: todas estas cosas ”fueron teologizadas”?
        B – El mismo tema en el Nuevo Testamento
        Pasando a datos de los Evangelios, en las pp. 195 - 196, se apunta lo siguiente: “Hay todavía diferencias notables entre los dos relatos. Según Matero, María y José, antes del nacimiento de Jesús, habitan en Belén y sólo después de la fuga a Egipto y a consecuencia de una especial advertencia, van a Nazaret. Según Lucas, María y José habitan en Nazaret, el censo los conduce a Belén y sin fuga a Egipto, vuelven a Nazaret. Es difícil encontrar solución para tales diferencias”.
        S. Muñoz Iglesias[37] explica sencillamete, que del texto se sigue solamente que la Sagrada Familia, habitaba en una casa de Belén, cuando llegaron los magos.
        C -  La mujer en S. Pablo
        Se sabe, cómo, para ciertos feminismos, S. Pablo es el prototipo bíblico del “misógino”. Nuestro documento  responde muy acertadamente, explicando los principales pasajes paulinos, que son sospechosos al respecto (Col 3, 18; Ef 5, 22 – 33; I Cor 11,5; 14, 33 – 35)[38].
        Con todo, no resulta satisfactorio del todo el enfoque, con que se encara I Tim 2, 11 - 15[39].
        Juzga nuestro documento que “es más difícil y menos defendible, si se lo entiende como principio absoluto, el modo en que I Tim 2, 11 – 15 justifica el estatuto inferior de la mujer, en el ámbito social y eclesial”[40].
        Y se especifica que los reparos no vienen tanto de la situación social o eclesial, en que se sitúa a la mujer, porque, “como en los casos precedentes: la enseñanza y el gobierno estaban reservados en aquellos tiempos a los varones”[41]. Lo que suscita objeciones es el modo en que es justificada tal subordinación, “o sea por medio de una interpretación problemática de los relatos de Gen 2 – 3; el orden de la creación (el varón tiene un estatuto superior, porque creado antes que la mujer; cf. Gen 2, 18 – 24) y la caída de la mujer en el Paraíso…Además no es compatible con 1 Cor 15, 21 – 22 y Rom 5, 12 – 21;[42] refleja también una situación eclesial en la que era necesario encontrar argumentos de autoridad para responder a las mujeres que se lamentaban por no poder ejercitar los papeles ya indicados en las asambleas eclesiales. Se muestra que esta lectura de Gen 2 – 3 está condicionada por las circunstancias del siglo primero”[43].
        Pensamos que puede darse otra perspectiva, que tomamos de M. Hauke[44].
        Ante todo, no hay lugar para la supuesta contradicción con I Cor 15, 21 – 22 y Rom 5, 12 – 21, dado que en dichos lugares Pablo está contraponiendo a los “dos Adanes”, el primero, causante de pecado y muerte y el segundo, Cristo, redentor del desastre desatado por el primero.
        En cambio, el propio Pablo se ha referido ya a la creación de Adán precedente respecto a Eva, en I Cor 11, 3. 8. 12, tal como en nuestro texto de II Tim 2, 11 – 15. “Aún cuando de hecho…le debiera corresponder al hombre una cierta superioridad debido a su origen y posición anterior, sin embargo estos pensamientos no están lógicamente y necesariamente conectados entre sí: Cristo ha salido del Padre y le está subordinado[45], pero no le es inferior, dado que él posee la misma naturaleza divina[46].Una auténtica, sumisión voluntaria se da sólo en naturalezas que ontológicamente se encuentran en el mismo grado.
        Por más que en II Tim 2, 13 se expresara una cierta superioridad del varón, no sería esto necesariamente una visión <anticristiana>. Ya que sin perjuicio del igual valor del ser personal, es posible en el plano natural (que no es idéntico con la situación delante de Dios) pueden darse hombres, como también situaciones vitales <valiosos> y <menos valiosos>…En el ámbito cristiano  el matrimonio es bueno, pero la virginidad por el Reino de los cielos es mejor[47]; no por eso el amor matrimonial es <inferior>”[48].
        I Tim 2, 14 supone una más fuerte posibilidad de ser seducida por parte de la mujer, que le impediría presentarse como conductora frente al varón. Se tiene en cuenta la seducción por medio de la <serpiente>; que Adán no haya sido seducido de este modo, no significa que él no haya pecado. Por lo mismo no es necesario contraponer I Tim 2, 14 a Rom 5, 12, donde el pecado de Adán es visto como decisivo, porque los contextos correspondientes de las frases son distintos[49]. Por otra parte, el pensamiento de la más fuerte seductibilidad de la mujer nos sale al encuentro en Pablo, también en II Cor 11,3”[50].
        Tampoco se han de perder de vista las circunstancias histórico - culturales de agitación especial, que se daba entre las mujeres, precisamente en Éfeso. Pablo alerta sobre las “viudas jóvenes ociosas”, que “se acostumbran a ir de casa en casa: con lo cual además de ociosas, se hacen también charlatanas y entrometidas, hablando lo que no conviene” (I Tim 5, 13). Avisará no menos contra “los que se introducen en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados, arrastradas de pasiones de todo tipo, que siempre están aprendiendo y nunca logran llegar al conocimiento de la verdad” (II Tim 3, 6 – 7).
        Ni se ha de perder de vista que Éfeso (al igual que Corinto[51]) era una ciudad céntrica en el Asia Menor, desde el punto de vista comercial, político y religioso. Justamente en esta región estaba especialmente resaltada la posición social de la mujer. En el ámbito cultual el liderazgo femenino estaba particularmente exaltado por la veneración de Cibeles, por las sacerdotisas de Demeter y las ceremonias mistéricas de Isis, que se habían propuesto como programa la igualdad de derechos de la mujer. También las mujeres asumían posiciones dirigentes en el culto de Dionisos, en cuyos ritos todos: iniciados e iniciadas podían actuar mezcladamente. Muy notable para Éfeso era la adoración de Artemisa, donde las sacerdotisas poseían la  prioridad.
        Este trasfondo histórico, cultural y religioso explica las precauciones paulinas ante posibles extralimitaciones femeninas, que intentarían trasladar las anteriores costumbres paganas a las comunidades y asambleas cristianas. Una vez desaparecidas semejantes y desmedidos reclamos de emancipación femenina, no tienen aplicación aquellas paulinas llamadas de atención, así como la exigencia del “velo” para profetizar (I Cor 11, 5 – 16)[52].
        Por otro lado, en las mismas “Pastorales” consta (como en Gal 3, 28 y I Cor 11), que también suponen la igual dignidad de varones y mujeres en las asambleas de culto cristianas. “Quiero, pues, que los varones oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones; de igual modo, las mujeres convenientemente vestidas” (II Tim 8 – 9). “En estas líneas aparece claramente que las mujeres en la oración de la liturgia cristiana están junto a los varones. En cambio en el judaísmo, la mujer estaba dispensada de recitar cotidianamente el shemá’, el “Escucha Israel”, plegaria recitada por el fiel judío. Estaba dispensada por el hecho que ella no constituía un sujeto cúltico jurídico. Hasta hoy en las sinagogas está vigente la ley del quorum: el rabí no puede comenzar una celebración si no se llega al quorum de diez varones. Pueden estar presentes nueve varones y mil mujeres y, sin embargo, no se puede comenzar, dado que todavía no se llegó al quorum”[53].
        No menos aflora el aprecio de Pablo respecto a la capacidad docente de las mujeres, en el ámbito familiar. “Evoco el recuerdo de tu (de Timoteo) fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti” (II Tim 1, 5). Uniendo esta noticia con la que sabemos por II Tim 3, 14 - 15, podemos vislumbrar cuánto Timoteo debe a la educación, especialmente “bíblica”, recibida de estas mujeres,  ya que el Apóstol  allí lo exhorta: “Tú, en cambio, permanece en lo que aprendiste y que desde niño conoces las Sagradas Letras”. 
 D –  ¿Inspiración en los libros sagrados de otras religiones?
        En la P. 241 del documento, que se viene comentando, después de indicar en Cristo su condición de “camino. Verdad y Vida” (Jn 14,6), se observa que “esta esencial centralidad del misterio del Cristo no excluye, más bien resalta las tradiciones antiguas, que,  como afirma el mismo Cristo, hablan de ÉL (cf. Jn 5, 39)…Cristo es, en su infinito misterio, el centro que ilumina toda la Escritura”.
        Pero, inmediatamente sigue este párrafo: “Se abre aquí una perspectiva sobre el modo de comprender la relación entre la Sagrada Escritura y las tradiciones literarias de otras religiones. Una cuestión semejante es de apremiante actualidad para el diálogo interreligioso”.
        No se ve la conexión, ya que en lo inmediatamente precedente, al hablar de “tradiciones antiguas”, la referencia es a las Escrituras del pueblo elegido[54]. No hay allí la menor alusión a “la tradiciones literarias de otras religiones”. De modo que el encadenamiento de ideas resulta bastante forzado.
        Por lo demás, ya a partir de la p. 229 nos encontramos en el ámbito de la CONCLUSIÓN GENERAL de todo el escrito, en el cual no asomó para nada esta problemática. Se levanta, pues la pregunta acerca de si las conclusiones no van más allá de las premisas.
        Se continúa considerando lo siguiente: “Su solución (del diálogo interreligioso) no es por cierto fácil, porque se debe conjugar el principio irrenunciable de la <unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia> (como recita el título de la Declaración <Dominus Jesus>  de la Congregación para la Doctrina de la fe) con la justa apreciación de los tesoros espirituales de otras religiones. El presente Documento (Ispirazione…) no ha explicitado las líneas,  que, a partir de la misma Sagrada Escritura, podrían ser sugeridas a la atención teológica pastoral de la Iglesia. Con todo baste evocar la figura de Balaam (Nm24) para evidenciar cómo la profecía (inspirada) no sea prerrogativa exclusiva del pueblo de Dios y recordar cómo S. Pablo, en el discurso del Areópago, expresara una adhesión convencida a las intuiciones e poetas y filósofos griegos (cf Hech 17, 28)”.
        Creo que no basta un recurso genérico a la “Dominus Jesus”, omitiendo recordar específicamente su Nº 8: “Se propone también la hipótesis acerca del valor inspirado de los textos sagrados de otras religiones. Ciertamente es necesario reconocer que tales textos contienen elementos, gracias a los cuales gran cantidad de personas a través de los siglos, han podido y todavía hoy pueden alimentar y conservar su relación religiosa con Dios. Por lo cual, considerando tanto los modos de acción como los preceptos y doctrinas de las otras religiones, el Concilio Vaticano II – como se recordó antes – afirma que <por más que disientan mucho de lo que ella (la Iglesia) profesa y enseña, no pocas veces reflejan un fulgor de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres>.
        Sin embargo, la Tradición de la Iglesia, reserva la cualificación de textos inspirados a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo”[55].
        La relación de nuestro documento en cuanto al diálogo con posibles “revelaciones y literatura inspirada” de otras religiones, hace recordar, al modo, con que fue tratado este mismo tema por el jesuita, profesor del Pontificio Istituto Biblico: P. Bovati[56].
        “Todo lo dicho precedentemente nos ayuda a decir algo también sobre la revelación de Dios presente en tradiciones religiosas diversas de la hebraico – cristiana, o sea en aquellas culturas que han producido libros sagrados, similares – por ciertos aspectos – a nuestra Biblia. No es una tarea fácil una correcta valoración del fenómeno hoy de apremiante actualidad”[57].
        Parece también que está lejos de ser un argumento convincente el recurso al caso de Balaam, como apoyo bíblico para sostener la posibilidad de revelación o inspiración en las religiones de los pueblos paganos. Porque el personaje no es evocado por el hecho de doctrinas o escrituras religiosas de su pueblo (asirio: Núm, 22, 5), sino por el milagro fuera de serie de un extranjero, además: enemigo jurado de Israel, al servicio de Balac moabita, o sea: un individuo con  tantas razones de odio contra el pueblo elegido, que, pese a todo, lleva a cabo lo diamentralmente opuesto a sus personales intenciones, bendiciendo por cuatro veces al objeto mismo de sus insidias.
        Después, la adhesión paulina a las intuiciones de poetas y filósofos en el Areópago, no implica necesidad alguna de considerarlas como “reveladas o inspiradas”. Basta apreciar en ellas la “revelación” meramente obtenida de la consideración inteligente del orden natural, tal como la describirá el mismo Pablo en Rom 1, 19 – 20.
        Por lo demás, que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento asuman leyes (de Hammurabi, por ejemplo) o doctrinas religiosas del tesoro moral o cultural de otros pueblos, no concede a estas obras o ideas la cualidad de haber recibido previas revelaciones o inspiraciones por parte de Dios.
         La Biblia se vale de noticias políticas, históricas, de la ciencia de aquellos siglos u observaciones de la realidad misma, lo cual no significa necesariamente que estos aportes hayan nacido del estimulo inspirador de Dios.
        En otro párrafo se observa que “las semina Verbi están esparcidas en el mundo, y no pueden por eso quedarse confinadas sólo en el texto de la Biblia. La iglesia ha definido lo que tiene por inspirado, pero no se ha pronunciado negativamente sobre todo el resto”[58].
        Parece que el arriba citado Nº 8 de la Dominus Jesus   rechaza claramente esta apreciación.
        10 – Epílogo
        Las observaciones, que se acaban de formular, para nada intentan devaluar el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica. En su enorme mayoría de asuntos tratados aporta ricos y compendiosos análisis de diversos asuntos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, soluciones válidas a muchos problemas, que surgen en la lectura del pueblo fiel,
        Sólo, pues, se ha querido acercar algunas aclaraciones o puntos de vista diferentes, que parece todavía están vigentes en la doctrina de la Iglesia acerca de sus Sagradas Letras y que, por ejemplo, han sido tratados o bien con presentación poco ordenada (apresurada identificación de los carismas de la revelación y la consiguiente inspiración),o insinuada muy de paso (naturaleza de la inspiración) y otros problemas, que podrían haber sido encarados con mayor atención al magisterio de la iglesia y la “analogía fidei”(DV , 12).
 
                         Miguel Antonio Barriola

 
NOTAS

[1] Ispirazione e verità della Sacra Scrittura – La parola che viene da Dio e parla di Dio per salvare il mondo, Città del Vaticano (2014).
[2] Pablo VI, Sedula cura (27 – VI – 1971).
[3] Ispirazione…, pp. 3 – 4. Idéntica apreciación en: Ibid., p.16.
[4] El documento, que estudiamos, se aparta nítidamente de esta impresión de círculo vicioso, al comenzar el tratado sobre el canon bíblico: “Los libros que  hoy componen nuestras Sagradas Escrituras no se autocertifican como <canónicos>. Su autoridad motivada en su inspiración, debe ser reconocida y aceptada (como proveniente) de la comunidad, ya sea la sinagoga o la Iglesia” (Ibid., pp. 101 – 102). Clara precedencia, pues, de la tradición, que debería funcionar también, para consolidar el “hecho” de la inspiración.
[5] Ispirazione…,Conclusione, p. 94. 
[6] Por otro lado, la “Conclusión General” (Ibid., pp. 231 – 233), ubica asimismo a la Tradición, como previo manantial de la misma Sgda. Escritura (cosa, que se evitó advertir, en el texto mismo): “La comunidad  creyente vive de una tradición: de hecho ella se siente constituida por la escucha de la Palabra de Dios, puesta por escrito en algunos libros, que han sido entregados como normativos, en cuanto llevan en ellos mismos el sello de su autoridad.
Ésta estaba garantizada ante todo por la autoridad de los escritores, que según una antigua y venerable tradición, habían sido reconocidos como mandados por Dios y dotados del carisma de la inspiración… De hecho la Iglesia, en el paciente y severo trabajo de discernimiento que se prolongó a través de diversos siglos, siempre ha captado que podía recibir como inspirado aquel escrito que estaba en consonancia con el depósito de fe solida y fielmente custodiado por la comunidad creyente, garantizado por aquellos que Dios había propuesto como pastores y guías de los fieles. El Espíritu actuando en la Iglesia, con la fuerza de inteligencia, que le es propia, facultaba a separar lo que era auténtica comunicación divina de las formas engañosas o no suficientemente fundadoras. Así, en ciertos casos, era rechazado un texto que llevaba el título de un hombre inspirado, mientras que era acogido con veneración un escrito, que, no estando garantizado por la firma de un autor reconocido, sin embargo mostraba su impronta inconfundible. Con una extraordinaria percepción de la verdad de la Revelación, la Iglesia se autoconstituye en el reconocimiento obediente de la Palabra de Dios de la cual vive” (Ispirazione…, 231 y 232).
Por consiguiente, primeramente: “escucha” (por predicación oral, celebraciones, etc.), o sea: TRADICIÓN y sólo después “puestos por escrito”. Y también: “la autoridad de algunos libros” garantizada por la autoridad de escritores, pero que ha debido ser reconocida ANTES, por una “antigua y venerable tradición” (canon de libros inspirados).
No menos, en la audiencia concedida por el Papa Francisco , al final de estos trabajos, ahora hechos públicos, había insistido en la misma precedencia de la Tradición anterior a su consignación por escrito: “Las Sagradas Escrituras, como sabemos, son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el acontecimiento de la revelación. La Palabra de Dios, por lo tanto, precede y excede a la Biblia… es preciso  ubicarse en la corriente de la gran tradición, que, bajo la asistencia del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos, como palabra dirigida por Dios a su pueblo” (“Discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica”, en: L’Osservatore Romano – ed. española – 19/ IV / 2013, p. 3).
[7] “Será objetivo de nuestras indagaciones en los textos de la Sagrada Escritura los indicios de la relación entre los autores humanos y Dios, mostrando así la proveniencia divina de estos libros, en otros términos su inspiración” (Ibid…, p.18). “En consecuencia, el concepto amplio de revelación y el más específico de  su testificación por escrito (inspiración) son vistos como un único proceso” (ibid., p. 19). “Todo Salmo es testimonio de una relación viva y fuerte con Dios, y sobre esta base podemos decir que proviene de Dios y es inspirado por Dios” (Ibid..., p. 34). ”Il Sal 50, en el corazón del Salterio, retoma, entonces, los módulos proféticos; no sólo hace hablar al Señor, sino que hace que  toda súplica y todo acto de alabanza sean interpretados como obediencia al mandato divino. Por lo  tanto, toda la oración está <inspirada> por Dios” (Ibid…, p. 37). “Esta estupenda intencionalidad por parte de Dios, empapa de Dios los escritos que la expresan. Los vuelve inspirados e inspirantes, es decir, capaces de iluminar y promover la inteligencia y la pasión de los creyentes” (Ibid…, p. 42). Es evidente que en todas estas afirmaciones se pasa, sin más, de la proveniencia divina a la inspiración, con que después son transmitidos los Sagrados Libros.
Se podría notar, igualmente, que lo mismo podría decirse de “Los Salmos de Salomón” o de “Los Himnos” de Qumrán.
[8] Posteriores al cierre definitivo de la revelación pública, única obligatoria para todo creyente. Por eso, estas “manifestaciones sobrenaturales, pero privadas” son libres de ser aceptadas, aunque a veces sea “temerario” rechazar los comunicados posteriores de Dios, en el curso de la historia de la Iglesia. Por ejemplo negar las apariciones de la Virgen María en Guadalupe o Lourdes.
[9] Teología de la perfección cristiana, Madrid (1955) p. 823.
Se está refiriendo al dogma de la Inmaculada Concepción, que no era admitido por Sto. Tomás (como tampoco por S. Bernardo y S. Buenaventura), dado que todavía era materia discutible en teología. Sólo fue dogma de fe en el siglo XIX, por definición dogmática del beato Pío IX (“Ineffabilis Deus”: 8 / XII / 1854).
Así pensaba Sta. Catalina:”El pecado original se dio en María porque ella procede de la masa de Adán; no por obra del Espíritu Santo, sino del hombre. Como toda aquella masa estaba podrida y corrompida, por eso no podía infundir en aquel alma materia no corrompida, ni propiamente se podía purificar sino por la gracia del Espíritu Santo. Esa gracia no la pudo recibir el cuerpo, sino el alma racional e intelectual. Por eso María no pudo estar limpia de la mancha, sino después de estar el alma infundida en el cuerpo. Esto se realizó por  reverencia al Verbo divino, que debía entrar en aquel receptáculo. Como el horno consume la gota de agua en poco tiempo, así hizo el Espíritu Santo con la mancha de pecado original, porque después de ser concebida fue inmediatamente purificada del pecado y se le dio la gracia. Tú sabes, Señor, que ésta es la verdad” (Oraciones y Soliloquios, cap. 16, en: Obras de Santa Catalina de Siena – Diálogo. Oraciones y Soliloquios, Madrid – 1980 –).
En cuanto a que tal vez se deban estas posturas a “editores o amanuenses”, difiere E. Carli, al informar: “Los nuevos estudios de D. Jordan, Mandonnet, Dupré Theseider y P. Laurenti, pero especialmente los de Valli y Del Conti, dan por resultado que la copia vista y descrita por los discípulos es la misma del Epistolario, del Diálogo y de las Oraciones: no hay ni deformación ni alteración sustanciales” (“Caterina da Siena”, en: Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano – 1949 – III, 1155).
Por otro lado, como informa C. Ros: Benedicto XIV advirtió que “Santa Catalina, llevada de buena fe se equivocó al asumir como dicho por la Virgen en sus contemplaciones y visiones lo que oía a menudo en las predicaciones de la orden dominicana. Es algo que ocurre a menudo a los que reciben visiones, que las ven mezcladas con elementos de su propia mente de modo indiscernible, salvo en cosas esenciales” (La Inmaculada en Sevilla, Ed. Castillejo, Sevilla – 1994 – 153).
Al revés, la ya citada Venerable María de Agreda, como se dijo, se presenta en sus visiones convencida de la Inmaculada Concepción de María, tal como la defendían (con total acierto) los teólogos de su familia religiosa franciscana. Pero no menos, también respecto a esta mística española, se ha de notar: “De todos modos, no obstante que no falten en la Mística Ciudad de Dios errores históricos, geográficos, cronológicos, de lo cual resulta que la obra no contiene sólo <revelaciones>, se le ha de reconocer su alto valor ascético y místico” (F. Tinivella, “Agreda, María de”, en: Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano – 1948 – I, col 571).
Ya Santa Teresa de Jesús distinguía: “Una merced es dar el Señor la merced y otra es entender qué merced es  y qué gracia; otra es saber decirla y dar a entender cómo es” (Vida, 17, en: Santa Teresa de Jesús - Obras completas, Madrid /Aguilar – 1951 – p. 93).

  
[10] Ispirazione…, pp.18 – 19.
[11] El texto que estamos comentando, quiere inspirarse en DV 11, de este modo: “<La inspiración> aparece en cambio como la acción mediante la cual Dios habilita a ciertos hombres, elegidos por él, para transmitir fielmente por escrito su revelación” (cf.  DV, n. 11)” (Ibid..., p. 18). Sin embargo la formulación conciliar, no reduce la inspiración a consignar por escrito “la revelación”, sino que simplemente enseña: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron como verdaderos autores  todo y sólo lo que Dios quería”. Como se puede observar, ni se menciona la revelación. Porque “todo y sólo lo que Dios quería”, incluye, mezclados con revelaciones, datos y noticias recibidos por mera experiencia humana, como las consignadas en nuestro texto.
[12] Ispirazione…, p.23.
[13] Ispirazione…, p. 71.
[14] Hacia el final del presente documento, nos encontramos con esta aclaración: ”La tarea de la Comisión Bíblica, solicitada a expresarse sobre tal temática, no es la de ofrecer una doctrina de la inspiración, en concurrencia con lo que se presenta habitualmente en los tratados de teología sistemática; mediante este documento ella (la dicha “Comisión”) intenta mostrar cómo la misma Sagrada Escritura indica la proveniencia divina de sus testimonios, haciéndose así mensajera de la verdad de Dios. Nos situamos, por lo tanto en un ámbito de fe: acogemos, en efecto, aquello que la Iglesia nos entrega como Palabra de Dios, y de ella logramos elementos de comprensión, que favorezcan una más madura recepción de tal herencia divina” (Ispirazione…, p. 230).
De acuerdo, pero aunque no se trate de una competición con los tratados teológicos, ¿está de más pedir alguna  “analogia fidei” (DV, 12), que, al menos evite fusionar (como se lo hace aquí con frecuencia) los carismas de “proveniencia divina” o “revelación” de contenidos, con el de “inspiración” en el acto de ponerlos por escrito? ¿No habría sido conveniente señalar el problema de la conexión entre los “dos autores de este libro excepcional, Dios y el hagiógrafo”? ¿No señala “la misma Sagrada Escritura” hacia la “instrumentalidad”, al indicar repetidas veces, que el Señor habla “por boca de los profetas” (I Rey 17, 24; II Cron 36, 21. 22; Esdr 1, 1; Lc 1, 70; Hech 1, 16; 3, 18. 21, 4, 25 y, sobre todo: II Pt 1, 20 – 21)?

[15] Ibid…, p. 17. Más adelante (Ibid…, p. 111) nos encontraremos con una frase similar: “La Constitución no entra en las particularidades del modo de inspiración (cf. La Encíclica del Papa León XIII Providentissimus Deus)”.
[16] “The interpretation of Inspiration and Inerrancy as a Hermeneutic for Catholic Exegesis” en: AA. VV,  Letter and Spirit – For the sake of our Salvation – The Truth and Humility of God’s Word, Ohio – 2010 – pp. 221 y 223.
[17] Justamente, la que acabamos de mentar sobre la “verdad bíblica, en lo referente a la salvación”.
[18] Ispirazione…, p. 113.
[19] En: Ibid…, p. 92, casi de pasada, se asoma la verdad tradicional:”El profeta es sólo instrumento de Dios”.
[20] “L’Inspiration de l’Écriture et son interprétation” en: AA. VV. Vatican II – La Révélation divine, Paris (1968) II, 362. El mismo Card. A. Bea (que estuvo al frente de la comisión mixta, que se ocupó de la laboriosa redacción de la Dei Verbum  desde el comienzo hasta el final del Vaticano II), explica lo que sigue:”Partamos de la idea de instrumento (resaltado mío) expresada en sustancia en nuestro texto (conciliar) por más que la palabra misma no se encuentre en él… Las palabras <Dios recurrió a los hombres…actuando en ellos y por ellos> demuestra bien que así se expresa la idea de instrumentalidad” (Dei Verbum – La Parole de Dieu et l’ humanité – Commentaires de la Constitution LA RÉVÉLATION DIVINE, Tours / Éd. Mame – 1968 – p. 156).
Más recientemente, después de haber pasado revista a las diferentes propuestas actuales de explicación respecto a la  interacción divino – humana en la composición de la Biblia, M. J. Zia, concluye: “Considerando las muchas teorías  de la inspiración bíblica, que han sido sugeridas por los autores aquí estudiados, parece que la teoría de la causalidad instrumental, analógicamente entendida, retiene todavía un privilegio como la mejor expresión del fenómeno de la inspiración bíblica” (What are they saying about Biblical Inspiration? , New York / Mahwah/ New Yersey – 2011 – p. 84).       
[21] Ispirazione…, 75.
[22] Ispirazione…, p. 230.
[23] Denz – Hün , 3006.
[24] Ispirazione…, p. 42. Lo mismo aparece en: Ibid…, pp. 85, 175, 177
[25] Pentateuco, Madrid (1970) II, p. 13.
[26] Las actas del primero en: Scrittura ispirata – Atti del Simposio promosso dall’ Ateneo Pontificio <Regina Apostolorum> - Settembre 1999, Città del Vaticano (2001). Las del segundo en: L’Interpretazione della Bibbia nella Chiesa – Atti del Simposio promosso dalla Congregazione della Dottrina della Fede, Città del Vaticano (2001). Ente los varios defensores del “Dios autor y lector de la Biblia” se encontraba el jesuita argentino H. Simián – Yofré, profesor del Pontificium Institutum Biblicum de Roma, con su aporte: “L’assimilazione di culture straniere nella S. Scrittura (riflessione critica)” en: l’Interpretazione della Bibbia…, p. 94.
[27] Scrittura Ispirata…, p. 289.
[28] Ibid…, 295. Se podrían multiplicar las intervenciones del congreso disconformes con tal extensión demasiado elástica del concepto y realidad de la inspiración bíblica.
[29] También miembro de la Pontificia Comisión Bíblica hasta el 2013.
[30] Nos permitimos interrumpir para subrayar, que se está refiriendo a las circunstancias del origen de una obra: autor, época, etc.
[31] Es decir: las actuales acentuaciones de la destinación de la obra al lector.
[32] O sea: con prevalencia del método estructuralista, que sólo atiende al texto como resultado final, descuidando sus orígenes históricos (diacronía), imprescindibles también para una recta exégesis.
[33] “Dei Verbum. L’exégèse catholique entre critique historique et renouveau des sciences bibliques” en: Gregorianum 86 / 1 (2005) p. 87.
[34] “Interpretazione della Sacra Scrittura nello Spirito in cui è stata scritta – DV 12, 3” en: a cura di R. Latourelle, Vaticano II – Bilancio e Prospettive – Venticinque anni dopo – 1962 – 1987, Assisi (1987) p. 229.
[35] Así, por ejemplo:  K. A. Kitchen, “Founding Fathers or Fleeting Phantoms – The Patriarchs” en: On the reliability of the Old Testament, Michigan / Cambridge (2003) pp. 313 – 372.
[36] En la nota 14 anota: “Por ejemplo; el uso de tener una esclava como concubina (Abraham y Agar); el uso de adoptar al hijo tenido de una esclava (como hace Abraham con Ismael; la ley del levirato por la cual se estaba obligado a  casarse con la mujer del hermano muerto sin hijos; la antigua ley hititia vuelve comprensible la compraventa entre Abraham y los hititas de la gruta funeraria de  Macpela – Gen 23 - . Son algunos ejemplos que dan un color antiguo a las narraciones bíblicas sobre los patriarcas” (“I Patriarchi” en su obra: La Bibbia nella storia -  Introduzione Generale alla Sacra Scrittura , Padova – 2008 – p. 54).
J. Sicré aporta otros datos interesantes en favor de la veracidad histórica de las narraciones patriarcales: “La manera de describir la religión patriarcal, tan distinta de la religión oficial de la época en que se escribe (posterior en siglos y en la que se habrían <inventado> los relatos de Abraham. Los patriarcas, que deberían servir de modelos, no dan culto a Yahvé, sino a diversas manifestaciones del dios supremo cananeo Ilu (El). Si las tradiciones son inventadas tampoco se habría dado al protagonista el nombre de Abraham, que nunca más aparece en la Biblia. Puestos a inventar  el personaje, habría sido más lógico un compuesto del nombre Yah (abreviatura de Yahvé). <Abraham no es ni rey, ni profeta ni héroe legendario. Aparece como individuo y particularmente como antepasado, como el padre. Su recuerdo se ha debido de transmitir por los que lo consideraban su antepasado> (citando a W. Vogels, Abraham y su leyenda, p. 6, en la nota 6). Tomado de: Introducción al Antiguo Testamento, Estella (2011) p. 380.
[37] Los Evangelios de la Infancia – Nacimiento e infancia de Jesús en San Mateo, Madrid (1999), p. 33, n.17.
[38] Ispirazione… , pp. 221 – 224.
[39] “Que la mujer aprenda sosegadamente y con toda sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine sobre el varón, sino que permanezca sosegada. Pues primero fue formado Adán; después Eva. Además, Adán no fue engañado; en cambio, la mujer, habiendo sido engañada, incurrió en transgresión, aunque se salvará por la maternidad, si permanece en la fe, el amor y la santidad, junto con la modestia”.
[40] Ibid., p. 224.
[41] Ibid., p. 225.
[42] Pasajes – interrumpimos el texto – en los que ni se nombra a Eva en la culpabilidad de original.
[43] Ibid., p. 225.
[44] “Das Lehrverbot in I Tim 2” en su obra: Das Problematik um das Frauenpriestertum vor dem Hintergrund der Schöpfungs un Erlösunsordnung , Paderborn (1995) pp. 392 – 399.
[45] I Cor 11, 3.
[46] Ver Filip  2, 6.
[47] Mt 19, 12; I Cor 7, 38; DS 1810.
[48] M. Hauke,  Ibid…, p. 394.
[49] En su nota 21, remite Hauke a: C. Spicq, Les Épitres Pastorales, Paris (1969) I, 381, del cual tomamos: “Aquí (Pablo) se atiene sólo a la idea de engaño – seducción, ligada a la noción de pecado (Rom 7,11; 16, 18) especialmente el de la mujer…<No se dice que Adán no haya pecado, sino que él no ha sido engañado; al contrario, la tara de Eva es de haberse dejado seducir por la peor de las ilusiones; es porque ella era la más crédula que la serpiente la hizo su cómplice” (SAN AGUSTÍN, Ciudad de Dios XIV, 11). He aquí por qué el Apóstol no puede permitir a las mujeres tener autoridad sobre su marido y sobre todo de enseñar la verdad en la Iglesia, especialmente en Éfeso, donde los doctrinarios esotéricos tienen una adulona clientela femenina (I Tim 5, 13 ss.)”.
No menos el mismo Spicq, advertirá: “Sea lo que sea, si advertimos la cultura intelectual de las mujeres bajo el Imperio, de su actividad social, se su papel político y religioso, se puede pensar que los argumentos del Apóstol no han convencido a todas las efesinas; pero éste no les niega el acceso a la cátedra de la verdad y al santuario, sino para abrirles bien grandes los caminos de la caridad y del servicio…la más alta nobleza (I Tim 3, 11” (Ibid…, 382).
También habría que tener en cuenta, que, si se da en la mujer esta mayor posibilidad de ser seducida, no menos se puede ver en ella cierta superioridad, según las atinadas reflexiones de Gertrud von Le Fort. Y quién sabe si por eso mismo fue tentada primeramente por el gran  tentador. Porque se podría notar que por el hecho de que la primera en sucumbir a la serpiente haya sido la mujer, no se sigue que el relator sagrado haya concebido su escenificación, porque pensara que era ella “un ser más débil e influenciable”, menor y casi de segunda categoría. Todo lo contrario, la idea de fondo sería: “Corruptio optimi pessima”, como resumimos de la ya mentada G. von Le Fort: es falso decir que Eva cayó por ser la más débil. La historia de la seducción demuestra que fue la más fuerte, superior al hombre…Donde quiera ha sido subyugada la mujer, no sucedió nunca por ser ella la más débil que el hombre, sino por haber sido temida, conocida como más fuerte y con  razón, porque desde el momento en que el poder más fuerte no quiere ser abnegado, sino orgullo y autocracia, surge necesariamente la catástrofe…Es cierto que la mujer no es el mal en sí y de por sí - los ángeles caídos la preceden en el pecado, el demonio es masculino – pero tiene en común con él la fuerza seductora…Lo mismo que el ángel caído es más horroroso que el hombre caído, así también la mujer prevaricadora es más terrible que el hombre prevaricador…La Medusa y las Erinias de la leyenda antigua reflejan el horror que inspira la mujer transgresora…La mujer prevaricadora está al comienzo de la historia y está también en el fin de la historia. Por eso el Anticristo no ofrece una forma humana, sino la del monstruo del abismo. Sobre él está sentada la gran prostituta, Babilonia, “madre de las rameras” (Ap 17, 5), o sea: la quintaesencia del amor pervertido. Sólo la mujer que ha traicionado su destino puede representar la absoluta esterilidad del mundo, la esterilidad que necesariamente implica la muerte y desolación (La mujer eterna, Madrid – 1957 – pp. 26 – 29).
Comentamos, de paso, que tales reacciones de exagerada ansia de emancipación feminista provocan movimientos como “las mujeres autoconvocadas” en la Argentina o los grupos “Femen” en Europa.

[50] Ibid…, p. 395. Explicitamos la cita: “Pero me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes…”. Hauke, en su nota 22, aclara: “Con lo cual no debe ir  unida devaluación alguna de la mujer”.

[51] Donde las mujeres se mostraban especialmente “avanzadas”, tanto que podían competir en los “juegos ítsmicos”, en carreras con  carros de caballos, etc.
[52] Desapareció en la Cartago del siglo III, como consta por Tertuliano (De virginibus velandis ,3; PL II, 940 – 941. De oratione , 3; PL I, 1295 – 1298), quien relata cómo las cristianas iban al templo con velo, que se quitaban en el interior del recinto sagrado. No cumplían con la materialidad de la prescripción paulina, pero su sentido se mantenía en esta recomendación del apologista africano: “Yo te ruego, vela tu cabeza…tú haces correr peligro a todas las edades. Revístete de la armadura del pudor (destaque de mi parte), eleva en torno a ti un cerco de modestia, oculta tu sexo detrás de un muro, que no deje escapar tus miradas, ni penetrar las del otro” (De virginibus…, 16; PL II, 960). 
[53] Gianfranco Ravasi, Lettere a Timoteo e a Tito, Bologna (1996) pp. 71 – 72.
[54] “Uds. estudian las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí” (Jn 5, 39)
[55] Esta problemática viene siendo agitada especialmente por teólogos católicos de la India. En 1974 se tuvo un seminario de estudios al respecto en Bangalore. Sus resultados fueron publicados bajo la dirección de: D. D. Amalorpavadass, Research Seminar on Non – Biblical Scriptures, Bangalore, NBCLC (1974). Desde entonces han ido apareciendo multitud de ensayos al respecto. Es posible analizar los principales puntos en: R. J. Raja, “La Biblia y los Libros Sagrados de las religiones no – cristianas” en: Actualidad pastoral, XXIX (1996) pp. 140 – 144. (En el mismo número de la recién citada revista se puede encontrar una bien argumentada réplica por parte de L.H. Rivas, “La inspiración de los libros no – bíblicos” a partir de la p. 283). Uno de los últimos intentos fue el de I. Vempeny, S.J. “Non - Biblical Scriptures” (en el simposio ya mencionado de 1999: Scrittura ispirata…, 211 – 232).
Pero, quien más difundió el tema, y en forma bastante errónea, fue el jesuita belga: J. Dupuis, presentándolo en varios artículos y ofreciendo una síntesis de sus posiciones ya en 1991: Jesucristo al encuentro de las religiones (Madrid). Su obra posterior y más discutida fue: Toward a Christian Theology of Religious Pluralism, New York (1997). Llegó  a ser decano de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Muchos de sus puntos de vista son expresamente criticados por la Dominus Jesus.
Se ha de recordar también que la Comisión Teológica Internacional había ya hecho advertencias similares en: Cristianismo y religiones de 1996.
[56] “Dio parla per mezzo dei profeti” en: P. Bovati – P. Basta, “Ci ha parlato per mezzo dei profeti – Ermeneutica bíblica, Roma / Cinisello Balsamo / Milano (2012) pp. 73 – 74.
[57] Casi las mismas palabras en: Ispirazione…, p. 241: “questione di stringente attualità…”.
En la nota 60, del artículo que venimos citando, apunta lo siguiente: “Piénsese en la publicación de J. Dupuis, Toward a Christian Theology of Religious Pluralism, New York 1997…que fue objeto de crítica por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero que ha recibido consensos de parte de importantes pastores y teólogos”. Siguen en este mismo artículo idénticos pedidos de confirmación a los casos de Balaam y al discurso de Pablo en el Areópago.

A la verdad que uno se pregunta: por “importantes” que sean, ¿están tales pastores  y teólogos por encima de la Congregación para la Doctrina de la Fe? A la vez, ¿no ha recibido la Dominus Jesus no menor acogida y aprobación por parte de otros, también prestigiosos, pastores y teólogos?
[58] Ispirazione…, p. 242.