¿Entiendes lo que lees? La quinta ocasión en que me ocupé de las desviaciones en la Interpretación de las Sagradas Escrituras, fue en el año 2004, cuando fui llamado por los formadores de un Instituto religioso para dar dos conferencias a sus jóvenes estudiantes de teología.
El motivo era que en la facultad de teología en la que cursaban sus estudios, recibían en las clases de Sagrada Escritura, enseñanzas contrarias a la fe. Estas conferencias se publicaron dos años después, en el 2006, con el título: ¿Entiendes lo que lees? La interpretación bíblica en crisis, en editorial Gladius.
En el Prólogo presento así esta obrita: ““¿Entiendes lo que lees?” La pregunta del diácono Felipe al eunuco etíope, funcionario de la reina Candaces , puede plantearse en todo tiempo a los que no entienden la Escritura. Hoy, para nuestro asombro, parecería que se le puede preguntar a los que por oficio deberían no sólo entenderla sino explicarla, y sin embargo por abuso la explican mal y con escándalo de los creyentes. Aunque a algunos les pueda parecer impertinente, es pertinente preguntársela y de hecho se la preguntan los fieles a no pocos predicadores y escrituristas. En efecto, ocupan hoy el púlpito y la cátedra, intérpretes de las Sagradas Escrituras que dan motivo para que se hagan esta pregunta muchos fieles: “¡realmente ¿entienden lo que leen?!”.
. A estos fieles, así escandalizados, no les cabe duda de que tales intérpretes no las entienden según la fe de la Iglesia. Porque los fieles que esto se preguntan, no son los menos instruidos o ignorantes, quienes suelen tragarse, sin masticar, lo que se les dice. Ni son los que simplemente asisten a la homilía sin escucharla o están en clase leyendo alguna otra cosa. Ni suelen preguntárselo los más ingenuos, que en su sencillez, divinamente protegida, tragan veneno y pisan serpientes sin sufrir daño. Se lo preguntan los fieles a los cuales esas interpretaciones los perturban, los confunden y hacen vacilar. Se lo preguntan, sobre todo, los fieles más enterados de su fe y más empeñados en permanecer creyentes y ser fieles a la Iglesia. Cuanto más formados e instruidos, más se asombran de que haya ministros del púlpito y la cátedra, que detentan, por mandato eclesial el oficio de enseñarles, que las interpreten así. Lo mismo se preguntan no menos escandalizados acerca de lo que leen en libros publicados por editoriales ‘católicas’, libros que han pasado intactos por la censura eclesiástica.
Una encuesta sobre cosas que oyen y deben soportar los fieles en cursos y homilías o que leen en revistas y en obras teológicas daría lugar a un extenso ‘disparatario’, - por no decir bestiario -, del que ofrezco algunos botones de muestra : 1) ‘No hubo una multiplicación milagrosa de los panes y los peces. Jesús enseñó a la multitud a compartir los panes que ellos traían’ Predicado por numerosos sacerdotes y un obispo. Etc… ”